martes, 26 de julio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 - DE JULIO – MIERCOLES – 17 – SEMANA DEL T. O. – C – SAN PANTALEON

 

 


 

27 - DE JULIO – MIERCOLES – 17 – SEMANA DEL T. O. – C –

SAN PANTALEON

 

Lectura del profeta Jeremías (15,10.16-21):

Ay de mí, ¡madre mía!, ¿por qué me diste a luz? Soy hombre que trae líos y contiendas a todo el país. No les debo dinero, ni me deben; ¡pero todos me maldicen! Cuando me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh Yavé Sabaot!

Yo no me sentaba con otros para bromear, sino que, apenas tu mano me tomaba, yo me sentaba aparte, pues me habías llenado de tu propio enojo.

- ¿Por qué mi dolor no tiene fin y no hay remedio para mi herida?

- ¿Por qué tú, mi manantial, me dejas de repente sin agua?

Entonces Yavé me dijo:

«Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán que volver a ti, pero tú no volverás a ellos. Haré que tú seas como una fortaleza y una pared de bronce frente a ellos; y si te declaran la guerra, no te vencerán, pues yo estoy contigo para librarte y salvarte. Te protegeré contra los malvados y te arrancaré de las manos de los violentos.»

Palabra de Dios

 

Salmo: 58,2-18

 

R/. Dios es mi refugio en el peligro

Líbrame de mi enemigo, Dios mío,

protégeme de mis agresores;

líbrame de los malhechores,

sálvame de los hombres sanguinarios. R/.

Mira que me están acechando

y me acosan los poderosos.

Sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,

sin culpa mía, avanzan para acometerme. R/.

Estoy velando contigo, fuerza mía,

porque tú, oh Dios, eres mi alcázar;

que tu favor se adelante, oh Dios,

y me haga ver la derrota del enemigo. R/.

Yo cantaré tu fuerza,

por la mañana aclamaré tu misericordia:

porque has sido mi alcázar

y mi refugio en el peligro. R/.

Y tañeré en tu honor, fuerza mía,

porque tú, oh Dios, eres mi alcázar. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»

Palabra del Señor

 

1.  Estas dos parábolas, aparentemente tan sencillas, nos enfrentan a un asunto capital: la diferencia entre creencia y convicción. Hay bastante gente que cree que lo que dicen los evangelios es verdad y que esa verdad nos conviene a todos.  Pero su creencia no pasa de eso, y por eso su fe no pasa de ser una fe que jamás se traduce en un comportamiento que esté de acuerdo con el Evangelio.  Por ejemplo, son personas que admiran las bienaventuranzas, pero jamás las cumplen.

 

2.  La convicción no se limita a la creencia. Una convicción se define por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella (J. Habermas).  Por eso, la convicción consiste principalmente en el hecho de que está uno dispuesto a dejarse guiar en su actividad por la fórmula de la que está convencido (Ch. S. Peirce).

El que está convencido de una cosa, la hace. Y si no la hace, es que no está convencido de tal cosa. El que no se quita del tabaco es que no está convencido de que tiene que hacer eso. De ahí que las convicciones son las que determinan nuestros hábitos de vida y de conducta.

 

3.  Con las parábolas del tesoro y la perla, lo que Jesús quiere decir es que uno cree en el Evangelio cuando esa creencia llega a ser la convicción que determina nuestras decisiones y nuestros hábitos de comportamiento.

El que tiene y mantiene convicciones que nada tienen que ver con el Evangelio, se incapacita para creer en el Evangelio. Por ejemplo, creer en Jesús y no estar dispuesto a ceder ni pizca en lo que toca al honor o al dinero son cosas incompatibles.

 

SAN PANTALEON

 


275-+305

Pantaleón significa en griego "el que se compadece de todos".

Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305.

Lo que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo Británico.  Pantaleón era hijo de un pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino, el médico mas notable del imperio.  Fue médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia.

Conoció la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.

En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.

Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad.

En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antiguedad.

Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia).

 

El Milagro de su sangre

Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.

La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.

Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia.  La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de Dios".

Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.

La sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.

Acaso no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la fe.  Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la indiferencia.  Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.   

-SCTJM

 

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