20 - DE
JULIO – MIERCOLES –
16 – SEMANA
DEL T. O. – C –
San Elías
profeta
Comienzo
del profeta Jeremías (1,1.4-10):
Palabras
de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot,
territorio de Benjamín.
Recibí esta palabra del
Señor:
«Antes de formarte en el
vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te
nombré profeta de los gentiles.»
Yo repuse:
«¡Ay, Señor mío! Mira
que no sé hablar, que soy un muchacho.»
El Señor me contestó:
«No digas: "Soy un
muchacho", que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás.
No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte.»
Oráculo del Señor.
El Señor extendió la
mano y me tocó la boca; y me dijo:
«Mira: yo pongo mis
palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y
arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.»
Palabra de
Dios
Salmo: 70
R/. Mi boca contará tu
salvación, Señor
A ti,
Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.
Sé tú mi
roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
Porque
tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca
contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (13,1-9):
Aquel
día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente
que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la
orilla.
Les habló mucho rato en
parábolas:
«Salió el sembrador a
sembrar.
Al sembrar, un poco cayó
al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en
terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era
profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta
de raíz se secó.
Otro poco cayó entre
zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra
buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga
oídos que oiga.»
Palabra del
Señor
1. Se ha dicho con razón que "los sermones reflejan los problemas de cada época y de cada predicador" (Ulrich Luz). Por eso tenía razón Lutero cuando decía que esta parábola le parecía bastante terrible (satis terribilis). ¡Solo oír a contadas personas produce fruto el Evangelio! ¡Solo una cuarta parte se salva!
"La culpa no está en el sembrador, sino en el terreno... es decir, en el que se descuida" (Juan Crisóstomo).
Todo esto —es verdad— se puede afirmar.
Pero el problema, en este momento, es más complejo.
2. Si sembrar la palabra de forma que diera fruto, ya era difícil en tiempos Jesús, en nuestro tiempo resulta una tarea mucho más complicada que entonces. Porque vivimos integrados en un sistema (el sistema capitalista) que ha impuesto un modo de "acción comunicativa" (J. Habermas) toda ella orientada en función del beneficio (económico-político).
Por eso, porque nos han condicionado para que interese solo el beneficio, la comunicación propiamente tal se ha cortado. Los mensajes que recibimos, los aceptamos o rechazamos en función del beneficio. Porque el sistema nos ha programado para ese solo interés.
3. En tales condiciones, la palabra religiosa (propiamente tal) ha quedado desplazada de nuestro sistema de comunicación y de la "acción comunicativa".
En la enseñanza, por lo general, la religión no interesa. Y la catequesis es asimilada por los niños hasta que hacen la primera comunión. Las homilías -salvo excepciones- se oyen de forma convencional y "para cumplir", el que predica y el que oye. Sin que, por tales discursos, se modifique la vida y la conducta de los oyentes.
Cuando el Papa o los obispos hablan, son
escuchados si dicen cosas estridentes, que pueden ser noticia en los medios. Si
no dicen algo de eso, casi nadie les presta atención.
4. El discurso religioso puede dar algún fruto, en estos tiempos, solamente cuando la persona que habla vive de tal forma que, de la manera que sea, se sitúa al margen del sistema. Solamente en la medida en que nos situamos al margen de los intereses del sistema, en esa misma medida la palabra que decimos se convierte en semilla que puede dar fruto.
A demasiados sembradores de la Palabra
se les ve demasiado integrados en el sistema. Por eso hacen estéril la semilla.
Y es que los sembradores de la semilla y
el Evangelio no siempre se llevan bien.
San Elías profeta
Conmemoración de san Elías Tesbita,
profeta del Señor en tiempo de Ajab y Ococías, reyes de Israel, que defendió
los derechos del único Dios ante el pueblo infiel a su Señor, con tal valor que
prefiguró no sólo a Juan Bautista sino al mismo Cristo. No dejó oráculos
escritos, pero se le ha recordado siempre fielmente, sobre todo en el Monte
Carmelo.
Vida
de San Elías profeta
Cuando
sucedió, allá en el monte llamado Tabor, la Transfiguración de Jesucristo ante
los tres discípulos predilectos Pedro, Juan y Santiago, dejándoles ver por un
momento su Gloria, allá apareció Elías entre los invitados junto a otro
peregrino de la montaña que se llamaba Moisés; los discípulos los veían
conversando familiarmente con Cristo; entre los tres comentaban cosas sobre los
acontecimientos de la próxima Pasión.
Ya sabían
cosas de él; las habían escuchado con frecuencia en la sinagoga de los sábados;
incluso los más viejos del lugar afirmaban que en los últimos tiempos se
hablaba de Elías más que en otras épocas; no hacía mucho, la gente llegó a
confundir a aquel Bautista que realizaba su carismática predicación en el río
Jordán con Elías; los mismos príncipes de los sacerdotes habían mandado a unos
comisionados para que investigaran si Juan era el Mesías tan esperado y, al
obtener una respuesta negativa, intuyeron que se trataba de alguna otra persona
importante y hasta le preguntaron si era una especie de reencarnación de Elías
o una aparición suya, puesto que se hablaba de que el gran profeta tendría que
venir en los tiempos últimos.
¿Qué
quién fue este personaje?
Los judíos de
todos los lugares conocían bien sus portentosas obras que fueron parte de su
misión. Había nacido en torno al año 900 antes de Cristo, cuando ya se había
consumado la división cismática político-religiosa del Pueblo de Dios que quedó
seccionado en el Reino del Norte -con capital en Samaría- y el Reino del Sur
-con capital en Jerusalén-, después de la asamblea que tuvieron en el 931, en
Siquén. En el reino del norte se llama desde entonces Israel y el del sur Judá.
Cuando Elías ejerce su profetismo por encargo de Dios, reina en Israel Ajab;
pero se ha casado con la cruel Jezabel, hija de Ittobaal el rey de Tiro y
Sidón, que ha traído a Samaría a sus profetas y dioses fenicios, levantado un
templo a los baales y ha perseguido hasta el aniquilamiento a los profetas del
verdadero y único Dios, Yahwé.
Elías o
Eliyahú, que quiere decir "Dios es mi confianza", es fuerte y claro
con el rey Ajab. Le dirá que por haberse apartado de Yahwé y por haber torcido
sus ojos a los dioses falsos ya lleva su reino sufriendo años la sequía que ha
mandado Elías; hace años que los campos se han olvidado de las cosechas, los
veneros están agostados y los animales se mueren; los hombres tienen labios
resecos y Samaría entera sufre el azote de Dios.
Profeta fuerte
y claro con el pueblo prevaricador. "¿Hasta cuándo cojearéis entre dos
muletas?" les dice, recriminándoles por mantenerse dubitativos y
negligentes entre Yahwé y los baales. Tiene que convencerles con un prodigio:
Reunidos los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y él solo en lid
sobrenatural para dilucidar ante el pueblo dónde está la verdad; dos novillos
descuartizados dispuestos sobre el monte para el sacrificio; los profetas de
los baales danzarán, cantarán, gritarán, implorarán, se harán incisiones sangrientas
y entrarán en trance sin éxito; Elías invocará con sencillez al Dios de Israel
y de Judá y vendrá de inmediato un fuego del cielo que hará en un instante
cenizas a las víctimas y a las piedras por más que antes hubieran sido
empapadas en agua.
Con los
intereses de Yahwéh es fuerte y claro por encima de todo. Los cuatrocientos
cincuenta profetas de los falsos dioses son pasados a cuchillo junto al
torrente Cisón. Ni uno sólo escapó.
Convertido ya
el pueblo al buen Dios no hace falta que continúe el castigo. Viene el agua
como llega la persecución de la vengativa Jezabel que obliga a huir a Elías al
desierto donde, cansado y agotado el profeta, pide ya la llegada de su fin bajo
la retama. Como el desierto tiene reminiscencias de lugar encontradizo con Dios,
le viene el encargo de reponer fuerzas porque el camino a recorrer es aún largo
para Elías. Hace falta ungir a Yehú para rey de Israel y preparar a Eliseo como
sucesor en el profetismo.
Aún tuvieron
tiempo para ver al hombre de Dios pasar andando el río Jordán golpeado con su
manto.
¡Cuánto debió
ser el poder que Dios dio a Elías cuando Eliseo se conformaba sólo con un
tercio de él para desempeñar su propia misión! Y lo tendrá al ver el rapto de
su maestro al cielo en aquel carro de fuego.
(Fuente: archimadrid.es)
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