20 DE FEBRERO
– MARTES –
1ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
SAN ELEUTERIO
Lectura del libro de Isaías (55,10-11):
ESTO dice el Señor:
«Como bajan
la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar
la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que
come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi
encargo».
Palabra de Dios
Salmo:
33,4-5.6-7.16-17.18-19
R/. Dios
libra de sus angustias a los justos
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus
angustias. R/.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los
malhechores,
para borrar de la tierra su
memoria. R/.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (6,7-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando
recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por
hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo
que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal”.
Porque si
perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre
celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras ofensas».
Palabra del Señor
1. Orar
es expresar un deseo. Y el deseo es la experiencia lógica de una carencia.
Cuando
deseamos algo, sin duda alguna, lo que nos ocurre es que tenemos un vacío o
sufrimos una carencia, que apetecemos satisfacer. De ahí, la importancia
capital del "deseo" en nuestras vidas. Si lo que apetecemos pertenece a otro, el deseo de apropiarse lo ajeno es un asunto tan grave,
que eso precisamente es lo que constituye el último de los mandamientos
del Decálogo (Ex 20, 17) (cl. René Girard).
Por otra
parte, cuando deseamos algo, que
necesitamos y que es bueno, aunque no nos pongamos a rezar, el deseo íntimo es
nuestra oración. Ese deseo, por sí solo, es ya nuestra oración. No hace falta
más.
2. El
Padrenuestro es "un resumen de toda la enseñanza sobre la fe y las
costumbres" (U. Luz). Es un breviarium totius Evangelii, la forma breve de
expresar el Evangelio entero (Tertuliano).
De este
"Breviario" de todo el Evangelio, se han hecho dos interpretaciones:
1) Una,
"dogmática": el resumen condensado de todo lo que Jesús nos enseñó en
el Evangelio.
2) La
interpretación "ética": la síntesis de lo que tenemos que hacer, una
"guía para nuestra espiritualidad". Que nos viene a decir: Dios es
siempre bueno. Sed vosotros también siempre buenos. Y buenos con todos, con los
que te hacen el bien y con los que te hacen el mal. Esta es la síntesis de
nuestra religiosidad. No hay más. Ni menos tampoco.
3. Esta
oración es de una profundidad asombrosa:
1) Se siente
a Dios como Padre. Y nada más que como Padre.
2) Lo que más
importa es que se haga lo que Dios quiere, no lo que nos interesa a los
mortales.
3) Lo que
apetecemos es que sea Dios el que mande, el que se imponga. Nada más que eso.
4) Que
no nos falte el pan, lo elemental para vivir. Y el compromiso de perdonar
siempre, lo mismo exactamente, que queremos ser perdonados.
Tener siempre
la tolerancia y el respeto con que queremos ser tratados. ESTA ES
NUESTRA RELIGIÓN.
SAN ELEUTERIO
Nació en Nicopoli en Epiro. Mártir.
Elegido en el 175, murió en el 189. Mandó a Fugacio y Damián a convertir a los
bretones. Suprimió algunas costumbres hebraicas sobre la pureza e impureza de
las viandas de las cuales los cristianos daban gran importancia.
Martirologio
Romano: En Roma, san Eleuterio, papa, al que los
famosos mártires de Lyon, apresados entonces, escribieron una célebre carta
para que mantuviera la paz en la Iglesia (189).
Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de
origen griego.
San Eleuterio, natural de Nicópolis, ciudad de Grecia, diácono y discípulo
del Santo Pontífice Aniceto, sucedió a San Sotero en el pontificado el año
175.Tuvo en su tiempo alguna paz y tranquilidad la Iglesia, y con esta quietud
se iba multiplicando maravillosamente, y en Roma muchos caballeros y señores,
cansados ya de la superstición de sus vanos dioses y de la crueldad y
abominaciones de sus emperadores, por la doctrina y predicación del Santo
Pontífice Eleuterio, recibían la luz del Evangelio y se convertían al Señor.
Y no menos en las otras provincias y reinos descubría sus claros rayos
y resplandores nuestra Santa Religión; particularmente se vio esto en
Britannia, que ahora llamamos Inglaterra, porque Lucio su rey, habiendo
entendido la santa vida y milagros de los cristianos, y, que poco antes Marco
Aurelio emperador había alcanzado por oración de ellos una gran victoria contra
los marcomanos, y que por esto permitían que viviesen en su ley y que algunos
caballeros y senadores romanos se habían bautizado y seguido al estandarte de
Cristo, movido del mismo Señor, envió solemne embajada con Elvano y Meduino,
criados suyos, a San Eleuterio, suplicándole que le enviase algunos ministros
suyos, para que a él y a toda su casa y reino hiciese cristianos y los
reconociese como a ovejas suyas y del rebaño del Señor.
No se puede creer la alegría que el Santo Pontífice Eleuterio recibió con
esta embajada; y para cumplimiento de lo que por ella se pedía, envió a Fugacio
y Donacio, que otros llaman Damiano, varones dignos de tan grande empresa, a
Britannia, para que enseñasen los misterios de nuestra San Fe a Lucio y a su
reino, y con el agua del santo bautismo los reengendrasen en Cristo. Ellos
fueron, y lo hicieron, y todo conforme al deseo y orden de Eleuterio; y el rey
se bautizó y fue Santo, y como de tal hizo mención de él el Martirologio romano
al 3 de diciembre, y su reino públicamente aceptó la fe de Jesús, y fue el
primero del mundo que por público decreto y común parecer de los moradores de
él recibió y profesó la religión cristiana; puesto caso que en España y Francia,
y en los otros reinos y provincias, ya había en este tiempo muchos cristianos.
Esta conversión de Lucio fue en el año de 183, según el cardenal Baronio.
Con la paz que tuvo la Iglesia en este tiempo, se levantaron algunos herejes
que la turbaron, como los Valentinianos, Marcionistas, Severianos, y otros más;
a los cuales el Pontífice Eleuterio resistió valerosamente, y fue ayudado de
San Ireneo, discípulo de San Policarpo, y de Papías, que habían enviado de la
Iglesia de Lyon de Francia, y en el tiempo que estuvo en ella escribió contra
los herejes, y les hizo la guerra como varón doctísimo, confutando los
disparates que ellos enseñaban, con la doctrina y tradiciones apostólica que él
había aprendido; y después volvió a Lyon, de donde fue obispo y mártir
gloriosísimo.
Y porque algunos herejes enseñaban que Dios había creado muchas cosas malas,
y que no se había de comer algunos manjares, por ser tales, Eleuterio mandó que
nadie desechara por superstición género alguno de manjar de las creaturas que
Dios hizo para servicio del hombre; no porque no sea lícito y loable de
abstenerse de manjares regalados y gustosos para mortificar y refrenar la carne
y sus apetitos, o porque no se deba obedecer a la Iglesia cuando nos manda
abstenernos de ellos en los días de ayuno, que esto es necesario, sino porque
no se han de desechar, por pensar que son malos de su naturaleza.
Ordenó asimismo que ningún sacerdote fuera depuesto, sin que primero fuese
legítimamente convencido de algún grave delito, y que ningún ausente fuese
condenado antes de ser oído; pues Cristo no condenó, ni dejó de comulgar a
Judas, con saber quién era, porque aún no era notorio su pecado. Dió tres veces
órdenes en el mes de diciembre, y en ellas ordenó 12 presbíteros, 8 diáconos y
15 obispos; y después de haber gobernado santamente la Iglesia romana, fue
martirizado, dando su vida por Cristo, siendo Cómodo emperador, aunque los
Martirológios romanos antiguos no declaran con que género de muerte fue
coronado. Su cuerpo fue sepultado en el Vaticano.
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