martes, 15 de enero de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 DE ENERO – MIÉRCOLES – 1ª –SEMANA DEL T.O. – C – San Marcelo I, Papa



16  DE  ENERO – MIÉRCOLES –
1ª –SEMANA DEL  T.O. – C –

Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):
Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Palabra de Dios

Salmo: 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

 Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
 Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
 Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor

1.  Este relato nos presenta lo que era, y cómo trascurría, un día corriente en la
vida de Jesús. Se destacan tres cosas:
1) Oración en sitios solitarios.
2) Atención y dedicación a remediar, en lo posible, a personas y grupos humanos que se veían en situaciones de sufrimiento.
3) Especial cuidado cuando se trataba de aquellos sectores de la sociedad que solían verse peor tratados, por ejemplo, las mujeres, como queda patente en este caso, al curar a la suegra de Pedro.

2.  Estos hechos y este resumen de lo que era, y cómo era, la vida de Jesús nos
dice, con toda claridad, que Jesús fue un    hombre profundamente religioso.
Dicho de otra manera, se puede asegurar que la experiencia central y determinante de Jesús fue la experiencia de Dios, presente en su vida constantemente. Pero la novedad del Evangelio está en que nos presenta, precisamente en la vida de Jesús, otra forma de entender y vivir la religiosidad. Porque fue una religiosidad que no tuvo en cuenta lo sagrado, lo ritual, lo legal. Su centro no estaba en nada de eso, sino en Dios, que está presente en cada ser humano.

3.  Jesús vio que necesitaba la presencia y la ayuda del Padre. Por eso rezaba tanto. Y por eso también hablaba tanto del Padre. Pero Jesús no buscaba al
Padre-Dios en el templo, ni en el trato con los sacerdotes y doctores de la Ley, ni practicando ceremonias o rituales sagrados.
Jesús vio que hay que buscar y encontrar a Dios dando su tiempo y poniendo su interés en los enfermos, en
las gentes que lo pasan mal, en las mujeres que se suelen ver tratadas como
inferiores a los hombres.
Estas cosas son las que llenan las páginas de los evangelios. Y las que tendrían que llenar y dar sentido a nuestras vidas.

San Marcelo I, Papa


En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como recuerda el papa san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho, siendo expulsado de su patria y muriendo en el destierro por haber sido denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto.
En la lista de los sucesores de Pedro hace el número treinta. Era una época en la que los papas vivían poco tiempo por las persecuciones. Si ser cristiano era un continuo peligro de perder la vida, ser elegido Pastor supremo, con carácter necesariamente visible, era un boleto con premio de martirio. Eso fue, con sus peculiaridades lo que sucedió con San Marcelo que sólo pudo gobernar la Iglesia un año, del 308 al 309.
Tenía ya la Iglesia una innegable entidad en el siglo III. Las persecuciones de Decio y Valeriano habían conseguido robustecerla más que aniquilarla. Galieno abrió un período de paz que permitió pudiera organizarse mejor en todo lo que pudiera facilitar la atención espiritual a sus fieles y también con vistas a la difusión del misterio. Entre los años 284 al 305 es emperador Diocleciano que, respetuoso con los cristianos al principio termina con la más violentas de las persecuciones, la del 303 al 305, sembrando de mártires el Imperio. El papa San Marcelino fue una de sus víctimas en el año 304.
Desde la muerte de este papa no pueden reunirse los obispos para elegir sumo pontífice y vaca la Santa Sede por un paréntesis de tres o cuatro años, dependiendo de que se date en el 307 o el 308 la elección de Marcelo, según se use el catálogo liberiano o se empleen otras fuentes.
El hecho es que, elegido papa el presbítero romano Marcelo que en los días de persecución fue uno de los firmes puntales de la comunidad, se impone como tarea principal la reorganización de la Iglesia. Tiene un carácter fuerte, enérgico, aunque sereno y templado; como don, la tenacidad en sus propósitos. Habilita nuevas iglesias, reorganiza la jerarquía, consagra obispos y sacerdotes, abre las puertas a la reconciliación -después de una oportuna penitencia- a los famosos “lapsi” que tantos conflictos trajeron a la Iglesia en aquellos tiempos y que habían apostatado por debilidad en los días amargos de la persecución.
Precisamente con este motivo una sección de la Iglesia comienza a tildar a Marcelo de excesivamente riguroso; otros en cambio le consideran blando por conceder el perdón. Es la consabida pugna entre el rigor intransigente y la indulgencia intolerable. Él sólo quiere mantener la indispensable disciplina penitencial. Pero en Roma hay revueltas callejeras entre los cristianos; algunos pierden el control y se llega en alguna ocasión hasta la sangre. Majencio hace responsable de los desórdenes a Marcelo y lo condena al destierro. Fue un atropello utilizar la cuestión interna de la Iglesia como pretexto para quitar la cabeza de la religión objeto de odio. En el año 308 o en el 309 según la documentación que se emplee, muere el papa Marcelo en su destierro consumido de dolor y privaciones.
En las actas escritas varios siglos más tarde se adornan el oscuro tiempo de exilio con escenas que engrandecen la vida de Marcelo. Le hacen cumplir los oficios de criado; lo ponen limpiando el establo de sus dueños; alguien lo vio limpiado las caballerizas públicas de Roma y otros relatan que escribió cartas a los obispos de Antioquía pidiendo incondicional comunión con la Sede de Roma. Esto no se puede afirmar como cierto. Desde luego, maltrecho, desterrado, con la responsabilidad de toda la Iglesia, imposibilitado para cumplir su misión... no lo debió pasar muy bien. Merece las gracias por su generosa fidelidad en el gobierno de la Barca de Pedro que anima nuestro ¡tantas veces! tibio amor y pobre conducta al secundar los silbidos del Buen Pastor.

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