7 DE JULIO – SÁBADO –
13ª – SEMANA DEL T. O. –
B –
Lectura de la profecía de Amós (9,11-15):
Así dice
el Señor:
«Aquel día, levantaré la tienda caída de David, taparé sus
brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos. Para que posean las
primicias de Edom, y de todas las naciones, donde se invocó mi nombre. –oráculo
del Señor–.
Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que el que ara
sigue de cerca al segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes
manarán vino, y fluirán los collados. Haré volver los cautivos de Israel,
edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su
vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su campo, y
no serán arrancados del campo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.»
Palabra de Dios
Salmo: 84
R/. Dios anuncia la paz a su pueblo
Voy a
escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia
la paz
a su
pueblo y a sus amigos
y a los
que se convierten de corazón.» R/.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la
justicia y la paz se besan;
la
fidelidad brota de la tierra,
y la
justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor
nos dará la lluvia,
y nuestra
tierra dará su fruto.
La
justicia marchará ante él,
la
salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-17):
En aquel
tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en
cambio, tus discípulos no ayunan?»
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar
luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día
en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado;
porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo
en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se
estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se
conservan.»
Palabra del Señor
1. Un
día dijo Jesús que "la Ley y los Profetas llegaron hasta Juan Bautista: a
partir de entonces se anuncia el Reino de Dios" (Lc 16, 16).
Según este principio, los discípulos de Juan,
al igual que los de los fariseos, vivían sometidos a la Ley. Por eso,
lógicamente, tenían sus días de ayuno. El ayuno es una de las obligaciones que
no pocas religiones imponen a sus fieles.
Los
discípulos de Jesús estaban recibiendo otra educación: lo determinante para
ellos no era someterse a la Ley, sino vivir la experiencia del Reino de Dios,
que, a juicio de Jesús, es la experiencia del gozo y de la vida.
La experiencia que se simboliza en el gran banquete
del reino, en el que entran todos, "buenos y malos"; y en el que hay
alegría para todos por igual (Mt 22, 1-10; Lc 14, 15-24).
2. De
acuerdo con lo dicho, el ayuno es luto de muerte, en tanto que los discípulos
de Jesús viven en la fiesta de una boda sin fin. Y conste que la apelación a
que "un día se llevarán al novio y entonces ayunarán" es texto
redaccional, es decir, añadido por Mateo.
Seguramente para justificar la costumbre de ayunar que, ya en aquel
tiempo, se había introducido en alguna
comunidad, cristiana.
3. El problema
que plantea este evangelio no se limita al ayuno, aunque es bastante secundario
en la vida. Lo que Jesús enseña aquí, con las metáforas
del
remiendo y el vino, es que los cristianos no debemos hacer componer o buscar
fórmulas de compromiso entre lo viejo y lo nuevo. Lo que define a los
discípulos de Jesús no es la privacidad sino la alegría compartida.
San Fermín
Según cuenta la leyenda, San Fermín era hijo del jefazo romano de
Pamplona hacia el siglo III. Un cura francés que estaba de visita por aquí, San
Saturnino, lo convirtió al cristianismo, así que se fue a Toulouse (Francia) a
hacer un máster de obispo y volvió para liberar al pueblo trabajador de sus
supersticiones. Luego regresó otra vez a Francia, cristianizó a miles de
paganos y se quedó a vivir en Amiens.
Alguna bronca debió de tener con las autoridades, porque acabó
torturado y degollado. Su cuerpo reposa en Amiens, aunque anda repartido por
ahí en forma de reliquias (en Pamplona hay tres).
La verdad es que, con este curriculum, es una ironía que le den tu
nombre a una bacanal famosa en todo el mundo. Así es la vida. De todos modos,
no todo en estas fiestas es juerga. Al santo le dedicamos una procesión muy
bonita el día de su onomástica y él, en agradecimiento, nos hace de doblador en
los encierros protegiendo a los corredores: es lo que llamamos el famoso
“capotico de San Fermín”.
Cuenta la tradición que el presbítero Honesto llegó a la Pamplona
romana, enviado por San Saturnino para evangelizarla, y que el senador Firmo se
convirtió al cristianismo con toda su familia. Fermín, su hijo, fue educado por
Honesto y, cuando tuvo diecisiete años, comenzó a predicar por los alrededores.
Más tarde, a los veinticuatro, fue consagrado obispo por Honorato, que era
prelado de Toulouse.
A la edad de treinta y un años, Fermín marchó a predicar el Evangelio
a las Galias: en un primer momento, estuvo en Aquitania, Auvernia y Anjou; más
tarde, en Amiens, donde consiguió muchas conversiones, sufrió cárcel y, con
posterioridad, el martirio por decapitación, un veinticinco de septiembre.
Su cuerpo fue sepultado en secreto por algunos cristianos, apareció
siglos después, el trece de enero del año 615, en el episcopado de san Salvio,
y fue trasladado a la cercana ciudad: unos magníficos relieves góticos del
siglo XV, labrados en el trasaltar de aquella catedral que conserva los restos
del santo, narran esta historia.
¿Existió San Fermín?
Mucha gente ha oído hablar sobre San Fermín o, por lo menos, conoce
su nombre gracias a las fiestas que se celebran en Pamplona en su honor. Pocos
saben, sin embargo, que su historia, al igual que la de otros santos, es una
leyenda que para muchos estudiosos carece de base histórica.
La leyenda nació hacia el siglo IX en la localidad francesa de
Amiens, y desde allí llegó a Pamplona en el siglo XII, convirtiéndose en un
santo de devoción para cientos de pamploneses.
Recientemente, una tesis elaborada por el historiador Roldán Jimeno,
hijo del prestigioso historiador pamplonés Jimeno Jurío, ha refrendado la
conclusión a la que llegaron en 1970 varios historiadores de la capital navarra
y arqueólogos de Amiens: ambos investigaron por separado, y concluyeron que la
historia de San Fermín no tenía base histórica alguna. A pesar de ello, Amiens
y Pamplona siguen rindiendo culto a este santo y miles de personas en el mundo
han oído hablar de él gracias a las fiestas de Sanfermin.
La leyenda de Amiens
Cuenta la leyenda que Firmus, un senador que vivía en tiempos de los
emperadores Diocleciano y Maximiano, era gobernador general de la región y
tenía un hijo llamado Fermín. Así se recoge en uno de los primeros textos que
se conocen acerca de la leyenda de San Fermín, el del escritor Jacobo de
Voragine titulado “La leyenda dorada” y que data de 1264. Al parecer, Firmus
confió la educación de su hijo Fermín al presbítero Honesto, quien envió a
Fermín a realizar sus estudios a Toulouse y pidió al arzobispo de la localidad
que lo ordenase sacerdote para que pudiese predicar la fe cristiana. Así lo
hizo, y Fermín volvió a Pamplona con la misión de evangelizar, consagrado ya
como obispo, donde permaneció hasta los 31 años, antes de marchar a las Galias.
Fermín primero estuvo en Agen, luego en la comarca de Beauvais y por
último en Amiens donde, tras soportar la persecución romana, convirtió, según
cuenta la leyenda, en tan sólo cuarenta días, a tresmil personas. Parece ser
que a los gobernadores romanos no les hizo especial gracia y, tras detenerlo y
encerrarlo en la cárcel, lo degollaron en secreto un 25 de septiembre, que es
la fecha en la que se recuerda su martirio.
Esta leyenda recogida en el texto de Jacobo Vorágine data su origen
en la Alta Edad Medía, en la localidad francesa de Amiens, capital de Picardía,
situada a unos 150 km. de París. Aunque no existe una fecha exacta, los
primeros datos históricos la sitúan en el siglo IX. Por aquel entonces, tal y
como nos cuenta el historiador Roldán Jimeno, “a la hora de elegir el santo que
cristianizaría a la ciudad, era muy normal escoger un personaje extranjero que
diese cierto toque exótico y relevante a la urbe. En Amiens escogieron a
Fermín, porque era vascón y romano a la vez y les resultó bastante atractivo. A
partir de entonces, construyeron una historia que ha ido variando con el
tiempo, a medida que ha sido transmitida de generación en generación”.
La leyenda llegó a Pamplona por primera vez hacia el siglo XII,
cuando el entonces arzobispo de Pamplona, Pedro de París, tuvo noticia de ella
y trajo consigo una reliquia que fue depositada en el altar de la Catedral de
Pamplona. Con el tiempo, el culto se fue extendiendo a toda Navarra. Para los
habitantes de Pamplona, que existiera un santo que, además, había sido el
primer arzobispo de Pamplona, fue un auténtico hallazgo; cambiaron parte de la
historia francesa adelantando la evangelización de la capital navarra al siglo
I, dato que contradecía la fecha de la leyenda de Amiens, que la situaba en el
siglo III.
Distintos cronistas navarros recogieron esta versión y la fueron
adornando cada vez más. Con el paso del tiempo, el culto a San Fermín se fue
acrecentando en las dos localidades, con particularidades locales. En el siglo
XVIII se dieron a conocer “Las Actas Sinceras”, de Miguel Joseph de Maceda, que
mostraban la versión pamplonesa de la leyenda. Algún tiempo más tarde, cuando
el texto llegó a Amiens, se suscitó una gran polémica respecto a la fecha, ya
que la tradición pamplonesa decía que San Fermín había vivido en el siglo I, y
la de Amiens, en el siglo III. Finalmente decidieron fundir ambas tradiciones y
fueron recogidas en un libro.
Una leyenda sin base histórica
Ya en el siglo XX, en la década de los 70, el bibliotecario de la
Catedral de Pamplona, José Goñi Gaztanbide, después de investigar sobre el tema
llegó a la conclusión de que la historia de San Fermín era “legendaria e inverosímil”,
ya que no disponía de base histórica alguna.
Posteriormente, el historiador Jimeno Jurío realizó un exhaustivo
trabajo de investigación que confirmó tales sospechas. Por aquel entonces se
creó cierto debate que no trascendió más allá del ámbito científico, y más
tarde otros autores dieron la razón a estos dos estudiosos. La reciente tesis
de Roldán Jimeno ha vuelto a corroborar dichas afirmaciones. “Uno de los datos
clave que ha ayudado a ver que se trataba, como en otras ocasiones, de una
leyenda sin base histórica ha sido situar la historia en los siglos I
(Pamplona) y III (Amiens). En el caso de Pamplona, la Cristianización no llegó
hasta el siglo III, y en Amiens tuvo lugar, incluso, algunos siglos más tarde.
Además, hasta el siglo XII no hay en Pamplona ninguna referencia clara respecto
al santo”.
Junto a ello, el hecho de que San Fermín no tuviese ninguna iglesia,
ni ermita a su nombre contribuyó a confirmar dicha teoría. “No es lógico que un
arzobispo de una ciudad como Pamplona no registre ninguna iglesia o ermita a su
nombre hasta el siglo XVII. En Pamplona, la primera iglesia que lleva su nombre
se construyó en la Milagrosa, en la década de los años 50 del pasado siglo, y
las primeras ermitas datan del siglo XVII”, afirma Roldán Jimeno.
A pesar de la crítica hagiográfica que realiza la Iglesia Católica
durante el Concilio de Trento en el siglo XVI (en la que se pudo comprobar que
la vida de varios santos carecía de fundamento histórico), la Iglesia todavía
no se ha pronunciado respecto al santo navarro. “Ha habido varios santos que
han sido declarados apócrifos por la Iglesia Católica como, por ejemplo, San
Cristóbal, y el hecho no ha tenido demasiada trascendencia, aunque con otros,
al tratarse de santos locales, como San Fermín, es la propia diócesis la que
tiene que pronunciarse al respecto. Luego también está la respuesta de la
gente”.
Actualmente, tanto en Pamplona como en Amiens el culto a San Fermín
sigue atrayendo a cientos de personas y las fiestas que se celebran en su honor
en la capital navarra congregan cada año a miles de visitantes de todas partes
del mundo que, a falta de conocer su historia, han oído hablar alguna vez del
patrono de Navarra.
Historia de la Procesión en honor a San
Fermín
La procesión en honor a San Fermín se remonta en el tiempo,
probablemente tanto como el culto mismo que Pamplona le tributa. Jesús Arraiza
escribe en su obra “San Fermín patrono” que, aunque se desconoce con certeza,
la costumbre pudo haberse iniciado hacia 1187, cuando el obispo Pedro de Artajona
trae de Amiens la primera reliquia del mártir, e impulsa su veneración en
Pamplona.
Por su parte, José María Corella, en su trabajo “Sanfermines de
ayer”, apunta la existencia de testimonios gráficos de dudosa autenticidad en
los que se puede apreciar que, ya en la segunda mitad del siglo XV, había en
Pamplona desfile de caballicos que bailaban en la procesión. Sin embargo, a
diferencia de los actuales ‘zaldikos’ de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos,
la gaita la tocaban entonces los mismos bailarines mientras se movían con sus
caballos de madera, compitiendo al parecer entre ellos por realizar la pirueta
más vistosa.
José María Corella también apunta que el primer testimonio documental
fehaciente, en el que consta la procesión de San Fermín, está fechado en 1527,
cuando todavía se celebraba San Fermín el 10 de octubre. En aquella época ya
acudía el Ayuntamiento a la Catedral a recoger al Cabildo para asistir a la
procesión y al acto litúrgico posterior en San Lorenzo, donde se rendía culto
al santo desde antiguo.
Capilla de San Fermín
Lo más importante de la capilla de San Fermín es que dentro se
encuentra la figura que recuerda al santo y allí descansa todo el año.
Fuente: textos de Juan José Martinena en
varias publicaciones y conferencia de José Luis Molins, archivero municipal, en
el ciclo “San Fermín: culto, fiesta y arquitectura”, de la Universidad de
Navarra.
San Fermín es un santo muy especial porque durante las fiestas acuden
a él a pedirle favores o pedirle protección en el encierro tanto devotos fieles
como otros que no creen en nada. Desde el siglo XIV, existía una capilla
dedicada a San Fermín. Era gótica y de reducidas dimensiones. En el siglo XVII,
el
Ayuntamiento, muchos ciudadanos de Pamplona y de otras partes de
Navarra y América se involucraron en costear económicamente la construcción de
un templo nuevo (el que ahora conocemos). Por ello, la gente de Pamplona y de
Navarra consideran al santo y su capilla como una cosa casi suya, y así se ha
transmitido de generación en generación.
La capilla de San Fermín está construida junto a la parroquia de San
Lorenzo, al final de la calle Mayor de Pamplona. Para acceder a la capilla, hay
que entrar por la puerta de la parroquia o por la calle San Francisco.
La capilla de San Fermín se comenzó a construir en 1696 y se terminó
de construir en 1717. El siete de julio de ese mismo año se inauguró. El
arquitecto original es Santiago Raón, y su proyecto fue continuado por Juan de
Alegría y Martín de Zaldúa, manteniendo el estilo barroco del proyecto original.
Una de las anécdotas más importantes sobre la capilla es que en el siglo XVIII,
a resultas de varios pleitos entre el Ayuntamiento de Pamplona y la Obrería de
San Lorenzo, se planteó la posibilidad de construir un nuevo templo en el lugar
que actualmente ocupa el Paseo Sarasate. En el Archivo Municipal de Pamplona se
guardan planos y bocetos de esta obra que nunca llegó a realizarse y que firma
Juan Lorenzo Catalán.
En cuanto a lo que sí ocurrió de verdad en la capilla de San Fermín
es que en 1800 se realizaron reparaciones urgentes a cargo de Santos
Ochandategui, que le dieron el actual aspecto neoclásico, y de las que se hizo
cargo el Ayuntamiento de Pamplona. En 1823, la linterna de la cúpula de la
capilla tuvo que ser reconstruida tras la demolición e incendio posterior al
bombardeo de Pamplona por parte de los ‘Cien mil hijos de San Luis’.
La efigie de San Fermín está alejada dentro de la capilla en un altar
específico. El original tenía 17 metros de altura, pero fue sustituido por otro
en 1819. Las esculturas y relieves que podemos ver ahora son de Anselmo
Casanova, con proyecto de Pedro Onofre. Las vidrieras son obra de Mayer y están
fabricadas en Londres.
¿Qué es la Corte de San Fermín?
Esta asociación se fundó en 1885, en gratitud a los favores de San
Fermín quien, según la tradición católica, protegió a la ciudad de Pamplona de
varias epidemias que mermaron las poblaciones cercanas. La Corte de San Fermín
es una asociación religiosa nacida en 1885 y cuenta con algo más de 800
miembros de ambos sexos. Tiene su sede en el despacho parroquial de San
Lorenzo, en la calle Mayor 74 de Pamplona, ya que el párroco siempre preside la
junta de gobierno de la Corte que además integran un secretario, un tesorero y
cuatro vocales. Su objetivo principal es mantener el culto (cristiano católico)
y promover la devoción a San Fermín. En este momento esta promoción, más allá
de la iniciativa singular de algunos cortesanos, se ciñe al mantenimiento
material de las reliquias de San Fermín y al acompañamiento en la celebración
de las grandes fiestas.
La Corte celebra a San Fermín: el segundo domingo de enero es la
fiesta de las reliquias, que conmemora el traslado de las mismas desde Amiens
(Francia) a Pamplona. El 6 de julio tienen lugar las Vísperas de San Fermin, el
7 de julio se celebra el día del patrón, con procesión, a la que se suma la
junta de la Corte y los miembros que lo desean, y la posterior celebración
religiosa en la capilla del santo. El día 14 de julio se celebra a las 11.00 la
Octava (siete días después del día del santo), a la que asiste el Consistorio
en cuerpo de ciudad como cierre religioso de fiesta de Sanfermin.
Además, en septiembre se festeja el día grande de San Fermín desde el
punto de vista religioso. El día 25 se conmemora el día del Martirio de San
Fermín, que va precedido desde el día 17 de una novena dedicada al santo (nueve
funciones religiosas.
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