martes, 14 de diciembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 - DE DICIEMBRE – JUEVES – 3ª – SEMANA DE ADVIENTO – C – Santa Adelaida

 

 

 


16 - DE DICIEMBRE – JUEVES –

3ª – SEMANA DE ADVIENTO – C –

Santa Adelaida

 

    Lectura del libro de Isaías (54,1-10):

 

    EXULTA, estéril, que no dabas a luz;

rompe a cantar, alégrate;

tú que no tenías dolores de parto:

porque la abandonada

tendrá más hijos que la casada —dice el Señor—.

    Ensancha el espacio de tu tienda,

despliega los toldos de tu morada,

no los restrinjas,

alarga tus cuerdas,

afianza tus estacas,

porque te extenderás de derecha a izquierda.

    Tu estirpe heredará las naciones

y poblará ciudades desiertas.

No temas, no tendrás que avergonzarte,

no te sientas ultrajada,

porque no deberás sonrojarte.

Olvidarás la vergüenza de tu soltería,

no recordarás la afrenta de tu viudez.

    Quien te desposa es tu Hacedor:

su nombre es Señor todopoderoso.

    Tu libertador es el Santo de Israel:

    se llama «Dios de toda la tierra».

    Como a una mujer abandonada y abatida

te llama el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada

—dice tu Dios—.

    Por un instante te abandoné,

pero con gran cariño te reuniré.

En un arrebato de ira,

por un instante te escondí mi rostro,

pero con amor eterno te quiero

—dice el Señor, tu liberador—.

    Me sucede como en los días de Noé:

juré que las aguas de Noé

no volverían a cubrir la tierra;

así juro no irritarme contra ti

ni amenazarte.

    Aunque los montes cambiasen

y vacilaran las colinas,

no cambiaría mi amor,

ni vacilaría mi alianza de paz

—dice el Señor que te quiere—.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 29

 

    R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

 

   V/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, sacaste mi vida del abismo,

me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

 

   V/. Tañed para el Señor, fieles suyos,

celebrad el recuerdo de su nombre santo;

su cólera dura un instante;

su bondad, de por vida;

al atardecer nos visita el llanto;

por la mañana el júbilo. R/.

 

   V/. Escucha, Señor, y ten piedad de mí;

Señor, socórreme.

Cambiaste mi luto en danzas.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,24-30):

 

    CUANDO se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:

    «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales.

    Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito:

    “Yo envío me mensajero delante de ti,

el cual preparará tu camino ante ti”.

    Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él».

    Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de dios para con ellos.

 

Palabra del Señor

 

     Adviento es tiempo de profetas. Todo profeta es capaz de responder las preguntas más difíciles que le hacemos al destino. Por ello, son imprescindibles.    Hoy, como en los tiempos de Jesús, siguen siendo una novedad tan rara que hay que salir al desierto para encontrarnos con ellos. El evangelio fija hoy nuestra mirada sobre el elogio de Jesús a Juan Bautista, el profeta-precursor. Ese elogio, además, recoge algunos de los rasgos que, según el Maestro, permiten reconocer al auténtico profeta.

·              Un profeta jamás se rebaja a ser una débil caña agitada por cualquier viento, ni se enfunda ostentosos ropajes de lujo. No es voluble ni cambiante, como una veleta o como las modas. No se viste jamás de esplendores y riquezas. La pobreza ha sido siempre el hábito permanente de la profecía. Porque ésta se acredita siempre sobre la roca de la fidelidad y de la insobornable libertad.

·              Juan es no sólo profeta sino más que profeta, por su condición de precursor de Jesús, el Esperado. Preceder es llegar antes, preparar el camino y, después, desaparecer. Juan Bautista cumple así los requisitos que, para siempre, validan el rango del verdadero profeta. No es ni un entrometido que estorbe; ni juega a deslumbrar o a centrar sobre sí mismo las miradas; tampoco se considera insustituible. Asume que, inmediatamente detrás de él, viene “el más importante”.

·              Su misión es señalar. Y hacerlo en la correcta dirección. Porque la corrupción de lo profético llega por dos olvidos: el de señalar hacia Dios, al que se debe anunciar y el de hacerlo ante los hombres a los que se debe servir. En realidad, Dios y el hombre están tan unidos que negar a uno de los dos es engaño. El oficio de Juan Profeta genera la espiritualidad de los “ojos abiertos” para verlo todo y reconocer en medio de la maraña de la realidad al Deseado.

·              La talla de Juan Bautista es enorme. Nadie, según Jesús, la supera, salvo los habitantes del Reino. Las medidas del mayor y del menor vienen ajustadas desde la relación con Jesús, aunque esto nunca lo hayan entendido los poderosos, los adinerados o los famosos de este mundo. Por esa razón, Juan no es un predicador cualquiera a quien se pueda dar largas con excusas. No todos lo entienden así. El evangelio termina relatando que prepararon los caminos para el encuentro del Señor...

 

     ¿Existen aún, en estos tiempos áridos de increencia, precursores auténticos? Hoy, el evangelio nos ayuda a no confundirlos. Ellos mantienen viva nuestra espera.

 

Santa Adelaida

 


 

Nace en el año 931 en la península Itálica, y el destino le lleva a convertirse en emperatriz, casada con el rey Lotario. Ya madre, queda viuda con dieciocho años. En su segundo matrimonio, también regio, sufre la cárcel y el destierro. Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Muere a las puertas del segundo milenio, en el año 999.

 

Vida de Santa Adela

Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.

Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.

Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.

Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta! ¡Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".

Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.

Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.

Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.

Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo, pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.

Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.

Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.

Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.

Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".

Cuando su hijo Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a mue el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad. ¡Que hermoso fuera que esto se hiciera realidad!

 

 

 

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