miércoles, 2 de enero de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 DE ENERO – JUEVES 2ª – FERIA DE NAVIDAD – Santa Estefanía Quinzani




3 DE ENERO – JUEVES
2ª – FERIA DE NAVIDAD –
Santa Estefanía Quinzani

Lectura de la primera carta de Juan (2,29;3,1-6):

Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.

Palabra de Dios

Salmo: 97,1.3cd-4.5-6

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,29-34):

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

1   En el lenguaje de la Biblia hay dos palabras que se utilizan para hablar del "mal".
El término adikía, el mal que se le hace "a otro ser humano" (M. Lim beck).
Y el termino amartía, el mal en relación "a Dios" (R Fiedler).
Pues bien, lo que más le preocupó a Juan Bautista fue el problema del pecado. Sobre todo, el mal que, según la religión, se le hace a Dios. Por eso, Juan presenta a Jesús como el que quita, suprime, perdona el pecado. A fin de cuentas, Juan Bautista fue hijo de un sacerdote.  El gran tema del clero es el pecado.

2.  Jesús tuvo otras preocupaciones.   A Jesús le preocupó, más que nada, el problema del sufrimiento.   
Empezando por el problema de la salud (de ahí,
las numerosas curaciones de enfermos que se relatan en los evangelios).
Siguiendo por el problema del hambre (por eso, en los evangelios se habla tanto de las comidas de Jesús con toda clase gentes, sobre todo con los pobres). Y   terminando por el problema de las relaciones humanas, tales como el respeto, la bondad, el perdón y sobre todo el sincero amor a los demás, sean quienes sean.  Esto último es el gran tema del sermón del monte. Y se repite, de distintas maneras, en las parábolas.

3.  Juan fue un hombre profundamente religioso, como quedó patente en la austeridad de su vida y en su predicación. Su obsesión era la mejor relación posible con Dios.  Jesús fue también un hombre profundamente "religioso", pero entendiendo y viviendo la religiosidad de otra manera. 
La obsesión de Jesús fue la felicidad de las personas, sobre todo de las personas que más sufren
en la vida. No se trata de que Jesús fuera menos religioso. Se trata de que Jesús entendió la religión como el esfuerzo que humaniza este mundo.  
Con frecuencia, los "hombres de la religión", al pensar tanto en el "pecado", se desentienden del "sufrimiento.
En esto está el virus que corrompe a las religiones.

4.  Quede claro de una vez: el pecado no es ofender a Dios, sino hacer mal a alguien. Lo afirma Sto. Tomás de Aquino: "Dios no se siente ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien" (Non enim Deus a nobis offenditur nisi quod contra nostrum bonum  agimus.  Sum.  contra gent., III, 122) (E. López Azpitarte).


En Soncino, de la Lombardía (hoy Italia), beata Estefanía Quinzani, virgen, de la Tercera Orden de Santo Domingo, dedicada enteramente a la contemplación de la Pasión del Señor y a la instrucción cristiana de las jóvenes.

Vida de Santa Estefanía Quinzani
Santa Estefanía Quinzani, virgen, nació el 7 de septiembre de 1457 en Orzinuovi cerca de Brescia (Italia). Hija de campesinos se dedicó con sus padres al cultivo de los campos. Ya desde niña hizo el voto de virginidad y llevada por este deseo de perfección entró en la Orden seglar a los quince años. Después de vivir varios años en Crema, se estableció en Soncino (Cremona) donde fundó y dirigió un floreciente monasterio de religiosas dominicas dedicadas a la educación de las jóvenes. La vida espiritual de la beata Estefanía, dominada por la contemplación de la pasión de Cristo, entra de lleno en la genuina tradición dominicana que indica como camino para realizar la conformación espiritual con Cristo crucificado esta ardiente contemplación de sus dolores.
Este fervor de la beata Estefanía se manifestó con fenómenos extraordinarios: éxtasis, llagas, dolores agudísimos. Durante cuarenta años tuvo una gran aridez de espíritu, soportando con fortaleza dudas y tentaciones y la sensación de privación del amor divino y de la devoción. Trabajó con gran afán al servicio de los pobres y de la paz. Almas santas amigas acudieron a su consejo atraídas por el mismo amor a Cristo crucificado entre otras santa Ángela Merici, el beato Mateo Carreri y la beata Hosanna de Mantua. Murió en Soncino y sus reliquias, salvo su cabeza, se veneran desde 1748 en la iglesia de S. Liborio en Colorno (Parma). Su culto inmemorial fue confirmado por Benedicto XIV el día 14 de diciembre de 1740.

Fuente: escuelacima.com

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