martes, 8 de enero de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 DE ENERO – MIÉRCOLES – FERIA DE NAVIDAD – San Eulogio de Córdoba




9 DE    ENERO – MIÉRCOLES –
FERIA DE NAVIDAD –

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,11-18):
Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Palabra de Dios

Salmo: 71,1-2.10-11.12-13

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan. R/.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (6,45-52):

Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar.
Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado.
Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice:
 «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.»
Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.

Palabra del Señor

1.   Lo primero que hizo Jesús, en   cuanto la gente comió hasta la saciedad,
fue "obligar" o "forzar" a sus discípulos y apóstoles a subirse a la barca y a
marcharse de allí.
En efecto, el texto griego no dice que Jesús "apremió" a los discípulos a subirse y marcharse.  Apremiar puede entenderse como "meter prisa". Y no fue eso lo que hizo Jesús. El verbo griego original es anagkaiso, que significa "obligar", "forzar".
Si Jesús los tuvo que obligar a irse, es que no querían o, al menos, se resistían. Lo cual es comprensible. Dar de comer, a una enorme masa de gente pobre, es un éxito. Y, sin duda, los discípulos querían
disfrutar de semejante éxito. Pero eso   precisamente es lo que Jesús no toleró.
Y por eso quiso que, cuanto antes, se fueran de allí.

2.   A Jesús no le interesaba el éxito, el triunfo, la aclamación popular. Jesús no quería eso, ni para él ni para sus seguidores. Solamente quería que en este
mundo haya pan para todos. Y que el pan sea compartido por todos. De forma que nadie pase necesidad.
No quería el éxito o el poder propio, sino satisfacer la necesidad de todos.  Esto es lo que los discípulos "no habían comprendido", como indica el relato al final.

3.   Y esto mismo es lo que muchos    "hombres de Iglesia" y cristianos en general no comprendemos. Sobre todo, muchos profesionales de la religión son
los que no entienden que lo importante en la Iglesia no es el éxito, el milagro que da fama y poder. No seguimos a Jesús para ser notables, importantes, selectos.  No.
Lo que nos tiene que interesar en la vida es luchar contra la pobreza y el sufrimiento que la escasez o la carencia lleva consigo. Lo que nos tiene que importar es que la pobre gente no sufra, que haya pan para todos, que se acaben las desigualdades entre ricos y pobres.  Con frecuencia nos pasa lo que les pasó a los discípulos, que, por no entender esto, precisamente confundimos a Jesús con un fantasma.  O sea, no conocemos a Jesús. Ni, por tanto, entendemos el Evangelio.

San Eulogio de Córdoba


En Córdoba, en la región de Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y mártir, degollado por su preclara confesión de Cristo.

Vida de San Eulogio de Córdoba

El siglo IX sitúa a Eulogio en la historia porfiando de continuo con el Islam. Nace el santo hacia el año 800 en una familia de rancio cordobés. Se educa entre el clero de la iglesia de san Zoilo y también goza, junto con el conocido Álvaro de Córdoba y otros, de la beneficiosa influencia del abad de santa Clara, Esperaindeo. Su vida es una permanente e inquebrantable adhesión a la fe y a las tradiciones patrias. Quizás por eso se pensó en él como sucesor de Wistremiro, arzobispo de Toledo.
Entra en el estamento clerical acompañado de un terrible sentimiento de indignidad. Tras un intento fallido de peregrinar a pie a Roma, empresa poco menos que imposible en ese tiempo, y otro no menos frustrado de contactar con sus hermanos que se trasladaron a las tierras del Rhin, visita los monasterios locales en torno a Pamplona y Zaragoza; en el año 845 los pasos pirenaicos están cerrados por las luchas de los hijos de Leudovico Pío. Pero en el noreste se hace con un precioso botín muy útil en el futuro de Córdoba: libros que han de servir para restaurar la cultura isidoriana en El Ándalus.
A su vuelta se convierte en el corifeo -maestro lo llaman- de una escuela que intenta defender la religión de los padres y pretende hacer resurgir el sentimiento nacional tan terriblemente humillado por los invasores islámicos. Aunque no se da una persecución cruenta, sí se hace cada día más difícil en Córdoba la vida para el cristiano. Las leyes nuevas sobre el matrimonio, el comercio y las posesiones, los impuestos, el sarcasmo de los gobernantes y la intransigencia fundamentalista de la gente van sofocando cada día la fe, haciendo de los cristianos ciudadanos sin derechos y colmados de obligaciones.
Con la muerte de Abd al-Rahman II (850) se desata un periodo de intolerancia islámica que provoca martirios. Los que han sabido ser fuertes no claudican y llenos de fervor manifiestan su protesta con la confesión pública de su fe ante el cadí con desprecio de sus vidas; los que renegaron en otro tiempo entienden que esta es la ocasión de lavar su culpa y proclaman ahora valientemente la fe en Cristo; todavía una tercera porción de cristianos que permanecían ocultos por imperativos de la ley salen ya de su anonimato y clandestinidad. Las cárceles se han llenado y el revuelo social es mayúsculo; tan grande es el alboroto que, a instancia del sultán, ha de intervenir el arzobispo de Sevilla Recafredo -que por cierto era metropolitano por las gracias del palacio emiral- para prohibir y anatematizar los martirios voluntarios.
Eulogio y su escuela han influido de modo suave y decisivo en la respuesta de fe ante la provocación martirial. Es la época en que Eulogio escribe el Memorial de los Mártires plasmando por escrito testimonio de los héroes cristianos. En el año 851 lo meten en prisión, pero toma la medida represiva con aire de alborozo porque con los presos “está en familia”, reza, escribe, consuela y anima. En la mazmorra conoce a Flora y María a quienes da ánimos para la fidelidad hasta el fin y ahora decide escribir su Documento Martirial. Cuando, cerrada la escuela, es puesto en libertad intercambia por diez años la ciudad con el campo y escribe su Apologético para desautorizar a los detractores que por mediocridad y cobardía ridiculizaban la defensa de la fe hasta la muerte.
El encubrimiento que hizo en su propia casa de la joven cristiana Lucrecia -hija de padre musulmán y martirizada también- fue el detonante de su decisiva prisión y martirio. No dejó otra alternativa a los jueces cuando le proponían una simple apostasía material: “Será mejor que me condenes a muerte. Soy adorador de Cristo, hijo de Dios e hijo de María, y para mí vuestro profeta es un impostor”.
Claro está que lo mataron; fue el 11 de Marzo del 859. Y lo enterraron en la iglesia de san Zoilo. En el año 883 trasladaron los restos del mártir a Oviedo donde se conserva la urna en la Cámara Santa.
¡Muchas gracias, Padre de la mozarabía, ¡por tu rotunda coherencia! Fuiste un ejemplo de resistencia, amante de la libertad, frente a los cobardes colaboracionistas utilitarios tan amadores de su vida que juzgaban tu pensamiento como un “suicidio”. Tu inteligencia de la vida es modelo, ayuda y consuelo cuando se vive en tiempos blandos de solapada apostasía general.

wikimedia.org

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