5 DE NOVIEMBRE - SÁBADO
31ª - SEMANA DEL T. O.-C
Santa Ángela de la Cruz
Evangelio
según san Lucas 16, 9-15
En aquel
tiempo, decía Jesús a los discípulos:
"Ganaos amigos con el dinero injusto,
para
que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo menudo, también en lo importante
es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es
honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que
vale de veras?
Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro
quién os lo dará?
Ningún
siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no
hará caso del segundo.
No podéis servir a Dios y al dinero.
Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y
se burlaban de él.
Jesús les dijo:
"Vosotros presumís de observantes delante
de la gente, pero Dios os conoce por dentro.
La arrogancia con los hombres, Dios la detesta”.
1. Jesús afirma que el
amor al dinero corta la relación con Dios.
Jesús es tajante: no se puede servir a Dios y
al dinero. Y, menos aún, se puede pretender servir a Dios mediante el manejo de
riquezas, capitales o negocios que se hacen para acumular dinero.
Porque la oferta de
gratificación inmediata, que nos proporciona el dinero, tiene un poder tan
seductor, que eso termina por constituirse en dueño y señor de nuestra vida.
Creemos que somos nosotros
los que manejamos el dinero, cuando en realidad es el dinero el que nos maneja
a nosotros. Y nos maneja hasta el extremo de que nos deshumaniza, en lo más íntimo
de nosotros mismos, haciéndonos pensar que somos libres, que hacemos el bien y otros
auto-engaños semejantes.
2. Todo esto se comprende
fácilmente. El peligro, para quien quiere servir a Dios y hacer lo que Dios
quiere, consiste en que podemos engañarnos pensando que con el dinero se pueden
hacer muchas cosas buenas, se pueden remediar males, ayudar a otros, organizar
obras apostólicas...
Ahora bien, desde el
momento en que eso se establece como criterio que moviliza nuestra vida,
inevitablemente hay que asumir
las reglas de juego que establece el sistema
capitalista establecido, basado en el beneficio y la ganancia. Pero, es claro,
desde el momento en que se da ese paso, el sujeto se ve metido en todo el
proceso de negocios, inversiones financieras, movimientos de capitales, etc. Y
ocurre lo que dice Jesús: cuando no somos de fiar en el manejo del dinero, ¿cómo
nos va a confiar Dios otros valores que son mucho más
decisivos que el dinero?
Dicho claramente: Dios no
se fía de un sujeto que se mete en ese proceso, en ese mecanismo, en ese
negocio.
3. En definitiva, todo lo que sea andar con
manejos de dinero y ganancias es, en boca de Jesús, "arrogancia con los
hombres". Y eso es lo que "Dios detesta".
Mantener y costear el
enorme montaje de la Iglesia, tal como está organizada, cuesta mucho dinero. Es
decir, en todo este montaje hay "mucha arrogancia con los hombres".
Lo
que significa que todo esto es algo que Dios
detesta.
No le demos vueltas: Jesús
no manejó dinero. Ni quiso que sus apóstoles lo manejaran (Mc 6, 8-9 par).
Hasta el extremo de que la condición para "seguirle" es abandonar
toda riqueza (Mc 10, 17-22 par).
"Seguimiento de
Jesús" y "arrogancia con los hombres" son dos cosas incompatibles.
Santa Ángela de
la Cruz
Vida de Santa Ángela de la Cruz
Ángela Guerrero
González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de enero de
1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus padres, Francisco
Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis llegaron a
mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil, aún persistente
durante todo el s. XIX.
Sus padres
eran—hasta la exclaustración de los religiosos en 1836—los cocineros del
Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo,
la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la
llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de
las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma. Ella supo trasplantarlas
al jardín del alma de su hija Ángela. Se dice que un día, siendo aún muy
pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que enseguida
adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo
los altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que podía, lo pasaba en la
iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las chiquillas".
Por carecer de
recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que crecía en un
piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya
de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su presencia. Si
hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando de conversación:
"Callad, que viene Angelita".
Ángela necesita
trabajar desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas ha tenido
ocasión de asistir a la escuela: en el taller de calzado de doña Antonia
Maldonado, en la calle del Huevo, trabajó durante algún tiempo como zapatera.
Dña. Antonia estaba encantada de ella y exhortaba a las demás a que la
imitaran. Hacia rezar el rosario y rendían más que antes.
El Padre Torres
Padilla era muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera. Le habían
hablado de la maravilla de aquella joven.
De 1862 a 1865,
Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada
entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que
visita. En 1865 se cierne una oleada de cólera sobre Sevilla que azota a las
familias pobres hacinadas en los "corrales de vecindad". Ángela se
multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños castigados tan
duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en conocimiento de su
confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a monja". Cuenta
ahora con diecinueve años.
Quiso entrar en
las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque no la
admitieron por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del
convento en su cuerpo menudo y débil.
Después ingresó
en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de salir del
convento al enfermar. Viendo que no podía ser monja en el convento, se dijo a
si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos.
Un billete de 1º
de noviembre de 1871 nos revela que "María de los Ángeles Guerrero, a los
pies de Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos
evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el convento, será monja fuera.
Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas
reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a Jesús con la
cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en ella junto a Jesús. De
ahora en adelante se llamará Ángela de la Cruz.
Ángela comienza a
afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre
con los pobres".
En invierno de
1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el voto de
obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón inquietos
comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le asalta: formar
la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de
1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se verá colmado
por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.
Ángela ha
encontrado tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria franciscana
"pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con los
pobres le está pidiendo; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes
pobres, sencillas y buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su
"convento": un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de
la calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de asistencia a los
necesitados a lo largo del día y de la noche. Poco después se trasladan al
número 8 de la calle Hombre de Piedra, y comienzan a adquirir notable
consistencia en el clima religioso de Sevilla. Estrenan hábito y sus compañeras
comienzan a llamarle "Madre", cuando aún no se ha borrado de su
rostro la primavera de la niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones,
fieles a la causa de los pobres, consiguen obtener en 1876 la admisión y
bendición del Cardenal Spinola.
Todo el resto de
su vida estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero también por la
felicidad de quien se siente "luz en el mundo mostrando una razón para
vivir". La Compañía va a crecer, y con ella el agradecimiento del pueblo
sevillano y de todos los rincones de Andalucía a donde llega el espíritu de Sor
Ángela. Como afirma José María Javierre en su preciosa obra Madre de los
pobres: 'Que yo sepa, es el único caso en el mundo. Existe una ciudad donde
pronunciáis el nombre de una persona y todos los habitantes, todos, sonríen:
-Era buena, era una santa."
La siguen
bastantes jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela y seguir su mismo género
de vida. Todos caben en sus casas. La austeridad será nota distintiva de sus
casas. Roma da aprobación a su Obra.
Fallecimiento
Falleció el 2 de
marzo de 1932 como consecuencia de un accidente cerebrovascular, personas de
todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa que, por privilegio
del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en la cripta de la
Casa Madre en Sevilla.
Dos días después
el Ayuntamiento republicano de la ciudad de Sevilla, presidido por el alcalde
don José González Fernández de Labandera, decidió por unanimidad que constase
en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la religiosa y
decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada calle Alcázares, donde
estaba y continúa el convento. Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos
en cuenta las ideas anticlericales imperantes en la época.
Canonización
El Papa Juan
Pablo II la beatificó el 5 de noviembre de 1982. El 20 de diciembre de 2002, la
Iglesia reconoció oficialmente su santidad, al aprobar el milagro que le había
sido atribuido, la curación, científicamente inexplicada, de un niño que sufría
una obstrucción de la arteria central de la retina del ojo derecho y recuperó
repentinamente la visión. Fue canonizada por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003
en la madrileña Plaza de Colón, con el nombre de Santa Ángela de la Cruz.
El 7 de mayo de
2003, el cuerpo incorrupto de la Santa es trasladado desde la Casa Madre hasta
la Catedral de Sevilla, donde presidió los actos en su honor, por la
Canonización. Una gran multitud se concentró a su paso, adornándose los templos
y calles del recorrido para la ocasión.
En 2012, la
Compañía de la Cruz tiene más de cincuenta conventos, 700 hermanas y unas 50
novicias que realizan el noviciado en Sevilla. Los países donde se encuentra
son España, Argentina e Italia. En España en las comunidades autónomas de
Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla y
León, Castilla La Mancha y Galicia.
Oración a Santa
Ángela de la Cruz
Dios de
toda bondad, que iluminaste a Santa Ángela virgen, con la sabiduría de la cruz,
para que reconociese a tu Hijo Jesucristo en los pobres y enfermos abandonados,
y los sirviese como humilde esclava, concédenos la gracia que te pedimos por su
intercesión, en esta novena.
Así también, inspira en nosotros el deseo de seguir su
ejemplo, abrazando cada día nuestra propia cruz, en unión con Cristo
crucificado y sirviendo a nuestros hermanos con amor. Te lo pedimos por el
mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Amén.
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