sábado, 16 de enero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 DE ENERO – LUNES – 2ª – SEMANA DEL T.O. – B – SANTA MARGARITA DE HUNGRIA

 


 

18 DE ENERO – LUNES –

2ª – SEMANA DEL T.O. – B –

SANTA  MARGARITA DE HUNGRIA

 

Lectura de la carta a los Hebreos (5,1-10):

 

TODO sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.

Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad.

A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.

Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.

Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 109,1.2.3.4

 

R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec

 

V/. Oráculo del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha,

y haré de tus enemigos

estrado de tus pies». R/.

 

V/. Desde Sión extenderá el Señor

el poder de tu cetro:

somete en la batalla a tus enemigos. R/.

 

V/. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,

entre esplendores sagrados;

yo mismo te engendré, desde el seno,

antes de la aurora». R/.

 

V/. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:

«Tú eres sacerdote eterno,

según el rito de Melquisedec». R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,18-22):

 

EN aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:

«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».

Jesús les contesta:

«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

 

Palabra del Señor

 

1.   De la misma manera que Jesús dio mucha importancia al hecho de que la comida compartida, la "comensalía", fuera respetada y no le faltase a quien la necesitaba, sobre todo a los pobres, igualmente Jesús no le dio importancia al ayuno, la privación voluntaria de la alimentación por motivos religiosos. Por este motivo también, Jesús tuvo conflictos con la religión. El ayuno se basa en la convicción según la cual a Dios le agrada el sufrimiento humano. El ayuno expresa una fe que cree en un Dios-tirano, que se complace en la carencia y el hambre de los humanos.

El hecho es que, por motivos religiosos, los seguidores de Juan y los fariseos estaban de ayuno, pensando que, al privarse de comer, agradaban a Dios.

 

2.   Los judíos practicaban dos clases de ayunos. El ayuno obligatorio, que se hacía el día de la Expiación o Yom Kippur (Lev 16, 29-31; 23, 26-29) y los ayunos voluntarios adicionales, que expresaban la devoción de los más fieles a la religión. Tales ayunos eran programados por los rabinos y por los fariseos (Joel Marcus).

El ayuno del que habla este evangelio era de los voluntarios. La postura de Jesús y sus discípulos indica que ni Jesús ni los que le seguían eran personas que no ponían su religiosidad en estas prácticas y en estos ritos que solo sirven para sufrir uno mismo, sin utilidad para los demás. Jesús pensaba que Dios no está más satisfecho cuando los humanos sufren. Jesús explica la conducta de sus discípulos diciendo que están como cuando uno va a una boda.  La boda, por lo que simboliza y en ella se goza, es la fiesta de la vida.

El ayuno, por lo que tiene de privación, es símbolo de muerte.  Jesús está de parte de la vida, no de la muerte.

 

3.  Pero Jesús va más lejos. Con las dos imágenes, la del remiendo y la del vino en los odres, Jesús afirma que no se puede ir por la vida haciendo componendas, intentando una síntesis entre lo antiguo y lo nuevo. Lo antiguo es la religión de siempre, que impone ayunos y privaciones. Lo nuevo es el Evangelio, que se vive siendo feliz y contagiando felicidad a los demás.

 

SANTA  MARGARITA DE HUNGRIA


 

Los reyes Bela IV y su mujer María de Lascaris, padres de Margarita, antes de nacer su hija en 1242, la habían ofrecido a Dios por la liberación de Hungría de los tártaros, prometiendo dedicar a su divino servicio en un monasterio a la primera hija que les naciera. El rey Bela, confiando en el Señor, juntó el mayor ejercito que le fue posible y, al frente de él, salió contra aquellos enemigos, muy superiores en número y envalentonados con anteriores victorias. Al primer encuentro, los dejó vencidos y huyendo a su tierra. La calma volvió a sus dominios.

Poco tiempo después nació una niña a la que pusieron el nombre de Margarita. Con dolor, pero movidos por el amor de Dios, sus padres cumplen la promesa y confían su hija de cuatro años a las dominicas del monasterio de Veszprem, recientemente fundado. La niña, a medida que crece, va adquiriendo los hábitos de la contemplación.

En 1254, a sus doce años, Santa Margarita de Hungría hace profesión solemne en manos de Fray Humberto de Romanis, Maestro de la Orden, que volvía del capítulo general celebrado en Buda, ciudad principal de aquel reino.

Los reyes, sus padres, contentos de ver a su hija tan feliz en el monasterio, edificaron para ella otro convento en una isla formada por el gran río Danubio y lo dotaron como convenía. Veinte años tenía Margarita cuando, con otras insignes religiosas que la acompañaron, se trasladó al nuevo convento, implantando una vida de rígida observancia.

Al rey su padre, que la amaba tiernamente, le suplicaba que favoreciese a las iglesias, que amparase a viudas y a huérfanos, que hiciese limosnas a los pobres y los defendiese. Y así lo hacía el buen rey.

Como esta caridad, asimismo era grande su pureza. Por costumbres cortesanas, la pretendieron por esposa el Duque de Polonia, y los reyes de Bohemia y de Sicilia, haciéndole ver que obtendría la dispensa de los votos y que su enlace con dichos príncipes sería como un pacto de paz y de alianza entre los reinos. De negarse, sobrevendrían discordias y guerras. Ella se negó rotundamente: Se había consagrado al Señor como esposa y con nueva consagración y bendición se había velado en manos del arzobispo de Estrogenia un día de Pascua del Espíritu Santo.

Santa Margarita de Hungría murió el 18 de enero de 1270 estando presentes muchos religiosos de la Orden. Recibió los sacramentos y rezando el salmo In te, Domine, speravi, al llegar al versículo In manus tuas, su alma voló al cielo a la edad de 30 años.

Pío XII la invocaba en su canonización el 19 de noviembre de 1943 como mediadora de la tranquilidad y de la paz fundadas en la justicia y la caridad de Cristo, no sólo para su patria, sino para el mundo entero.

 

Semblanza espiritual

Tomando conciencia de su extraordinaria misión, la joven princesa Margarita de Hungría se dedicó con fervor a recorrer el camino de la perfección. La ascesis conventual del silencio, soledad, oración y penitencia se armonizaron con un celo ardoroso por la paz, con un gran valor para denunciar las injusticias y con una gran cordialidad con sus compañeras a las que servía con gozo en los más humildes quehaceres. Su vida de piedad se cualificaba por la devoción al Espíritu Santo, a Jesús crucificado, a la Eucaristía y a María.

 

Amar a Dios, no despreciar ni juzgar a nadie, estas razones se fijaron en el corazón de la santa princesa. Salió de esta doctrina tan gran maestra, que cuanto trataba y pensaba era amar a Dios y estimar a los otros; sobre este fundamento levantó el edificio de la virtud y perfección. De la virtud de humildad hizo provisión; en el monasterio no había persona más humilde y sencilla que Margarita. Vivió sujeta a la voluntad de sus prelados, la voluntad ajena era la suya.

 

 

 

 

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