12 - DE
DICIEMBRE – DOMINGO –
3ª –
SEMANA DE ADVIENTO – C –
"GAUDETE"
Nuestra
Señora de Guadalupe
Lectura de la profecía de Sofonías (3,14-18a):
Alégrate hija
de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de
Jerusalén.
El Señor ha revocado tu sentencia,
ha expulsado a tu enemigo.
El rey de Israel, el Señor,
está en medio de ti,
no temerás mal alguno.
Aquel día dirán a Jerusalén:
«¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!»
El Señor tu Dios está en medio de ti,
valiente y salvador;
se alegra y goza contigo,
te renueva con su amor;
exulta y se alegra contigo
como en día de fiesta.
Palabra de Dios
Salmo: Is 12,2-3.4bed.5-6
R/. Gritad jubilosos, porqué es grande en medio de ti el Santo de Israel.
«Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.
«Dad gracias al
Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso». R/.
Tañed para el
Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el
Santo de Israel. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (4,4-7):
Hermanos:
Alegraos siempre en el Señor; os lo
repito, alegraos.
Que vuestra mesura la conozca todo el
mundo. El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda
ocasión, en la oración y súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones
sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,10-18):
En aquel
tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«Entonces, ¿qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta
con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos
publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos
nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer
nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis
de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y
todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les
respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el
que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus
sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el
bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en
una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones,
anunciaba al pueblo el Evangelio.
Palabra del Señor
Alegría, conversión, buena nueva.
Los textos del domingo pasado dejaban
claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía
más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo
corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad
jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de
Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad
siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio
termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen
alegría.
Las
lecturas ofrecen materia abundante (¡demasiada!).
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo,
Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado
a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti,
y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no
desfallezcan tus manos.
El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un
guerrero que salva. Él se goza y se complace en
ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».
Alegría, mesura y oración
(Filipenses 4,4-7)
Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad
siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está
cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y
súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y
la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Alegría, confiando en la pronta vuelta del
Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que
Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a
mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está
cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la
Iglesia y en cada uno de nosotros.
Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la
mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que
usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad,
mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y
bondadosa en que Dios nos trata.
Oración. En pocas palabras, Pablo traza
un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una
oración que es súplica, pero también acción de gracias; una oración que no se
avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.
Una «buena
noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)
A
continuación, ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:
1)
exhortación a la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya
está preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;
2)
lo anterior provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde
con unos consejos prácticos;
3)
anuncio de la venida de un personaje más importante con un bautismo superior al
suyo.
La
liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para
comprender los consejos que siguen.
Consejos prácticos (10-14)
En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:
− ¿Entonces qué
hacemos?
Él contestó:
− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no
tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?
;Él les contestó:
− No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
− ¿Qué hacemos nosotros?
Él les contestó:
− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino
contentaos con la paga.
En la primera parte de su discurso Juan
Bautista ha exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten?
Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los
recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de
recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la
predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados (strateuo,menoi) ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en el
NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.
La respuesta más exigente es la primera,
dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios
en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres
sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is
58,7).
La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La actividad de los publicanos abarcaba
muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y
exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si el pacífico
residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente
expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se
encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la
entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido
era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse
precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia
de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’ al fijar
arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las
mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos, Clie,
Terrasa 2003, 76-78).
La respuesta a los
soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo
positivo: «contentaos con vuestra paga».
«Tanto para los
soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa
adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio
según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a quienes
piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor es
centrarse en actos de piedad.
Anuncio (15-17)
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no
sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:
− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y
no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu
Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su
trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
La denuncia inicial y los consejos prácticos no crean malestar en la
gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este responde hablando de
un personaje con más autoridad (no le da el título de Mesías), que llevará a
cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua (bieldo).
Dos temas indica Juan a propósito del
personaje futuro: la mayor importancia de su persona y el mayor valor de su
bautismo. La mayor importancia de la persona la expresa aludiendo a su fuerza,
porque del Mesías se espera que la tenga para derrocar a los enemigos, y a la
indignidad de Juan respecto a él, ya que no puede cumplir ni siquiera el
servicio de un esclavo.
La mayor importancia del bautismo queda
clara por la diferencia entre el agua, en uno, y el Espíritu Santo y el fuego,
en el otro. Bautizar significar «lavar», «purificar». Y si se
quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os
infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis
mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.
Basándose en el Salmo 2, algunos textos
concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos
rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un
cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará
el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.
Al comienzo de su intervención, Juan hizo
referencia al hacha dispuesta a talar los árboles inútiles; al final, al
bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la
conversión.
Sumario (18)
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba
la Buena Noticia.
Este versículo resume la actividad de Juan
fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan
pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está
dispuesto a convertirse.
El año 1531, la Virgen María se apareció
al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el monte Tepeyac, en la ciudad de
México.
En la capa de Juan Diego se grabó milagrosamente la imagen de la Virgen, a
la que los fieles cristianos veneran sin interrupción hasta hoy. Por medio de
este santo de fe limpísima, la Madre de Dios y de la Iglesia llama a todos los
pueblos al amor a Cristo
Nuestra Señora de
Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene
su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la
ciudad de México.
De acuerdo a la
tradición oral mexicana, y los múltiples documentos históricos encontrados
alrededor del mundo en distintos archivos, la Virgen María se apareció en
cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, y
una quinta ocasión en el pueblo de Santa María, Tulpetlac en el Estado de México
en la cual curó a Juan Bernardino, tío de san Juan Diego. El relato guadalupano
conocido como Nican mopohua, tras la primera aparición, la Virgen ordenó a Juan
Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga.
Juan Diego en la última aparición de la Virgen llevó en su ayate unas rosas
―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la aridez del
territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego
desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la
imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos.
Las mariofanías
tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo
año. La fuente más importante que las relata fue el mismo Juan Diego que habría
contado todo lo que había acontecido.
Posteriormente
esta tradición oral fue recogida en un escrito con sonido náhuatl pero con
caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y que solo muy rara
vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el Nican mopohua, y es
atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605). Posteriormente en 1648 es
publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe por el
presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar todo lo que los indígenas
sabían acerca de la devoción guadalupana.
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