viernes, 4 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 DE NOVIEMBRE - SÁBADO 31ª - SEMANA DEL T. O.-C Santa Ángela de la Cruz




5 DE NOVIEMBRE - SÁBADO
31ª - SEMANA DEL T. O.-C
Santa Ángela de la Cruz

Evangelio según san Lucas 16, 9-15
       En aquel tiempo, decía Jesús a los discípulos:
 "Ganaos amigos con el dinero injusto,
para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?
Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará?
       Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al
   otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero.
Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.
Jesús les dijo:
"Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro.
La arrogancia con los hombres, Dios la detesta”.

1. Jesús afirma que el amor al dinero corta la relación con Dios.
 Jesús es tajante: no se puede servir a Dios y al dinero. Y, menos aún, se puede pretender servir a Dios mediante el manejo de riquezas, capitales o negocios que se hacen para acumular dinero.
Porque la oferta de gratificación inmediata, que nos proporciona el dinero, tiene un poder tan seductor, que eso termina por constituirse en dueño y señor de nuestra vida.
Creemos que somos nosotros los que manejamos el dinero, cuando en realidad es el dinero el que nos maneja a nosotros. Y nos maneja hasta el extremo de que nos deshumaniza, en lo más íntimo de nosotros mismos, haciéndonos pensar que somos libres, que hacemos el bien y otros auto-engaños semejantes.

2. Todo esto se comprende fácilmente. El peligro, para quien quiere servir a Dios y hacer lo que Dios quiere, consiste en que podemos engañarnos pensando que con el dinero se pueden hacer muchas cosas buenas, se pueden remediar males, ayudar a otros, organizar obras apostólicas...
Ahora bien, desde el momento en que eso se establece como criterio que moviliza nuestra vida, inevitablemente hay que asumir
las reglas de juego que establece el sistema capitalista establecido, basado en el beneficio y la ganancia. Pero, es claro, desde el momento en que se da ese paso, el sujeto se ve metido en todo el proceso de negocios, inversiones financieras, movimientos de capitales, etc. Y ocurre lo que dice Jesús: cuando no somos de fiar en el manejo del dinero, ¿cómo nos va a confiar Dios otros valores que son mucho más
decisivos que el dinero?
Dicho claramente: Dios no se fía de un sujeto que se mete en ese proceso, en ese mecanismo, en ese negocio.

3.  En definitiva, todo lo que sea andar con manejos de dinero y ganancias es, en boca de Jesús, "arrogancia con los hombres". Y eso es lo que "Dios detesta".
Mantener y costear el enorme montaje de la Iglesia, tal como está organizada, cuesta mucho dinero. Es decir, en todo este montaje hay "mucha arrogancia con los hombres". Lo
que significa que todo esto es algo que Dios detesta.
No le demos vueltas: Jesús no manejó dinero. Ni quiso que sus apóstoles lo manejaran (Mc 6, 8-9 par). Hasta el extremo de que la condición para "seguirle" es abandonar toda riqueza (Mc 10, 17-22 par).
"Seguimiento de Jesús" y "arrogancia con los hombres" son dos cosas incompatibles.

Santa Ángela de la Cruz
Vida de Santa Ángela de la Cruz
Ángela Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis llegaron a mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil, aún persistente durante todo el s. XIX.
Sus padres eran—hasta la exclaustración de los religiosos en 1836—los cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo, la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma. Ella supo trasplantarlas al jardín del alma de su hija Ángela. Se dice que un día, siendo aún muy pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que enseguida adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo los altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que podía, lo pasaba en la iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las chiquillas".
Por carecer de recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando de conversación: "Callad, que viene Angelita".
Ángela necesita trabajar desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en el taller de calzado de doña Antonia Maldonado, en la calle del Huevo, trabajó durante algún tiempo como zapatera. Dña. Antonia estaba encantada de ella y exhortaba a las demás a que la imitaran. Hacia rezar el rosario y rendían más que antes.
El Padre Torres Padilla era muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera. Le habían hablado de la maravilla de aquella joven.
De 1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita. En 1865 se cierne una oleada de cólera sobre Sevilla que azota a las familias pobres hacinadas en los "corrales de vecindad". Ángela se multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños castigados tan duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja". Cuenta ahora con diecinueve años.
Quiso entrar en las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque no la admitieron por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del convento en su cuerpo menudo y débil.
Después ingresó en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de salir del convento al enfermar. Viendo que no podía ser monja en el convento, se dijo a si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos.
Un billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que "María de los Ángeles Guerrero, a los pies de Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera. Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en ella junto a Jesús. De ahora en adelante se llamará Ángela de la Cruz.
Ángela comienza a afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre con los pobres".
En invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta: formar la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.
Ángela ha encontrado tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria franciscana "pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con los pobres le está pidiendo; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes pobres, sencillas y buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento": un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de asistencia a los necesitados a lo largo del día y de la noche. Poco después se trasladan al número 8 de la calle Hombre de Piedra, y comienzan a adquirir notable consistencia en el clima religioso de Sevilla. Estrenan hábito y sus compañeras comienzan a llamarle "Madre", cuando aún no se ha borrado de su rostro la primavera de la niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones, fieles a la causa de los pobres, consiguen obtener en 1876 la admisión y bendición del Cardenal Spinola.
Todo el resto de su vida estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero también por la felicidad de quien se siente "luz en el mundo mostrando una razón para vivir". La Compañía va a crecer, y con ella el agradecimiento del pueblo sevillano y de todos los rincones de Andalucía a donde llega el espíritu de Sor Ángela. Como afirma José María Javierre en su preciosa obra Madre de los pobres: 'Que yo sepa, es el único caso en el mundo. Existe una ciudad donde pronunciáis el nombre de una persona y todos los habitantes, todos, sonríen: -Era buena, era una santa."
La siguen bastantes jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela y seguir su mismo género de vida. Todos caben en sus casas. La austeridad será nota distintiva de sus casas. Roma da aprobación a su Obra.

Fallecimiento

Falleció el 2 de marzo de 1932 como consecuencia de un accidente cerebrovascular, personas de todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa que, por privilegio del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en la cripta de la Casa Madre en Sevilla.
Dos días después el Ayuntamiento republicano de la ciudad de Sevilla, presidido por el alcalde don José González Fernández de Labandera, decidió por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la religiosa y decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada calle Alcázares, donde estaba y continúa el convento. Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos en cuenta las ideas anticlericales imperantes en la época.

Canonización

El Papa Juan Pablo II la beatificó el 5 de noviembre de 1982. El 20 de diciembre de 2002, la Iglesia reconoció oficialmente su santidad, al aprobar el milagro que le había sido atribuido, la curación, científicamente inexplicada, de un niño que sufría una obstrucción de la arteria central de la retina del ojo derecho y recuperó repentinamente la visión. Fue canonizada por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003 en la madrileña Plaza de Colón, con el nombre de Santa Ángela de la Cruz.
El 7 de mayo de 2003, el cuerpo incorrupto de la Santa es trasladado desde la Casa Madre hasta la Catedral de Sevilla, donde presidió los actos en su honor, por la Canonización. Una gran multitud se concentró a su paso, adornándose los templos y calles del recorrido para la ocasión.
En 2012, la Compañía de la Cruz tiene más de cincuenta conventos, 700 hermanas y unas 50 novicias que realizan el noviciado en Sevilla. Los países donde se encuentra son España, Argentina e Italia. En España en las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Castilla La Mancha y Galicia.

Oración a Santa Ángela de la Cruz
     Dios de toda bondad, que iluminaste a Santa Ángela virgen, con la sabiduría de la cruz, para que reconociese a tu Hijo Jesucristo en los pobres y enfermos abandonados, y los sirviese como humilde esclava, concédenos la gracia que te pedimos por su intercesión, en esta novena.
Así también, inspira en nosotros el deseo de seguir su ejemplo, abrazando cada día nuestra propia cruz, en unión con Cristo crucificado y sirviendo a nuestros hermanos con amor. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Amén.


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