28 DE JUNIO
– MIERCOLES –
12 –
SEMANA DE T.O. – A
San Ireneo de Lyon
Lectura
del libro del Génesis (15,1-12.17-18):
En aquellos días, Abrán recibió en una visión la palabra del Señor:
«No temas,
Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.»
Abrán
contestó:
«Señor, ¿de
qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi
casa?»
Y añadió:
«No me has
dado hijos, y un criado de casa me heredará.»
La palabra
del Señor le respondió:
«No te
heredará ése, sino uno salido de tus entrañas.»
Y el Señor lo
sacó afuera y le dijo:
«Mira al
cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»
Y añadió:
«Así será tu
descendencia.» Abran creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le
dijo:
«Yo soy el
Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó:
«Señor Dios,
¿cómo sabré que yo voy a poseerla?»
Respondió el
Señor:
«Tráeme una
ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una
tórtola y un pichón.»
Abrán los
trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no
descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los
espantaba.
Cuando iba a
ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro
cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una
antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el
Señor hizo alianza con Abrán en estos términos:
«A tus
descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río
Eufrates.»
Palabra de Dios
Salmo:
104,1-2.3-4.6-7.8-9
R/. El Señor se
acuerda de su alianza eternamente
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer
sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al
son de instrumentos,
hablad de sus
maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se
alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al
Señor y a su poder,
buscad continuamente
su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra
dada, por mil generaciones;
de la alianza
sellada con Abrahán,
del juramento
hecho a Isaac. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (7,15-20):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con
los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las
zarzas o higos de los cardos?
Los
árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol
sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol
que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego.
Es decir, que
por sus frutos los conoceréis.
Palabra del Señor
1. En
el cristianismo primitivo existía, sin duda alguna, el peligro, para los creyentes en Jesús, de verse asaltados por "profetas falsos". Es
decir, ya entonces percibieron la amenaza que representan los hombres tramposos
y embusteros, que se presentan con apariencia de salvadores, cuando en realidad
son auténticos "salteadores" de caminos por los que transita gente
inocente (cf. 1 Jn 2, 18-27; 4, 1-6; Tit 1, 12; Ap 2, 20; Did. 11, 3; Pastor de
Hermas, m. 11, además de los montanistas y no pocos grupos gnósticos) (A.
Piñero).
Teniendo
en cuenta que lo que se les reprocha a los "profetas falsos" no es el
error, sino la maldad (anomía) (Mt 7, 23).
2. El
principio o criterio, que aquí establece Jesús, tiene esta característica: fundamenta la ética, no en principios filosóficos o en leyes religiosas,
sino en las consecuencias del propio comportamiento.
El
comportamiento humano, por supuesto. Pero el
comportamiento humano que sigue el comportamiento que tuvo Jesús. Este criterio
se parece mucho al llamado pragmatismo americano, que entiende la fe como
"aquello en virtud de lo cual un hombre está dispuesto a obrar" (N.
J. Green).
No nos damos
cuenta, por lo general, de la disociación y el desacuerdo que existe entre lo
que pensamos y lo que hacemos. Por eso es tan importante recordar el criterio
ético de R. Rorty: el hombre solidario es el que lucha por disminuir la
violencia, el sufrimiento y "la humillación que soportan algunos seres
humanos a causa de otros seres humanos".
3. Cada cual
nos tenemos que preguntar por las consecuencias que se siguen de nuestras conductas. Por ejemplo, es muy aleccionador tener
presente si cada cual, en el ambiente en el que se mueve, contagia bienestar, alegría, paz, sosiego, ganas de vivir. O, por el contrario, lo que contagia
es un clima insoportable, malestar,
tensiones, violencia, atropellos...
En eso es
donde está la respuesta al problema de la ética. Mi bondad o mi maldad se
perciben, ante todo, en la cara que ponen los que conviven conmigo.
San Ireneo de Lyon
San Ireneo,
educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella
ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era
presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha
ciudad.
Las obras
literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente
entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para
poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y
refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave
peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas
de aquellos herejes.
Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.
Infancia
y Estudios
Nada se sabe sobre
su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas
provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el
recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió
una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos
conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la
literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo, además, el inestimable
privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los
Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos,
figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo.
Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo
obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía
describir con lujo de detalles, el aspecto de San Policarpio, las inflexiones
de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus
entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o
para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours
afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo como misionero a las Galias,
pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.
Sacerdocio
Desde tiempos muy
remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y
el de Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes
levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba,
hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal
mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto
con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon,
venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los
galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó
San Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer
obispo, San Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte.
La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión se puso en
evidencia el año de 177, cuando se le despachó a Roma con una delicadísima
misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio,
al tratar a San Potino, el 2 de junio, cuando ya muchos de los jefes del
cristianismo en Lyon, se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte,
no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia Menor.
Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad
su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al Papa San
Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las
cartas", con una apelación al Pontífice, en nombre de la unidad y de la
paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de
Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote
"animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un
amante de la paz, como lo indicaba su nombre.
Obispado
El cumplimiento de
aquel encargo que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a
compartir el martirio de San Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo
permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede
episcopal que había dejado vacante San Potino. Ya por entonces había terminado
la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz.
Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que,
además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la
evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a
los Santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los
Santos Ferrucio y Ferreolo, a Besancon, Para indicar hasta qué punto se había
identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta
en vez del griego, que era su lengua madre.
Lucha
contra el gnosticismo
La propagación del
gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el
cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de
por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía
sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina.
Afortunadamente, San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en
todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó
aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas,
escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente
las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con
las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Hay un buen ejemplo
sobre el método de combate que siguió. Cuando trata sobre la creencia gnóstica
de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres
angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá eternamente
desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la
desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz
reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la
verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo
que El creó los siguientes términos: "El Padre está por encima de todo y
Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas
y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos
nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman
porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas
las cosas y en todas las cosas."
Ireneo escribe con
estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan
comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién
"iniciados" dice: "Tan pronto como un hombre se deja atrapar en
sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de
vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra,
sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un
gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel. Ireneo
estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo,
se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho,
había tomado la determinación de "desenmascarar a la zorra", como él
mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego,
pero traducidas al latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron
en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos,
de entonces en adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia
y la fe católica.
Reconciliador
ante el Pontífice
El hecho de que
luchara contra las herejías no significa que fuese intransigente. Al contrario.
Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el Papa
Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del
Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a
celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el Papa Víctor III
los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma.
Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al
Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no
eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y
que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto no había impedido que el
Papa Aniceto y San Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de
su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos
partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325,
los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión
por parte de la Santa Sede.
Su
muerte y veneración
Se desconoce la
fecha de la muerte de San Ireneo aunque, por regla general, se estima en el año
202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado,
pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular.
Los restos
mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en
una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan,
pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue
destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los
últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la
fiesta de San Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el oriente (el 23
de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la iglesia de occidente.
Su
Escritos
No ha llegado
hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre San
Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel
que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las
creencias ortodoxas
Su tratado contra
los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina.
En 1904 se
descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación
apostólica, traducida al armenio. La obra era hasta entonces conocida como:
"Prueba de la Predicación Apostólica". Se trata, sobre todo de una
comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se
obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos
del autor.
A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos
mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de
teología cristiana.
San Ireneo,
fundamentándose en San Pablo y en su conocimiento de las enseñanzas
apostólicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María
Bibliografía:
"Vidas de los Santos"
de Butler,
ed. española.
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