viernes, 4 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 DE NOVIEMBRE - SÁBADO 31ª - SEMANA DEL T. O.-C Santa Ángela de la Cruz




5 DE NOVIEMBRE - SÁBADO
31ª - SEMANA DEL T. O.-C
Santa Ángela de la Cruz

Evangelio según san Lucas 16, 9-15
       En aquel tiempo, decía Jesús a los discípulos:
 "Ganaos amigos con el dinero injusto,
para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?
Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará?
       Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al
   otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero.
Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.
Jesús les dijo:
"Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro.
La arrogancia con los hombres, Dios la detesta”.

1. Jesús afirma que el amor al dinero corta la relación con Dios.
 Jesús es tajante: no se puede servir a Dios y al dinero. Y, menos aún, se puede pretender servir a Dios mediante el manejo de riquezas, capitales o negocios que se hacen para acumular dinero.
Porque la oferta de gratificación inmediata, que nos proporciona el dinero, tiene un poder tan seductor, que eso termina por constituirse en dueño y señor de nuestra vida.
Creemos que somos nosotros los que manejamos el dinero, cuando en realidad es el dinero el que nos maneja a nosotros. Y nos maneja hasta el extremo de que nos deshumaniza, en lo más íntimo de nosotros mismos, haciéndonos pensar que somos libres, que hacemos el bien y otros auto-engaños semejantes.

2. Todo esto se comprende fácilmente. El peligro, para quien quiere servir a Dios y hacer lo que Dios quiere, consiste en que podemos engañarnos pensando que con el dinero se pueden hacer muchas cosas buenas, se pueden remediar males, ayudar a otros, organizar obras apostólicas...
Ahora bien, desde el momento en que eso se establece como criterio que moviliza nuestra vida, inevitablemente hay que asumir
las reglas de juego que establece el sistema capitalista establecido, basado en el beneficio y la ganancia. Pero, es claro, desde el momento en que se da ese paso, el sujeto se ve metido en todo el proceso de negocios, inversiones financieras, movimientos de capitales, etc. Y ocurre lo que dice Jesús: cuando no somos de fiar en el manejo del dinero, ¿cómo nos va a confiar Dios otros valores que son mucho más
decisivos que el dinero?
Dicho claramente: Dios no se fía de un sujeto que se mete en ese proceso, en ese mecanismo, en ese negocio.

3.  En definitiva, todo lo que sea andar con manejos de dinero y ganancias es, en boca de Jesús, "arrogancia con los hombres". Y eso es lo que "Dios detesta".
Mantener y costear el enorme montaje de la Iglesia, tal como está organizada, cuesta mucho dinero. Es decir, en todo este montaje hay "mucha arrogancia con los hombres". Lo
que significa que todo esto es algo que Dios detesta.
No le demos vueltas: Jesús no manejó dinero. Ni quiso que sus apóstoles lo manejaran (Mc 6, 8-9 par). Hasta el extremo de que la condición para "seguirle" es abandonar toda riqueza (Mc 10, 17-22 par).
"Seguimiento de Jesús" y "arrogancia con los hombres" son dos cosas incompatibles.

Santa Ángela de la Cruz
Vida de Santa Ángela de la Cruz
Ángela Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis llegaron a mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil, aún persistente durante todo el s. XIX.
Sus padres eran—hasta la exclaustración de los religiosos en 1836—los cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo, la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma. Ella supo trasplantarlas al jardín del alma de su hija Ángela. Se dice que un día, siendo aún muy pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que enseguida adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo los altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que podía, lo pasaba en la iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las chiquillas".
Por carecer de recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando de conversación: "Callad, que viene Angelita".
Ángela necesita trabajar desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en el taller de calzado de doña Antonia Maldonado, en la calle del Huevo, trabajó durante algún tiempo como zapatera. Dña. Antonia estaba encantada de ella y exhortaba a las demás a que la imitaran. Hacia rezar el rosario y rendían más que antes.
El Padre Torres Padilla era muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera. Le habían hablado de la maravilla de aquella joven.
De 1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita. En 1865 se cierne una oleada de cólera sobre Sevilla que azota a las familias pobres hacinadas en los "corrales de vecindad". Ángela se multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños castigados tan duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja". Cuenta ahora con diecinueve años.
Quiso entrar en las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque no la admitieron por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del convento en su cuerpo menudo y débil.
Después ingresó en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de salir del convento al enfermar. Viendo que no podía ser monja en el convento, se dijo a si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos.
Un billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que "María de los Ángeles Guerrero, a los pies de Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera. Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en ella junto a Jesús. De ahora en adelante se llamará Ángela de la Cruz.
Ángela comienza a afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre con los pobres".
En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta: formar la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.
Ángela ha encontrado tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria franciscana "pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con los pobres le está pidiendo; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes pobres, sencillas y buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento": un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de asistencia a los necesitados a lo largo del día y de la noche. Poco después se trasladan al número 8 de la calle Hombre de Piedra, y comienzan a adquirir notable consistencia en el clima religioso de Sevilla. Estrenan hábito y sus compañeras comienzan a llamarle "Madre", cuando aún no se ha borrado de su rostro la primavera de la niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones, fieles a la causa de los pobres, consiguen obtener en 1876 la admisión y bendición del Cardenal Spinola.
Todo el resto de su vida estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero también por la felicidad de quien se siente "luz en el mundo mostrando una razón para vivir". La Compañía va a crecer, y con ella el agradecimiento del pueblo sevillano y de todos los rincones de Andalucía a donde llega el espíritu de Sor Ángela. Como afirma José María Javierre en su preciosa obra Madre de los pobres: 'Que yo sepa, es el único caso en el mundo. Existe una ciudad donde pronunciáis el nombre de una persona y todos los habitantes, todos, sonríen: -Era buena, era una santa."
La siguen bastantes jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela y seguir su mismo género de vida. Todos caben en sus casas. La austeridad será nota distintiva de sus casas. Roma da aprobación a su Obra.

Fallecimiento

Falleció el 2 de marzo de 1932 como consecuencia de un accidente cerebrovascular, personas de todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa que, por privilegio del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en la cripta de la Casa Madre en Sevilla.
Dos días después el Ayuntamiento republicano de la ciudad de Sevilla, presidido por el alcalde don José González Fernández de Labandera, decidió por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la religiosa y decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada calle Alcázares, donde estaba y continúa el convento. Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos en cuenta las ideas anticlericales imperantes en la época.

Canonización

El Papa Juan Pablo II la beatificó el 5 de noviembre de 1982. El 20 de diciembre de 2002, la Iglesia reconoció oficialmente su santidad, al aprobar el milagro que le había sido atribuido, la curación, científicamente inexplicada, de un niño que sufría una obstrucción de la arteria central de la retina del ojo derecho y recuperó repentinamente la visión. Fue canonizada por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003 en la madrileña Plaza de Colón, con el nombre de Santa Ángela de la Cruz.
El 7 de mayo de 2003, el cuerpo incorrupto de la Santa es trasladado desde la Casa Madre hasta la Catedral de Sevilla, donde presidió los actos en su honor, por la Canonización. Una gran multitud se concentró a su paso, adornándose los templos y calles del recorrido para la ocasión.
En 2012, la Compañía de la Cruz tiene más de cincuenta conventos, 700 hermanas y unas 50 novicias que realizan el noviciado en Sevilla. Los países donde se encuentra son España, Argentina e Italia. En España en las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Castilla La Mancha y Galicia.

Oración a Santa Ángela de la Cruz
     Dios de toda bondad, que iluminaste a Santa Ángela virgen, con la sabiduría de la cruz, para que reconociese a tu Hijo Jesucristo en los pobres y enfermos abandonados, y los sirviese como humilde esclava, concédenos la gracia que te pedimos por su intercesión, en esta novena.
Así también, inspira en nosotros el deseo de seguir su ejemplo, abrazando cada día nuestra propia cruz, en unión con Cristo crucificado y sirviendo a nuestros hermanos con amor. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Amén.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del dia 4 DE NOVIEMBRE - VIERNES 31ª SEMANA DEL T. O.- C SAN CARLOS BORROMEO




4 DE NOVIEMBRE   -  VIERNES
31ª    SEMANA DEL T. O.- C
SAN CARLOS BORROMEO

Evangelio según san Lucas 16, 1-8
        En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido".
El administrador se puso a echar sus cálculos:  ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo  me quita el empleo?
Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
    Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre
    quién me reciba en su casa".
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y le dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Este respondió: "Cien barriles de aceite".
    Él le dijo: "Aquí está tu recibo: Aprisa, siéntate y escribe "Cincuenta".
Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo". Le dijo: "Aquí está tu recibo: escribe "Ochenta".
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con sus gentes que los hijos de la luz".

1.  ¿Qué  quiere decir esta parábola?
Resulta inexplicable que Jesús ponga como ejemplo a un ladrón que roba a su amo y, además, lo engaña.
¿Jesús poniendo como ejemplo a un indeseable que roba por dos veces?
¿No había otro ejemplo para ponderar que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz?
Vivimos en tiempos de crisis económica y política. Urge entender este asunto.

2.  Jesús no elogia ni el robo, ni la mentira. Tampoco pretende poner tales vicios como ejemplos de astucia.
Se ha pensado que la explicación más lógica es la que toma como   clave de interpretación, no la tramposa conducta del administrador, sino los criterios que rigen el pensamiento del rico. Y es así. Pero esto necesita una aclaración.
El administrador, tal como lo presenta el relato, era un sinvergüenza.
Pero más sinvergüenza era el rico, que no solo había acumulado una fortuna, en un país donde   la mayoría de la población se moría de hambre, sino que además era un tipo que valoraba sumamente el negocio (incluso sucio) y la ganancia. Y no contento con eso, además elogiaba al canalla que le había robado.
Para el rico, lo único que tiene valor en la vida es ganar, aunque eso se haga con trampas, falsificando documentos   y mintiendo a todas horas.

3.  La riqueza pervierte a las personas. Y cuando el beneficio es lo único que interesa en la vida, peor aún.
La canallada del sistema ha llegado a tal extremo, que los que más roban son los que más votos ganan cuando llegan unas elecciones.
En el fondo, todos estamos elogiando al administrador injusto.
Esta manera de pensar es la que nos ha hundido en la crisis. Porque es la manera de pensar que ve razonable —y lo pone como ejemplo— el modo   de pensar de los banqueros y los magnates de las mayores fortunas del mundo.
Sabemos que eso se hace cometiendo injusticias, aumentando desigualdades y humillando personas.
¿Y lo ponemos como ejemplo?
Repetimos la parábola todos los días. Y encima nos creemos inteligentes y honrados.
Es lo peor que el sistema ha hecho con nosotros.

SAN CARLOS BORROMEO
 
San Carlos cuyo nombre significa "hombre prudente" ha sido uno de los santos extraordinariamente activos a favor de la Iglesia y del pueblo que sobresale admirablemente. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio aquella frase de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará", murió relativamente joven porque desgastó totalmente su vida y sus energías por hacer progresar la religión y por ayudar a los más necesitados. Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Nació en Arona (Italia) en 1538. Desde joven dio señales de ser muy consagrado a los estudios y exacto cumplidor de sus deberes de cada día. A los 21 años obtuvo el doctorado en derecho en la Universidad de Milán. Un hermano de su madre, el Cardenal Médicis, fue nombrado Papa con el nombre de Pío IV, y éste admirado de sus cualidades nombró a Carlos como secretario de Estado. Más tarde, renunció a sus riquezas, se ordenó de sacerdote, y luego de obispo y se dedicó por completo a la labor de salvar almas.
San Carlos fundó 740 escuelas de catecismo con 3,000 catequistas y 40,000 alumnos. Fundó además 6 seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios. Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Murió cuando tenía apenas 46 años, el 4 de noviembre de 1584. En Arona, su pueblo natal, le fue levantada una inmensa estatua que todavía existe.
San Carlos fue oficialmente canonizado por Paulo V el 1de noviembre de 1610.


miércoles, 2 de noviembre de 2016

Parate un momento: El evangelio del dia 3 DE NOVIEMBRE - JUEVES 31ª - SEMANA DEL TIEMPO San Martin de Porres




3 DE NOVIEMBRE - JUEVES
31ª - SEMANA      DEL   TIEMPO
San Martin de Porres

Evangelio según san Lucas 15, 1-10
    En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
"Este acoge a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo esta parábola:
"Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpar y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas para decirles "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta'.

1.  El capítulo 15 del evangelio de Lucas tiene una   unidad que lo constituye en un
bloque, que no se puede descomponer,  separando  las tres parábolas y  pretendiendo  ver el significado de cada una, sin tener siempre presente el capítulo entero  en su  conjunto. Si no se tiene en cuenta el "todo", no es posible entender cada una  de las "partes". Porque, por más ilustrativo que  sea cada  uno de  los detalles de este capítulo, lo decisivo es la enseñanza que el  Evangelio ofrece a partir del conjunto, es decir, del capítulo en su totalidad.

2.  Esto se comprende  si  advertimos que, en este capítulo, se plantean tres grandes
temas, que  son los tres pilares sobre los que se  construye el genial monumento   al misterio  profundo de Dios, que es  este texto: 1) Jesús y sus amigos.
2) Los adversarios de Jesús y su acusación.
3) Dios, representado en el padre, la mujer que  busca la moneda  y el pastor  que busca la oveja.

3.  El eje central del capítulo es el pecado y las distintas reacciones que provoca el pecado, el mal causado por el hombre.
 Tres reacciones:
1) En Jesús, la amistad que comparte la vida, simbolizada en la comensalía,   presentando  al causante del mal, no  como  "pecador", sino como "perdido".
2) En los hombres de la religión, la denuncia (letrados y fariseos) y la conducta intachable del obediente (el hermano mayor).
3) En Dios, se ve a la mujer, al pastor y al padre, que no pueden pasar sin lo  que han perdido. 
Porque, en definitiva, Dios no es el "poderoso" que pide cuentas, sino el "amor" que   busca lo que se le ha extraviado; y espera con añoranza al hijo  que vuelve a encontrar. Consecuencia: los hombres de la religión ven a Dios y al pecado como   instrumento del poder de sometimiento que tiene la observancia religiosa.
         Mientras que Jesús ve a Dios como cariño y bondad que  jamás juzga, ni reprocha, ni condena..., sino que acoge al extraviado con alegría, fiesta y banquete.
Como es lógico, con un Dios así no es posible organizar y mantener una religión de jerarquías y condenas.

San Martin de Porres
San Martín de Porres
(Lima, 1579 - 1639)
Religioso peruano de la orden de los dominicos que fue el primer santo mulato de América. Era hijo de Juan de Porres, hidalgo pobre originario de Burgos, y Ana Velásquez, una negra liberta, natural de Panamá.
Su padre, debido a su pobreza, no podía casarse con una mujer de su condición, lo que no impidió su amancebamiento con Ana Velásquez. Fruto de ella nació también Juana, dos años menor que Martín. Nacido en el barrio limeño de San Sebastián, Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de 1579. El documento bautismal revela que su padre no lo reconoció, pues por ser caballero laico y soltero de una Orden Militar estaba obligado a guardar la continencia de estado.

San Martín de Porres
Hacia 1586, el padre de Martín decidió llevarse a sus dos hijos a Guayaquil con sus parientes. Sin embargo, los parientes sólo aceptaron a Juana, y Martín de Porres hubo de regresar a Lima, donde fue puesto bajo el cuidado de doña Isabel García Michel en el arrabal de Malambo, en la parte baja del barrio de San Lázaro, habitado por negros y otros grupos raciales. En 1591 recibió el sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo.
Martín inició su aprendizaje de boticario en la casa de Mateo Pastor, quien se casaría con la hija de su tutora. Esta experiencia sería clave para Martín, conocido luego como gran herbolario y curador de enfermos, puesto que los boticarios hacían curaciones menores y administraban remedios para los casos comunes. También fue aprendiz de barbero, oficio que conllevaba conocimientos de cirugía menor.
La proximidad del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario y su claustro conventual ejercieron una atracción sobre él. Sin embargo, entrar allí no cambiaría su situación social y el trato que recibiría por ser mulato y bastardo: no podía ser fraile de misa e incluso le prohibieron ser hermano lego. En 1594, Martín entró en el convento en calidad de aspirante a conventual sin opción al sacerdocio. Dentro del convento fue campanero y es fama que su puntualidad y disciplina en la oración fueron ejemplares. Más aún, dormía muy poco, entre tres a cuatro horas, y cuentan que, para no olvidarse de sus funciones por el cansancio, un gato de tres colores entraba a la enfermería y empezaba a rasguñarlo avisándole de su deber.
Sus hagiógrafos cuentan que tenía varias devociones, pero sobre todo creía en el Santísimo Sacramento y en la Virgen María, en especial la Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica y protectora de los mulatos. Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer. Sin embargo, a pesar de su encendido fervor y devoción, no desarrolló una línea de misticismo propia. La vida cotidiana del futuro santo era frugal en extremo. Era muy sobrio en el comer y sencillo en el vestir (usó un simple hábito blanco toda su vida). Se dice que cuando murió no hubo ropa con que amortajarlo, así que lo enterraron con su propio hábito ya roído.
En el convento, Martín ejerció también como barbero, ropero, sangrador y sacamuelas. Su celda quedaba en el claustro de la enfermería. Todo el aprendizaje como herbolario en la botica y como barbero hicieron de Martín un curador de enfermos, sobre todo de los más pobres y necesitados, a quienes no dudaba en regalar la ropa de los enfermos. Su fama se hizo muy notoria y acudía gente muy necesitada en grandes cantidades. Su labor era amplia: tomaba el pulso, palpaba, vendaba, entablillaba, sacaba muelas, extirpaba lobanillos, suturaba, succionaba heridas sangrantes e imponía las manos con destreza. En Martín confluyeron las tradiciones medicinales española, andina y africana; solía sembrar en un huerto una variedad de plantas que luego combinaba en remedios para los pobres y enfermos. Debió de empezar su labor como enfermero entre 1604 y 1610.
La vida en el convento estaba regida por la obediencia a sus superiores, pero en el caso de Martín la condición racial también era determinante. Su humildad era puesta a prueba en muchas ocasiones. Parecía tener una concepción muy pobre de sí mismo y hasta como miserable, y por lo tanto digno de malos tratos. Aunque frecuentaba a la gente de color y a castas, nunca planteó reivindicaciones sociales ni políticas; se dedicó únicamente a practicar la caridad, que hizo extensiva a otros grupos étnicos. Todas estas dificultades no impidieron que Martín fuera un fraile alegre. Sus contemporáneos señalan su semblante alegre y risueño.
Otra de sus facultades fue la videncia. Se cuenta que su hermana Rosa había sustraído una suma de dinero a su esposo, y se encontró con su hermano, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho. Su hermana no salía de su asombro, ya que nadie sabía del hurto. También tuvo facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la muerte.
En línea con la espiritualidad de la época, San Martín de Porres y su coetánea Santa Rosa de Lima practicaron la mortificación del cuerpo. Martín se aplicaba tres disciplinas cada día: en las pantorrillas, en las posaderas y en las espaldas, siguiendo un riguroso horario y evitando mermar su salud para el cumplimiento de otras obligaciones. Llevaba además dos cilicios: una túnica interna de lana entretejida con cerdas de caballo y una cadena ceñida, posiblemente de hierro.
Su preocupación por los pobres fue notable. Se sabe que los desvalidos lo esperaban en la portería para que los curase de sus enfermedades o les diera de comer. Martín trataba de no exhibirse y hacerlo en la mayor privacidad. La caridad de Martín no se circunscribía a las personas, sino que también se proyectaba a los animales, sobre todo cuando los veía heridos o faltos de alimentos. Tenía separada en la casa de su hermana un lugar donde albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos. Parece que los animales le obedecían por particular privilegio de Dios. Uno de los episodios más conocidos de su vida es que hizo comer del mismo plato a un perro, un perico y un gato.
Como se dice de otros santos de la época, Martín también sufrió las apariciones y tentaciones del demonio. Se cuenta que en cierta ocasión bajaba por las escaleras de la enfermería dispuesto a auxiliar a uno de sus hermanos cuando se encontró con el demonio debajo de la escalera. Martín tuvo que sacar el cinto que llevaba y comenzó a azotar al demonio para que se fuera del convento. También se le atribuyó el don de lenguas, el don de agilidad y el don de volar. Sus compañeros, que lo vigilaban continuamente, veían cómo su cuerpo se iluminaba. Se contó de él que podía estar en dos lugares a la vez y penetrar en los cuerpos sin mayor resistencia.
Hacia 1619 comenzó a sufrir de cuartanas, fiebres muy elevadas que se presentaban cada cuatro días; este mal se le fue agudizando, aunque continuó cumpliendo con sus obligaciones. Con el correr del tiempo, Martín fue ganando no sólo fama, sino que empezó a ser temido. La imaginería popular se desconcertaba ante sucesos sobrenaturales, algunos de ellos no presenciados pero conocidos de oídas. Por ejemplo, cierto ensamblador llegó a asustarse porque con mucha frecuencia se aparecía sin ser visto. Comenzaron a correr rumores de que deambulaba por el claustro por las noches, rodeado de luces y resplandores. También causaban miedo sus apariciones inesperadas y sus desapariciones inexplicables.
En octubre de 1639, Martín de Porres cayó enfermo de tabardillo pestilencial. Murió el 3 de noviembre de ese año. Hubo gran conmoción entre la gente, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró tan excesiva que obligó a hacer un rápido entierro. A pesar de la biografía ejemplar del mulato Martín de Porres, convertido en devoción fundamental de las castas y gentes de color, la sociedad colonial no lo llevaría a los altares. Su proceso de beatificación terminó en 1962, bajo el papado de Pablo VI.




martes, 1 de noviembre de 2016

Párate un momento: El evangelio del dia 2 DE NOVIEMBRE - MIÉRCOLES TODOS LOS DIFUNTOS




         2 DE    NOVIEMBRE - MIÉRCOLES                
TODOS LOS   DIFUNTOS

Evangelio según san Juan 5, 24-29
        En aquel tiempo, respondió Jesús a los judíos:
"En verdad, en verdad os digo, que el
que oye mi palabra y cree en aquel que me envió tiene vida eterna y no viene ajuicio,
sino que pasa de muerte a vida.
En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo del Hombre, y los que oyeren, vivirán. Porque, así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo, y le dio poder para hacer juicio, porque es el Hijo del Hombre.
No os maravilléis de esto, porque viene la hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hicieron bien, irán a resurrección de vida, mas los que hicieron mal, a resurrección de juicio".

1.  La única seguridad incuestionable, que tenemos en esta vida, es que nos vamos a morir. De ahí que el pensamiento de la muerte nos enfrenta a un hecho sobre el que tenemos   una seguridad y muchas inseguridades.
La seguridad de que moriremos. 
Las inseguridades de no saber ni cuándo, ni dónde, ni cómo. Y a todo esto se añade la mayor de  todas las inseguridades:
¿hay vida después de la muerte?
Y si hay vida, ¿en qué consiste esa vida? ¿Cómo será esa vida?
¿Feliz? ¿Desgraciada?
Demasiadas preguntas, todas  ellas demasiado graves.

2.  Según nuestras creencias religiosas, sabemos que la muerte no es el final, sino
el paso a otra vida. Pero la fe religiosa no es evidencia, sino convicción firme y libremente aceptada.
La fe nos da confianza. Pero una confianza que no suprime las preguntas, ni las dudas, ni las oscuridades.
La única seguridad que nos da el Evangelio
es esta: tenemos que centrar y concentrar nuestro interés, nuestras preocupaciones y nuestros esfuerzos, no en "mi felicidad" para la "otra vida", sino en la "felicidad de todos" en "esta vida".
Además, cuando la muerte se ve como el paso de las miserias de este mundo a la felicidad del cielo, esa visión de la muerte puede justificar la inmolación de un terrorista.
O, al menos, puede fomentar la desidia del que se desinteresa por el dolor del mundo, ya que lo que importa es la dicha del cielo.
Este es el peor servicio que las creencias religiosas pueden hacer a la humanidad.

3.  Está bien visitar los cementerios el día de los difuntos. Está bien recordar a nuestros seres queridos que murieron. Pero lo más apremiante que nos debe recordar este día es que, ahora mismo, hay en el mundo más de mil millones de seres humanos a los que les espera una muerte temprana e injusta.
Una muerte que no está lejos. Y que sin embargo se podría evitar.
 Una muerte espantosa porque espantoso
tiene que ser morir de hambre.  Es desagradable añadir más tristeza a la natural tristeza del día de difuntos. Pero es más humano pensar que a los difuntos ya no podemos darles otra cosa que honrar su memoria. Y la manera   más noble de honrar
esa memoria sería sustituir el día de los muertos por el día de todos los moribundos,
cuya muerte se podría retrasar, dignificar o, en todo caso, aliviar.


Significado del nombre Día de los difuntos
Día de los difuntos o Día de los Muertos se intercede ante Dios mediante rezos, oraciones, plegarias y sacrificios para que las almas que se encuentran purificándose en el purgatorio, lo abandonen y sean recibidos en el reino de los cielos.

Historia del Día de los Difuntos:
Esta celebración se remonta al año 998 donde se instituye por orden del abad San Odilón en todos los monasterios bajo la tutela de la abadía de Cluny; fijando como fecha de celebración el día posterior al de Todos los Santos.
La celebración se extendió a todas partes, primero entre los benedictinos y cartujos; etc. Recientemente, en el año 1914, el papa Benedicto XV autoriza a los sacerdotes celebrar tres días de misa por los difuntos, costumbre que se extendió especialmente en España, Portugal y América Latina. La celebración en algunos lugares se realiza con ofrendas (comisa, bebidas, flores y regalos) para ayudar a los difuntos en su camino por el inframundo; se mezclan creencias paganas pre hispanas con la celebración cristiana.
Para los católicos es un día de recogimiento, donde se recuerda a los difuntos y generalmente se asiste al cementerio para rezar por los familiares que ya no están; se acompaña de flores y se orla la tumba del difunto.
La celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
En el mundo anglosajón, la tradición del Día de los Difuntos se ha cristianizado en ritos de celebración de origen pagano heredados de las culturas antiguas celtas; conocida como Halloween que se celebra la noche del 31 de octubre.