domingo, 18 de junio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE JUNIO – MARTES – 11 – SEMANA DE T.O. – A Beato Dermot O'Hurley, Obispo y Mártir

  



 

20 DE JUNIO – MARTES –

11 – SEMANA DE T.O. – A

Beato Dermot O'Hurley,

Obispo y Mártir

 

      Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1-9):

    Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad.

    Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad.

    Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.


Palabra de Dios

 

    Salmo: 145,2.5-6.7.8-9ª

 

    R/. Alaba, alma mía, al Señor

   Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente. 
R/.

   Que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. 
R/.

   El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. 
R/.

 

        Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):
  

   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

    Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?

    Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»


Palabra del Señor

 

     1.  El precepto del amor a los enemigos es uno de los textos cristianos fundamentales.  Incluso se ha dicho que este amor, tan infrecuente, "se considera como lo propio y nuevo del cristianismo" (U. Luz). Porque es fuerte y único lo que aquí se manda: "amar", "hacer el bien", "bendecir" y "orar", todo eso precisamente   en favor de quien peor te quiere, de quien te odia y te hace todo el daño que puede.

 

     2.  Evidentemente, ir así por la vida, portándose de esta manera con la gente más mala que uno puede encontrar en este mundo, es algo que supera con mucho lo que normalmente da de sí la condición humana. El que reacciona así, ante el odio y la calumnia, es que tiene una motivación y una fuerza que ha dominado lo inhumano que todos llevamos dentro de nosotros. Por eso Jesús dice a los que se portan de esta manera inusual: "Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo". "Ser" hijo de Dios no es fruto de unas creencias o de asistir a unos ritos religiosos. Jesús es tajante: Es hijo de Dios el que ama siempre y a todos, incluso a sus peores enemigos.

 

     3.  Cuando Jesús pide esto, no está urgiendo que alcancemos una alta santidad, sino una profunda humanidad. Se trata, en efecto, de que seamos sencillamente humanos.   Y humanos siempre. Jamás inhumanos con nadie ni por nada.

     El mejor ejemplo, que Jesús encuentra, es la "humanidad de Dios". El Padre que dispone lo más natural del mundo: que el sol que sale cada mañana alumbre a todos; y que la lluvia que cae del cielo dé vida a todos. Lo más perfectamente natural y humano es no establecer desigualdades, nunca ni por nada.

 

Beato Dermot O'Hurley,

Obispo y Mártir


        Martirologio Romano: En Dublín, en Irlanda, pasión del beato Dermot O'Hurley, obispo y mártir, que, siendo abogado laico, fue promovido por el papa Gregorio XIII como obispo de Cashel. En tiempo de la reina Isabel I sufrió largos interrogatorios y torturas, rechazando las acusaciones que se le hacían, y llevado al patíbulo, en Hoggen Green, allí proclamó que moría por la fe católica y por su ministerio episcopal (1584).

      Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 1992, durante el pontificado de S.S. Juan Pablo II.

        Breve Biografía


      I
rlanda ha estado dominada durante siglos por la corona inglesa hasta que en pleno siglo XX la mayor parte de la isla consiguió formalizarse como república independiente.

     Irlanda, al depender de la corona británica, hubo de padecer sometimiento también religioso, porque al separarse la corona inglesa de la comunión con Roma y el resto de la catolicidad en el siglo XVI, la pretensión fue arrastrar también a Irlanda por su camino rupturista. La resistencia a esta novedad religiosa impuesta por Enrique VIII no pudo menos que crear mártires en Irlanda como los creó en la Gran Bretaña. El Martirologio Romano recoge la memoria de estos testigos de la fe, puesto que algunos ya han sido canonizados o beatificados por la Iglesia.

     Uno de esos testigos de la fe que sellaron con su sangre la fidelidad al Primado de Pedro y la tradición católica fue el obispo Dermot O'Hurley, que con otros dieciséis mártires fue colocado en los altares por el papa Juan Pablo II el 27 de septiembre de 1992. Su historia es la historia de una entrega y una fidelidad.

     Dermot O'Hurley nació en Emly, condado de Tipperary, Irlanda, hacia el año 1530. Su padre, Guillermo, era agente del conde de Desmond y su madre se llamaba Honora O'Brien. Era todavía un niño cuando su familia se trasladó a vivir en Lickadoon, en el condado de Limerick, y es probable que Dermont hiciera sus primeros estudios en la escuela catedralicia de Emly, cuyo obispo también tenía el apellido O'Hurley. Y esto es prácticamente todo lo que sabemos de la infancia de Dermont. Era ya un espigado adolescente cuando marchó a estudiar a Lovaina.

     Consta que en 1551 se gradúa en artes en el «Paedagogium Lilia» y que ocho años más tarde ya estaba dando clases de filosofía en este colegio, y se sabe que tuvieron mucho éxito sus comentarios en el aula a Aristóteles. Al mismo tiempo que enseñaba, y ello no dejaría de serle arduo, estudió la carrera de Derecho, llegando a graduarse como doctor in utroque iure. Este grado de doctor hizo posible su nombramiento como decano en la Facultad de Derecho de Lovaina. Tras pasar quince años de su vida en esta ciudad, se trasladó a Reims, en cuya Universidad obtuvo cátedra de Derecho, que le fue asignada por el arzobispo Luis de Guisa, fundador de la Universidad. Aquí estuvo cuatro años hasta que, parece que en 1570, dejó Reims y se fue a Roma.

     ¿Qué hizo Dermont en Roma? Parece que aquí también fue profesor, y así se deduce de unos versos que le dedicaron cuando, nombrado ya arzobispo, dejaba Roma por Irlanda, pero no queda traza documental de la actividad romana de Dermont. Se diría más tarde que en Roma fue miembro del Santo Oficio, pero de ello no queda prueba documental alguna. Lo que sí es cierto es que debió acreditarse como persona de la confianza de la Iglesia durante los once años de su estancia en la Ciudad Eterna, ya que en 1581 el papa Gregorio XIII le proponía aceptase el arzobispado de Cashel. Dermont no era ni siquiera clérigo, no había recibido ni la tonsura clerical. Era un profesor seglar, al que de pronto y de golpe se le elevaba al episcopado. Es claro que al Papa debieron presentárselo como el hombre idóneo y que la curia papal estaría de acuerdo.

      Un breve pontificio le facultaba para recibir en pocos días todas las órdenes, menores y mayores, hasta el sacerdocio. Con este aval pudo recibir la tonsura y luego las cuatro órdenes menores y las tres mayores entre el 29 de julio y el 13 de agosto de 1581. Y de esta forma el ya sacerdote Dermont O'Hurley fue preconizado en el consistorio secreto del 11 de septiembre de 1581 como nuevo arzobispo metropolitano de Cashel, alegándose que en él se veían unidas la piedad y la doctrina. Recibida la consagración episcopal, el Papa le impuso el palio el 27 de noviembre del mismo año.

       En el verano del año siguiente ya ha dejado Roma y ha vuelto a Reims, donde ha hecho entrega de una cantidad de dinero procedente del Colegio Inglés de Roma al Dr. Wilüam Alien fundador del seminario misionero inglés de Douai, trasladado luego a Reims. Y aquí en Reims cayó enfermo y hubo de esperar un año antes de comenzar los preparativos para su viaje de vuelta a Irlanda. Se eligió como puerto de partida el de Le Croisic, en la boca del Loira, y pareció más discreto y apartado que el de Nantes. Se tomó la decisión de que el puerto de desembarque fuera Holmpatrick, en la vecindad de Skerries, condado de Dublín, que pareció un sitio seguro y además no estaba bajo la jurisdicción de la corporación de Dublín y era de propiedad privada. Se acordó además que el breve papal y los demás documentos comprometedores no los llevaría consigo sino que se le encargaría su traslado a Irlanda a un mercader de Wexford. No contaron con un suceso inesperado, y es que el barco de Wexford fue interceptado por unos piratas. El dossier con las letras de su consagración y demás documentos vino a poder de los jueces de Dublín. Todo indica que ya las autoridades conocían la llegada de Dermont a Irlanda y no solamente por la documentación proporcionada por los piratas sino por información facilitada por los espías. Por otro lado no parece que supiera Dermont en qué mal momento político llegaba a su isla.

      Porque había una verdadera situación de crisis en la misma en aquel año 1583. Se trataba de los coletazos de la llamada rebelión de Munster que venía de 1579 y se extendía por toda Irlanda. La disidencia era extensa y grave, y no era exactamente esta situación la mejor para la llegada de un nuevo arzobispo católico. Una vez desembarcado en Skerries, O'Hurley fue saludado por el sacerdote John Dillon que lo acompañó a Drogheda y se alojó con él en una hostería. No pasó inadvertido y las autoridades de Dublín fueron avisadas de su presencia. Alguien de Drogheda le puso en aviso, y entonces Dermont se marchó a Slane, cuyo barón supo de su venida, y le permitió empezar sus actividades. Las autoridades conocieron además la presencia de O'Hurley en Meath por la visita de Sir Robert Dillon, justicia mayor de litigios comunes, a su primo el barón de Slane, con el cual había estado el arzobispo. Dillon informó a Dublín y de aquí le vino al barón el requerimiento de facilitar el arresto del prelado. Hubo que presionarlo, pero por fin Slane se avino. El arzobispo se había ido a Carrick-on-Suir, del condado de Tipperary. Slane mandó por él y le pidió que lo acompañara a Dublín para poder justificarse de una acusación de traición. El arzobispo estuvo de acuerdo y no había hecho más que llegar -comienzos de octubre de 1583- cuando fue arrestado y detenido, primero en la prisión de Kilkenny y luego en el castillo de Dublín.

      Se decidió su interrogatorio, que tuvo lugar entre el 8 y el 20 de octubre, y estuvo a cargo de Edward Waterhouse, que era el miembro más antiguo del Concejo Privado Irlandés, siguiendo las instrucciones dadas por los Lores de Justicia Loftus y Wallop. Como el resultado de este interrogatorio fue poco satisfactorio, se escribió al secretario de Estado de la reina Isabel, pidiéndole instrucciones. Éste, sir Francis Walsingham, contestó que aunque fuera mediante tortura había que lograr que O'Hurley reconociera sus actividades contra la Reina. Desde Dublín los jueces contestaron a su vez que carecían de los necesarios instrumentos de tortura y sugerían que el preso fuese llevado a Londres e interrogado y torturado allí No se aceptó esta sugerencia y se insistió en que fuera el preso interrogado y torturado hasta que reconociera cuanto había hecho contra cualquiera de los dominios de la Reina Intentaron en Dublín que dijera cuanto se quería de él sin apelar a la tortura, pero como las declaraciones de O'Hurley no gustaban, se apeló por fin a torturarlo. El 7 de mayo de 1584 se enviaba a Walsingham el texto de las declaraciones del arzobispo hechas bajo la tortura, y en las que él repitió que respecto a las actividades que se le achacaban no tenía nada que decir Ya no se le torturó más

     Los lores de justicia habían exigido la detención de O'Hurley por tener la sospecha y casi certeza de que estaba implicado en la rebelión de Munster y en las conspiraciones del vizconde Baltinglass y William Nugent, las ramificaciones de las cuales continuaban molestando a la administración dublinesa. Creían igualmente que había una conspiración internacional contra el reino ingles, liderada por Roma, de donde O'Hurley venía. Pero los interrogatorios bajo tortura dejaron claro que O'Hurley nada tenía que ver con todo esto y que era inocente de todos los cargos, y se dieron cuenta de que esta inocencia quedaría patente en un juicio público. Pensaron entonces que tenía que ser juzgado por la ley marcial, evitando con ello un juicio público, lo que pudiera decir el jurado, la autodefensa pública del acusado, etc., y así se lo dijeron a Walsingham, proponiendo una ejecución por el delito de traición cometida en el extranjero. Walsingham consultó con la Reina y contestó que prefería un juicio público por la ley común pero que autorizaba la ejecución por la ley marcial. Fue por este procedimiento como fue el prelado condenado a muerte.

      La ejecución se fijó para el 20 de junio de 1584. Muy temprano al arzobispo se le hizo salir por la puerta trasera del castillo y fue llevado a Hoggín Green para ser colgado en un patíbulo. Casualmente había allí algunos ciudadanos que habían ido a un match de arqueros. Al preso se le permitió hablar y protestó su inocencia y señaló su convicción de que su ejecución se debía solamente a su condición de ministro de la fe católica, lo que confirma lo que se había dicho ya durante su arresto y era que se le había propuesto al detenido prelado el cambio de religión como medio de salvarse. Con paciencia y mansedumbre encomendó su alma a la misericordia de Dios. Fue ahorcado, pero a lo que parece no descuartizado, y cuando la noticia se supo en Dublín algunas señoras fueron por su cadáver y le dieron sepultura en el oratorio de San Kevin, al parecer con la colaboración de William Fitzsimon que lo logró cuando ya estaba en un ataúd para ser llevado a un enterramiento secreto.

      La comunidad cristiana siempre lo tuvo por mártir y, perseverando en los siglos esta fama, se llegó a la causa de beatificación que fue introducida en 1915.

 

AÑO CRISTIANO Edición 2005
Autores: Lamberto de Echeverría (†),
Bernardino Llorca (†)
y José Luis Repetto Betes Editorial:
Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo VI Junio ISBN 84-7914-729-6

 

 

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