24 DE JULIO
- MARTES
16ª – SEMANA DEL T. O –
B –
Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):
Señor,
pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que
habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y
Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba
mis prodigios.
- ¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa
al resto de tu heredad?
No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la
misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a
lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con
Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.
Palabra de Dios
Salmo: 84,2-4.5-6.7-8
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
Señor, has
sido bueno con tu tierra,
has
restaurado la suerte de Jacob,
has
perdonado la culpa de tu pueblo,
has
sepultado todos sus pecados,
has
reprimido tu cólera,
has
frenado el incendio de tu ira. R/.
Restáuranos,
Dios salvador nuestro;
cesa en tu
rencor contra nosotros.
¿Vas a
estar siempre enojado,
o a
prolongar tu ira de edad en edad? R/.
¿No vas a
devolvernos la vida,
para que
tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos,
Señor, tu misericordia
y danos
tu salvación. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,46-50):
En aquel
tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se
presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó:
«Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar
contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba:
«¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi
madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es
mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Palabra del Señor
1. Es
evidente que cuando Jesús, ya en torno a los treinta años, decidió irse de su
pueblo y de su casa, abandonar su familia y su trabajo, para andar como
carismático
itinerante por ciudades y aldeas, tomó una decisión arriesgada para su futuro.
Pero, por el solo hecho de alejarse de la familia, no se puede decir que
cortara con ella. Para casi todo el mundo, llega el día en que se aleja de la
casa paterna. Es ley de vida. Además, sabemos que Jesús tenía cuatro hermanos y
algunas hermanas (Mc 6, 1-6), que sin
duda siguieron cerca de la madre en la pequeña aldea donde vivían.
2. De
este episodio no se puede deducir que Jesús se hubiera distanciado de su
familia o que la hubiese dejado en un segundo plano en su vida. Ni con su
respuesta Jesús quiso decir que la familia no tiene importancia o debe ser marginada.
Lo que Jesús deja claro es que las relaciones
de parentesco no son las más fuertes. Ni tienen que ser las más determinantes para
una persona. De ser así, los hijos nunca
deberían dejar a sus padres para formar ellos una nueva familia.
Las relaciones de parentesco son enteramente
necesarias. Pero ni son un fin, sino un medio. Más aún, las relaciones de parentesco son sanas
constructivas cuando producen personas libres, que se relacionan por la fuerza
de una "relación pura", la relación basada en la comunicación emocional
transparente y libre.
3.
Cuando Jesús habla de los discípulos como su nueva familia, lo que en realidad
está diciendo es que lo importante en la vida es la "relación pura",
no basada en ataduras que se nos
imponen o en conveniencias e intereses que corrompen las relaciones entre
personas.
Los discípulos de Jesús le seguían y estaban con
él porque entre ellos existía ese tipo de relación que debería ser motivadora para
todos.
Santa Cristina de Bolsena
Virgen
y Mártir
Martirologio Romano: En Bolsena, ciudad de la Toscana, santa Cristina,
virgen y mártir (s. inc.)
Etimológicamente: Cristina = Aquella que sigue a Cristo, es de
origen latino.
Breve Biografía
Nació en Toscana, en la margen derecha del lago Bolsena, en un
villorrio frecuentemente sacudido por elementos naturales y al mismo tiempo
transformado por diversas culturas en el transcurso del tiempo.
Cristina es la hija de Urbano, gobernador pagano de la región y
presentado por los libros antiguos como enemigo acérrimo de los cristianos. La
niña se ha aficionado desde pequeña a aquello que cuentan de ese Cristo tan
perseguido y maltratado; la curiosidad primera se cambia en pensamiento cuando
descubre que son muchos los cristianos juzgados por su padre y condenados
porque son fieles dispuestos a dar la vida por su ideal. Crece más y más la
simpatía y a escondidas busca datos de unas señoras cristianas; la instruyen y
la forman; se bautiza en secreto y toma el nombre de Cristiana.
Entre juego y travesura formal ha hecho algo que saca de quicio a su
padre y será el motivo que la lleve al martirio; no se le ha ocurrido otra cosa
que apañar las estatuillas de ídolos que su padre siempre ha conservado con
esmero, casi como un patrimonio familiar, las ha tomado por suyas, las ha
destrozado y ha dado el rico material de que estaban hechas a los pobres para
remedio de su necesidad.
El padre ha descubierto su condición y lleno de ira, al notar la
rebeldía de la niña, la trata con peores modos que a los demás cristianos.
"No se ha de decir en el mundo que una niña me dio la ley, ni que estos
hechiceros de cristianos triunfan de nuestros dioses en medio de mi propia
familia. Yo veré si sus hechizos pueden más que mis tormentos y si la paciencia
de una hija ha de hacer burla de la cólera de un padre". El gobernador
manda usar con ella azotes y garfios admirándose de que Cristina persista en su
actitud. Manda el desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente para
quemarla poco a poco; mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los
verdugos y a los curiosos cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la
lobreguez de la mazmorra, la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con
luminosas apariciones de ángeles que le curan sus heridas y le prometen
protección. El padre, a los pocos días, manda atarle al cuello una pesada
piedra y arrojarla al lago; sin embargo, un ángel la transporta a la orilla.
Esa noche muere de un sofoco Urbano en su cama.
Mandan las autoridades un nuevo gobernador que se siente estimulado a
proseguir el asunto Cristina presumiendo que su padre, por padre, no supo
solventarlo. Se llama Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite
hirviendo mezclado con pez del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda
llevar al templo de Apolo para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el
asombro de todos, el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo
gobernador que muere en el acto ¡claro que los verdugos y miles de testigos
proclaman espantados proclaman a gritos que es el de Cristina el único Dios!
El tercero de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien,
preocupado por el caso pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a
la conclusión de que se trata de artificios, encantamientos y magia que todos
los cristianos profesan. Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer
desistir a la niña Cristina de sus pertinaces rebeldías y conseguir que el
poder romano y los dioses propicios terminen con la situación que ha puesto al
borde del caos a la región. Mandó preparar un horno encendido donde mete a la
niña para que el fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que
le suceda daño alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes,
víboras y escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo,
cantando alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al
extremo de decretar cortarle la lengua, pero ¡oh prodigio! ahora canta más
fuerte y mejor.
Y acude, arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación
evidente del triunfo que se comenta por todas partes de la debilidad cristiana
ante la fortaleza y brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la
delicada niña para que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida,
suplicándole al buen Dios, rendirle su espíritu con el martirio.
Dicen que sus restos se trasladaron de Toscana a Palermo de Sicilia
donde es reverenciada.
¿Verosímil? Parece más bien como si la vida y la muerte martirial de
Cristina hubiera servido de modelo para expresar la confrontación entre el bien
y el mal, o lo que es lo mismo, entre fe cristiana y paganismo, entre la frágil
niña Cristina y la personalidad experimentada y abrumadora de tres hombres de
gobierno sucesivos -el primero su propio padre- con el mismo común empeño de
demostrar que ellos pueden más. Parece como si se tratara de exaltar en
Cristina aquello que debe ser real en todo cristiano -la fe en su Cristo y la
confianza sin límite en su ayuda constante-, mientras que los gobernadores
representan la obstinación ciega que rechaza el poder cada vez más evidente,
como in crescendo, de Dios. Los verdugos y el pueblo serían los testigos que en
la narración van a testificar con sus reacciones -esas que se intuyen llenas de
emoción compasiva- dónde está la verdad y lo grande que es el poder de Dios. Da
la sensación de que la Passio que narra la muerte de Cristina intenta también
cargar motivos veterotestamentarios en donde parecen inspirarse algunos hechos
que se narran. El hecho histórico del martirio sería la ocasión que motiva la
amplia catequesis. De todos modos, estas consideraciones más parecen próximas a
la labor pasada de los bolandistas; pero, en el caso de que hubieran sido los
hechos tal como expresa la Passio, nos quedaría el regusto de disfrutar el
aroma extraño que desprende la fidelidad del débil a las exigencias amorosas
divinas que no entienden de edades y que perduran más allá de la muerte.
Fuente:
Archidiócesis de Madrid
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