7 - DE JULIO
– JUEVES –
14 – SEMANA
DEL T. O. – C –
San Fermín
Lectura de la profecía de Oseas (11,1-4.8c-9):
Así dice el Señor:
«Cuando Israel era joven, lo amé, desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando lo
llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los
ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos; y él no comprendía que
yo lo curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para
ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de
comer. Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al
ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre;
santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta.»
Palabra de Dios
Salmo: 79
R/. Que brille tu rostro, Señor, y nos salve
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas
sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y
ven a salvarnos. R/.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo,
fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra
plantó,
y que tú hiciste
vigorosa. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-15):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos,
resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido
gratis, dadlo gratis.
No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el
camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero
su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza
y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la
casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la
paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su
casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del
juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»
Palabra del Señor
1. Lo primero que Jesús deja claro, en lo que les dice a los
apóstoles, es que hay una relación directa entre la proclamación del Reino y
todo lo que es dar vida. Jesús piensa, por tanto, que el Reino de Dios se hace presente, antes
que, mediante doctrinas y teorías, dando vida a los que la tienen limitada o
amenazada.
Es una equivocación pensar que el anuncio del Reino se hace obligando a la
gente a que acepte una "teología ortodoxa", cuando lo que más urge
Jesús es que trabajemos y luchemos por dar vida y por dignificar la vida.
2. Jesús pensó en la misión de los apóstoles de forma que, para
realizar tal misión no necesitaban dinero. Más aún, Jesús pensaba que, para
hacer visible el Reino de Dios, el dinero es un estorbo. Lo mismo que es un estorbo todo
lo que sea (o parezca) ostentación o imagen que llama la atención. Jesús no
quiere nada de eso, ni para sus apóstoles, ni por tanto para los sucesores de
sus apóstoles.
- ¿Por qué esta postura tan radical de Jesús?
3. Un Evangelio que se transmite sin dinero, ni con dinero ni
por dinero, ¿no es la prueba más evidente de que es la fuerza de la vida, que
brota del amor y solo busca amor, respeto, bondad, tolerancia, en definitiva,
otro modelo de persona, que ya no puede ser nada más que el "hombre-no-económico"
(M. Daraki), el ser humano que añoramos y nunca alcanzamos?
San Pablo parece que lo entendió así. Por eso insiste, hasta diez veces,
que él renunció a recibir dinero por su apostolado, "para no crear obstáculos al Evangelio"
(1 Tes 4, 10 ss; 2, 3. 6-12; 1 Cor 4, 12; 9,4-18; 2 Cor 11, 7-12; 12,
13-18; Hech 20, 33-35; cf. Hech 18, 1-4).
San Fermín
Según cuenta la
leyenda, San Fermín era hijo del jefazo romano de Pamplona hacia el siglo III.
Un cura francés que estaba de visita por aquí, San Saturnino, lo convirtió al
cristianismo, así que se fue a Toulouse (Francia) a hacer un máster de obispo y
volvió para liberar al pueblo trabajador de sus supersticiones. Luego regresó
otra vez a Francia, cristianizó a miles de paganos y se quedó a vivir en
Amiens.
Alguna bronca
debió de tener con las autoridades, porque acabó torturado y degollado. Su
cuerpo reposa en Amiens, aunque anda repartido por ahí en forma de reliquias
(en Pamplona hay tres).
La verdad es que,
con este curriculum, es una ironía que le den tu nombre a una bacanal famosa en
todo el mundo. Así es la vida. De todos modos, no todo en estas fiestas es
juerga. Al santo le dedicamos una procesión muy bonita el día de su onomástica
y él, en agradecimiento, nos hace de doblador en los encierros protegiendo a
los corredores: es lo que llamamos el famoso “capotico de San Fermín”.
Cuenta la
tradición que el presbítero Honesto llegó a la Pamplona romana, enviado por San
Saturnino para evangelizarla, y que el senador Firmo se convirtió al
cristianismo con toda su familia. Fermín, su hijo, fue educado por Honesto y,
cuando tuvo diecisiete años, comenzó a predicar por los alrededores. Más tarde,
a los veinticuatro, fue consagrado obispo por Honorato, que era prelado de
Toulouse.
A la edad de
treinta y un años, Fermín marchó a predicar el Evangelio a las Galias: en un
primer momento, estuvo en Aquitania, Auvernia y Anjou; más tarde, en Amiens,
donde consiguió muchas conversiones, sufrió cárcel y, con posterioridad, el
martirio por decapitación, un veinticinco de septiembre.
Su cuerpo fue
sepultado en secreto por algunos cristianos, apareció siglos después, el trece
de enero del año 615, en el episcopado de san Salvio, y fue trasladado a la
cercana ciudad: unos magníficos relieves góticos del siglo XV, labrados en el
trasaltar de aquella catedral que conserva los restos del santo, narran esta
historia.
¿Existió
San Fermín?
Mucha gente ha
oído hablar sobre San Fermín o, por lo menos, conoce su nombre gracias a las
fiestas que se celebran en Pamplona en su honor. Pocos saben, sin embargo, que
su historia, al igual que la de otros santos, es una leyenda que para muchos
estudiosos carece de base histórica.
La leyenda nació
hacia el siglo IX en la localidad francesa de Amiens, y desde allí llegó a
Pamplona en el siglo XII, convirtiéndose en un santo de devoción para cientos
de pamploneses.
Recientemente, una
tesis elaborada por el historiador Roldán Jimeno, hijo del prestigioso
historiador pamplonés Jimeno Jurío, ha refrendado la conclusión a la que
llegaron en 1970 varios historiadores de la capital navarra y arqueólogos de
Amiens: ambos investigaron por separado, y concluyeron que la historia de San
Fermín no tenía base histórica alguna. A pesar de ello, Amiens y Pamplona
siguen rindiendo culto a este santo y miles de personas en el mundo han oído
hablar de él gracias a las fiestas de Sanfermin.
La
leyenda de Amiens
Cuenta la leyenda
que Firmus, un senador que vivía en tiempos de los emperadores Diocleciano y
Maximiano, era gobernador general de la región y tenía un hijo llamado Fermín.
Así se recoge en uno de los primeros textos que se conocen acerca de la leyenda
de San Fermín, el del escritor Jacobo de Voragine titulado “La leyenda dorada”
y que data de 1264. Al parecer, Firmus confió la educación de su hijo Fermín al
presbítero Honesto, quien envió a Fermín a realizar sus estudios a Toulouse y pidió
al arzobispo de la localidad que lo ordenase sacerdote para que pudiese
predicar la fe cristiana. Así lo hizo, y Fermín volvió a Pamplona con la misión
de evangelizar, consagrado ya como obispo, donde permaneció hasta los 31 años,
antes de marchar a las Galias.
Fermín primero
estuvo en Agen, luego en la comarca de Beauvais y por último en Amiens donde,
tras soportar la persecución romana, convirtió, según cuenta la leyenda, en tan
sólo cuarenta días, a tresmil personas. Parece ser que a los gobernadores
romanos no les hizo especial gracia y, tras detenerlo y encerrarlo en la
cárcel, lo degollaron en secreto un 25 de septiembre, que es la fecha en la que
se recuerda su martirio.
Esta leyenda
recogida en el texto de Jacobo Vorágine data su origen en la Alta Edad Medía,
en la localidad francesa de Amiens, capital de Picardía, situada a unos 150 km.
de París. Aunque no existe una fecha exacta, los primeros datos históricos la
sitúan en el siglo IX. Por aquel entonces, tal y como nos cuenta el historiador
Roldán Jimeno, “a la hora de elegir el santo que cristianizaría a la ciudad,
era muy normal escoger un personaje extranjero que diese cierto toque exótico y
relevante a la urbe. En Amiens escogieron a Fermín, porque era vascón y romano
a la vez y les resultó bastante atractivo. A partir de entonces, construyeron
una historia que ha ido variando con el tiempo, a medida que ha sido
transmitida de generación en generación”.
La leyenda llegó a
Pamplona por primera vez hacia el siglo XII, cuando el entonces arzobispo de
Pamplona, Pedro de París, tuvo noticia de ella y trajo consigo una reliquia que
fue depositada en el altar de la Catedral de Pamplona. Con el tiempo, el culto
se fue extendiendo a toda Navarra. Para los habitantes de Pamplona, que
existiera un santo que, además, había sido el primer arzobispo de Pamplona, fue
un auténtico hallazgo; cambiaron parte de la historia francesa adelantando la
evangelización de la capital navarra al siglo I, dato que contradecía la fecha
de la leyenda de Amiens, que la situaba en el siglo III.
Distintos
cronistas navarros recogieron esta versión y la fueron adornando cada vez más.
Con el paso del tiempo, el culto a San Fermín se fue acrecentando en las dos
localidades, con particularidades locales. En el siglo XVIII se dieron a
conocer “Las Actas Sinceras”, de Miguel Joseph de Maceda, que mostraban la
versión pamplonesa de la leyenda. Algún tiempo más tarde, cuando el texto llegó
a Amiens, se suscitó una gran polémica respecto a la fecha, ya que la tradición
pamplonesa decía que San Fermín había vivido en el siglo I, y la de Amiens, en
el siglo III. Finalmente decidieron fundir ambas tradiciones y fueron recogidas
en un libro.
Una
leyenda sin base histórica
Ya en el siglo XX,
en la década de los 70, el bibliotecario de la Catedral de Pamplona, José Goñi
Gaztanbide, después de investigar sobre el tema llegó a la conclusión de que la
historia de San Fermín era “legendaria e inverosímil”, ya que no disponía de
base histórica alguna.
Posteriormente, el
historiador Jimeno Jurío realizó un exhaustivo trabajo de investigación que
confirmó tales sospechas. Por aquel entonces se creó cierto debate que no
trascendió más allá del ámbito científico, y más tarde otros autores dieron la
razón a estos dos estudiosos. La reciente tesis de Roldán Jimeno ha vuelto a
corroborar dichas afirmaciones. “Uno de los datos clave que ha ayudado a ver
que se trataba, como en otras ocasiones, de una leyenda sin base histórica ha
sido situar la historia en los siglos I (Pamplona) y III (Amiens). En el caso de
Pamplona, la Cristianización no llegó hasta el siglo III, y en Amiens tuvo
lugar, incluso, algunos siglos más tarde. Además, hasta el siglo XII no hay en
Pamplona ninguna referencia clara respecto al santo”.
Junto a ello, el
hecho de que San Fermín no tuviese ninguna iglesia, ni ermita a su nombre
contribuyó a confirmar dicha teoría. “No es lógico que un arzobispo de una
ciudad como Pamplona no registre ninguna iglesia o ermita a su nombre hasta el
siglo XVII. En Pamplona, la primera iglesia que lleva su nombre se construyó en
la Milagrosa, en la década de los años 50 del pasado siglo, y las primeras
ermitas datan del siglo XVII”, afirma Roldán Jimeno.
A pesar de la crítica hagiográfica que realiza la Iglesia Católica durante el
Concilio de Trento en el siglo XVI (en la que se pudo comprobar que la vida de
varios santos carecía de fundamento histórico), la Iglesia todavía no se ha
pronunciado respecto al santo navarro. “Ha habido varios santos que han sido
declarados apócrifos por la Iglesia Católica como, por ejemplo, San Cristóbal,
y el hecho no ha tenido demasiada trascendencia, aunque con otros, al tratarse
de santos locales, como San Fermín, es la propia diócesis la que tiene que
pronunciarse al respecto. Luego también está la respuesta de la gente”.
Actualmente, tanto
en Pamplona como en Amiens el culto a San Fermín sigue atrayendo a cientos de
personas y las fiestas que se celebran en su honor en la capital navarra
congregan cada año a miles de visitantes de todas partes del mundo que, a falta
de conocer su historia, han oído hablar alguna vez del patrono de Navarra.
Historia
de la Procesión en honor a San Fermín
La procesión en
honor a San Fermín se remonta en el tiempo, probablemente tanto como el culto
mismo que Pamplona le tributa. Jesús Arraiza escribe en su obra “San Fermín
patrono” que, aunque se desconoce con certeza, la costumbre pudo haberse
iniciado hacia 1187, cuando el obispo Pedro de Artajona trae de Amiens la
primera reliquia del mártir, e impulsa su veneración en Pamplona.
Por su parte, José
María Corella, en su trabajo “Sanfermines de ayer”, apunta la existencia de
testimonios gráficos de dudosa autenticidad en los que se puede apreciar que,
ya en la segunda mitad del siglo XV, había en Pamplona desfile de caballicos
que bailaban en la procesión. Sin embargo, a diferencia de los actuales
‘zaldikos’ de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, la gaita la tocaban entonces
los mismos bailarines mientras se movían con sus caballos de madera,
compitiendo al parecer entre ellos por realizar la pirueta más vistosa.
José María Corella
también apunta que el primer testimonio documental fehaciente, en el que consta
la procesión de San Fermín, está fechado en 1527, cuando todavía se celebraba
San Fermín el 10 de octubre. En aquella época ya acudía el Ayuntamiento a la
Catedral a recoger al Cabildo para asistir a la procesión y al acto litúrgico
posterior en San Lorenzo, donde se rendía culto al santo desde antiguo.
Capilla
de San Fermín
Lo más importante
de la capilla de San Fermín es que dentro se encuentra la figura que recuerda
al santo y allí descansa todo el año.
Fuente:
textos de Juan José Martinena en varias publicaciones y conferencia de José
Luis Molins, archivero municipal, en el ciclo “San Fermín: culto, fiesta y
arquitectura”, de la Universidad de Navarra.
San Fermín es un
santo muy especial porque durante las fiestas acuden a él a pedirle favores o
pedirle protección en el encierro tanto devotos fieles como otros que no creen
en nada. Desde el siglo XIV, existía una capilla dedicada a San Fermín. Era
gótica y de reducidas dimensiones. En el siglo XVII, el
Ayuntamiento,
muchos ciudadanos de Pamplona y de otras partes de Navarra y América se
involucraron en costear económicamente la construcción de un templo nuevo (el
que ahora conocemos). Por ello, la gente de Pamplona y de Navarra consideran al
santo y su capilla como una cosa casi suya, y así se ha transmitido de
generación en generación.
La capilla de San
Fermín está construida junto a la parroquia de San Lorenzo, al final de la
calle Mayor de Pamplona. Para acceder a la capilla, hay que entrar por la
puerta de la parroquia o por la calle San Francisco.
La capilla de San
Fermín se comenzó a construir en 1696 y se terminó de construir en 1717. El
siete de julio de ese mismo año se inauguró. El arquitecto original es Santiago
Raón, y su proyecto fue continuado por Juan de Alegría y Martín de Zaldúa,
manteniendo el estilo barroco del proyecto original. Una de las anécdotas más
importantes sobre la capilla es que en el siglo XVIII, a resultas de varios
pleitos entre el Ayuntamiento de Pamplona y la Obrería de San Lorenzo, se
planteó la posibilidad de construir un nuevo templo en el lugar que actualmente
ocupa el Paseo Sarasate. En el Archivo Municipal de Pamplona se guardan planos
y bocetos de esta obra que nunca llegó a realizarse y que firma Juan Lorenzo
Catalán.
En cuanto a lo que
sí ocurrió de verdad en la capilla de San Fermín es que en 1800 se realizaron
reparaciones urgentes a cargo de Santos Ochandategui, que le dieron el actual
aspecto neoclásico, y de las que se hizo cargo el Ayuntamiento de Pamplona. En
1823, la linterna de la cúpula de la capilla tuvo que ser reconstruida tras la
demolición e incendio posterior al bombardeo de Pamplona por parte de los ‘Cien
mil hijos de San Luis’.
La efigie de San
Fermín está alejada dentro de la capilla en un altar específico. El original
tenía 17 metros de altura, pero fue sustituido por otro en 1819. Las esculturas
y relieves que podemos ver ahora son de Anselmo Casanova, con proyecto de Pedro
Onofre. Las vidrieras son obra de Mayer y están fabricadas en Londres.
¿Qué
es la Corte de San Fermín?
Esta asociación se
fundó en 1885, en gratitud a los favores de San Fermín quien, según la
tradición católica, protegió a la ciudad de Pamplona de varias epidemias que
mermaron las poblaciones cercanas. La Corte de San Fermín es una asociación
religiosa nacida en 1885 y cuenta con algo más de 800 miembros de ambos sexos.
Tiene su sede en el despacho parroquial de San Lorenzo, en la calle Mayor 74 de
Pamplona, ya que el párroco siempre preside la junta de gobierno de la Corte
que además integran un secretario, un tesorero y cuatro vocales. Su objetivo
principal es mantener el culto (cristiano católico) y promover la devoción a
San Fermín. En este momento esta promoción, más allá de la iniciativa singular
de algunos cortesanos, se ciñe al mantenimiento material de las reliquias de
San Fermín y al acompañamiento en la celebración de las grandes fiestas.
La Corte celebra a
San Fermín: el segundo domingo de enero es la fiesta de las reliquias, que
conmemora el traslado de las mismas desde Amiens (Francia) a Pamplona. El 6 de
julio tienen lugar las Vísperas de San Fermin, el 7 de julio se celebra el día
del patrón, con procesión, a la que se suma la junta de la Corte y los miembros
que lo desean, y la posterior celebración religiosa en la capilla del santo. El
día 14 de julio se celebra a las 11.00 la Octava (siete días después del día
del santo), a la que asiste el Consistorio en cuerpo de ciudad como cierre
religioso de fiesta de Sanfermin.
Además, en
septiembre se festeja el día grande de San Fermín desde el punto de vista
religioso. El día 25 se conmemora el día del Martirio de San Fermín, que va
precedido desde el día 17 de una novena dedicada al santo (nueve funciones
religiosas.
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