2 DE
NOVIEMBRE - MIÉRCOLES
TODOS LOS DIFUNTOS
Evangelio según
san Juan 5, 24-29
En aquel
tiempo, respondió Jesús a los judíos:
"En
verdad, en verdad os digo, que el
que oye mi
palabra y cree en aquel que me envió tiene vida eterna y no viene ajuicio,
sino que
pasa de muerte a vida.
En
verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán
la voz del Hijo del Hombre, y los que oyeren, vivirán. Porque, así como el
Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí
mismo, y le dio poder para hacer juicio, porque es el Hijo del Hombre.
No
os maravilléis de esto, porque viene la hora, cuando todos los que están en los
sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hicieron bien, irán a
resurrección de vida, mas los que hicieron mal, a resurrección de juicio".
1. La única
seguridad incuestionable, que tenemos en esta vida, es que nos vamos a morir.
De ahí que el pensamiento de la muerte nos enfrenta a un hecho sobre el que
tenemos una seguridad y muchas
inseguridades.
La seguridad de que moriremos.
Las inseguridades de no saber ni cuándo, ni dónde,
ni cómo. Y a todo esto se añade la mayor de
todas las inseguridades:
¿hay vida después de la muerte?
Y si hay vida, ¿en qué consiste esa vida? ¿Cómo
será esa vida?
¿Feliz? ¿Desgraciada?
Demasiadas
preguntas, todas ellas demasiado graves.
2. Según nuestras
creencias religiosas, sabemos que la muerte no es el final, sino
el
paso a otra vida. Pero la fe religiosa no es evidencia, sino convicción firme y
libremente aceptada.
La
fe nos da confianza. Pero una confianza que no suprime las preguntas, ni las
dudas, ni las oscuridades.
La única seguridad que nos da el Evangelio
es
esta: tenemos que centrar y concentrar nuestro interés, nuestras preocupaciones
y nuestros esfuerzos, no en "mi felicidad" para la "otra
vida", sino en la "felicidad de todos" en "esta vida".
Además, cuando la muerte se ve como el paso de las
miserias de este mundo a la felicidad del cielo, esa visión de la muerte puede
justificar la inmolación de un terrorista.
O, al menos, puede fomentar la desidia del que se
desinteresa por el dolor del mundo, ya que lo que importa es la dicha del
cielo.
Este es el peor servicio que las creencias
religiosas pueden hacer a la humanidad.
3. Está
bien visitar los cementerios el día de los difuntos. Está bien recordar a nuestros
seres queridos que murieron. Pero lo más apremiante que nos debe recordar este
día es que, ahora mismo, hay en el mundo más de mil millones de seres humanos a
los que les espera una muerte temprana e injusta.
Una muerte que no está lejos. Y que sin embargo se
podría evitar.
Una muerte
espantosa porque espantoso
tiene
que ser morir de hambre. Es desagradable
añadir más tristeza a la natural tristeza del día de difuntos. Pero es más humano
pensar que a los difuntos ya no podemos darles otra cosa que honrar su memoria.
Y la manera más noble de honrar
esa
memoria sería sustituir el día de los muertos por el día de todos los
moribundos,
cuya
muerte se podría retrasar, dignificar o, en todo caso, aliviar.
Significado
del nombre Día de los difuntos
Día de los difuntos o Día de los
Muertos se intercede ante Dios mediante rezos, oraciones, plegarias y
sacrificios para que las almas que se encuentran purificándose en el purgatorio,
lo abandonen y sean recibidos en el reino de los cielos.
Historia
del Día de los Difuntos:
Esta celebración se remonta al año
998 donde se instituye por orden del abad San Odilón en todos los monasterios
bajo la tutela de la abadía de Cluny; fijando como fecha de celebración el día
posterior al de Todos los Santos.
La celebración se extendió a todas
partes, primero entre los benedictinos y cartujos; etc. Recientemente, en el
año 1914, el papa Benedicto XV autoriza a los sacerdotes celebrar tres días de
misa por los difuntos, costumbre que se extendió especialmente en España,
Portugal y América Latina. La celebración en algunos lugares se realiza con
ofrendas (comisa, bebidas, flores y regalos) para ayudar a los difuntos en su
camino por el inframundo; se mezclan creencias paganas pre hispanas con la
celebración cristiana.
Para los católicos es un día de recogimiento,
donde se recuerda a los difuntos y generalmente se asiste al cementerio para
rezar por los familiares que ya no están; se acompaña de flores y se orla la
tumba del difunto.
La celebración cristiana que tiene
lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han
acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en
estado de purificación en el Purgatorio.
En el mundo anglosajón, la tradición
del Día de los Difuntos se ha cristianizado en ritos de celebración de origen
pagano heredados de las culturas antiguas celtas; conocida como Halloween que
se celebra la noche del 31 de octubre.
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