sábado, 2 de julio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 4 - DE JULIO – LUNES – 14 – SEMANA DEL T. O. – C – Santa Isabel de Portugal

 

 


 

4 - DE JULIO – LUNES –

14 – SEMANA DEL T. O. – C –

Santa Isabel de Portugal

 

Lectura de la profecía de Oseas (2,16.17b-18.21-22):

Así dice el Señor:

«Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto.

Aquel día –oráculo del Señor–, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.»

Palabra de Dios

 

Salmo:144

R/. El Señor es clemente y misericordioso

Día tras día, te bendeciré

y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,

es incalculable su grandeza. R/.

Una generación pondera tus obras a la otra,

y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,

y yo repito tus maravillas. R/.

Encarecen ellos tus temibles proezas,

y yo narro tus grandes acciones;

difunden la memoria de tu inmensa bondad,

y aclaman tus victorias. R/.

El Señor es clemente y misericordioso,

lento a la cólera y rico en piedad;

el Señor es bueno con todos,

es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo:

«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»

Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.

Jesús se volvió y, al verla, le dijo:

«¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.»

Y en aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:

«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»

Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Palabra del Señor

 

1.  Es evidente que la actividad de Jesús, por lo que nos cuentan los evangelios, giró en torno a tres tareas que ocuparon prácticamente toda su vida pública:

1) La salud de los enfermos.

2) La comensalía compartiendo la mesa con toda clase de personas, sobre todo con pobres y pecadores.

3) La enseñanza a la gente en torno al tema de las buenas relaciones humanas. 

Es verdad que, en el fondo de esta actividad, siempre está la referencia al Padre, del que habla con frecuencia y al que dedica horas y noches enteras de oración. Pero el Padre es el motivo y el referente último.

 

2.  La actividad de Jesús no se centró ni en torno al templo, ni en las reuniones de la sinagoga. No fue una actividad "religiosa", Como la de un profesional de la religión. El centro de la actividad de Jesús fue el ser humano: su salud, su alimentación, sus buenas relaciones con los demás. 

Sin duda, en eso vio Jesús lo que más quiere el Padre del Cielo. Y el único camino que nos lleva al Padre, es decir, que da sentido a nuestras vidas.  Jesús no fue un agitador social. Y menos aún un revolucionario.  Lo que ocurre es que vio que no hay más camino para ir a Dios que humanizar este mundo.

 

3.  En la curación de la mujer de las hemorragias y en la devolución de la vida a la niña del personaje, Jesús muestra su preocupación central por la vida.

No olvidemos que el grupo humano más despreciado de que aquella cultura era la mujer. Y más, si se trataba de una mujer que padecía una enfermedad que impurificaba; o si era una niña, que se podía abandonar o venderla como esclava.

Para Jesús, todas las mujeres tenían la misma importancia y dignidad que los varones.

 

Santa Isabel de Portugal

 

 


Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en con seguir que hiciesen las paces reyes enfrentados y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de Santa Clara de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en este mismo monasterio murió, cuando se ocupaba en conseguir la reconciliación de un hijo y un nieto suyos enfrentados.

 

 

Vida de Santa Isabel de Portugal

 

 

Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.

Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas.

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por él. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.

Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.

Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobres, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

 

Forjadora de la paz

 

El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.

Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.

Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".

A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".

Consiguió la paz en más de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.

 

   Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar

 

Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos más notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que él le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.

Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.

Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un larguísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo, el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.

Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.

 

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