viernes, 17 de diciembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 - DE DICIEMBRE – DOMINGO – 4ª – SEMANA DE ADVIENTO – C – Santa Eva

 

 

 

19 - DE DICIEMBRE – DOMINGO –

4ª – SEMANA DE ADVIENTO – C –

Santa Eva

 

Lectura de la profecía de Miqueas (5,1-4):

 

Esto dice el Señor:

«Y tú, Belén Efratá,

pequeña entre los clanes de Judá,

de ti voy a sacar

al que ha de gobernar Israel;

sus orígenes son de antaño,

de tiempos inmemorables.

Por eso, los entregará

hasta que dé a luz la que debe dar a luz,

el resto de sus hermanos volverá

junto con los hijos de Israel.

Se mantendrá firme,

pastoreará con la fuerza del Señor,

con el dominio del nombre del Señor, su Dios;

se instalarán, ya que el Señor

se hará grande hasta el confín de la tierra.

Él mismo será la paz».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 79,2ac.3c.15-16.18-19

 

     R/. Oh Dios, restáuranos,

que brille tu rostro y nos salve.

 

Pastor de Israel, escucha,

tú que te sientas sobre querubines, resplandece;

despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios del universo, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate,

ven a visitar tu viña.

Cuida la cepa que tu diestra plantó,

y al hombre que tú has fortalecido. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,

al hombre que tú fortaleciste.

No nos alejaremos de ti:

danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

 

     Lectura de la carta a los Hebreos (10,5-10):

 

Hermanos:

Al entrar Cristo en el mundo dice:

«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,

pero me formaste un cuerpo; no aceptaste

holocaustos ni víctimas expiatorias.

Entonces yo dije:

He aquí que vengo —pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad».

Primero dice:

 «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.

Después añade:

«He aquí que vengo para hacer tu voluntad».

Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

 

Palabra de Dios

 

     Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45):

 

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

 

Palabra de Dios

 

¿Cómo vivir la Navidad?

 

Giotto, Visita de María a Isabel

 

Cuando falta poco para estas fiestas, las lecturas nos ofrecen tres ejemplos excelentes para vivir su sentido y un mensaje de esperanza.

El ejemplo de Isabel: alabanza, asombro, alegría (Lucas 1,39-45)

 

…En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

 

Aunque en el relato del evangelio la iniciativa es de María, poniéndose en camino hacia un pueblecito de Judá, los verdaderos protagonistas son Isabel, la única que habla, y Juan, el hijo que lleva en su seno. Es este el primero en reaccionar, antes que su madre. En cuanto oye el saludo de María (Lucas no cuenta qué palabras usó para saludar) da un salto en el seno de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.

Alabanza (“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”). El Antiguo Testamento recoge la alabanza de algunas mujeres, pero por motivos muy distintos. Yael es proclamada “bendita entre las mujeres” por haber asesinado a Sísara, general de los enemigos; Rut, por haber elegido a Booz, a pesar de no ser joven; Abigail, por haber impedido a David que se tomara la justicia por su mano; Judit, por haber matado a Holofernes y liberado a Israel; Sara, la esposa de Tobit, por haber abandonado a sus padres para venir a vivir con la familia de Tobías.

¿Qué ha hecho María para que Isabel la bendiga?

El relato de la anunciación lo deja claro: ha aceptado el plan de Dios (“he aquí la esclava del Señor”) y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Motivo más que suficiente de alabanza.

Asombro (“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”). La forma de expresarse Isabel, tan personal, recuerda lo que escribió san Pablo a los Gálatas a propósito de la muerte de Jesús: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Se deja en segundo plano el valor universal de la encarnación y de la muerte para destacar lo que significan para mí. 

La Navidad, celebrada año tras año durante siglos, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.

Alegría (“la criatura saltó de gozo en mi vientre”). Lucas termina por donde empezó: hablando de la reacción de Juan. Pero ahora añade que el salto en el vientre de su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. Los domingos anteriores han insistido en el tema de estar siempre alegres. Lo específico de este evangelio es que la alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo; ya que generalmente no lo tenemos tan presente como debiéramos, es este un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros.

El ejemplo de María: fe

Las palabras de Isabel, que comienzan con una alabanza de María y de Jesús, terminan con otra alabanza de María: “¡Dichosa tú que has creído!” Y esto debe hacernos pensar en la grandeza del misterio que celebramos. No es algo que se pueda entender con argumentos filosóficos ni demostrar científicamente. Es un misterio que exige fe. Para muchos, como decía el cardenal Newman, la fe es “la capacidad de soportar dudas”. Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las terribles pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe, ella se nos ofrece como modelo.

 

El ejemplo de Jesús: cumplir la voluntad de Dios (Hebreos 10,5-10)

 

En la mentalidad del pueblo, y de gran parte del clero de Israel, lo más importante en la relación con Dios era ofrecerle sacrificios de animales y ofrendas. En el fondo latía la idea de que Dios necesita alimentarse como los hombres. Los profetas, y también algunos salmistas, llevaron a cabo una dura crítica a esta mentalidad: lo que Dios quiere no es que le ofrezcan un buey o un cordero, sino que se cumpla su voluntad. Esta idea la recoge el autor de la Carta a los Hebreos y la pone en boca de Jesús (“Aquí estoy para hacer tu voluntad”), completándola con otra idea: los sacrificios de animales no tenían gran valor, había que repetirlos continuamente. En cambio, cuando Jesús se ofrece a sí mismo, su sacrificio es de tal valor que no necesita repetirse.

Los sacrificios de animales pretendían establecer la relación con Dios, sin conseguirlo plenamente.

El sacrificio de Jesús establece esa relación plena al santificarnos.

Al mismo tiempo, el ejemplo de Jesús nos enseña a poner el cumplimiento de la voluntad de Dios por encima de todo, de acuerdo con lo que repetimos a menudo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

 

Un anuncio (Miqueas 5,1-4)

 

Este breve oráculo del libro de Miqueas es famoso porque lo cita el evangelio de Mateo cuando los magos de Oriente preguntan dónde debía nacer el Mesías. El texto se dirige a personas que han vivido la terrible experiencia de la derrota a manos de los babilonios, el incendio de Jerusalén y del templo, la deportación, la desaparición de la dinastía davídica. La culpa, pensaban muchos, había sido de los reyes, los pastores, que no se habían comportado dignamente y habían llevado a cabo una política funesta. En medio del desánimo y el escepticismo, el profeta anuncia la aparición de un nuevo jefe, maravilloso, que extenderá su grandeza hasta los confines del mundo y procurará la paz y la tranquilidad a su pueblo. Pero no será como los monarcas anteriores, será un nuevo David. Por eso no nacerá en Jerusalén, sino en Belén.

 

Resumen

 

Lo que relaciona las lecturas de este domingo es la misión de Jesús y los frutos que produce.

La de Miqueas anuncia que su misión consistirá en ser jefe (pastor) de Israel, procurándole al pueblo la tranquilidad y la paz.

En la Carta a los Hebreos, su misión es cumplir la voluntad del Padre; gracias a eso ha restaurado nuestra relación con Dios, nos ha santificado.

En el evangelio, la misión no la lleva a cabo Jesús, sino María; su simple presencia provoca una reacción de alabanza, asombro y alegría en Isabel y Juan.

 

Santa Eva

 


Madre de todos los hombres, a pesar de traer el pecado al mundo junto con Adán, esta misma fue la "feliz culpa que nos mereció tan grande y buen redentor".

 

Vida de Santa Eva

Como dice el Génesis, en que aparece el nombre de Eva con su interpretación, Eva significa "Madre de todos los mortales". Es una gran distinción que la mujer, desde el principio, aparezca en la Biblia con un nombre que la ennoblece. No es pareja en este aspecto la fortuna de Adán, puesto que mantiene como nombre propio su nombre común, cuya forma es Adam y significa hijo de la tierra de labor, o incluso la misma tierra labrantía, la tierra roja. El nombre común de mujer, como dice la misma Biblia es Adama, pero Dios quiso honrarla con el nombre de Eva. Con ser tan significativo este nombre, no se ha extendido de forma considerable su uso hasta nuestros días, en que goza de popularidad.

Eva es la madre del género humano, por lo que ocupa un lugar muy importante en los libros sagrados en que se asientan los cimientos de nuestra cultura. En el inicio de la humanidad tenía que quedar explicado nuestro presente. Por eso la Biblia nos presenta a una primera mujer, Eva, que es el punto de partida de la mujer de hoy. Punto de partida de una humanidad que va con fuerza hacia delante, y en el que la mujer está recuperando el terreno perdido. Explica, pues, la Biblia en el Génesis, que "Adán dio nombres a todos los animales y a todas las aves del cielo, y a cada una de las bestias del campo; pero que no encontraba una compañera para él. Por lo que sumió el Señor Dios a Adán en un profundo sueño, y quedó dormido. Y tomó una de sus costillas y la rellenó de carne. Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, hizo una mujer y se la presentó a Adán, quien exclamó: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mis carnes. Ella se llamará Varona porque ha sido formada del varón." (Génesis, 2 20-23). Hay que decir que entre todas las mitologías que narran el origen del hombre y de la mujer, la historia bíblica de Eva es de las más bellas, de las que encierran un concepto más alto de la mujer. La Eva bíblica es, en efecto, incluido el relato de la manzana (interpretación simplificada de un mensaje más complejo), una mujer en plano de igualdad con el hombre, un modelo de mujer extraordinariamente atractivo en una época en que apenas se estaba iniciando su salida de la esclavización a que había sido sometida (no olvidemos que aún hoy en algunas culturas la condición de la mujer se acerca excesivamente a la esclavitud). De ahí que la figura de Eva haya sido altamente mitificada y se haya convertido en una de las imágenes más representadas en toda la historia de la pintura, y en un tema que no falta en ningún códice miniado.

Celebran su onomástica las que llevan el nombre de Eva el 19 de diciembre, en que la Iglesia conmemora a la idealizada madre de toda la humanidad, que bien se ganó la gloria del Paraíso.

 

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