28 DE FEBRERO
– MIERCOLES –
2ª – SEMANA DE CUARESMA - B
SANTOS MÁRTIRES DE ALEJANDRÍA
Lectura del
libro de Jeremías (18,18-20):
ELLOS dijeron:
«Venga,
tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el
consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y
no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso,
Señor, escucha lo que dicen mis oponentes. - ¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa! Recuerda que estuve ante ti, pidiendo clemencia
por ellos, para apartar tu cólera.
Palabra de Dios
Salmo:
30,5-6.14.15-16
R/. Sálvame,
Señor, por tu misericordia
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.
Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me
persiguen. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (20,17-28):
EN aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les
dijo por el camino:
«Mirad,
estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a
los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer
día resucitará».
Entonces se
le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para
hacerle una petición.
Él le
preguntó:
«¿Qué
deseas?».
Ella
contestó:
«Ordena que
estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda».
Pero Jesús
replicó:
«No sabéis lo
que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo
beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros
diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos,
Jesús les dijo:
«Sabéis que
los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será
así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro
servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el
Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en
rescate por muchos».
Palabra del Señor
1. Este relato es uno de los más impresionantes que se pueden encontrar en los cuatro evangelios. Porque aquí se han unido dos episodios que, entre otras cosas, señalan -sin duda alguna- la razón que explica lo lejos que la Iglesia vive del Evangelio.
Jesús se
desahoga con sus apóstoles, relatando le que le espera en Jerusalén. Es el
tercer anuncio de la pasión, el fracaso y la muerte que se le viene encima,
precisamente en Jerusalén.
Jesús sube a
la capital como el que se mete en la boca del lobo. Y se lo detalla a sus
queridos apóstoles. Esto es fuerte.
Y Jesús no
huye, sino que afronta la situación. Y derecho a ella. Solo ante el peligro,
ante el final espantoso y humillante.
2. Mateo
une, a este anuncio humillante, el deseo de éxito, ascenso y triunfo que tienen
los apóstoles de Jesús. Es lo que expresa "entonces" (tóte), que
indica lo que viene "a continuación".
Los primeros
apóstoles de Jesús, "en vez de compasión, lo que hay (en aquellos hombres)
es ambición y deseo de poder (Warren Carter). Apenas han oído que Jesús va a
terminar como un esclavo, ellos aspiran a ponerse en los puestos de más
importancia, los primeros.
¿Está claro
cómo y por qué la Iglesia lleva, en su sangre misma, los antivirus, que la
mantienen “protegida” y “alejada” del Evangelio?
3. La
reacción de Jesús es tan fuerte como clara y transparente: No sabéis lo que estáis pidiendo. De ahí, la sentencia lapidaria de Jesús: los
gobernantes y los grandes, lo que buscan es subir y mandar sometiendo,
entre vosotros eso NO. Todo lo contrario, el que quiera ser el
primero, que se haga el esclavo de todos. Jesús les estaba (y sigue)
diciendo: yo he venido a cambiar el mundo y salvar a los
extraviados, pero eso no es posible desde arriba, sino únicamente desde
abajo, desde los esclavos y con los esclavos.
Conmemoración
de muchísimos santos mártires en Alejandría de Egipto, que, en tiempos del
emperador Teodosio, con el aumento del número de cristianos fueron capturados
por los fieles de Serapis y, rechazaron con firmeza adorar su ídolo, fueron
cruelmente masacrados. c. 392.
Teófilo,
arzobispo de Alejandría, obtuvo un rescripto del emperador Teodosio, por el
cual le autorizaba a convertir el templo de Dionisio en una iglesia cristiana.
Esto produjo motines que trajeron en consecuencia la muerte de mucha gente. Los
rebeldes hicieron su cuartel general en el gran templo de Serapis, desde donde
hacían sus correrías y se apoderaban de los cristianos, a quienes inducían a
ofrecer sacrificios a Serapis; los que se negaban sufrían una muerte cruel.
El
emperador manifestó admiración por aquellos que habían recibido la corona del
martirio. Para honrar más su gloriosa muerte, perdonó a los asesinos, pero
ordenó que todos los templos paganos en Egipto fueran destruidos. Cuando se
supo esto en Alejandría, los paganos abandonaron el templo de Serapis,
derribaron el ídolo y lo quemaron. Se le había hecho creer al pueblo que, al
ser tocado el ídolo, el cielo se vendría abajo y la tierra sería un caos.
Tan
pronto como vieron que nada de esto sucedía, muchos de los paganos abrazaron el
cristianismo. Dos iglesias fueron construidas sobre el templo de Serapis, uno
de los monumentos más grandes del mundo antiguo.
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