10 DE ENERO –
DOMINGO –
EL BAU TISMO DE JESÚS – B –
Beata María Dolores
Rodríguez Sopeña
Lectura del libro de Isaías (42,1-4.6-7):
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a
quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga
el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no
voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no
lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta
implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he
llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los
ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan
las tinieblas.»
Palabra de Dios
Salmo
28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz
· Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria
del nombre del Señor,
postraos ante el
Señor en el atrio sagrado.
R/.
· La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las
aguas torrenciales.
La voz del Señor es
potente,
la voz del Señor es
magnífica. R/.
· El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un
grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se
sienta por encima del aguacero,
el Señor se
sienta como rey eterno. R/.
Lectura del libro de
los Hechos de los apóstoles (10,34-38):
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Está claro que Dios no
hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en
el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó
en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del
Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él.»
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (1,7-11):
En aquel tiempo, proclamaba
Juan:
«Detrás de mí viene el que puede más que yo,
y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con
agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio
rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo
amado, mi predilecto.»
Palabra del Señor
Bautismo de Jesús.
Aunque se incluye dentro del Tiempo de Navidad, esta fiesta significa el
comienzo de la actividad de Jesús y se centra en el programa que deberá llevar
a cabo. Para entender mejor la relación de las lecturas es preferible alterar
el orden. La primera habla del programa encomendado al Siervo de Dios (Jesús).
El evangelio, de cómo se le comunica ese programa en el bautismo. La segunda
lectura (Hechos), de cómo lo llevó a cabo.
El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)
Esto dice el Señor:
Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi
elegido, en quien me complazco.
He
puesto mi espíritu sobre él,
manifestará
la justicia a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
La
mecha vacilante no la apagará.
Manifestará
la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta
implantar la justicia en el país.
En
su ley esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia,
te
cogí de la mano, te formé
e
hice de ti alianza de un pueblo,
y
luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques
a los cautivos de la cárcel,
de
la prisión a los que habitan en tiniebla.
Como introducción al programa, se insiste en que el protagonista no lo
llevará a cabo por sus propias fuerzas. Cuenta con la ayuda de Dios, que lo
sostiene, se complace en él y le concede su espíritu.
El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar,
vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar la
mecha vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible
eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer
sorprendida en adulterio, la prostituta…).
Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o,
dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la
prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa
Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por
Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo,
que incluye la liberación espiritual y personal.
El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni
se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán
las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas
judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá
firme, hasta la muerte.
La comunicación del programa en el bautismo (Marcos
1,7-11)
¿Por qué Jesús decide ir al Jordán?
¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista?
¿Por qué le interesa tanto?
Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el
bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino
en lo que ocurre inmediatamente después de él.
En aquel tiempo, proclamaba
Juan:
̶ Detrás de mí
viene el que es más fuerte que yo, y no merezco agacharme para desatarle la
correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo.
Y sucedió que por aquellos
días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el
Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba
hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos:
̶ Tú eres mi Hijo
amado, en ti me complazco.
Marcos destaca dos elementos esenciales: el
Espíritu y la voz del cielo.
La venida del Espíritu tiene
especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el
Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora,
al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones
de Dios con la humanidad.
La voz del cielo. A un oyente judío, las
palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con
sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien
sostengo; mi elegido, a quien prefiero».
El primer texto habla del
rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios
por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva
al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere
evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del
sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de
Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado,
mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz:
«Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Mc 15,39).
El lector del evangelio
podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice
Jesús, que terminarán costándole la vida, pero debe recordar que no es un
blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.
Misión cumplida: pasó
haciendo el bien (Hechos 10,34-38)
En el discurso ante el centurión Cornelio y su familia, Pedro recuerda los
momentos iniciales de la proclamación del evangelio y resume la actuación de
Jesús con tres rasgos esenciales: ungido con el Espíritu Santo, pasó haciendo
el bien y curando, Dios estaba con él. No se puede decir más con menos
palabras.
En aquellos días,
Pedro tomó la palabra y dijo:
- Ahora comprendo con
toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo
teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los
hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el
Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por
Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Beata María Dolores Rodríguez Sopeña
En Madrid, España,
beata María Dolores Rodríguez Sopeña, virgen, la cual dio muestras de su gran
caridad cristiana al dedicarse a los más abandonados de la sociedad de su
tiempo, acercándose especialmente a los suburbios de las mayores ciudades, y
para anunciar el Evangelio y atender a los pobres y a los obreros en cuestiones
sociales, fundó el Instituto de la Damas Catequistas y la Obra de la Doctrina.
Dolores
Rodríguez Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848,
cuarta entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa
Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa localidad
por motivos de trabajo. Don Tomás había terminado su carrera judicial demasiado
joven, por lo que no podía ejercer y consigue un empleo como administrador de
las fincas de los marqueses de Vélez.
Su
infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las Alpujarras
pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre a lo largo de su
carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta etapa de su vida como un
«lago de tranquilidad». En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de
Almería. Dolores tiene 17 años. Allí empieza a frecuentar la sociedad, pero a
ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés es
hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas:
atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un
leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres.
También visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su
madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la Audiencia de Puerto
Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de la familia se
instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su vida: elige un
director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres,
en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.
En
1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá
en América hasta los 28. Empieza su contacto con los jesuitas. El P. Goicoechea
fue su primer director espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y
Escuelas para las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.
En
1873, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Son
tiempos difíciles, pues estalla un cisma religioso en la isla. Por este motivo,
su acción se reduce a visitar a los enfermos del hospital militar. Pide la
admisión en las Hermanas de la Caridad, pero no lo consigue por su falta de
vista. A la edad de 8 años había sido operada de los ojos y esta dolencia la
acompañará toda la vida.
Al
terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda lo que
ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no sólo se enseñaba el
catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para
esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios
distintos.
En
Cuba muere su madre, su padre pide el retiro y vuelven a Madrid en 1877. En
Madrid organiza su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre,
el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida
espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los
Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan
sus luchas vocacionales.
Por
indicación de su director, el P. López Soldado sj, ingresa en el convento de
las Salesas, pese a que nunca se había planteado una vida enteramente
contemplativa. A los diez días deja el convento pues comprobó no ser su
vocación. Al salir se dedica con más intensidad al apostolado.
Abre
una «Casa Social» donde se tramitan los diversos asuntos que salen en sus visitas
al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las presas que
acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias. Corre el año
1885. Dolores tiene 36 años.
Al
ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el
barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará la que
luego se denominará «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus «Centros
Obreros».
A sugerencia
del obispo de Madrid, D. Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de
Apostolado Seglar hoy denominado «Movimiento de Laicos Sopeña». Al año
siguiente recibe la aprobación civil. La Obra se extiende en 8 barrios de la
capital.
En
1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la
Asociación, acepta fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos,
dimite como Presidenta en Madrid al año siguiente y se establece en Sevilla. En
sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda España para establecer y
consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en
algunas misiones por Andalucía.
En
el año 1900 participa en una peregrinación a Roma por el Año Santo. Hace un día
de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar
un Instituto Religioso que diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que
ayudara a sostener espiritualmente a la Asociación laical. El Cardenal Sancha,
entonces ya arzobispo de Toledo, le propone fundar allí.
El
24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales
realizados junto con 8 compañeras, se levanta acta de fundación del «Instituto
de Damas Catequistas» (hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña»), aunque la
fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.
Una
de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil,
hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en 1902, consigue el
reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede el Decretum laudis
y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las
Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.
Durante
estos años, sus «Doctrinas» se fueron transformando en «Centros Obreros de
Instrucción», pues a ellos asistían obreros fuertemente influenciados por el
anticlericalismo y no podía pretenderse la enseñanza de la religión
directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no
lleven hábito y ni siquiera un signo religioso externo. Cambia sus medios y sus
métodos para poder conseguir el fin: acercarse a los obreros «alejados de la
Iglesia», que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa
y unir a los «distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del
pueblo» con la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas de acción:
dignificar al trabajador y crear fraternidad.
Detrás
de su entrega al servicio de los demás está una fe profunda y auténtica, una
rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su
experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y
desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de
todos una sola familia en Cristo Jesús.» Su gran unión con Dios le permite
descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados
de dignidad y afecto.
Salir
al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios
marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo
XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella
reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de
Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia,
de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz...
En
pocos años, establece comunidades y Centros en las ciudades más
industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el primer Capítulo General y
es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las
primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en
Chile.
Al
año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama
de santidad.
El
día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes y el 23 de
abril de 2002 se promulgó el Decreto de Aprobación del milagro que ha dado paso
a su Beatificación.
Actualmente
la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que dejó fundadas, es
decir, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el Movimiento de la Laicos
Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, está presente en España, Italia,
Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México y República Dominicana.
Rasgos de su espiritualidad
La
espiritualidad de Dolores Sopeña tiene cuatro rasgos especialmente relevantes:
es una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana.
Su
experiencia cristológica destaca en Jesús dos rasgos fundamentales: Jesús como
Dios encarnado y Jesús redentor. Dios ha asumido la condición humana y sale al
encuentro de cada persona en sus penas y alegrías, necesidades y búsquedas,
ofreciéndole de manera gratuita su amor incondicional y su propia vida. Él es
el centro de su vida y de su corazón.
Dialoga
con Jesús a lo largo de toda la jornada, pero reconoce una presencia especial en
la forma consagrada. Entre sus prácticas habituales sobresalen: las visitas al
Santísimo, la Hora Santa, el Manifiesto diario. Llama al Jueves Santo el día
del Instituto, porque ese día es la fiesta del Amor y en él se instituyó la
Eucaristía. Ante el sagrario toma las grandes decisiones; ante él cada mañana
al levantarse «arregla los asuntos del día», recibe consuelo, fortaleza,
inspiración.
Su
relación con Dios se expresa en una actitud filial llena de confianza.
Reconoce
la presencia de la Virgen en su camino, en su corazón, en los grandes
acontecimientos personales y del Instituto.
El
contacto con la espiritualidad ignaciana desde muy joven sea a través de sus
directores espirituales como por la práctica anual de los Ejercicios
Espirituales, dan a toda su espiritualidad y a la de la Familia Sopeña una
impronta claramente ignaciana, en la que destaca:
Una
fuerte espiritualidad apostólica. Toda su vida está animada por el deseo de
recorrer el mundo entero para dar a conocer a Dios.
Una
síntesis dialéctica entre acción y contemplación, alcanzando la gracia de ver a
Dios presente en todo y en todos, especialmente en el rostro del hombre y la
mujer del trabajo, necesitados de promoción y a quienes nadie les había hecho
descubrir el rostro amable de Dios que los ama con infinita ternura.
Una
búsqueda continua de la voluntad de Dios. Y, una vez que la conocía, tenía un
gran tesón, voluntad y capacidad de entrega y sacrificio para cumplirla,
costase lo que costase.
Su
vida es un «hacer constante», pero es un hacer de quien tiene viva la
conciencia de ser un instrumento en manos de Dios. Esta experiencia desarrolla
en ella una confianza tal que la hace ser muy audaz, capaz de allanar
obstáculos y desarrollar un apostolado sumamente arriesgado para una mujer de
su tiempo.
FUENTE: www.vatican.va
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