martes, 13 de febrero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 DE FEBRERO – JUEVES DESPUES DE CENIZA – SAN CLAUDIO DE LA COLUMBIERE

 


 

15 DE FEBRERO –

JUEVES DESPUES DE CENIZA

SAN CLAUDIO DE LA COLUMBIERE

 

      Lectura del libro del Deuteronomio (30,15-20):

 

MOISÉS habló al pueblo, diciendo:

«Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla.

Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán.

Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob».

 

Palabra de Dios

Salmo: 1

    R/. Dichoso el hombre

que ha puesto su confianza en el Señor

 

 Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche. R/.

 

 Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 

 No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Entonces decía a todos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

 

Palabra del Señor

 

1.   Este texto del evangelio de Lucas es fuerte, duro, exigente. Jesús sabe el final de vida que le espera. Hubiera sido un ingenuo si no hubiera tenido esto muy claro. Tal como venía siendo su comportamiento, el conflicto con el poder religioso y con el poder político era inevitable. "En el mundo romano del siglo I, a nadie se le ocurría pensar que la religión y la política estuvieran separadas" (Warren Carter).

El conflicto de Jesús con los doctores de la ley, con los sacerdotes del Templo era también conflicto con los legionarios romanos y con el Emperador.

 

2.   Otra cosa que nos enseña este relato es: la llamada al "seguimiento" no solo para los "elegidos", los "llamados", los "selectos". No.  Jesús hizo el llamamiento dirigiéndose "a todos" (prós pántas). Esto nos viene a decir que, para Jesús, ser cristiano es seguirle, seas discípulo, apóstol, clérigo, monje o laico. Ser cristiano es aceptar el destino de Jesús. Incluso cuando nos damos cuenta de que destino nos puede llevar a un conflicto mortal. Esto supone tener una libertad que supera todos los miedos.

 

3.  Lo más duro de todo es lo de "negarse a sí mismo" (arnesástho eautón) (Lc 9, 23). Y además "cargando con la cruz". Aquí no interesan las erudiciones de lingüistas y exegetas. Lo que importa es caer en la cuenta de que hacer en la vida lo que aquí pide Jesús supone y necesita una experiencia "afectiva" tan profunda, que solo la puede explicar el que la vive. Es la experiencia de "pasividad" y de "totalidad", que lleva y compromete la vida entera la forma de ver y vivir la vida tal como lo hizo Jesús.

 

SAN CLAUDIO DE LA COLUMBIERE

 


(año 1641 -1682)

En la Iglesia Católica hay 12 santos que se llaman Claudio, y éste es el más moderno. Tiene el honor de haber sido el director espiritual de la propagadora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Santa Margarita María Alacoque.

Nació cerca de Lyon, en Francia, en 1641. De familia muy piadosa y acomodada, al principio sentía mucho temor a entrar a una comunidad religiosa. Pero llevado a estudiar a un colegio de los Padres Jesuitas, adquirió un enorme entusiasmo por esta Comunidad y pidió ser admitido como religioso jesuita. Fue admitido y en la ciudad de Avignon hizo su noviciado y en esa misma ciudad dio clases por bastantes años.

El año en que fue declarado santo San Francisco de Sales (1665) los superiores encomendaron a Claudio de la Colombiere que hiciera el sermón del nuevo santo ante las religiosas Salesas o de la Visitación. Y en aquella ocasión brillaron impresionantemente las cualidades de orador de este joven jesuita, y las religiosas quedaron muy entusiasmadas por seguir escuchando sus palabras.

El Padre Claudio preparaba con mucho esmero cada uno de sus sermones, y los escribía antes de pronunciarlos. No los leía al público, porque la lectura de un sermón le quita muchísima de su vitalidad, pero antes de proclamarlos se esmeraba por ponerlos por escrito. En Avignon, en Inglaterra, y en París impresionó muy provechosamente a los que lo escuchaban predicar.

Uno de los más provechosos descubrimientos de su vida fue el de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, tomado de las revelaciones que recibió Santa Margarita. Cuando Claudio cumplió los 33 años se propuso, después de hacer un mes de Retiros Espirituales, morir al mundo y a sus vanidades y dedicarse totalmente a la oración, a la vida interior, a la predicación y a la enseñanza del catecismo, y a dirigir cuantas más almas pudiera, por el camino de la santificación.

En 1675 el Padre Claudio fue nombrado superior del colegio de los jesuitas en Paray le Monial, la ciudad donde vivía Santa Margarita. Esta santa se encontraba en un mar de dudas, y no hallaba un director espiritual que lograra comprenderla. Le había contado a un sacerdote las revelaciones y apariciones que le había hecho el Sagrado Corazón de Jesús, pero aquel sacerdote, que sabía poco de mística, le dijo que todo eso eran engaños del demonio. Entonces ella se dedicó a pedirle a Nuestro Señor que le enviara un santo y sabio sacerdote que la comprendiera, y su oración fue escuchada.

Escribe así Santa Margarita: "El Padre Claudio vino a predicarnos un sermón, y mientras él hablaba oí en mi corazón que Jesucristo me decía: ‘He aquí al sacerdote que te he enviado’. Después del sermón fui a confesarme con él, y me trató como si ya estuviera enterado e informado de lo que me estaba sucediendo. En la segunda confesión que hice con él le informé que yo sentía una gran aversión y repugnancia a confesarme, y me dijo que me felicitaba por esto, pues con vencer la tal aversión podía cumplir aquel mandato de Jesús que dice: ‘El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo’. Este piadoso sacerdote me fue guiando con gran sabiduría, y demostrando un gran respeto por mi alma me fue diciendo todo lo bueno y lo malo que había en mi corazón, y con sus consejos me consoló muchísimo. Me insistía continuamente que aceptara cada día el que se cumpliera en mí todo lo que la Santa Voluntad de Dios permitiera que me sucediera, y me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir las comunicaciones divinas con fe y humildad".

Claudio no sólo dirigió espiritualmente a la santa que el Sagrado Corazón escogió para hacerle sus revelaciones, sino que dedicó toda su vida restante y sus muchas energías en propagar por todas partes la devoción del Corazón de Jesús.

Fue enviado el santo sacerdote a Inglaterra, y allí, como predicador de los altos empleados del gobierno, logró muchas conversiones de protestantes hacia el catolicismo. Su tema favorito era la devoción al Sagrado Corazón. Pero los protestantes, que eran muy poderosos en aquel país, le inventaron toda clase de calumnias y obtuvieron que fuera puesto preso y condenado a muerte. Sólo la intervención del rey Luis XIV de Francia logró que no lo mataran. Pero los meses pasados en la prisión le destruyeron casi por completo su salud.

Fue expulsado de Inglaterra a Paray le Monial, la ciudad desde donde se propagó a todo el mundo la devoción al Corazón de Jesús. Santa Margarita le anunció que él moriría en aquella ciudad, y así sucedió el 15 de febrero del año 1682. Santa Margarita recibió una revelación en la cual se le decía que el Padre Claudio estaba ya en el cielo.

El Papa Juan Pablo II lo declaró santo en 1992.

 

 

 

 

 

 

 

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