28 DE ENERO – JUEVES –
3ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Lectura de la carta a los
Hebreos (10,19-25):
Teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la
sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para
nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran
sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y
llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo
lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes
en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos
los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras.
No desertéis de las
asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más
cercano veis el Día.
Palabra de Dios
Salmo: 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Este es el grupo que
viene a tu presencia, Señor
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,21-25):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre:
«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o
para ponerlo en el candelero?
Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es
para que salga a la luz.
El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también:
«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con
vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le
quitará con creces hasta lo que tiene.»
Palabra del Señor
1. En estas palabras de Jesús, se rechazan la clandestinidad, el
ocultamiento, la doble vida. Jesús quiere que vivamos de tal forma, que no
tengamos nada que ocultar. La ley del Evangelio es la ley de la transparencia.
Se suele decir que "los trapos sucios se lavan en casa". El
criterio de Jesús es que eso no vale. Como es lógico, hay ámbitos de la vida
privada que no se van pregonando. Esto es cosa que todo el mundo entiende.
Porque pertenece al sentido común.
2. Pero lo que Jesús propone aquí se refiere a otra cosa. Se
trata del enorme problema de nuestra "imagen pública".
Para muchas personas, la imagen que dan a los demás es más importante que
la realidad de lo que viven, de lo que dicen y hacen, de lo que quieren y de lo
que no quieren que se sepa. Esta tendencia a proteger y hasta magnificar la
"propia imagen" es tanto más fuerte cuanto la persona se sitúa más
arriba en la escala social o religiosa. Por eso, en la alta sociedad y en los
ambientes religiosos hay tanta hipocresía, tanta falsedad, tanta mentira.
Porque hay mucho que ocultar.
Se oculta la vida sexual. Se oculta la economía. Se ocultan las apetencias
reales que mueven a las personas.
Se fingen humildades, generosidades, pureza... una sarta de mentiras, que
dan mucha pena. Y vergüenza.
3. En el relato de la pasión, cuando llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote
y este le preguntó por su doctrina, Jesús respondió: siempre he enseñado en
público "y no he dicho nada a ocultas".
Jesús utiliza el término "parresía", que significa libertad,
audacia, atrevimiento (Jn 18, 19-20). Aquello le costó a Jesús la primera bofetada
de la pasión (Jn 18,22). Vivir en plena transparencia, cuesta llevarse muchas
bofetadas en la vida.
Y es triste decirlo, pero es así: la sociedad está organizada de manera,
que hay personas que no tienen más remedio que vivir ocultando quizá su grandeza,
por ejemplo, su capacidad de amar. Y,
además, no olvidemos que las
instituciones religiosas funcionan de manera que, a veces, el sujeto se ve en
la dura situación de tener que vivir ocultando o disimulando cosas o
experiencias que no hay más remedio que ocultar.
Una institución que funciona así tiene que organizarse y ser gestionada de
otra manera. Y hay que luchar por ello.
Escribió
muchas obras llenas de erudición y ejerció también el magisterio, contribuyendo
en gran manera al incremento de la filosofía y de la teología.
Murió
cerca de Terracina el día 7 de marzo de 1274. Su memoria se celebra el día 28
de enero por razón de que en esa fecha tuvo lugar, en el año 1369, el traslado
de su cuerpo a Tolosa del Languedoc.
Es
patrono de los teólogos y de las universidades.
Vida de Santo Tomás de Aquino
Se conocen los acontecimientos
principales de su vida, pero los biógrafos difieren en cuanto a algunos
detalles y fechas. Henry Denfile falleció antes de poder cumplir su proyecto de
escribir una vida crítica del santo. El amigo y alumno de Denfile, Dominic
Prümmer, O. P., profesor de teología en la Universidad de Friburgo, Suiza, se
encargó de la obra y publicó el "Fontes Vitae S. Thomae Aquinatis, notis
historicis et criticis illustrati"; y el primer fascículo (Toulouse, 1911)
ya ha aparecido, dando la vida de Santo Tomás por Peter Calo (1300), publicado
ahora por primera vez. Tolomeo de Lucca ... dice que cuando murió el santo, se
dudaba sobre su edad exacta (Prümmer, op. cit. 45). Normalmente se da el fin de
1225 como el momento de su nacimiento. El P. Prümmer, basándose en Calo, cree
que 1227 es la fecha más probable (op. cit., 28). Hay un acuerdo general en que
su muerte ocurrió en 1274.
Landolfo, su padre, era Conde de
Aquino. Teodora, su madre, Condesa de Teano. Su familia estaba emparentada con
los Emperadores Enrique VI y Federico II, y los Reyes de Aragón, Castilla y
Francia. Calo cuenta que un santo ermitaño predijo su carrera, diciéndole a
Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden de los Frailes
Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que en vida, no se
encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A los cinco
años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir su primera
formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Diligente en sus
estudios, desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación
y la oración, y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces:
"¿Que es Dios?"
Alrededor del año 1236, le
enviaron a la Universidad de Nápoles. Calo dice que el traslado se hizo por
iniciativa del Abad de Monte Casino, quien escribió al padre de Tomás que un
chico de su talento no debe ser dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En
Nápoles, sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice que
pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quién
le formó en Lógica y ciencias Naturales. Las costumbres de la época dividían
Filosofía y Letras en dos cursos: el Trivium, que cubría Gramática, Lógica y
Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música, Matemática, Geometría y
Astronomía... Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que
sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en medio de la
corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el
hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San Julián,
un conocido predicador del convento de Nápoles. La ciudad estaba asombrada al
ver a un noble joven como él tomar el hábito de un pobre fraile. Su madre, con
sentimientos de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a
su hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque
su destino final sería París o Colonia. Teodora convenció a los hermanos de
Tomás, que eran soldados del Emperador Federico, capturaron al novicio cerca
del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Rocca
Secca. Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y
hermanas hacían todo lo posible para destruir su vocación. Sus hermanos incluso
tendieron trampas a su virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a la
tentadora con un tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás
le confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de un
favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la
habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le concediera la
integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y mientras dormía, dos
ángeles se le aparecieron para asegurarle que su oración había sido escuchada.
Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te ceñimos con el cinturón de la
virginidad perpetua." Y desde ese día en adelante jamás experimentó el más
leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue
perdido. Su madre empezó a ceder tras los primeros impulsos de ira y tristeza;
se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda
de su hermana obtuvo algunos libros -las Sagradas Escrituras, la Metafísica de
Aristóteles y las "Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras año y medio o
dos en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del
ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de Inocencio
IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto a los brazos de
los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio
"había progresado tanto como si hubiera estado en un studium
generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus votos, y
sus superiores le mandaron a Roma. Inocencio IV examinó con atención los
motivos que le llevaron a entrar en la Orden de Predicadores, le despidió con
una bendición y prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el
Teutón, cuarto Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París y
según la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a cargo
de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las escuelas, el
carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal interpretado como indicios de
retraso mental, pero cuando Alberto escuchó su brillante defensa de una difícil
tesis, exclamó: "Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido
doctrinal un día resonará hasta los confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto a
París y Tomás le acompañó como alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia.
Alberto había sido nombrado regente del nuevo studium generale, erigido aquel
año por el Capítulo General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad
como Bachiller. Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue
ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante
toda su vida, con frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania, Francia e
Italia. Sus sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la
enseñanza y abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General
de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás
Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este nombramiento puede
considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza
rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes
consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de Pedro Lombardo,
y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y en
gran parte, en esquema general para su obra magna, la "Summa
Theologica". En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para el
Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la concesión
del título por una disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en
su origen una disputa entre la universidad y las autoridades civiles surgió
tras un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante
muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su autonomía, exigía una
satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus facultades, juraron
solemnemente que no las abrirían hasta ver satisfechas sus demandas y decretaron
que en e futuro a nadie se le conferiría el título de doctor a menos que jurase
seguir la misma línea de conducta en circunstancias similares. Los Dominicos y
Franciscanos, que habían seguido enseñando en sus escuelas se negaron a hacer
el juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que estaba en su
punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban preparados para
recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la disputa más allá del
tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los que estaba
evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la
universidad. Contra su libro "De periculis novissimorum temporum"
(Los peligros de los Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado
"Contra impugnantes religionem", una apología de las órdenes
religiosas (Touron op. cit., II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San
Amour fue condenado por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el
Papa ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo Tomás
también combatió un libro peligroso, "El Evangelio Eterno" (Touron
op. cit., II, cxii). Las autoridades universitarias no obedecieron
inmediatamente; fueron necesarias la influencia de San Luis IX y once Breves
papales para lograr de nuevo la paz. Santo Tomás recibió su doctorado en
teología. La fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre
de 1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto, "Él
riega los montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la
tierra" (Salmo 103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste,
fue profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y
Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una "lucha"
de humildad entre los dos amigos para ver quién sería nombrado primero.
Desde entonces, la vida de Tomás
puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar.
La gente deseaba más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás
superaba en precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino en
universalidad de conocimientos. París le reclamaba como suyo; los Papas
deseaban tenerle junto a ellos; los estudia de la Orden ansiaban disfrutar de
los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos sucesivamente en Anagni,
Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y París de nuevo y finalmente en
Nápoles, siempre enseñando y escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión,
un celo ardiente por exponer y defender la verdad Cristiana. Tan dedicado
estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar
la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV
en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera
escrito la "Summa Theologica".
Cediendo a las peticiones de sus
hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los Capítulos
Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres en 1263.
En otro, celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y Pedro de
Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de estudios
que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la Orden
Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las
biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis.
Hacia el final de su vida estos momentos de éxtasis se sucedían con mayor
frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la
Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que
venía del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás,
que recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti,
Señor". (Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto
y París.
Y el 6 de diciembre de 1273,
dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un
éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue
revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le
animaba a continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado
tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para
nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43). La Summa Theologica había sido
terminada solo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus
poenitentiae).
Tomás comenzó su preparación
inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a
celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San
Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al
concilio su tratado "Contra errores Graecorum" (Contra los Errores de
los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron
las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al
Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los
monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con ellos,
y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le susurró a su compañero: "Este
es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré porque lo deseo"
(Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se quedase en el castillo,
el santo replicó: "Si el Señor desea llevarme consigo, será mejor que me
encuentre entre religiosos que entre laicos". Los Cistercienses le
brindaron tantas atenciones y bondad, que abrumaron el sentido de humildad de
Tomás. "¿A qué viene tanto honor", exclamó, "que siervos de Dios
lleven la leña para mi hoguera?". Ante la insistencia de los monjes, el
santo dictó un breve comentario sobre el Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le
administró la Extremaunción. Cuando entraron con el Sagrado Viático a su
habitación, pronunció el siguiente acto de fe:
Si en este mundo hubiese algún
conocimiento de este sacramento más fuerte que el de la fe, deseo ahora usarlo
en afirmar que creo firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios Verdadero y
Hombre Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este
Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor he
velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado. Nunca he
dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi ignorancia.
Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que someto todas ellas al juicio
y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en cuya obediencia ahora dejo esta vida.
Murió el 7 de marzo de 1274.
Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue canonizado por Juan XXII, el
18 de julio de 1323. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse
con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a
sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia Dominica de
Toulouse, el 28 de enero de 1369. La magnífica capilla erigida en 1628 fue
destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la iglesia de
San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago de oro y plata,
que fue solemnemente bendecido por el Cardenal Desprez el 24 de julio de 1878.
El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de Nápoles. El
brazo derecho, donado a la Universidad de París y originalmente conservado en
la Capilla de Santo Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la
iglesia Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la
revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p. 401)
dio una descripción de la apariencia del santo: dice que sus rasgos se
correspondían con la grandeza de su alma. Era alto y corpulento, erguido y bien
proporcionado. Su tez era "como el color del trigo nuevo": su cabeza
era grande y bien formada y era algo calvo. Todos los retratos lo representan
con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San Pío V proclamó a
Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica "Aeterni
Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía
cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de todos los doctores
escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de
agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y
escuelas católicas de todo el mundo.
(Fuente: Enciclopedia Católica)
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