22 - DE ABRIL – LUNES –
4ª SEMANA DE PASCUA – B
SAN SOTERO y SAN CAYO
Papas y Mártires
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):
En
aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que
también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a
Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:
«Has
entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
Pedro
entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:
«Estaba
yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie
de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del
cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y
vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo.
Luego
oí una voz que me decía:
“Levántate,
Pedro, mata y come”.
Yo
respondí:
«De
ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”.
Pero
la voz del cielo habló de nuevo:
«Lo
que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.
Esto
sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
En
aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados
desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos
sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel
hombre.
Él
nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía:
“Manda
recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que
traerán la salvación a ti y a tu casa”.
En
cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había
bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había
dicho:
“Juan
bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”.
Pues,
si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el
Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».
Oyendo
esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
«Así
pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la
vida».
Palabra de Dios
Salmo: 41,2-3;42,3.4
R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo
Como
busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti,
Dios mío;
mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? R/.
Envía
tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu
monte santo,
hasta tu morada. R/.
Me
acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son
de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):
En aquel tiempo, dijo Jesús
a los fariseos:
"Os
aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que
salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta
es pastor de las ovejas.
A
este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el
nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina
delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no
lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños".
Jesús
les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por
eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos
los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los
escucharon.
Yo
soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y
encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar, y hacer estrago:
yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
Palabra del Señor.
1. La simple lectura de este texto sugiere una reflexión lógica
y elemental: si uno ve una casa en la que quienes entran y salen de ella no lo
hacen por la puerta, sino que saltan por las ventanas y los balcones, cualquiera que
presencie una cosa tan rara, pensará que los que así entran y salen de la casa son ladrones o están
locos de remate. No usar la puerta en una casa rompe la lógica de la normalidad
y nos mete de lleno en lo extravagante.
Pues bien, Jesús dice:
"Yo soy la puerta".
Quien no entra por esta puerta, es decir quien no se ajusta a la vida de
Jesús, a su Evangelio,
- ¿qué busca en la comunidad
cristiana o en la Iglesia?
- ¿No parecemos, muchas
veces, gente extraña?
2. Pero también aquí tropezamos con una dificultad inevitable:
si para la salvación no hay más puerta que Jesús,
- ¿no es eso condenar a la gran
mayoría de la humanidad?
- ¿No es eso tanto como
despreciar a quienes
tienen otras creencias o han nacido en otras culturas con sus religiones?
Jesús termina diciendo: Yo he
venido para que tengan vida. En los evangelios no consta que Jesús fundara una
religión. Lo que Jesús quiso es que todos tengamos vida. Una vida plenamente
humana y feliz.
Jesús es la puerta, el acceso, a todas las religiones o proyectos de vida
que hacen que este mundo sea más humano y más habitable. Por eso, y solo
por eso, Jesús puede ser el acceso a la plenitud total de la vida
SAN SOTERO y SAN CAYO
Papas y Mártires
San Sotero y San Cayo
Papas y Mártires - (†175 y †296)
Tiempos nada fáciles los que le tocaron vivir
a San Sotero. Fue el sucesor en el pontificado del Papa Aniceto muerto el año
165. Había nacido en la Campania italiana, en Fondi y su padre se llamaba
Concordio.
Durante su pontificado se extendió la Iglesia
ya que él mismo ordenó a bastantes diáconos, sacerdotes y obispos. En el
terreno disciplinar dictó leyes sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia y,
sobre todo, atajó con gran valentía las herejías que se cernían sobre la
Iglesia en aquellos tiempos iniciales del cristianismo.
En su tiempo se extendió la herejía de
Montano que propugnaba un exagerado rigorismo de costumbres. La penitencia más
rigurosa y la vida más perfecta debían practicarla todos los cristianos para no
caer en pecado, sobre todo si se trataba de pecados muy graves, ya que no se
les podían perdonar porque la Iglesia carecía de poder para ello. Esta doctrina
que después defenderían Tertualiano y, sobre todo, Novaciano, fue condenada por
la Iglesia en tiempos del Papa San Sotero. Él defendió la doctrina que siempre
se había predicado y defendido en la Iglesia desde Jesucristo, que para el
pecador arrepentido no hay pecado alguno, por grande que éste sea, que no se le
pueda conceder el perdón. Así desaparecía el clima de rigorismo y pesimismo que
atormentaba a los cristianos tan en contradicción con la doctrina del Evangelio
que es de amor, perdón, alegría y esperanza...
Otra característica de San Sotero fue su
ardiente caridad para con los necesitados. Él era todo para todos y quería que
se viviera de acuerdo con lo que los Hechos de los Apóstoles expresan de los
primeros cristianos, que «todo era común entre ellos» y que «todos eran un solo
corazón y una sola alma»... San Sotero pedía limosnas a las Iglesias más ricas
para distribuirlas entre las más pobres y se esforzaba «por tratar a todos con
palabras y obras como un padre trata a sus hijos». Durante su pontificado el emperador
Marco Aurelio (161-180), persiguió sañudamente a la Iglesia y durante este
tiempo hubo abundantes mártires, entre ellos el mismo Papa que parece que murió
mártir el 22 de Abril del 175.
San Cayo vivió un siglo más tarde y a pesar
de ello en la tradición cristiana han caminado siempre unidos ambos Santos
aunque nada tengan en común a no ser el haber muerto por Cristo y el haber sido
Obispos de Roma. Su vida va entretejida de bastantes leyendas y datos poco
dignos de fiar pero sabemos cierto que sucedió en el Pontificado al Papa San
Eutiquiano el año 283. La última persecución más violenta fue la de Valeriano.
Después casi todo el siglo II fue tiempo de paz y durante él la Iglesia quedó robustecida
fuertemente. San Cayo se aprovechó de esta paz y patrocinó, sobre todo las dos
escuelas célebres de Oriente: Alejandrina y Antioquena que tantos y tan
ilustres hijos produjeron. A pesar de esta paz relativa también hubo algunos
conatos de persecución y de hecho el mismo papa San Cayo pasó temporadas oculto
en las Catacumbas de San Calixto y desde allí alentaba a los cristianos. Él,
valiente, animaba a que fueran fieles a su fe en Jesucristo y que por nada del
mundo renegaran de ella. Si no estaban dispuestos a morir por Jesucristo – les
decía – que por lo menos perseveraran ocultos entregados a la oración y buenas
obras.
El año 283 empezó una nueva persecución
contra los cristianos decretada por Caro que, aunque no tan sangrienta como
otras anteriores, causó graves daños a la Iglesia, siendo muchos los hombres y
mujeres que derramaron generosamente su sangre por confesar a Jesucristo.
No son claras las noticias sobre el martirio
de San Cayo. Hay historiadores que afirman que murió mártir, otros que a causa
de las persecuciones y también quienes niegan que fuera mártir. Desde el siglo
IV se celebra este día. Murió el 296.
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