sábado, 30 de julio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE AGOSTO – LUNES – 18 – SEMANA DEL T. O. – C – San Alfonso María de Ligorio

 

 


1 - DE AGOSTO – LUNES –

18 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Alfonso María de Ligorio

 

Lectura del libro de Jeremías (28,1-17):

 

Al principio del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente:

«Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, cogió y se llevó a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar –oráculo del Señor–, porque romperé el yugo del rey de Babilonia."»

El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo:

«Amén, así lo haga el Señor. Que el Señor cumpla tu profecía, trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: "Los profetas que nos precedieron, a ti y a mi, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. Cuando un profeta predecía prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor."»

Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo:

«Así dice el Señor: "Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años."»

El profeta Jeremías se marchó por su camino. Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra del Señor a Jeremías:

«Ve y dile a Ananías: "Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo haré un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré."»

El profeta Jeremías dijo a Ananías profeta:

«Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: "Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor."»

Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 118,29.43.79.80.95.102

 

R/. Instrúyeme, Señor, en tus decretos.

 

Apártame del camino falso,

y dame la gracia de tu voluntad. R/.

 

No quites de mi boca las palabras sinceras,

porque yo espero en tus mandamientos. R/.

 

Vuelvan a mi tus fieles

que hacen caso de tus preceptos. R/.

 

Sea mi corazón perfecto en tus leyes,

así no quedaré avergonzado. R/.

 

Los malvados me esperaban para perderme,

pero yo meditaba tus preceptos. R/.

 

No me aparto de tus mandamientos,

porque tú me has instruido. R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):

 

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.

Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:

«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»

Jesús les replicó:

«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»

Ellos le replicaron:

«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»

Les dijo:

«Traédmelos.»

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.

Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras.

Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Palabra del Señor

 

1.  Los estudiosos de los evangelios mejor documentados están de acuerdo en que este relato de la multiplicación de los panes es uno de los llamados "milagros-dádiva", como es el caso de la boda de Caná (Jn 2, 1-12) (G. Theissen).

Por supuesto, este hecho tiene una "explicación mítica" (D. F. Strauss).

La comida es la primera necesidad que el ser humano experimenta en cuanto viene a este mundo.  

Lo primero que el recién nacido hace, en cuanto viene a este mundo, es ponerse a mamar.  Lo cual es satisfacer una necesidad biológica básica indispensable.  Pero también entraña una necesidad psicológica que no podemos dejar al descubierto: la necesidad de recibir cariño y de dar cariño. La mamá y el hijo se funden en la unión que es plenitud de vida, de satisfacción, de felicidad.

 

2.  Por eso, la comida no tiene solo la función de saciar el hambre y reparar las fuerzas del cuerpo. La comida es también unión de personas, fusión de los sentimientos más hondos de la vida humana. De ahí que la comida -que es tan necesaria para vivir— puede ser fuente de felicidad o fuente de humillación.

Es felicidad compartir una comida con quien uno se encuentra a gusto.

Pero es humillación tener que ir a buscar un plato de comida que se me da como limosna.

Por eso las comidas de Jesús fueron siempre con otros, comidas compartidas, comidas de plena humanidad. Y eso es la base central de la eucaristía en la Iglesia. De ahí que haber trasladado la eucaristía de la mesa al altar, y haber hecho, del acto central de la felicidad humana, el acto central del ritual religioso ha sido desvirtuar lo que Jesús quiso y lo que nos dejó como mandato:  haced esto en memoria mía. Porque así es cómo recordamos a Jesús.

 

3.  La Iglesia, en los ss. III-IV, tuvo una expansión que se extendió por el Imperio como el contagio de una experiencia maravillosa en aquella época de angustia, cuando aquel Imperio se hundía.   

Como se ha dicho con tanta precisión, "debieron ser muchos los que experimentaron una sensación de desamparo:  los bárbaros urbanizados, los campesinos llegados a las ciudades en busca de trabajo, los soldados licenciados, los rentistas arruinados por la inflación y los esclavos manumitidos.  Para todas estas gentes, el entrar a formar parte de la comunidad cristiana debía de ser el único medio de conservar el respeto hacia sí mismo y dar a la propia vida algún sentido. 

Dentro de la comunidad se experimentaba el calor humano y se tenía la prueba de que alguien se interesa por nosotros en este mundo y en el otro" (E. R. Dodds).

Este fenómeno, aunque cambiaron las circunstancias, se prolongó en los siglos siguientes (Peter Brown).

Este tendría que ser el sentido de la eucaristía en este tiempo de crisis. Ahí estaría la "memoria de Jesús".

 

San Alfonso María de Ligorio

 


 

Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que insigne por el celo de las almas, por sus escritos, por su palabra y ejemplo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo libros, en especial sobre teología moral, en la que es considerado maestro, para fomentar la vida cristiana en el pueblo. Entre grandes dificultades fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente iletrada. Elegido obispo de santa Águeda de los Godos, se entregó de modo excepcional a esta misión, que dejaría quince años después, aquejado de graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera de’Pagani, en la Campania, aceptando grandes trabajos y dificultades.

 

 

Vida de San Alfonso María de Ligorio

 

 

Nació en Nápoles el año 1696; obtuvo el doctorado en ambos derechos recibió la ordenación sacerdotal e instituyó la Congregación llamada del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y a la publicación de diversas obras, sobre todo de teología moral, materia en la que es considerado un auténtico maestro. Fue elegido obispo de Sant’ Agata de’ Goti, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagami, cerca de Nápoles, el año 1787.

 

BIOGRAFIA

 

San Alfonso nació en Nápoles el 27 de Septiembre de 1696. Sus padres Don José de Liguori y Doña Ana Cavalieri eran de familias nobles y distinguidas.

Era un "niño prodigio" con gran facilidad para los idiomas, ciencias, arte, música y demás disciplinas. Empezó a estudiar leyes a los 13 años y a los 16 años presentó el examen de doctorado en derecho civil y canónico en la Universidad de Nápoles. A los 19 años ya era un abogado famoso.

 

Conversión

 

Según se cuenta, en su profesión como abogado no perdió ningún caso en 8 años, hasta que un día después de su brillante defensa, un documento demostró que él había apoyado (aunque sin saberlo), lo que era falso. Eso cambió su vida radicalmente.

Hizo un retiro en el convento de los lazaristas y se confirmó en la cuaresma de 1722. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente, en dos ocasiones oyó una voz que le decía: "abandona el mundo y entrégate a mí". Hizo voto de celibato y abandonó completamente su profesión. Muy pronto Dios le confirmó cuál era su voluntad.

Se fue a la iglesia Nuestra Señora de la Misericordia a pedir ser admitido en el oratorio. Su padre trató de impedirlo, pero al verlo tan decidido le dio permiso de hacerse sacerdote, pero con la condición de que se fuese a vivir a su casa. Alfonso aceptó, siguiendo el consejo de su director espiritual que era oratoriano.

Hizo los estudios sacerdotales en su casa. Fue ordenado sacerdote en 1726 a los 30 años. Los dos años siguientes se dedicó a los "vagos" de los barrios de las afueras de Nápoles.

 

La predica sencilla desde el corazón

 

En los comienzos del siglo XVIII combatió la prédica muy florida y el rigorismo jansenista en los confesionarios. El predicaba con sencillez. El santo decía a sus misioneros: "Emplead un estilo sencillo, pero trabajad a fondo vuestros sermones. Un sermón sin lógica resulta disperso y falto de gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más sencilla".

San Alfonso abandonó su casa paterna en 1729, a los 33 años y se fue de capellán a un seminario donde se preparaban misioneros para la China.

En 1730 el Obispo de Castellamare, el Monseñor Falcoia, invita a Alfonso a predicar unos ejercicios en un convento religioso en Scala. Este hecho tuvo grandes consecuencias, porque ayudó a discernir a las religiosas una revelación que tuvo la hermana María Celeste. El día de la transfiguración de 1731, las religiosas vistieron el nuevo hábito y empezaron la estricta clausura y vida de penitencia. Así comienza la Congregación de las Redentoristas.

En 1732 se despide de sus padres y vuelve a Scala, y con la ayuda y colaboración de un grupo de laicos, a los 36 años funda la Congregación del Santísimo Redentor, cuya primera casa perteneció al convento de las religiosas. San Alfonso era el superior inmediato y Monseñor Falcoia era el director general.

 

Grandes pruebas

 

Al poco tiempo comenzaron los problemas. La congregación se dividió entre los dos superiores. Al poco tiempo la hermana María Celeste se va a fundar otra congregación. A los 5 meses el santo se quedó solo con un hermano, pero más tarde se presentaron nuevos candidatos y se estableció en una casa más grande.

En 1734 funda otra casa en Villa degli Schiavi y se dedica a misionar allí. Su confesionario estaba siempre lleno. Trataba a sus penitentes como almas que era necesario salvar.

En 1737, se divulgan rumores sobre la casa de Villa degli Schiavi y San Alfonso decide suprimir esa fundación. Al año siguiente también cierra la casa de Scala.

Organizó misiones en Nápoles por 2 años a pedido del Cardenal Spinelli, arzobispo.

En 1743, al morir Mons. Falcoia, San Alfonso vuelve a ocuparse de su congregación como superior general y se encarga de redactar las constituciones. A pesar de la oposición de las autoridades españolas, los misioneros reorganizados fundan varias casas.

En 1748 San Alfonso publica en Nápoles la primera edición de su "Teología Moral". La segunda edición apareció entre los años 1753 y 1755.

En 1749 el papa Benedicto XIV aprobó la congregación y a partir de eso, el éxito fue enorme.

En 1750, los Jansenistas comienzan a divulgar que la devoción a la Santísima Virgen era una superstición. San Alfonso defiende a Nuestra Señora, publicando "Las Glorias de María".

 

San Alfonso era estricto, pero a la vez tierno y compasivo.

 

En el proceso de beatificación el P. Cajone dijo: "A mi modo de ver, su virtud característica era la pureza de intención. Trabajaba siempre y en todo, por Dios, olvidado de si mismo. En cierta ocasión nos dijo: 'Por la gracia de Dios, jamás he tenido que confesarme de haber obrado por pasión. Tal vez sea porque no soy capaz de ver a fondo en mi conciencia, pero, en todo caso, nunca me he descubierto ese pecado con claridad suficiente para tener que confesarlo' ". Esto es realmente admirable, teniendo en cuenta que San Alfonso era un Napolitano de temperamento apasionado y violento, que podía haber sido presa fácil de la ira, el orgullo y de la precipitación.

 

Obispo

 

A los 60 años fue elegido obispo de Sant' Agata de' Goti, diócesis pequeña con 30,000 habitantes, diecisiete casas religiosas y cuatrocientos sacerdotes entre los cuales había varios que no practicaban su ministerio sacerdotal o llevaban mala vida. Algunos celebraban la misa en 15 minutos. San Alfonso los suspendió "ipso facto", a no ser que se corrigiesen, y escribió un tratado sobre ese punto: "En el altar el sacerdote representa a Jesucristo, como dice San Cipriano. Pero muchos sacerdotes actuales, al celebrar la misa, parecen mas bien saltimbanquis que se ganan la vida en la plaza pública. Lo más lamentable es que aun los religiosos de ordenes reformadas, celebran la misa con tal prisa y mutilando tanto los ritos, que los mismos paganos quedarían escandalizados….Ver celebrar así el Santo Sacrificio es para perder la fe".

Poco tiempo después se desata en su diócesis una terrible epidemia que San Alfonso había profetizado 2 años antes. Se morían por millares. El santo, para ayudar a las víctimas, vendió todo lo que tenía y La Santa Sede le autoriza a usar fondos de la diócesis y contrae grandes deudas.

Sus esfuerzos por reformar la moralidad pública le trajo numerosos enemigos que lo amenazaron de muerte. Solía decir: "Cada obispo está obligado a velar por su propia diócesis. Cuando los que infringen la ley se vean en desgracia, arrojados de todas partes, sin techo y sin medios de subsistencia, entraran en razón y abandonaran su vida de pecado".

Dirigió la diócesis de Santa Agata por 19 años.

 

Y mas pruebas...

 

En Junio de 1767, sufre un terrible ataque de reumatismo que casi lo lleva a la muerte.

Al terminar de celebrar la misa el 21 de septiembre de 1774, San Alfonso se desmayó y quedó inconsciente por 24 horas. Cuando regresó en sí, dijo a los presentes: "Fui a asistir al Papa, que acaba de morir". El Papa Clemente XIV muere el 22 de Septiembre de 1774.

En 1775 San Alfonso pidió a Pío VI que le permitiera renunciar al gobierno de su sede. El Papa le concede teniendo en cuenta su enfermedad. San Alfonso se retiró ciego y sordo. Fue a pedir hospitalidad a sus hijos espirituales, en Nocera, cerca de Nápoles, pensando así acabar tranquilamente sus días.

En 1777, los Redentoristas son atacados de nuevo. El Santo sufre con paciencia muchas humillaciones a causa de la traición de Monseñor Testa que era Capellán del Rey. El Santo se vio excluido de la congregación que había fundado.

Dios le reservaba una prueba aún más dura. Entre 1784 y 1785, el santo atraviesa por un terrible periodo de "noche obscura del alma", sufre tentaciones sobre su fe y sus virtudes. Se ve abrumado por sus escrúpulos, temores y alucinaciones diabólicas. Le duró 18 meses, con intervalos de luz y reposo. A esto le siguió un periodo de éxtasis, profecías y milagros.

 

Gran escritor

 

Sus últimos 12 años de vida se dedicó a escribir, aumentando así sus obras ascéticas y teológicas. Sus más conocidos libros son: La Practica de amar a Jesucristo, la Preparación para la muerte, las Glorias de María.

La Teología Moralis fue una obra que influyó en la formación del clero hasta hace pocos años.

El santo murió 2 meses antes de cumplir 91 años, la noche del 31 de julio al 1 de agosto de 1787.

El Papa Pío VI en 1796 decreta la introducción de la causa de beatificación de Alfonso María Ligorio. La beatificación se da en 1816. Fue canonizado en 1839.

En 1871 fue declarado Doctor de la Iglesia y propuesto como patrono de los confesores y de los teólogos de moral.

 

(Fuente: corazones.org)

 

viernes, 29 de julio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 - DE JULIO – DOMINGO – 18 – SEMANA DEL T. O. – C – San Ignacio de Loyola

 


31 - DE JULIO – DOMINGO –

18 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Ignacio de Loyola

 

       Lectura del libro del Eclesiastés (1,2;2,21-23):

 

¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!

Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia.

Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?

De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

 

V/. Tú reduces el hombre a polvo,

diciendo: «Retornad, hijos de Adán».

Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;

una vela nocturna. R/.

 

V/. Si tú los retiras

son como un sueño,

como hierba que se renueva

que florece y se renueva por la mañana,

y por la tarde la siegan y se seca. R/.

 

V/. Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

Ten compasión de tus siervos. R/.

 

V/. Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Baje a nosotros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

 

       Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-5.9-11):

 

Hermanos:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.

¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.

 

Palabra de Dios

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

 

EN aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:

«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo:

«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».

Y les dijo:

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola:

«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:

“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”.

Y se dijo:

“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes.

Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.

Pero Dios le dijo:

“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.

Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

 

Palabra del Señor

 

Dos sabios ante la riqueza.


 

En un momento de grave crisis económica, cuando muchas familias no saben cómo llegarán al fin de mes, resulta irónico que el evangelio nos ponga en guardia contra el deseo de disfrutar de nuestra riqueza. Sin embargo, Lucas no escribía para millonarios, y algún provecho podían sacar de la enseñanza de Jesús incluso los miembros más pobres de su comunidad. Las dos lecturas de hoy coinciden en denunciar el carácter engañoso de la riqueza, pero Jesús añade una enseñanza válida para todos.

 

Una elección curiosa: la primera lectura            

 

En el Antiguo Testamento, la riqueza se ve a veces como signo de la bendición divina (casos de Abrahán y Salomón); otras, como un peligro, porque hace olvidarse de Dios y lleva al orgullo; los profetas la consideran a menudo fruto de la opresión y explotación; los sabios denuncian su carácter engañoso y traicionero. En esta última línea se inserta la primera lectura de hoy, que recoge dos reflexiones de Qohélet, el famoso autor del “Vanidad de vanidades, todo vanidad”.

La primera reflexión afirma que todo lo conseguido en la vida, incluso de la manera más justa y adecuada, termina, a la hora de la muerte, en manos de otro que no ha trabajado (probablemente piensa en los hijos).

 

¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet;

vanidad de vanidades, todo es vanidad!

Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,

y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.

También esto es vanidad y grave desgracia.          

 

La segunda se refiere a la vanidad del esfuerzo humano. Sintetizando la vida en los dos tiempos fundamentales, día y noche, todo lo ve mal.

 

Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?

De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.

También esto es vanidad.

 

Ambos temas (lo conseguido en la vida y la vanidad del esfuerzo humano) aparecen en la descripción del protagonista de la parábola del evangelio.

 

Petición, parábola y enseñanza (Lc 12,31-21)

 

En el evangelio de hoy podemos distinguir tres partes: el punto de partida, la parábola, y la enseñanza final.

 

El punto de partida

 

            En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:

             Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.

            Él le respondió:

             ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?

            Y les dijo:

             Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.

 

Si esa misma propuesta se la hubieran hecho a un obispo o a un sacerdote, inmediatamente se habría sentido con derecho a intervenir, aconsejando compartir la herencia y encontrando numerosos motivos para ello.

Jesús no se considera revestido de tal autoridad. Pero aprovecha para advertir del peligro de codicia, como si la abundancia de bienes garantizara la vida. Esta enseñanza la justifica, como es frecuente en él, con una parábola.

 

La parábola.

 

Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?”

Y se dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años.

Descansa, come, bebe, banquetea”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”

 

     A diferencia de Qohélet, Jesús no presenta al rico sufriendo, penando y sin lograr dormir, sino como una persona que ha conseguido enriquecerse sin esfuerzo; y su ilusión para el futuro no es aumentar su capital de forma angustiosa sino descansar, comer, beber y banquetear.

Pero el rico de la parábola coincide con el de Qohélet en que, a la larga, ninguno de los dos podrá conservar su riqueza. La muerte hará que pase a los descendientes o a otra persona.

 

La enseñanza final. Si todo terminara aquí, podríamos leer los dos textos de este domingo como un debate entre sabios.

            Qohélet, aparentemente pesimista (todo lo obtenido es fruto de un duro esfuerzo y un día será de otros) resulta en realidad optimista, porque piensa que su discípulo dispondrá de años para gozar de sus bienes.

            Jesús, aparentemente optimista (el rico se enriquece sin mayor esfuerzo), enfoca la cuestión con un escepticismo cruel, porque la muerte pone fin a todos los proyectos.

            Pero la mayor diferencia entre Jesús y Qohélet la encontramos en la última frase.

 

            Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.

 

Frente al mero disfrute pasivo de los propios bienes (Qohélet), Jesús aconseja una actitud práctica y positiva: enriquecerse a los ojos de Dios. Más adelante, sobre todo en el capítulo 16, dejará claro Lucas cómo se puede hacer esto: poniendo sus bienes al servicio de los demás.

 

Jesús y el Banco Central Europeo

 

El BCE, en su intento de frenar la inflación, ha decidido subir los tipos de interés para que no invirtamos ni gastemos más de lo preciso. Jesús, en cambio, nos invita a invertir, pero de forma muy distinta, enriqueciéndonos a los ojos de Dios. Las posibilidades son múltiples, recuerdo una sola. Las ONG que trabajan en África y otros países del Tercer Mundo recuerdan a menudo lo mucho que se puede hacer a nivel alimenticio, sanitario, educativo, con muy pocos euros. Quienes no corren peligro, como el protagonista de la parábola, de disfrutar de enormes riquezas, pueden aprovechar lo que tienen, incluso poco, para hacer el bien y enriquecerse a los ojos de Dios.

 

San Ignacio de Loyola

 


 

Nació en el año 1491 en Loyola, en las provincias vascongadas; su vida transcurrió primero entre la corte real y la milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compañeros con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús.

Ejerció un fecundo apostolado con sus escritos y con la formación de discípulos, que habían de trabajar intensamente por la reforma de la Iglesia.

Murió en Roma en 1556.

 

Íñigo López Sánchez, quien adoptaría el nombre de Ignacio, nació en 1491 en el castillo de Loyola junto a la aldea vasca llamada Azpeitia. Fue caballero al servicio de Carlos I de España y V de Alemania, "hombre dado a las vanidades del mundo", "con un grande y vano deseo de ganar honra" (Autobiografía, 1). Herido en 1521 por una bala de cañón cuando defendía la fortaleza de Pamplona, fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de una pierna.

Durante su convalecencia, al no encontrar libros de caballería se dedicó a leer una vida de Cristo y las vidas de los santos.

Cuenta él mismo que "cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos, no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aún después de dejado, quedaba contento y alegre". (Autobiografía, 8). Esta experiencia lo conduciría a la conversión.

Su primera decisión fue ir a Jerusalén como peregrino. Una vez curado se dirigió a pie a la abadía benedictina de Nuestra Señora de Montserrat cercana a Barcelona. Allí, ante la imagen de María con el Niño Jesús, veló una noche entera y dejó sus armas de caballero para dirigirse a Manresa, pequeño poblado de Cataluña donde permaneció de marzo de 1522 a febrero de 1523 viviendo una experiencia de Dios que alcanzó su momento más luminoso junto al río Cardoner: "Y estando allí sentado se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas". (Autobiografía, 30). Él mismo consignaría su experiencia en el libro de los "Ejercicios Espirituales".

Después de pasar el año 1523 en Jerusalén buscando las huellas de Jesús, a quien quería "conocer mejor, para imitarlo y seguirlo", a su regreso se dedicó a estudiar gramática y letras en Barcelona y Alcalá. Pronto tuvo que afrontar dificultades y fue solicitado por la Inquisición en Salamanca, donde fue interrogado y declarado inocente. En febrero de 1528 llegó a París para estudiar en La Sorbona, donde en marzo de 1533 obtuvo el grado de Maestro en Artes, que según la titulación universitaria lo autorizaba para enseñar filosofía y teología. Desde entonces latinizó su nombre firmando como "Ignatius".

En París compartió un cuarto con dos estudiantes: Pedro Fabro, de Saboya, y Francisco Javier, de Navarra, ambos con 23 años. Se hicieron amigos y pronto Fabro, designado como su tutor de estudios, compartiría su deseo de llevar una vida austera en seguimiento de Cristo. Otro tanto sucedió con Javier, joven de gran ambición en quien hizo mella una frase de Jesús que le repetía Ignacio con frecuencia: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?". (Mateo 16,26). Otros estudiantes se unieron al proyecto: el portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban juntos, discutían sobre la vida cristiana y hablaban de "cosas de Dios". Ignacio les comunicaba lo que había experimentado, principalmente en Manresa, y suscitaba en ellos el deseo de buscar a Dios.

Fortalecidos por su experiencia espiritual, los siete amigos deciden lo que van a hacer: servir como sacerdotes, si es posible en Jerusalén, o si no irán a Roma para presentarse ante el Papa "a fin de que él los envíe a donde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas". Se dan un año como plazo, desde cuando se encuentren en Venecia. El 15 de agosto de 1534 en París, en la capilla de Montmartre, sellan su proyecto con voto solemne en una misa presidida por Fabro, ordenado el 30 de mayo.

Ignacio enferma en 1535 y va a recuperarse en su tierra natal. La cita en Venecia se aplaza entonces para comienzos de 1537. Mientras tanto el grupo aumenta con los franceses Claudio Jay, Pascasio Broet y Juan Bautista Codure. Restablecido Ignacio, el 8 de enero de 1537 se encuentran en Venecia, donde el 24 de junio son ordenados sacerdotes los que aún no lo eran. La guerra con los turcos dificulta el viaje, y mientras esperan a embarcarse trabajan pastoralmente y se designan "Compañía de Jesús". Desde entonces añaden a sus nombres las iniciales S.J. (Societatis Jesu, en latín).

Como no parte ningún barco se dirigen a Roma, donde se encuentran en la Pascua de 1538. Ignacio llega con Laínez y Fabro hacia mediados de noviembre de 1537. A 15 kilómetros de Roma, en la capilla de La Storta, Ignacio "sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo, que no se atrevería a dudar de esto..." (Autobiografía, 96). A sus compañeros les dijo: "He visto a Cristo con su cruz a cuestas y a su lado al Padre Eterno que le decía a su Hijo: 'quiero que tomes a éste como servidor', y Jesús me dijo: 'quiero que nos sirvas' ".

Los compañeros son recibidos por el Papa en noviembre de 1538 y se ofrecen para cualquier misión que les confíe. Y siendo de países tan diferentes, se hacen esta reflexión: “más vale que permanezcamos de tal manera unidos y ligados en un solo cuerpo, que ninguna separación física, por grande que sea, nos pueda separar”. Deciden por ello formar una nueva orden religiosa, cuya primera "Fórmula del Instituto" es sometida a la consideración de Paulo III, quien el 27 de septiembre de 1540 firma la bula o documento pontificio de aprobación. El 17 de abril de 1541, después de haber rechazado dos veces el voto unánime de sus compañeros, Ignacio acepta el cargo de Prepósito (del latín: puesto delante como guía) General. El 22 de abril los compañeros hacen votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia, y otro voto especial de obediencia al Papa para las misiones que les confíe.

En 1541 Ignacio fija su residencia en una vieja casa situada en el centro de Roma frente a una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Estrada. La Compañía de Jesús recibe la responsabilidad de la parroquia, e Ignacio se instala en tres pequeñas piezas cercanas al presbiterio. Su principal trabajo allí fue la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús, lo cual hizo hasta su muerte, siempre en proceso de incorporar las observaciones de sus compañeros y las nuevas experiencias. Su libro de los Ejercicios Espirituales fue aprobado y recomendado por el Papa Paulo III el 31 de julio de 1548.

El 21 de julio de 1550 la Compañía de Jesús obtiene del Papa Julio III su confirmación como orden religiosa, mediante la bula aprobatoria de una segunda Fórmula del Instituto, con un texto ampliado. Las misiones se multiplican en Europa, Asia, África y América.

El Papa envía a algunos teólogos jesuitas al Concilio de Trento, convocado para tratar los puntos de discusión suscitados con motivo del cisma protestante. Ignacio funda instituciones educativas, casas para catecúmenos judíos y mahometanos, un refugio para mujeres errantes, y organiza colectas para los pobres y los prisioneros.

A comienzos de julio de 1556, una fatiga extrema lo obliga a descansar y muere al amanecer del 31 del mismo mes, a los 65 años. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba en el mundo con 1036 jesuitas, unos sacerdotes y otros hermanos, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), y con 92 casas de las que 33 correspondían a obras educativas. Fue canonizado como santo por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, con Francisco Javier y Teresa de Ávila. Sus restos reposan en Roma, en la Iglesia del Gesú.