6 - DE ABRIL
– SÁBADO DE
LA OCTAVA DE PASCUA –
SAN PEDRO DE VERONA,
mártir dominico
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (4,13-21):
En aquellos días, los jefes del pueblo, los
ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que
eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que
habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre
que había sido curado, no encontraban respuesta.
Les mandaron salir del Sanedrín y se
pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente
que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo;
pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que
vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».
Y habiéndolos llamado, les prohibieron
severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les
replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a
vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de
contar lo que hemos visto y oído».
Pero ellos, repitiendo la prohibición, los
soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque
todos daban gloria a Dios por lo sucedido.
Palabra de Dios
Salmo: 117,1.14-15.16-18.19-21
R/. Te doy gracias, Señor, porque me
escuchaste
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia.
El
Señor es mi fuerza y mi energía,
él
es mi salvación.
Escuchad:
hay cantos de victoria
en
las tiendas de los justos R/.
«La diestra del Señor es poderosa.
La
diestra del Señor es excelsa».
No
he de morir, viviré
para
contar las hazañas del Señor.
Me
castigó, me castigó el Señor,
pero
no me entregó a la muerte. R/.
Abridme las puertas de la salvación,
y
entraré para dar gracias al Señor.
Esta
es la puerta del Señor:
los
vencedores entrarán por ella.
Te
doy gracias porque me escuchaste
y
fuiste mi salvación. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas
de alabanza
a
gloria de la Víctima
propicia
de la Pascua.
Cordero sin pecado
que
a las ovejas salva,
a
Dios y a los culpables
unió
con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en
singular batalla,
y,
muerto el que es la Vida,
triunfante
se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María,
en la mañana?»
«A
mi Señor glorioso,
la
tumba abandonada,
los
ángeles testigos,
sudarios
y mortaja.
¡Resucitó
de veras
mi
amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí
el Señor aguarda;
allí
veréis los suyos
la
gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos
por tu gracia
que
estás resucitado;
la
muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de
la miseria humana
y
da a tus fieles parte
en
tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (16,9-15):
Jesús, resucitado al amanecer del primer día
de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado
siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo
y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que
lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos
de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los
demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once,
cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de
corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
a toda la creación».
Palabra del Señor
1. Este
texto no fue escrito por el autor del evangelio de Marcos. No aparece en los
papiros y códices más antiguos e importantes. Fue añadido algún tiempo después. Y ha
sido aceptado como auténtico por las comunidades cristianas y por la autoridad
de la Iglesia. Su antigüedad, tan cercana al texto original de Marcos, lo
autentifica.
2. El
mismo Jesús que había liberado a la Magdalena de los males que la oprimían es
el Jesús que se le muestra a ella y a los demás discípulos. Se
afirma, una vez más, la identidad del Jesús resucitado y del Jesús que había muerto.
Como se ha dicho muy bien, solo puede haber resurrección donde previamente ha
habido muerte. Pero, además, los textos evangélicos no hablan solo de muerte,
sino más concretamente de muerte en cruz.
3. La
consecuencia que se sigue de lo dicho es clara: si la resurrección nos habla de
la cruz y se comprende desde la cruz, de forma que sin cruz no hay
resurrección, los crucificados de la historia son el lugar más apropiado para
comprender la resurrección de Jesús (J. Sobrino).
Dios no resucitó a un muerto cualquiera.
Dios resucitó a un crucificado. La resurrección de Jesús es el argumento, que
tenemos los cristianos, para fundamentar la esperanza de las víctimas de la
historia para reivindicar la vida y la dignidad que les fueron arrebatadas por
la violencia.
SAN PEDRO DE VERONA,
mártir dominico
San Pedro de Verona es considerado el segundo santo de la Orden de
Predicadores (dominicos). Fue un insigne predicador que llevó su misión al
punto de entregar la vida en el martirio. Su prédica estuvo dedicada a combatir
la herejía de los cátaros o albigenses, quienes, en el siglo XIII, habían
extendido su “maniqueísmo cristiano” con relativo éxito por la Europa
occidental, incluyendo el centro y norte de Italia, de donde era originario
este Santo.
San Pedro Mártir, como también se le conoce, nació en Verona, región de
Lombardía (Italia), en 1205. Aunque sus padres estuvieron vinculados al
catarismo, Pedro tomó distancia de dicha doctrina gracias a su estadía en la
Universidad de Bolonia. Tras estudiar en dicho recinto académico, recibió el
hábito dominico de manos del mismo Santo Domingo de Guzmán.
De acuerdo con el Beato Santiago de la Vorágine, San Pedro fue un gran
conocedor de las Sagradas Escrituras y un ejemplo de pureza, austeridad y
firmeza en defensa de la fe. Precisamente este hagiógrafo subraya que Pedro de
Verona, aun habiendo sido parte de una familia “entenebrecida por el error”,
supo “conservarse inmune” a la mala doctrina. Prueba de ello fue su pronto
ingreso a la Orden de Predicadores en días en los que Santo Domingo de Guzmán,
fundador de la Orden, aún vivía.
Terminada su formación eclesiástica, fue ordenado sacerdote. Su trabajo
evangelizador lo llevó a enseñar la recta doctrina cristiana y combatir las
herejías en Vercelli, Roma, Florencia y otras ciudades del norte de Italia.
Instituyó las denominadas "Asociaciones de la fe" y la "Cofradía
para la alabanza de la Virgen María” en Milán, Florencia y Perugia.
En 1248 fue designado prior del convento de Asti y un año después del de
Piacenza. En 1251, el Papa Inocencio IV lo nombró inquisidor de Lombardía y
prior de Como. Mientras su fama se extendía, sus enemigos hacían planes para
deshacerse de él.
El complot en su contra se ejecutó el 6 de abril de 1252, cuando el Santo
regresaba de Milán al monasterio de Como, ubicado muy cerca de la localidad de
Barlassina. San Pedro de Verona fue atacado por Carino de Bálsamo, quien le
asestó dos golpes de hacha en la cabeza con el propósito de asesinarlo. Pedro,
mientras se desangraba y con las últimas fuerzas que le quedaban, escribió con
el dedo ensangrentado sobre el suelo: "Creo en Dios".
El 9 de marzo de 1253, solo un año después de su muerte, fue canonizado por
el Papa Inocencio IV. Su cuerpo fue trasladado luego a Milán y sus restos
reposan hoy en la iglesia de San Eustorgio. Su fiesta se celebra cada 6 de
abril.
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