jueves, 17 de enero de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 de ENERO – VIERNES – 1ª – Semana del T. O. – Santa Prisca




18 de ENERO – VIERNES –
1ª – Semana del T. O. –

Lectura de la carta a los Hebreos (4,1-5.11):

HERMANOS:
Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad.
También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por La fe a los que lo habían escuchado.
Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho:
«He jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»,
y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo.
Acerca del día séptimo se dijo:
«Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho».
En nuestro pasaje añade:
«No entrarán en mi descanso».
Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.

Palabra de Dios

Salmo: 77,3.4bc.6c-7.8

R/. No olvidéis las acciones de Dios

 Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R/.

 Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos. R/.

 Para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,1-12):

CUANDO a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
 Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
- «¿Por qué pensáis eso? - ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor

1.   La cuestión capital, que se plantea en este relato, no es la curación de la
enfermedad, sino el perdón de los pecados. La religión le metía a la gente en
la cabeza que, si uno estaba enfermo, es porque había pecado. Así, los enfermos se tenían que someter, no solo al médico, sino también al sacerdote. 
La religión empeñada siempre en mandar y someter a la gente. Por eso este episodio está redactado de forma que todo se orienta al desenlace, que es la
admiración general por la "potestad" que Dios ha concedido "a los hombres", la potestad de perdonar pecados (Mt 9, 8).
No dice "a los sacerdotes". Por eso, los hombres de la religión se indignaron.
La salud del enfermo no les importaba. Lo que les importaba era mantener su poder sobre las conciencias de la gente.

2.   Los letrados vieron en aquello   una blasfemia, una ofensa a Dios tan grave, que estaba castigada con la lapidación (Lev 24, 16; Hech 6, 11). Y es
cierto que, en la literatura de los rabinos (Midrash Salm.17 3; T. Levi 18, 9), se
afirmaba que "Nadie puede perdonar las transgresiones, excepto Dios"). Pero
esto no excluye lo que dice Lev 16 sobre el "día de la expiación" (yon kippur) cuando   el sacerdote realiza "la gran reparación" en favor de todo Israel (W.Brueggemann).   Es decir, Dios perdonaba el pecado, pero a través de la mediación del sacerdote.

3.  Pues bien, esto lo modificó Jesús. Cuando los seres humanos se perdonan,
Dios ratifica y da por válido ese perdón (Mt 18, 15-20; Jn 20, 23).
Jesús humaniza la religión. Dios está presente en cada ser humano. Y eso, con todas sus consecuencias. Hasta identificarse Dios y el ser humano en el perdón.   Cuando nos perdonamos, Dios nos perdona.  La paz entre nosotros es paz con Dios.
¿Qué sentido tiene que un marido ofenda a su mujer y vaya a pedirle perdón
al sacerdote?
¿O que un patrono les robe a sus trabajadores y le pida perdón al párroco, quedándose en paz si reza un rosario...?

Santa Prisca

En Roma, conmemoración de santa Prisca o Priscila, nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino (antes de 499).
En la literatura neotestamentaria ya aparecen los nombres de Prisca y Priscila. Alguna vez agradece San Pablo la entereza de alguna de ellas que puso su vida en peligro por defender la del Apóstol. Con respecto al martirio de Prisca se entremezcla en el relato, como veremos, la verdad y la ficción, la historia y la fábula.
Ha nacido en Roma y tiene 13 años. Aún no ha dejado de ser una niña. Es de una familia ilustre. El juez la ha recibido como cristiana descubierta y al verla tan niña piensa que es fácil convencerla para que se convierta y apostate. Ante el templo de Apolo le hace la sugerencia de ofrecer el sacrificio poniendo unos granos de incienso en el fuego y todo el proceso habrá concluido. “Yo sólo soy de Jesucristo” sale de sus labios con el suave timbre de voz de doncella y con la firmeza de un curtido soldado.
En la cárcel la ponen para que medite y haga el cambio. Corren los tiempos de Claudio.
El juez está ahora en un apuro; es tan impopular ejecutar a una joven y tan difícil asimilar perder la partida con quien tiene tan pocos años... Siempre habrá intercesores, mediadores ante el juez y Prisca que está anclada en su decisión y va in crescendo su voluntad de ser fiel.
Vienen conocidos llenos de misericordia, prudentes llenos de compasión, amigos de la paz que rechazan la violencia; todos ellos intentan bajarla de su propósito; le hablan de la felicidad que le espera en la vida que sólo está empezando, le proponen una existencia plagada de deleites, afirman sin rubor su belleza, restan importancia al asunto del incienso e intentan suavizar la situación. Son los mediocres de turno, los que se muestran como son por carencia de ideales; todo es falso en su vida menos lo práctico que les reporta utilidad. Pero todo es inútil.
Prisca termina su corta vida con la cabeza cortada fuera de la ciudad. Fue enterrada en Vía Ostia el 18 de Enero. Sus reliquias se conservan en Roma en la iglesia a la que da nombre. La menciona en su lista el martirologio de San Gregorio y el martirologio romano.
¡Qué más dan los adornos posibles que la leyenda acumula en los siglos sobre los detalles de su proceso y muerte! Que importa si hubo o no morbo en el forzado proceso de reducción; si fue una o tres veces la que estuvo en la cárcel; si su carne fue quemada con grasa derretida; si su cuerpo fue o no rasgado con uñas de acero, ni si los azotes fueron emplomados o no; si el fuego llegó a quemarla o se libró de modo milagroso. Ni siquiera interesa el león que se volvió manso en el anfiteatro y le lamió las manos y los pies. No importa el tormento del hambre, ni tampoco los huesos descoyuntados. Sólo resalta en la historia la actitud altamente llamativa, decidida, de enamorada que mantiene hasta la muerte una muchacha tan madura que pospone el triunfo de su vida a la fidelidad a su Cristo, a su Dios.


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