29 de Enero – Martes –
3ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
de la carta a los Hebreos (10,1-10):
HERMANOS:
La ley, que presenta solo
una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede
nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y
ofrecen siempre los mismos sacrificios.
Si
no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto,
purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su
conciencia?
Pero,
en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año, los pecados.
Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite
los pecados.
Por
eso, al entrar él en el mundo dice:
«Tú
no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste
holocaustos ni víctimas
expiatorias.
Entonces
yo dije:
He
aquí que vengo —pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— para
hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad».
Primero
dice:
«Tú
no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias»,
que se ofrecen según la ley.
Después
añade:
«He
aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega
lo primero, para afirmar lo segundo.
Y
conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo
de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra
de Dios
Salmo:
39,2.4ab.7-8a.10.11
R/.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo
esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó
mi grito.
Me puso en la boca un
cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R/.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste
el oído;
no pides holocaustos ni
sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los
labios,
Señor, tú lo sabes. R/.
No me he guardado en el
pecho tu justicia, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu
misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (3,31-35):
EN aquel tiempo, llegaron
la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía
sentada alrededor le dice:
«Mira,
tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él
les pregunta:
«¿Quiénes
son mi madre y mis hermanos?».
Y
mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos
son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano
y mi hermana y mi madre».
Palabra
del Señor
1.
Las relaciones de familia no son libres. Nadie puede escoger la familia
en
la que va a nacer, en la que se va a criar, en
la que va a ser educado y a la que
tendrá que estar sometido, durante casi veinte
años. Para luego, respetarla
siempre, preferirla siempre, identificarse con
ella lo más posible. Además, el derecho y las leyes regulan lo que a cada uno
le corresponde en la familia. Y a lo que se tiene que someter.
La educación, la cultura, las costumbres,
la religión y las creencias, probablemente las preferencias políticas, todo eso
está condicionado por la familia en la que nacemos y a la que pertenecemos
hasta la muerte.
2.
En la familia es más determinante
la sumisión que la libertad. Por eso la familia es tan importante para la
estabilidad de la sociedad. Además, la
familia es un factor determinante de la
transmisión de la propiedad.
Todo esto fomenta y mantiene la paz en la
convivencia. Pero todo esto tiene
también un inconveniente: impide o dificulta
que el progreso de las ciencias y los nuevos conocimientos coincidan con el
cambio de las costumbres, de la convivencia y de la vida de las personas. Lo
cual nos puede plantear problemas
tremendos. Porque las personas no
somos siempre "modelos ejemplares". Sino que somos egoístas, tenemos ambiciones,
orgullo, sentimientos de odio y venganza, envidia y deseos perversos, que hacen
mal a otros.
3.
Este relato de la familia de Jesús buscándolo, cuando Jesús estaba con
su comunidad de seguidores y discípulos, nos dice con claridad que, para Jesús,
era más importante la libertad del creyente que la sumisión del que se acomoda,
se limita y se ajusta a lo que tenemos. Jesús no quiso perpetuar el sistema. Jesús quiso poner las
bases para poder renovar la sociedad, la cultura, las leyes, la convivencia.
Eso es cumplir la voluntad de Dios.
Así pensaba Jesús.
San Pedro Nolasco
En
Barcelona, en España, san Pedro Nolasco, presbítero, quien con san Ramón de
Peñafort y el rey Jaime I de Aragón fundó, según se cree, la orden de la
Bienaventurada María de la Merced, para la redención de los cautivos. Se
entregó ardientemente con trabajo y esfuerzo a procurar la paz y a liberar del
yugo de la esclavitud a los cristianos, en tiempo de los infieles.
Nació cerca de Barcelona, España,
hacia 1189.
A los 15 años quedó huérfano de
padre, y dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en todos sus deseos
de hacer el bien y de obtener santidad.
Estando en edad de casarse hizo una
peregrinación a la Virgen de Montserrat y allí se puso a pensar que las
vanidades del mundo pasan muy pronto y no dejan sino insatisfacción y que en
cambio lo que se hace para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió
a la Virgen mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser de gran
provecho para muchas gentes.
En aquel tiempo la cuestión social
más dolorosa era la esclavitud que muchísimos cristianos sufrían de parte de
los mahometanos. Estos piratas llegaban a tierras donde había cristianos y se
llevaban a todos los hombres que encontraban. Las penalidades de los
prisioneros cristianos en las tenebrosas cárceles de los mahometanos
sobrepasaban lo imaginable. Y lo más peligroso era que muchos perdían su fe, y
su moralidad se dañaba por completo.
Esto fue lo que movió a Pedro Nolasco
a gastar su gran fortuna en libertar al mayor número posible de esclavos
cristianos. Cuando se le presentaba la ocasión de gastar una buena cantidad de
dinero en obtener la libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús
en el evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra donde los
ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen su fortuna
en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido
que las dañe". (Mt. 6,20) Y este pensamiento lo movía a ser muy generoso
en gastar su dinero en ayudar a los necesitados.
Y sucedió que, según dicen las
antiguas narraciones, que una noche (agosto de 1218) se apareció la Stma.
Virgen a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de Aragón (que era amiguísimo de
nuestro santo) y les recomendó que fundaran una Comunidad de religiosos
dedicados a libertar cristianos que estuvieran esclavos de los mahometanos.
Consultaron al director espiritual de
juntos, que era San Raimundo de Peñafort, y éste los llevó ante el Sr. Obispo
de Barcelona, al cual le pareció muy buena la idea y la aprobó. Entonces el
militar Pedro Nolasco hizo ante el obispo sus tres votos o juramentos. de
castidad, pobreza y obediencia, y añadió un cuarto juramento o voto: el de
dedicar toda su vida a tratar de libertar cristianos que estuvieran siendo
esclavos de los mahometanos. Este cuarto voto o juramento lo hacían después
todos sus religiosos.
Los antiguos dicen que la Virgen les
recomendó: Fundad una asociación con hábito blanco y puro que sea defensa y
muro de la cristiana nación.
San Raimundo predicó con gran
entusiasmo en favor de esta nueva Comunidad y fueron muchos los hombres de
buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos. El vestido que usaban era una
túnica blanca y una cruz grande en el pecho. San Pedro Nolasco fue nombrado
Superior General de la Congregación y el Papa Gregorio Nono aprobó esta nueva
Comunidad.
San Pedro Nolasco ayudó al rey Don
Jaime a conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia que estaba en
poder de los mahometanos, y el rey, en agradecimiento, fundó en esa ciudad
varias casas de la Comunidad de los Mercedarios.
El rey Jaime decía que, si había
logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de
Pedro Nolasco. Y cada vez que obtenía algún resonante triunfo lo atribuía a las
oraciones de este santo.
San Pedro hizo viajes por muchos
sitios donde los mahometanos tenían prisioneros cristianos, para conseguir su
libertad. Y viajó hasta Argelia, que era un reino dominado por los enemigos de
nuestra santa religión. Allá lo hicieron prisionero, pero logró conseguir su
libertad.
Como había sido un buen comerciante,
organizó técnicamente por muchas ciudades las colectas en favor de los esclavos
y con esto obtuvo abundante dinero con los cuales logró la libertad de
muchísimos creyentes.
Poco antes de morir repitió las
palabras del Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu
poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y
esclavizados". Tenía 77 años.
Por su intercesión se obraron muchos
milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628. La Comunidad fundada por
él se dedica ahora a ayudar a los que están encarcelados. Es un apostolado
maravilloso.
Jesús nos recuerda lo que prometió a
quienes ayuden y consuelen a los encarcelados: "Estuve preso y me fuisteis
a visitar. Todo el bien que le habéis hecho a cada uno de estos necesitados, lo
recibe como si me lo hubierais hecho a Mí mismo (Mt. 25, 40).
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