miércoles, 17 de abril de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 - DE ABRIL – VIERNES – 3ª SEMANA DE PASCUA – B San León, IX

 


 

 19 - DE ABRIL – VIERNES –

 SEMANA DE PASCUA – B

San  León,  IX

 

       Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,1-20):

En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.

Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:

«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

Dijo él:

«¿Quién eres, Señor?».

Respondió:

«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».

Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

      Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:

«Ananías».

Respondió él:

«Aquí estoy, Señor».

El Señor le dijo:

«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».

Ananías contestó:

«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».

El Señor le dijo:

«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:

«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».

Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.

Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.  

 

Palabra de Dios

 

Salmo:116,1.2

R/. Ir al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,

aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,

su fidelidad dura por siempre. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:

«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».

Entonces Jesús les dijo:

«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.                 

 

Palabra del Señor

                    

 1.  Para entender correctamente este texto, parece necesario tener en cuenta lo siguiente:

  1) Lo más probable es que Jesús no dijo estas cosas.

Así lo piensan los autores mejor documentados sobre este punto (A. Sand).

Al unir "comer la carne" con "beber la sangre", seguramente estamos ante una añadidura del redactor final del IV evangelio, para conectar el discurso de Jesús con la ceremonia eucarística que ya entonces celebraban no pocas comunidades cristianas.

2) En esta forma de hablar, se expresa (según parece) la postura que los cristianos más ortodoxos adoptaron frente a los docetas, una de las muchas sectas gnósticas de aquel tiempo, que mostraban un desprecio fuerte contra lo carnal del ser humano.

 

  2.  En la eucaristía está presente Jesús. Pero en la eucaristía no nos comemos el cuerpo histórico de Jesús, el cuerpo que nació de María, el que recorrió los caminos de Palestina, el que murió en la cruz.

No comemos ese cuerpo porque ese cuerpo ya no existe. En la eucaristía recibimos al Cristo resucitado. Lo recibimos realmente, de verdad. Pero eso se ha explicado en la Iglesia de distintas maneras.

San Agustín decía que la eucaristía es "una figura que nos manda comulgar con la pasión del Señor" (De Doctr. Christ., III, 24).

Esta comunión la entendió la Iglesia de forma simbólica durante más de diez siglos.

Comulgar no es recibir una "cosa" santa y sagrada. Comulgar es unirse a Cristo de forma que la persona y la vida de Jesús están presentes en la vida del que comulga.

 

San  León,  IX

 



Hay un epitafio en su sepulcro que reza así:

Roma vencedora está dolorida

al quedar viuda de León IX,

segura de que, entre muchos,

no tendrá un padre como él.

 

Así quiso mostrarle su agradecimiento la Ciudad Eterna; quiso introducirlo para siempre en la entraña de la familia.

Los condes de Alsacia tuvieron un hijo en el año 1002 y, como se hace siempre, le pusieron un nombre: Bruno. Estudia en la escuela episcopal –probablemente, el único modo de estudiar algo en su época– de Toul. La familia atribuye a san Benito la curación de una enfermedad grave que sufrió. Como son gente bien relacionada, no les fue difícil obtener para Bruno del pariente emperador alemán, Conrado II, un importante y alto cargo eclesiástico, porque entonces las cosas –mejor o peor– se hacían así. Por esta época, sobresale en su bondad y comienzan a llamarle «el buen Bruno».

El año 1026 –jovencito hoy, pero no poco frecuente en su momento– ya es obispo de Toul, desde que muere el anterior obispo, Hermann. Aceptó por ser Toul una iglesia pobre. Y desde ese hecho, se manifiesta en él un celo infatigable. Su empeño es llevar a cabo la reforma en la Iglesia que ya comenzaron los cluniacenses. Para ello, convoca sínodos, mantiene buenas relaciones con los obispos vecinos, fomenta los estudios eclesiásticos, cuida esmeradamente el trato con las Órdenes religiosas y prima las iniciativas reformistas de Cluny.

No es de extrañar que fuera elegido para Sumo Pontífice. Eran tiempos malos, muy malos, en los que la Iglesia se presentaba ante el mundo como un desastre; por eso se necesitaba tanto una reforma. Era el año 1048; se había puesto fin al terrible cisma, pero ni el papa Clemente VIII (1046-1047) ni su sucesor Dámaso II (1047-1048) tuvieron tiempo de iniciarla. Papa electo, con el visto bueno de Enrique III en la Dieta de Worms, toma el nombre de León IX y comienza su mandato con el punto de mira fijo en la reforma.

Supo rodearse de los promotores más significativos: Hugo de Cluny –alma del movimiento cluniacense–, Halinard –arzobispo de Lyon– y san Pedro Damiano. También la Curia romana nota la tendencia reformista cuando hace llamar a Hildebrando para nombrarlo Archidiácono y hacerlo Secretario pontificio.

En el 1049 despliega una actividad incesante por amor a Dios y a su Iglesia. Lo primero es un solemne sínodo cuaresmal en Roma y la petición de secundar la iniciativa con otros sínodos en las demás provincias. También ese año lo conoce como papa peregrino por Italia, Alemania y Francia. Ha de llevar a la Iglesia el convencimiento de que es el papa quien gobierna en ella. No lo tuvo fácil en el concilio de Reims por las continuas dificultades que ponía Enrique I, rey de Francia; pero estaba decidido a luchar por suprimir los abusos fundamentales existentes, aplicando remedios eficaces contra la simonía, la usurpación por los laicos de los cargos eclesiásticos y el disfrute de los bienes de la Iglesia por los nobles a los que debían favores los emperadores y reyes; era urgente corregir de modo definitivo el concubinato de los eclesiásticos y poner punto final al desprecio de las sagradas leyes del matrimonio. Luego, en el otro concilio del mismo año, en Maguncia, se renovaron las proclamaciones de Reims. Fue el principio de todo un resurgimiento de lo espiritual y disciplinar.

Pero en la vida de los hombres hay luces y hay sombras.

No supo o no pudo ser tan afortunado en asuntos temporales; quizá sea que el papa está hecho para otra cosa. Con los normandos lo pasó mal; perdió la guerra de junio del año 1053 y llegó a ser su prisionero; tuvo que cederles territorios para lograr la libertad que disfrutó poco tiempo por sobrevenirle la muerte en el mes de abril del 1054.

Tampoco con las Iglesias Orientales hubo acierto. Durante su pontificado se maduró y culminó la separación definitiva de estas Iglesias de la Iglesia de Roma; el Patriarca Miguel Cerulario se dejó abandonado a la ambición de verse convertido en Cabeza de la Iglesia Griega y consumó la separación tres meses después de la muerte de León IX, tornando infelices las conversaciones con los legados enviados por Roma.

 

 

 

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