1 DE FEBRERO – LUNES –
4ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
SAN CECILIO
Lectura de la carta a los
Hebreos (11,32-40):
HERMANOS:
¿Para qué seguir? No
me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David,
Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron
justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron
hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades,
fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres
que recobraron resucitados a sus muertos.
Pero otros fueron
torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una
resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de
las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada,
rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo,
oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por
desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
Y todos estos, aun
acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía
preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a
la perfección.
Palabra de Dios
Salmo: 30,20.21.22.23.24
R/. Sed fuertes y
valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor
V/. Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.
V/. En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R/.
V/. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada. R/.
V/. Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba. R/.
V/. Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios los paga con creces. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús
y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos. Apenas
desembarcaron, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las
tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie
sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía
las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se
pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes gritando e hiriéndose
con piedras.
Viendo de lejos a
Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
¿Qué tienes que ver
conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lapido, no me atormentes'.
Porque Jesús le estaba
diciendo:
"Espíritu
inmundo, sal de este hombre".
Jesús le preguntó:
"¿Cómo te
llamas?"
Él respondió:
"Me llamo Legión,
porque somos muchos'.
Y le rogaba con
insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran
piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
"Déjanos ir a meternos
en los cerdos".
Él se lo permitió. Los
espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara,
unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los
porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. La
gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado
que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron
espantados.
Los que lo habían
visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le
rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le
pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le
dijo:
"Vete con los
tuyos y anuncia lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia'.
El hombre se marchó y
empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se
admiraban.
Palabra
del Señor
1. Supuesto que
aquí no es el sitio ni el momento de hacer un tratado de exégesis bíblica para
analizar todos y cada uno de los datos, que encontramos en cada
relato de los evangelios, interesa ir directamente a la lección fundamental que
aquí se nos transmite.
No se trata
simplemente de narrar que Jesús expulsaba los demonios. Y este sería un
caso más. Por supuesto, es eso. Pero el relato está compuesto de manera que en él se
dice algo que es capital para saber situarse honradamente en la vida - ¿de qué
se trata?
2. Lo primero -y
lo más claro- que aparece en este relato, es que hay situaciones en la vida (un
territorio, una cultura, un país) en las que, apenas llegamos a ese sitio, lo primero
que palpamos es que allí hay fuerzas de muerte. La fuerza de los cementerios y
las tumbas, la desesperación del que grita día y noche, la extravagancia (que
da miedo) del que se golpea y se autocastiga. Porque la fuerza que manda en él
es la fuerza de la muerte y de la autodestrucción.
No se puede saber con
precisión dónde sitúa el Evangelio este episodio. Pero, fuera donde fuera, la
fuerza de la muerte y de la destrucción estaba muy presente. El Evangelio la
denomina "legión de demonios". Es un buen calificativo.
¿Qué es lo que
realmente sucedía allí, en el país de los "gerasenos"? La clave de
explicación, que nos puede servir a nosotros, está -sin duda- en lo que
sucedió con la enorme piara de cerdos. Dos mil, nada menos. Un hecho
evidente es que aquella cantidad de cerdos valían mucho dinero. Y otro hecho
evidente (en el relato) es que Jesús, que había liberado al hombre de los
demonios de la muerte, hizo que aquellos demonios de muerte
pasaran a los cerdos, que acabaron enseguida en muerte, también ellos.
3. El final del
relato es tremendo: los dueños de los cerdos no quisieron que Jesús siguiera
allí, con ellos y entre ellos. Preferían sus cerdos, su riqueza, sus demonios
de muerte. La riqueza, y sus sistemas de administrarla y mantenerla, es la
legión de la muerte, que tiene su sede en los cementerios, en los gritos y en
las piedras que claman por la muerte, por más que esa muerte se disfrace con el
disfraz de la mentira que entraña el buen comer y el buen tener fortunas
seguras y las satisfacciones del rico poderoso.
SAN CECILIO
Primer Obispo de Granada,
San Cecilio fue el primer obispo de Granada cuando, bajo la dominación
romana, se llamaba todavía Illíberis. Fue uno de los que la tradición llama
"varones apostólicos" enviados a España por San Pedro y San Pablo a
predicar el evangelio. Los otros seis son: Torcuato, Segundo, Indalecio,
Tesifonte, Eufrasio y Hesiquio. La vida de todos ellos está oculta tras los
velos de la leyenda transmitida oralmente. Se sabe a ciencia cierta qué San
Cecilio fue obispo de Illíberis, que escribió algunos tratados para instrucción
de los fieles y que sufrió martirio bajo la dominación de Nerón, supuestamente
quemado en el monte Illipulitano. Pero la larga dominación árabe destruyó todos
los rastros de cristianismo. Granada estuvo bajo los sarracenos casi
ochocientos años; no los suficientes para perderse la memoria y la tradición,
pero sí para no quedar ni rastro de documentos ni reliquias. San Cecilio es
patrón de Granada, y su fiesta se celebra el 1 de febrero.
Otro santo con este nombre conmemora la Iglesia: San Cecilio presbítero de
Cartago. Su fiesta se celebra el 3 de junio. La divina Providencia puso en sus
manos la conversión del gran San Cipriano. Su bautizo tuvo lugar el 18 de abril
del año 246. Poco después, al morir el obispo Donato, fue elegido Cipriano, el
discípulo de Cecilio, para ocupar la sede episcopal, llegando a ser uno de los
más grandes obispos que tuvo la diócesis de Cartago.
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