6 - DE JULIO
– MIERCOLES –
14 – SEMANA
DEL T. O. – C –
Santa María
Goretti
Lectura de la profecía de Oseas (10,1-3.7-8.12):
Israel era una
viña frondosa, y daba fruto: cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus
altares; cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos erigía. Tiene el
corazón dividido, ahora lo expiará: él mismo destruirá sus altares, abatirá sus
estelas.
Ahora dicen:
«No tenemos rey, no respetamos al Señor,
¿qué podrá hacernos el rey?»
Desaparece Samaria, y su rey, como espuma
sobre la superficie del agua. Son destruidos los altozanos de los ídolos, el
pecado de Israel.
Cardos y abrojos crecen sobre sus
altares; gritan a los montes:
«Cubridnos», a los collados:
«Caed sobre nosotros.»
Sembrad justicia y cosecharéis misericordia.
Roturad un campo, que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y llueva
sobre vosotros la justicia.
Palabra de Dios
Salmo: 104
R/. Buscad continuamente el rostro del Señor
Cantadle al
son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.
Recurrid al
Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.
¡Estirpe de
Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(10,1-7):
En aquel
tiempo, Jesús llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar
espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Éstos son los nombres de los doce
apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el
Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano;
Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo
entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas
instrucciones:
«No vayáis a tierra de gentiles, ni
entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de
Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»
Palabra de Dios
1. El capítulo 10 del evangelio de Mateo presenta el segundo gran discurso
de Jesús.
El primer discurso, el del sermón del monte (cap. 5-7), trata
principalmente de las relaciones mutuas entre los seres humanos; el segundo
discurso, se refiere a la misión de los discípulos, que el mismo Jesús ha
elegido.
Mateo ha preparado este nuevo discurso -como hemos visto en el evangelio de ayer- hablando de la misión del propio Jesús, que iba de pueblo en pueblo, anunciando la llegada del reinado de Dios y curando enfermos y aliviando penas, al tiempo que el mismo Jesús se quejaba de la escasez de obreros para la inmensa tarea que urgía realizar.
- ¿De qué tarea se trata? O sea,
- ¿qué pensaba Jesús de la tarea que debían realizar aquellos discípulos
que él mismo había elegido y designado?
2. Jesús no los envió a una tarea o misión universal. Todo se tenía que
concentrar en las "ovejas descarriadas de Israel".
Jesús no los envió tampoco a una misión religiosa o sagrada. No les habla
de templo, ni de culto sagrado, ni de rituales o normas litúrgicas.
Su destino es anunciar que se acerca el Reino (reinado) de Dios. Se trata
de decirle a la gente que se acerca el momento en que Dios va a ser el que
reina, el que determina lo que tenemos que hacer los humanos: hacer lo que Dios
quiere.
Por otra parte -y, sobre todo- aquel grupo de "los Doce" no se iba a
perpetuar, es decir aquello no era una especie de pequeño grupo dirigente.
Cuando se suicidó Judas, eligieron a Matías para completar el número de
doce (Hech 1, 15-26). Pero este número de "los doce" duró hasta que
vino el Espíritu en Pentecostés. Después, los que fueron muriendo de aquellos
doce, nunca fueron cargos renovados. Hasta que se extinguieron.
La Iglesia nunca tuvo conciencia de que aquellos doce hombres se tenían que
mantener.
El origen del episcopado y de los obispos, como "sucesores de los
apóstoles", es una idea que se fijó en el s. III (Y. Congar, J. A.
Estrada).
3. A estos discípulos, Jesús les dio "autoridad". Ellos prolongan
la autoridad que tuvo Jesús para anunciar el reinado de Dios y curar enfermos
(Mt 7,29; 9,6. 8).
Jesús los envía a expulsar demonios (que era una forma de indicar en aquel
tiempo algunas enfermedades) (O. Bócher) (Mt 4, 23-24; 8, 1-4. 5-13. 14-16; 9,
1-8...) y a curar enfermedades y dolencias (Mt 4, 23-24; 8, 1-4, etc.).
La misión de estos discípulos, tal como la presenta Mateo, era reformar la
religión de Israel, dándole otra orientación: una religión no centrada en el
templo, el culto y los sacerdotes, sino en:
1) Presentar una nueva imagen de Dios, el Padre de bondad y misericordia.
2) Un nuevo proyecto, el reinado de Dios.
3) Fomentar una nueva conciencia ética, las relaciones más profundamente
humanas (sermón del monte).
4) Mejorar la situación del pueblo oprimido, aliviando sus males, dolencias
y opresiones.
Este proyecto tendría que ser la base del proyecto y de la misión de la
Iglesia en el mundo.
Santa María
Goretti
Santa María
Goretti, virgen y mártir, que, en una época infantil dura, donde se vio en la
necesidad de ayudar a su madre en las labores de la casa, distinguiéndose ya
por su piedad, cuando no contaba más que doce años murió en defensa de su
castidad a causa de las heridas que le produjo con un punzón un joven que
intentaba violarla cuando estaba sola en su casa, cercana a la localidad de
Nettuno, en el Lacio, de Italia.
Vida
de Santa María Goretti
María nació el
16 de octubre de 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona, Italia. Hija de Luigi
Goretti y Assunta Carlini, tercera de siete hijos de una familia pobre de
bienes terrenales pero rica en fe y virtudes, cultivadas por medio de la
oración en común, rosario todos los días y los domingos Misa y sagrada
Comunión. Al día siguiente de su nacimiento fue bautizada y consagrada a la
Virgen. A los seis años recibirá el sacramento de la Confirmación.
Después del
nacimiento de su cuarto hijo, Luigi Goretti, por la dura crisis económica por
la que atravesaba, decidió emigrar con su familia a las grandes llanuras de los
campos romanos, todavía insalubres en aquella época.
Se instaló en
Ferriere di Conca, poniéndose al servicio del conde Mazzoleni, es aquí donde
María muestra claramente una inteligencia y una madurez precoces, donde no
existía ninguna pizca de capricho, ni de desobediencia, ni de mentira. Es
realmente el ángel de la familia.
Tras un año de
trabajo agotador, Luigi contrajo una enfermedad fulminante, el paludismo, que
lo llevó a la muerte después de padecer diez días. Como consecuencia de la
muerte de Luigi, Assunta tuvo que trabajar dejando la casa a cargo de los
hermanos mayores. María lloraba a menudo la muerte de su padre, y aprovecha
cualquier ocasión para arrodillarse delante de su tumba, para elevar a Dios sus
plegarias para que su padre goce de la gloria divina.
Junto a la
labor de cuidar de sus hermanos menores, María seguía rezando y asistiendo a
sus cursos de catecismo. Posteriormente, su madre contará que el rosario le
resultaba necesario y, de hecho, lo llevaba siempre enrollado alrededor de la
muñeca. Así como la contemplación del crucifijo, que fue para María una fuente
donde se nutría de un intenso amor a Dios y de un profundo horror por el
pecado.
Amor
intenso al Señor
María desde
muy chica anhelaba recibir la Sagrada Eucaristía. Según era costumbre en la
época, debía esperar hasta los once años, pero un día le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión? Quiero a Jesús. -¿Cómo vas a tomarla, si no
te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, no tenemos dinero para comprarte
el vestido, los zapatos y el velo, y no tenemos ni un momento libre. -¡Pues
nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús! -Y, ¿qué
quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como una pequeña
ignorante.
Ante estas
condiciones, María se comenzó a preparar con la ayuda de una persona del lugar,
y todo el pueblo la ayuda proporcionándole ropa de comunión. De esta manera, recibió
la Eucaristía el 29 de mayo de 1902.
La comunión
constante acrecienta en ella el amor por la pureza y la anima a tomar la
resolución de conservar esa angélica virtud a toda costa. Un día, tras haber
oído un intercambio de frases deshonestas entre un muchacho y una de sus
compañeras, le dice con indignación a su madre: -Mamá, ¡qué mal habla esa niña!
-Procura no tomar parte nunca en esas conversaciones. -No quiero ni pensarlo,
mamá; antes que hacerlo, preferiría...Y la palabra morir queda entre sus labios.
Un mes después, sucedería lo que ella sentenció.
Pureza
eterna
Al entrar al
servicio del conde Mazzoleni, Luigi Goretti se había asociado con Giovanni
Serenelli y su hijo Alessandro. Las dos familias viven en apartamentos
separados, pero la cocina es común. Luigi se arrepintió enseguida de aquella
unión con Giovanni Serenelli, persona muy diferente de los suyos, bebedor y
carente de discreción en sus palabras.
Después de la
muerte de Luigi, Assunta y sus hijos habían caído bajo el yugo despótico de los
Serenelli, María, que ha comprendido la situación, se esfuerza por apoyar a su
madre: -Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta con que
el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y
seguiremos luchando!
Desde la
muerte de su marido, Assunta siempre estuvó en el campo y ni siquiera tiene
tiempo de ocuparse de la casa, ni de la instrucción religiosa de los más
pequeños.
María se
encarga de todo, en la medida de lo posible. Durante las comidas, no se sienta
a la mesa hasta que no ha servido a todos, y para ella sirve las sobras. Su
obsequiosidad se extiende igualmente a los Serenelli. Por su parte, Giovanni,
cuya esposa había fallecido en el hospital psiquiátrico de Ancona, no se
preocupa para nada de su hijo Alessandro, joven robusto de diecinueve años,
grosero y vicioso, al que le gusta empapelar su habitación con imágenes
obscenas y leer libros indecentes. En su lecho de muerte, Luigi Goretti había
presentido el peligro que la compañía de los Serenelli representaba para sus
hijos, y había repetido sin cesar a su esposa: -Assunta, regresa a Corinaldo!
Por desgracia Assunta está endeudada y comprometida por un contrato de arrendamiento.
Después de
tener mayor contacto con la familia Goretti, Alessandro comenzó a hacer
proposiciones deshonestas a la inocente María, que en un principio no
comprende.
Más tarde, al
adivinar las intenciones perversas del muchacho, la joven está sobre aviso y
rechaza la adulación y las amenazas. Suplica a su madre que no la deje sola en
casa, pero no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues
Alessandro la ha amenazado: -Si le cuentas algo a tu madre, te mato. Su único
recurso es la oración. La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a
su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo
considera un capricho y no concede ninguna importancia a aquella reiterada
súplica.
El 5 de julio,
a unos cuarenta metros de la casa, están trillando las habas en la tierra.
Alessandro lleva un carro arrastrado por bueyes. Lo hace girar una y otra vez
sobre las habas extendidas en el suelo. Hacia las tres de la tarde, en el
momento en que María se encuentra sola en casa, Alessandro dice:
-"Assunta, ¿quiere hacer el favor
de llevar un momento los bueyes por mí?" Sin sospechar nada, la mujer lo
hace. María, sentada en el umbral de la cocina, remienda una camisa que
Alessandro le ha entregado después de comer, mientras vigila a su hermanita
Teresina, que duerme a su lado.
-"¡María!, grita Alessandro. - ¿Qué
quieres? -Quiero que me sigas. - ¿Para qué? - ¡sígueme!
-Si no me dices lo que quieres, no te
sigo".
Ante semejante
resistencia, el muchacho la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta
la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero el ruido no llega hasta el
exterior. Al no conseguir que la víctima se someta, Alessandro la amordaza y
esgrime un puñal. María se pone a temblar, pero no sucumbe. Furioso, el joven
intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María se deshace de la mordaza y
grita:
-No hagas eso, que es pecado... Irás al
infierno.
Poco cuidadoso
del juicio de Dios, el desgraciado levanta el arma:
-Si no te dejas, te mato.
Ante aquella
resistencia, la atraviesa a cuchilladas. La niña se pone a gritar:
- ¡Dios mío! ¡Mamá!, y cae al suelo.
Creyéndola
muerta, el asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla
gemir de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez
de parte a parte; después, sube a encerrarse a su habitación.
María recibió
catorce heridas graves y quedó inconsciente. Al recobrar el conocimiento, llama
al señor Serenelli: -¡Giovanni! Alessandro me ha matado... Venga. Casi al mismo
tiempo, despertada por el ruido, Teresina lanza un grito estridente, que su
madre oye. Asustada, le dice a su hijo Mariano: -Corre a buscar a María; dile
que Teresina la llama.
En aquel
momento, Giovanni Serenelli sube las escaleras y, al ver el horrible
espectáculo que se presenta ante sus ojos, exclama: - ¡Assunta, y tú también,
Mario, venid! . Mario Cimarelli, un jornalero de la granja, trepa por la
escalera a toda prisa. La madre llega también: - ¡Mamá!, gime María. - ¡Es
Alessandro, que quería hacerme daño! Llaman al médico ya los guardias, que
llegan a tiempo para impedir que los vecinos, muy excitados, den muerte a
Alessandro en el acto.
Sufrimiento
redentor
Al llegar al
hospital, los médicos se sorprendieron de que la niña todavía no haya sucumbido
a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón
izquierdo, el diafragma y el intestino. Al diagnosticar que no tiene cura,
llamaron al capellán. María se confiesa con toda claridad. Luego, durante dos
horas, los médicos la cuidaron sin dormirla.
María no se
lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la santísima
Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consiguió que le permitan permanecer a
la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla: -Mamá, querida
mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?
En un momento,
María le dice a su mamá: -Mamá, dame una gota de agua. -Mi pobre María, el
médico no quiere, porque sería peor para ti. Extrañada, María sigue diciendo:
- ¿Cómo es posible que no pueda beber ni
una gota de agua? Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que también
había dicho ¡Tengo sed!, y entendió.
El sacerdote
también está a su lado, asistiéndola paternalmente. En el momento de darle la
Sagrada Comunión, le preguntó: -María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino?
Ella le respondió: -Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él
también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo
perdone, porque yo ya lo he perdonado.
Pasando por
momentos análogos por los que pasó el Señor Jesús en la Cruz, María recibió la
Eucaristía y la Extremaunción, serena, tranquila, humilde en el heroísmo de su
victoria. Después de breves momentos, se le escucha decir: "Papá".
Finalmente, María entra en la gloria inmensa de la Comunión con Dios Amor. Es
el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde.
La
conversión de Alessandro
En el juicio,
Alessandro, aconsejado por su abogado, confesó: -"Me gustaba. La provoqué
dos veces al mal, pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que
debía utilizar". Por ello, fue condenado a 30 años de trabajos forzados.
Aparentaba no sentir ningún remordimiento del crimen tanto así que a veces se
le escuchaba gritar:
-"¡Anímate, Serenelli, dentro de
veintinueve años y seis meses serás un burgués!". Sin embargo, unos años
más tarde, Mons. Blandini, Obispo de la diócesis donde está la prisión, decide
visitar al asesino para encaminarlo al arrepentimiento. -"Está perdiendo
el tiempo, monseñor -afirma el carcelero-, ¡es un duro!"
Alessandro
recibió al obispo refunfuñando, pero ante el recuerdo de María, de su heroico
perdón, de la bondad y de la misericordia infinitas de Dios, se deja alcanzar
por la gracia. Después de salir el Prelado, llora en la soledad de la celda,
ante la estupefacción de los carceleros.
Después de
tener un sueño donde se le apareció María, vestida de blanco en los jardines
del paraíso, Alessandro, muy cuestionado, escribió a Mons. Blandino:
"Lamento sobre todo el crimen que cometí porque soy consciente de haberle
quitado la vida a una pobre niña inocente que, hasta el último momento, quiso
salvar su honor, sacrificándose antes que ceder a mi criminal voluntad. Pido
perdón a Dios públicamente, ya la pobre familia, por el enorme crimen que
cometí. Confío obtener también yo el perdón, como tantos otros en la
tierra". Su sincero arrepentimiento y su buena conducta en el penal le
devuelven la libertad cuatro años antes de la expiración de la pena. Después,
ocupará el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una
conducta ejemplar, y será admitido en la orden tercera de san Francisco.
Gracias a su
buena disposición, Alessandro fue llamado como testigo en el proceso de beatificación
de María. Resultó algo muy delicado y penoso para él, pero confesó: "Debo
reparación, y debo hacer todo lo que esté en mi mano para su glorificación.
Toda la culpa es mía. Me dejé llevar por la brutal pasión. Ella es una santa,
una verdadera mártir. Es una de las primeras en el paraíso, después de lo que
tuvo que sufrir por mi causa".
En la Navidad
de 1937, Alessandro se dirigió a Corinaldo, lugar donde Assunta Goretti se
había retirado con sus hijos. Lo hace simplemente para hacer reparación y pedir
perdón a la madre de su víctima. Nada más llegar ante ella, le pregunta
llorando. -"Assunta, ¿puede perdonarme? -Si María te perdonó -balbucea-,
¿cómo no voy a perdonarte yo?" El mismo día de Navidad, los habitantes de
Corinaldo se ven sorprendidos y emocionados al ver aproximarse a la mesa de la
Eucaristía, uno junto a otro, a Alessandro y Assunta.
(Fuente:
aciprensa.com)
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