11 - DE
DICIEMBRE – SÁBADO –
2ª –
SEMANA DE ADVIENTO – C –
San Dámaso I
Lectura del libro del Eclesiástico
(48,1-4.9-11):
En aquellos
días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras quemaban como
antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.
Palabra de Dios
Salmo: 79,2ac.3b.15-16.18-19
R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de
Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios del
universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.
Que tu mano
proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Mateo (17,10-13):
Cuando bajaban
del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero
tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero
os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él
lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de
ellos».
Entonces entendieron los discípulos que
se refería a Juan el Bautista.
Palabra del Señor
1. Cuando Jesús baja, con tres de sus discípulos, del monte de la transfiguración, les dice a aquellos seguidores que él va a terminar sus días como acabó Juan Bautista. Es decir, ejecutado con una muerte violenta. La referencia a Elías es lo que menos interesa aquí. Elías, lo mismo que Moisés, desaparecieron en el monte de la transfiguración.
Y Dios dijo que a quien hay que escuchar
y seguir es solo a Jesús: "Este es mi hijo muy amado. Escuchadle".
2. Así las cosas, Jesús hace
la afirmación central de este episodio: "Así también el Hijo del Hombre va
a padecer a manos de ellos". Es decir, Jesús tiene que recorrer el mismo
camino de sufrimiento que Juan Bautista (U. Luz).
El macabro relato del asesinato de Juan termina diciendo que los discípulos de Juan fueron a contar a Jesús lo sucedido (Mt 14, 12). Juan y Jesús padecieron el mismo destino. Pero con una diferencia importante: a Juan lo mató Herodes, un rey pecador y cobarde, mientras que a Jesús lo condenó (y forzó su muerte más cruel, colgado de una cruz) la suprema autoridad religiosa: los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno.
3. Juan y Jesús nos enseñan
que el poder no soporta a los hombres libres que educan a los pueblos ya las
gentes en la libertad al servicio de la misericordia.
Pero hay una diferencia fundamental entre Juan y Jesús: a Juan lo mató el poder político, en tanto que a Jesús lo mató el poder religioso. Es verdad que, "en el mundo romano del s. I, a nadie se le ocurría pensar que la religión y la política estuvieran separadas" (W. Carter). Pero también es cierto que, para muchos ciudadanos, una condena "religiosa" daña el recuerdo del difunto mucho más hondamente que una condena solo "política".
San Dámaso I
De origen español, nació hacia el año
305. Incardinado en Roma, fue elegido obispo de la Iglesia de Roma en el año
366 en momentos calamitosos. Hubo de reunir frecuentes sínodos contra los
cismáticos y herejes, fue gran promotor del culto a los mártires, cuyos
sepulcros decoró con sus versos. Murió en el año 384.
Breve
Biografía
San Dámaso, de
origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año
366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma durante el pontificado del Papa
Liberio.
Su elevación a la
cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes debido a los enfrentamientos de
los dos partidos contrapuestos. Pero los frutos de su pontificado no se dejaron
esperar. Ignorando las amenazas imperiales, depuso a los obispos que se habían
adherido al arrianismo y condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció
el principio de que la comunión con el obispo de Roma es signo de
reconocimiento de un católico y de un obispo legítimo.
Durante su
pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de predicaciones, con
nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida
cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los estudios para la revisión
del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha
por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado.
En estos años la
Iglesia había logrado una nueva dimensión religioso-social, convirtiéndose en
un componente de la vida pública. Los obispos escribían, catequizaban,
amonestaban y condenaban pública y libremente.
En el año 380, con
ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó su agradecimiento a los
jefes del imperio que habían devuelto a la Iglesia la libertad de administrarse
por sí misma. Con esta libertad conquistada, los antiguos lugares de oración
como las catacumbas se habrían arruinado si este extraordinario hombre de
gobierno no hubiera sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos
recuerdos y a las gloriosas huellas dejadas por los mártires. Efectivamente, no
sólo exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en
lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró dedicándose
personalmente a la identificación de sus tumbas y a la consolidación de las
criptas en donde se guardaban sus reliquias.
En la cripta de los
Papas de las catacumbas de San Calixto, él añadió: “Aquí, yo, Dámaso, desearía
fueran enterrados mis restos, pero temo turbar las piadosas cenizas de los
mártires”. San Jerónimo sostiene que el Papa Dámaso murió casi a los ochenta
años. Fue enterrado en la tumba que él mismo se había preparado, humildemente
alejada de las gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía Ardeatina. Más
tarde sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo.
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