17 DE JULIO - MARTES –
15ª - SEMANA DEL T. O. – B
San Alejo mendigo
Lectura del libro de Isaías (7,1-9):
Reinaba en
Judá Acaz, hijo de Yotán, hijo de Ozías. Rasín, rey de Damasco, y Pecaj, hijo
de Romelía, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla; pero no lograron
conquistarla.
Llegó la noticia al heredero de David:
«Los sirios acampan en Efraín.»
Y se agitó su corazón y el del pueblo, como se agitan los
árboles del bosque con el viento.
Entonces el Señor dijo a Isaías:
«Sal al encuentro de Acaz, con tu hijo Sear Yasub, hacia el
extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y
le dirás:
"¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos
dos cabos de tizones humeantes, la ira ardiente de Rasín y los sirios y del
hijo de Romelía. Aunque tramen tu ruina diciendo: "Subamos contra Judá,
sitiémosla, apoderémonos de ella, y nombraremos en ella rey al hijo de
Tabeel."
Así dice el Señor:
No se cumplirá ni sucederá: Damasco es capital de Siria, y
Rasín, capitán de Damasco; Samaria es capital de Efraín, y el hijo de Romelía,
capitán de Samaria. Dentro de cinco o seis años, Efraín, destruido, dejará de
ser pueblo. Si no creéis, no subsistiréis."»
Palabra de Dios
Salmo: 47
R/. Dios ha fundado su ciudad para siempre
Grande es
el Señor y muy digno de alabanza
en la
ciudad de nuestro Dios,
su monte
santo, altura hermosa,
alegría
de toda la tierra. R/.
El monte
Sión, vértice del cielo,
ciudad
del gran rey;
entre sus
palacios,
Dios
descuella como un alcázar. R/.
Mirad: los
reyes se aliaron
para
atacarla juntos;
pero, al
verla, quedaron aterrados
y huyeron
despavoridos. R/.
Allí los
agarró un temblor
y dolores
como de parto;
como un
viento del desierto,
que
destroza las naves de Tarsis. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,20-24):
En aquel
tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos
sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían
convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será
más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas
escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho
los milagros que, en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio
le será más llevadero a Sodoma que a ti.»
Palabra del Señor
1. Ante
todo, hay que decir que las recriminaciones
a Corozaín y Betsaida son "narrativamente" falsas (U. Luz). Es
decir, Jesús nunca pronunció esas amenazas, porque, hasta el momento en que se
dicen estas cosas en el relato de Mateo, no se ha hecho mención alguna de
milagros en tales ciudades. Y en cuanto
a Cafarnaún, no hay noticia alguna de que allí precisamente fuera rechazado por
la ciudad entera.
2. Lo que "narrativamente" es falso,
tiene "teológicamente" una razón de ser: el redactor de esta
narración puso en boca de Jesús una amenaza de fuerte rechazo hacia ciudades
galileas, que, cuando se escribió este texto (unos 40 años después de la muerte
de Jesús), expresaba algo que los cristianos de entonces vivían intensamente: el rechazo de Jesús, del que
fueron responsables los dirigentes judíos, era vivido por los cristianos como rechazo del Mesías que Dios
envió a Israel.
3. Este
texto debería ponernos en guardia para no incurrir, a la ligera, en posturas de
antisemitismo, que nunca se debe
justificar en los evangelios. Al contrario, si algo nos enseña Jesús es el
respeto, la tolerancia y la aceptación incondicional de las ideas y prácticas
religiosas de quienes no coinciden con nuestras ideas religiosas y nuestras
prácticas rituales.
Mendigo - Siglo V
Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma.
Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se
reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para
borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuánto
dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas
bendiciones de Dios.
Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una
familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su
alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.
En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la
penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo
que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era
predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una
persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo
de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de
Siria y volvió a Roma.
Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no
se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los
trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo
de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus
humillaciones por los pecadores.
Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su
humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su
hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos
ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.
Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los
que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de
Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.
La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad
se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas
espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más
se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la
dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las
mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro
apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy
orgulloso, y este le dijo: "Padre, yo no soy orgulloso". El santo le
respondió: "Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta
de que eres orgulloso".
La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de
pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se
cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: "El que se humilla, será
enaltecido".
Dijo Jesús: "Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres
de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)
No hay comentarios:
Publicar un comentario