10 - DE JULIO
– DOMINGO –
15 – SEMANA
DEL T. O. – C –
San Cristóbal de Licia
Lectura del libro del
Deuteronomio (30,10-14):
Moisés habló
al pueblo, diciendo:
«Escucha la voz del Señor, tu Dios,
observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta
ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque
este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable.
No está en el cielo, para poder decir:
“¿Quién de nosotros subirá al cielo y
nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”.
Ni está más allá del mar, para poder
decir:
“¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos
lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”.
El mandamiento está muy cerca de ti: en
tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas».
Palabra de
Dios
Salmo: 68,14.17.30-31.33-34.36ab.37
R/. Humildes, buscad al Señor, y
revivirá vuestro corazón.
V/. Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.
V/. Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.
V/. Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.
V/. Dios salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses (1,15-20):
Cristo Jesús
es imagen del Dios invisible, primogénito
de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las
cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles.
Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de
la Iglesia.
Él es el principio, el
primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera
toda la plenitud.
Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la
paz por la sangre de su cruz.
Palabra de
Dios
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (10,25-37):
En aquel
tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para
heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees
en ella?».
El respondió:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu
prójimo como a ti mismo”».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto
y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley, queriendo
justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó,
cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se
marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel
camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que
llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje
llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las
heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo
llevó a una posada y lo cuidó.
Al día siguiente, sacando dos denarios,
se los dio al posadero y le dijo:
“Cuida de él, y lo que gastes de más yo
te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de estos tres te parece que ha
sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con
él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
Palabra del
Señor
Carola Rackete,
la buena samaritana.
La figura de esta joven capitana del Sea
Watch 3, ordenada detener por Matteo Salvini, Ministro del Interior italiano,
por recoger a emigrantes ilegales en el Mediterráneo (ya ha sido puesta en
libertad) ha provocado reacciones opuestas. La mayoría la defiende y aplaude.
Otros, incluso sintonizando con la tragedia humana de esas personas, piensan
que la ley debe cumplirse. Algunos, que, si es alemana, se los lleve a
Alemania. Este caso viene como anillo al dedo para entender la parábola del
buen samaritano. Cuando la leemos, nos parece perfecta, con un mensaje
precioso. Cuando conocemos las circunstancias, advertimos la mala idea que
tiene y las opiniones enfrentadas que pudo desatar.
1ª lectura ¿Es muy difícil saber cómo
salvarse?
La respuesta del Deuteronomio es clara: no
hay que subir al Himalaya ni atravesar el Atlántico para saber lo que Dios
quiere de nosotros. Lo que Dios quiere del israelita está escrito “en el código
de esta ley”, que se limita a los capítulos 12-26 del Deuteronomio. No se trata
de estudiar mucho sino de convertirse con todo el corazón y toda el alma, y de
poner en práctica lo que allí se dice.
…conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma…
…El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.
Pero al Deuteronomio le ocurrió un
problema. Aunque el texto era intocable, y nadie estaba autorizado a quitar ni
añadir nada, la interpretación de sus normas fue creciendo de forma
incontrolada.
En tiempos de Jesús, el judaísmo contaba
613 mandamientos (365 prohibiciones y 248 preceptos) capaces de volver loco a
cualquier persona.
Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de
sintetizar, o de saber qué era lo más importante. A propósito de los famosos
rabinos Shammay y Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús, se
cuenta la siguiente anécdota. Una vez llegó un pagano a Shammay, famoso por su
intolerancia, y le dijo: “Me haré prosélito con la condición de que me enseñes
toda la Torá mientras aguanto a pata coja”. Él lo echó, amenazándolo
con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces fue a Hillel, famoso por
su tolerancia, que le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo.
En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpretación”.
También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuerzo
parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como
a ti mismo; este es un gran principio general en la Torá”.
En los evangelios hay diversos intentos de
simplificar la cuestión con una respuesta breve y drástica. El más famoso es la
Regla de oro, con la que cierra el evangelio de Mateo el Sermón del Monte:
“Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros. En esto consiste la
ley y los profetas” (Mt 7,12).
El tema reaparece en el episodio de hoy,
cuando le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento principal. El relato de
Lucas introduce cambios muy significativos en el de Marcos.
El escriba bueno de Marcos
Los escribas, equivalentes a los doctores
de teología actuales, pero con mucho más poder, autoridad y prestigio, no
quedan bien en los evangelios. Generalmente aparecen junto a los fariseos, como
adversarios de Jesús. Menos en este caso de Marcos, donde un escriba pregunta a
Jesús cuál es el mandamiento principal, y él le responde: amar a Dios y amar al
prójimo. La reacción del escriba es alabar a Jesús, que le devuelve la
alabanza.
El legista malintencionado de Lucas
El protagonista del relato de Lucas no
viene con buena intención, pretende poner en un aprieto a Jesús; y no plantea
una cuestión teórica (“¿cuál es el mandamiento principal?”) sino muy personal:
“¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
Jesús no cae en la trampa. En vez de responder,
pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Y el legista se ve
obligado a reconocer que sabe perfectamente lo que debe hacer: amar a Dios y al
prójimo. Jesús, con cierta ironía, le indica que su problema no consiste en
saber lo que tiene que hacer, sino en hacerlo.
Aquí podría haber terminado todo. Pero el
legista, que tiene la sensación de haber quedado en ridículo, para justificarse
plantea una cuestión filosófico-teológica: “¿Y quién es mi
prójimo?” Afortunadamente, Jesús no era alemán. No le da una conferencia
de Antropología ni le escribe un Manual de quinientas páginas intentando
aclarar esa intrincada cuestión. Se limita a contar una parábola.
‒ Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó,
cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y
se marcharon, dejándolo medio muerto.
Por
casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
Lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de
viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo,
le
dio lástima,
se
le acercó,
le
vendó las heridas,
echándoles aceite
y vino,
y, montándolo en
su propia cabalgadura,
lo
llevó a una posada
y lo
cuidó.
Al
día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:
‒ Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a
la vuelta.
La parábola ofrece dos modelos de
conducta: - la del sacerdote y el levita, que ante el pobre hombre
asaltado y malherido por los bandidos dan un rodeo y pasan de largo, y - la
del samaritano que siente lástima, se acerca, echa aceite y vino en
las heridas, las venda, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a una posada, lo
cuida y paga su estancia. Son siete acciones, basadas todas ellas en el
sentimiento inicial de lástima.
Al legista podría resultarle ofensivo que
le cuenten un cuento. Pero Jesús no le da tiempo a protestar, pasa directamente
al ataque, obligándole a reconocer que lo importante es comportarse como
prójimo.
¿Cuál
de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los
bandidos?
Él
contestó: El que practicó la misericordia con él.
Díjole
Jesús: Anda, haz tú lo mismo.
Lo importante no es discutir sino actuar.
La mala idea de la parábola
A muchos les gustaría limitar la parábola
al ejemplo del samaritano y dejarnos con buen sabor de boca. Pero Lucas, del
que siempre alabamos su bondad, resulta en este caso muy hiriente. No le basta
un protagonista, necesita tres. Y los elige con toda la intención: un
sacerdote, un levita, un samaritano.
El sacerdote y el levita, los personajes
especialmente consagrados a Dios, hacen exactamente lo mismo: dan un rodeo y
siguen su camino.
- ¿Por qué actúan de este modo?
- ¿Porque son malos y egoístas?
No. Porque si el herido no está herido,
sino muerto, basta tocarlo para quedar impuro.
La ley es tajante: “El sacerdote no se
contaminará con el cadáver de un pariente, a no ser de pariente próximo: madre,
padre, hijo, hija, hermano o de su propia hermana soltera, no dada en
matrimonio. Queda profanado” (Levítico 21,2-4).
Si no pueden contaminarse con un pariente,
mucho menos con un desconocido al borde de la
carretera.
Y lo que se deduce es trágico: es la ley
de Dios la que impide practicar la misericordia y comportarse como prójimo del
herido.
Lucas podría haber buscado como tercer
protagonista a un cura progre o a un diácono permanente sin obsesión por la
ley. Elige al menos indicado: un samaritano. El personaje más odioso y
despreciable para un judío, miembro de un pueblo que, según el libro de los
Reyes, “no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos”.
Irónicamente, un representante de este pueblo que no venera al Señor ni procede
según sus mandatos y preceptos es quien actúa con misericordia y se comporta
como prójimo.
Os dejo decidir si esta parábola os
recuerda la historia de Carola Rackete.
Y recordar las palabras finales de
Jesús: «Ve, y haz tú lo mismo».
San Cristóbal de Licia
Martirologio Romano: En Licia, san Cristóbal, mártir.
Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que es el Portador de Cristo, es de origen griego
Patronazgo: Viajeros, transportistas y conductores
Breve
Biografía
San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en
todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su
imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día.
Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas piadosos llevan una
medalla de san Cristóbal junto al volante.
¿Quién era? Con la
historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de
Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el
portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más
bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un
hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso
que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.
Cristóbal sirvió
primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando
un día cuando le mencionaron al demonio.
Cristóbal entonces
decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y
buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a
una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a
las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en
la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también
a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una
Cruz donde murió él tal Jesucristo.
¿Quién podrá ser
ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en
su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan
incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas
monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al
Diablo.
Hasta que un día
cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en
preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se
hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la
orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios
que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.
--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo
entero? --Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy
el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde
ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera
que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.
Cristóbal fue
bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos.
Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador
Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió
dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por
Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó
degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se
convirtieron a Cristo.
San Cristóbal es
un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado,
lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y
gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a
todos protección y confianza.
Sus admiradores,
para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes,
le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un
árbol lleno de hojas por báculo.
Esto ha dado lugar
a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los
transportadores y automovilistas.
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