17 – DE
JUNIO – SABADO –
10 –
SEMANA DE T.O. – A
SDO. CORAZON
DE MARIA
Lectura del
profeta Isaías (61,9-11):
La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos
entre los pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo
el Señor.
Desbordo de
gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con un traje
de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la
corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y
los himnos ante todos los pueblos.
Palabra de Dios
Salmo: 1Sam
2,1-8
R/. Mi
corazón se regocija por el Señor, mi salvador
Mi corazón se regocija por el señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda
baldía. R/.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (2,41-51):
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y,
cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que
lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una
jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no
encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo
encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y
haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento
y de las respuestas que daba.
Al verlo, se
quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así?
Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les
contestó:
«¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no
comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor
1. Cuando
Dios decidió venir al mundo lo hizo en forma de niño, con un corazón de niño.
De Jesús, en un momento dado de su vida, se nos dice que: “iba creciendo en
edad, en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc
2,52). Pero, su corazón no creció como suelen hacerlo los de los otros seres
humanos, que se hacen más desconfiados, suspicaces y maliciosos, sino en la
línea de la inocencia, de la sencillez y de la confianza. De ahí que llegara a
decir: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Jesús lo
aprendió de su Madre, María. Con ella lo vivió y lo practicó primero; luego,
más tarde, no hizo más que seguir en aquella dirección con todos.
2. “Sólo
se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”: Antoine de
Saint Exupery.
En nuestra cultura occidental, hablar
del corazón es hablar de afectos, de sentimientos, de amor o de odio. Lo
específicamente humano, lo espiritual, lo afectivo, lo intelectual es invisible
para los ojos. La amistad, la bondad, la belleza, la verdad, la sinceridad no
son visibles más que con el corazón. Los ojos son importantísimos, pero su
misión, al final, es llevarnos a la otra dimensión y, al llegar, retirarse,
para que el corazón tome las riendas de lo que es competencia suya.
Al celebrar
el Corazón de María, estamos hablando de lo que María veía y cómo lo veía. Los
ojos le mostraban un niño, ella veía a Dios; los ojos le mostraban un José que
no entendía qué es lo que pasaba; María veía en él a la persona puesta y
dispuesta por Dios para el cometido más delicado que se pudiera pensar. Y así
con todo lo demás. Y, porque María todo eso lo intuía y veía con el corazón, lo
celebramos, lo admiramos, se lo agradecemos y, en la medida en que podemos, la
imitamos. Porque ser ciego es una de las mayores desgracias, pero “no tener
corazón” es todavía peor; o tenerlo, no de carne, sino de piedra, insensible,
es algo que todos detestamos. María fue muy humana, muy sensible, muy delicada,
piadosa y compasiva.
3. “María lo guardaba todo en su corazón”. Y, al mismo tiempo, María seguía siendo humana. Y, como tal, no lo entendía todo. Y, en lugar de pedir cuentas a Dios o disgustarse, protestar o retirarse, su actitud fue muy distinta: lo guardaba todo, como algo sagrado, en lo más hondo de su corazón. Y allí lo rezaba, lo discernía, lo recordaba, lo volvía a vivir. Y esperaba como buena madre que llegara el momento de entender aquello, o de no entenderlo porque no era suyo sino de Dios.
No sé si
estaré acertado o equivocado, pero tengo para mí que una cosa, una verdad, un
misterio, todo aquello con capacidad para estar en un libro o en Google y en el
Corazón de María, cambia substancialmente si está en un sitio o en otro. En
apariencia es la misma realidad, pero realmente es distinto. La persona y el
corazón de María tienen capacidad suficiente para hacer las cosas “según Dios”,
no sólo según los hombres. A mí me da mucha más seguridad contemplar lo que
María guardaba en su corazón sobre cualquier aspecto de Jesús que lo que pueda
aprender a través de otros medios. Esto no es fácil explicarlo ni demostrarlo;
pero intuyo que nosotros, los seguidores de Jesús y de María, tampoco lo
necesitamos. Por eso celebramos su Corazón, y, al hacerlo, celebramos también
todo lo que allí guardaba y la forma en la que lo hacía. Pidiendo únicamente
ser capaces de parecernos a ella, por madre y por maestra.
SDO. CORAZON
DE MARIA
Después de su entrada a los cielos, el
Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El
amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende
también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió
al morir; y así la veneramos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le
solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo.
Veneramos el Corazón que guarda todas las
cosas de Dios y que nos ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio
corazón. Ya san Juan Eudes, en el siglo XVII, había difundido esta devoción. En
1942, en plena II Guerra Mundial, el papa Pío XII consagró el mundo al Corazón
Inmaculado de María.
El papa Juan Pablo II declaró que la
conmemoración del Inmaculado Corazón de María será de naturaleza «obligatoria»
y no «opcional». Es decir, por primera vez en la Iglesia, la liturgia para esta
celebración debe realizarse en todo el mundo católico.
La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón
de Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo XVII.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de
María.
En
1944, el Papa Pío extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la
celebración del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto, ocho días después
de la Asunción.
Con la renovación litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para
dársela a las principales fiestas marianas y, se cambió la fecha para un día
después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan Eudes, decía que el Corazón de María es la fuente y el principio de
todas las grandezas y excelencias que la adornan y que la hacen estar por
encima de todas las creaturas; por ser hija predilecta de Dios Padre, madre muy
amada de Jesús y esposa fiel del Espíritu Santo. Y que ese santísimo Corazón de
María es fuente de todas las virtudes que practicó.
También San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado
Corazón de María, profesó un inmenso amor a esta advocación.
Quiso que sus misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la devoción
al Inmaculado Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, porque en Fátima la
Virgen personalmente nos manifestó que Dios quería salvar al mundo, por medio
de su Inmaculado Corazón.
La fiesta del Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón de
Jesús. El corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La
primera vez que se menciona en el Evangelio el Corazón de María es para
expresar toda la riqueza de esa vida interior de la Virgen: “María conservaba
estas cosas en su corazón”
El corazón de María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su
Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la
noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el pesebre, y la presencia,
un poco más tarde, de los Magos con sus dones,... y la profecía del anciano
Simeón, y las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más tarde, el corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en Jerusalén a
los doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio de hoy.
Pero María conservaba todas estas cosas en
el corazón....
Jamás olvidaría los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo en
la Cruz, ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al
mirar a Juan ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde
aquel momento nos amó con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a
Jesús.
Pero María ejerció su maternidad desde antes que se consumase la redención
en el Calvario, pues Ella es madre nuestra desde que prestó su colaboración a
la salvación de los hombres en la Anunciación.
En el relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo
verdaderamente maternal del Corazón de María: su atenta disposición a las
necesidades de los demás. Un corazón maternal es siempre un corazón atento,
vigilante.
La devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a aprender
a tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los niños
pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a ellas
cuando están en gravísimas necesidades, sino también en los pequeños apuros que
le salen al paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más
insignificantes. Y ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del
Cielo.
Hoy queremos encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos
confiados a ella, ella nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su amor
por nosotros. Ese mismo amor que Jesús tiene por cada uno de nosotros. y ella
nos dirá que nos quiere, que nos quiere con toda su alma.
Pidamos a Dios que preparó en el Corazón de María, una morada digna al
Espíritu Santo, que haga que nosotros, por intercesión de la Santísima Virgen
lleguemos a ser templos dignos de su gloria.
Consagración al Sagrado
Corazón de María
Oh, Corazón Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el
Corazón de Jesús, eres la escuela viviente de total consagración y dedicación a
Su Corazón.
En tu Corazón, Oh Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin
divisiones, al Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud;
servirle con generosidad y a cooperar activa y responsablemente en los
designios de Su Corazón.
Deseamos consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que es
el camino perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón, es
también refugio seguro de gracia y santidad, donde nos vamos liberando y
sanando de todas nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en
total disponibilidad de amor a la voluntad de Dios, que se nos manifestará a
través de tu mediación maternal.
En virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que nos
guardes y protejas de todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros corazones
ardan con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón.
Qué unidos a ti, que eres la portadora por excelencia de Cristo para el
mundo, y ungidos por el poder del Espíritu Santo, seamos instrumentos para dar
a un mundo tan árido y frío, el amor, la alegría y la paz del Corazón de Jesús.
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