27 - DE
JULIO – MIERCOLES – 17 – SEMANA DEL T. O. – C –
SAN PANTALEON
Lectura del profeta Jeremías
(15,10.16-21):
Ay de mí,
¡madre mía!, ¿por qué me diste a luz? Soy hombre que trae líos y contiendas a
todo el país. No les debo dinero, ni me deben; ¡pero todos me maldicen! Cuando
me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y
alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh Yavé Sabaot!
Yo no me sentaba con otros para bromear,
sino que, apenas tu mano me tomaba, yo me sentaba aparte, pues me habías
llenado de tu propio enojo.
- ¿Por qué mi dolor no tiene fin y no
hay remedio para mi herida?
- ¿Por qué tú, mi manantial, me dejas de
repente sin agua?
Entonces Yavé me dijo:
«Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi
servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán
que volver a ti, pero tú no volverás a ellos. Haré que tú seas como una
fortaleza y una pared de bronce frente a ellos; y si te declaran la guerra, no
te vencerán, pues yo estoy contigo para librarte y salvarte. Te protegeré
contra los malvados y te arrancaré de las manos de los violentos.»
Palabra de
Dios
Salmo: 58,2-18
R/. Dios es mi refugio en el peligro
Líbrame de mi
enemigo, Dios mío,
protégeme de mis agresores;
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios. R/.
Mira que me
están acechando
y me acosan los poderosos.
Sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
sin culpa mía, avanzan para acometerme. R/.
Estoy velando
contigo, fuerza mía,
porque tú, oh Dios, eres mi alcázar;
que tu favor se adelante, oh Dios,
y me haga ver la derrota del enemigo. R/.
Yo cantaré tu
fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia:
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro. R/.
Y tañeré
en tu honor, fuerza mía,
porque tú, oh Dios, eres mi alcázar. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (13,44-46):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El Reino de los Cielos se parece a un
tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y,
lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también
a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a
vender todo lo que tiene y la compra.»
Palabra del Señor
1. Estas dos parábolas,
aparentemente tan sencillas, nos enfrentan a un asunto capital: la diferencia
entre creencia y convicción. Hay bastante gente que cree que lo que dicen los
evangelios es verdad y que esa verdad nos conviene a todos. Pero su
creencia no pasa de eso, y por eso su fe no pasa de ser una fe que jamás se
traduce en un comportamiento que esté de acuerdo con el Evangelio. Por
ejemplo, son personas que admiran las bienaventuranzas, pero jamás las cumplen.
2. La convicción no se limita
a la creencia. Una convicción se define por el hecho de que orientamos nuestro
comportamiento conforme a ella (J. Habermas). Por eso, la convicción
consiste principalmente en el hecho de que está uno dispuesto a dejarse guiar
en su actividad por la fórmula de la que está convencido (Ch. S. Peirce).
El que está convencido de una cosa, la
hace. Y si no la hace, es que no está convencido de tal cosa. El que no se
quita del tabaco es que no está convencido de que tiene que hacer eso. De ahí
que las convicciones son las que determinan nuestros hábitos de vida y de
conducta.
3. Con las parábolas del tesoro y la perla, lo que Jesús quiere decir es que uno cree en el Evangelio cuando esa creencia llega a ser la convicción que determina nuestras decisiones y nuestros hábitos de comportamiento.
El que tiene y mantiene convicciones que nada tienen que ver con el Evangelio, se incapacita para creer en el Evangelio. Por ejemplo, creer en Jesús y no estar dispuesto a ceder ni pizca en lo que toca al honor o al dinero son cosas incompatibles.
275-+305
Pantaleón
significa en griego "el que se compadece de todos".
Médico
nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe
católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del
305.
Lo
que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que
está en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado
Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino,
el médico mas notable del imperio. Fue médico del emperador Galerio
Maximiano en Nicomedia.
Conoció
la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las
tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la
apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole
a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al
seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de
Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En
el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló
todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las
autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El
emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero
Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para
demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados.
San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por
la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad
de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las
actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle
de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole
a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda
del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran
y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió
el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma
simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo
importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo
tomaron como ejemplo de santidad.
En
Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía
gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la
antiguedad.
Se
conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla
(Turquía) y Ravello (Italia).
El Milagro de su sangre
Una
porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real
Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de
Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la
Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de
hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas
Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia
ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La
sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el
fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención
humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada
26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005,
cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar
mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de
cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos
sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para
señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas
veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente
naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de
las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La
iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente
que es "un regalo de Dios".
Para
facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995
las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la
imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La
sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.
Acaso
no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la
fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir
la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la
indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien
supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.
-SCTJM
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