19 DE ENERO – SABADO –
1ª – SEMANA DE T. O. – C
–
Lectura de la carta a los
Hebreos (4,12-16):
HERMANOS:
La palabra de Dios es
viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto
donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e
intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está
patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Así pues, ya que tenemos
un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios,
mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo
sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, comparezcamos confiados
ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para
un auxilio oportuno.
Palabra de Dios
Salmo: 18.8.9.10.15
R/. Tus palabras, Señor, son
espíritu y vida
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son
verdaderos
y enteramente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el
meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (2,13-17):
EN aquel tiempo, Jesús salió de
nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el
de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras
estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se
sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los
fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con
publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los
sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».
Palabra de Dios
1. La vocación de Leví
sirve de introducción al tema central de este relato: Jesús andaba con
"malas compañías". Jesús se
hizo amigo de publicanos y pecadores (cf. Lc 15, 1-2). Un motivo más de
escándalo. Esto constituía, en las culturas mediterráneas del s. I, un problema
más serio de lo que imaginamos. Por la
importancia determinante que tenía el hecho de comer juntos. Y, sobre todo,
porque, como ha dicho J. R Sanders, al comer con publicanos y pecadores, Jesús
se unía, no solo a personas "impuras" (religiosamente), sino además a
personas "malvadas" (éticamente).
Jesús daba pie para que se pensara de él que no era una
"persona de orden".
2. Semejante conducta tenía
que resultar escandalosa. Esto alejaba a muchos de sus enseñanzas. Pero, si los evangelios dejaron constancia de
ello, es que Jesús lo hacía así. Y vivía así. - ¿Por qué? - ¿Para qué?
Para dar razón de por qué los primeros cristianos no excluyeron
nunca a nadie y para explicar por qué los seguidores de Jesús vivían en los
márgenes de la sociedad. Sencillamente,
eran "gente marginal".
3. Si los primeros
cristianos recordaban así a Jesús, es que Jesús puso en marcha este
movimiento. No temió escandalizar. Ni alejar a los "selectos". Jesús
hizo esto porque se dio cuenta de que, en este mundo, hay grupos selectos
y ejemplares que,
por ser como son y ser vistos como a ellos les gusta, se alejan de los impuros
y los malvados. Pero esto es una fuente
inagotable de deshumanización.
Semejante horror no tiene
más solución que hacer lo que hizo
Jesús, aunque nunca le dijo a nadie que se fuera a comer con los indeseables. -
¿No es todo esto una exigencia que la Iglesia no acepta? - ¿No tendríamos que
tomar en serio todo esto quienes pretendemos ser seguidores de Jesús?
Nuestras pretensiones de dignidad intachable nos alejan del
Evangelio.
Beato Marcelo Spínola
En
la ciudad de Sevilla, en España, beato Marcelo Spínola y Maestre, obispo, que
fundó círculos de obreros para mejorar la sociedad humana, trabajó por la
verdad y la equidad, y abrió su casa a los menesterosos.
Marcelo Spínola y Maestre nació en
San Fernando (Cádiz) el 14 de enero de 1835, hijo de un oficial de la Armada
española y marqués de la corona. Se licenció en Derecho en la Universidad de
Sevilla a los 21 años. Abrió un bufete de abogados en Huelva, donde defendería
las causas de los obreros sin exigir honorarios, y por eso le llamaron «el
abogado de los pobres». Aunque de una manera tardía, se sintió llamado al
sacerdocio. En 1864 fue ordenado sacerdote y empezó su periplo por diversos
destinos: capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda hasta
que el Cardenal Lastra le nombra párroco de San Lorenzo de Sevilla integrándose
en las hermandades del Gran Poder y la de la Soledad, ambas residentes en la
misma parroquia. Del Gran Poder llegó a ser director espiritual y Mayordomo.
El 30 de octubre de 1874 está en el
confesionario. Una mujer joven enlutada acude a él buscando orientación. Es
Celia Méndez, que ha quedado viuda hace dos meses y medio. En la cruz de la
pérdida de su marido ha percibido un llamamiento de Dios hacia algo. Búsqueda,
entrega generosa y esfuerzos por parte de Marcelo y Celia cuajarán en la
fundación de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón en Coria, el 26 de
Julio de 1885. Nace así la congregación, con el mismo espíritu de sus
fundadores: profunda vida de oración y vivo celo apostólico.
El núcleo de esta espiritualidad que
une contemplación y acción apostólica es el Corazón de Jesucristo. La misión
concreta de la Congregación es «anunciar a todos los hombres el amor personal
que Jesucristo nos tiene» a través de la educación. El estilo con el que las
Esclavas realizan su vinculación con el Señor, es el de María, primera Esclava
del Señor. Celia Méndez, guiada por D. Marcelo estará al frente de la
Congregación durante 23 años. Don Marcelo dirige a las religiosas, las instruye
y estimula a realizar la obra de la educación cristiana «formando el corazón de
los jóvenes en la verdad evangélica, ilustrando el entendimiento por el
conocimiento del saber y transformando así la sociedad».
Se suceden las fundaciones: Coria,
Málaga, Ronda, Corte Concepción, Moguer, Sevilla y Linares en vida de los
fundadores. En Andalucía se fundan casas en Aracena, Sanlúcar la Mayor y
Cazalla y se abre una casa en Madrid. En 1913 la expansión llega a América,
Brasil, Rio de Janeiro y en Argentina, Rosario y San Carlos. Son momentos
especialmente duros por el estallido de la Primera Guerra Mundial, que
dificulta aún más las comunicaciones, de suyo lentas y difíciles en esta época.
El 28 de Mayo de 1879, el Arzobispo
Don Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de
Sevilla. Posteriormente es consagrado
Obispo auxiliar de Sevilla. Preconizado por León XIII para la diócesis de Coria-Cáceres.
Después, Obispo de Málaga y en 1896, tras la muerte del cardenal de Sevilla, es
nombrado obispo de esta diócesis. Abandona Málaga, con gran pesadumbre de sus
diocesanos. En su nuevo destino volvió a dar ejemplo de su visión de futuro y
de la importancia de los medios de comunicación fundando un periódico «El
Correo de Andalucía» «para defender la verdad y la justicia».
En sus pastorales, sus homilías y sus
intervenciones públicas, Spínola cuestionó los trabajos de los obreros,
denunció los horarios y las malas condiciones en las que desempeñan su labor y
reclamó el descanso dominical. Al mismo tiempo, también se muestra crítico con
las posturas políticas emergentes que cuestionan a la burguesía y buscan su
desaparición. «Él solía decir que la iglesia había abandonado a los más pobres»
y Spínola «intenta abrir brecha en esta situación».
Todo esto no fue impedimento para que
él, desde su humildad, se planteara en más de una ocasión la posibilidad de
renunciar al episcopado, considerándose indigno e incapaz de este ministerio. Y
si no se retiró fue, entre otras cosas, por consejo de Della Chiesa, futuro
Benedicto XV. Creado Cardenal por San Pío X. el rey de España, Alfonso XIII, le
impuso la birreta cardenalicia. En enero de 1906, tras volver de la boda de
Alfonso XIII moría en Sevilla. Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de
noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente. En 1987, el
mismo Juan Pablo II lo proclamó beato.
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