15 DE FEBRERO
–
JUEVES DESPUES
DE CENIZA –
SAN CLAUDIO DE LA
COLUMBIERE
Lectura del libro del Deuteronomio (30,15-20):
MOISÉS habló al pueblo, diciendo:
«Mira: hoy
pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy
amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y
decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la
tierra donde vas a entrar para poseerla.
Pero, si tu
corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros
dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis
mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez
pasado el Jordán.
Hoy cito como
testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y
la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu
descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él,
pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres,
Abrahán, Isaac y Jacob».
Palabra de Dios
Salmo: 1
R/. Dichoso el
hombre
que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los
cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los
justos,
pero el camino de los impíos acaba
mal. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (9,22-25):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El Hijo del
hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces
decía a todos:
«Si alguno
quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me
siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida
por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se
pierde o se arruina a sí mismo?».
Palabra del Señor
1. Este
texto del evangelio de Lucas es fuerte, duro, exigente. Jesús sabe el final de
vida que le espera. Hubiera sido un ingenuo si no hubiera tenido esto muy
claro. Tal como venía siendo su comportamiento, el conflicto con el poder religioso
y con el poder político era inevitable. "En el mundo romano del siglo I, a
nadie se le ocurría pensar que la religión y la política estuvieran
separadas" (Warren Carter).
El conflicto
de Jesús con los doctores de la ley, con los sacerdotes del Templo era también
conflicto con los legionarios romanos y con el Emperador.
2. Otra
cosa que nos enseña este relato es: la llamada al "seguimiento" no solo para los "elegidos", los "llamados", los
"selectos". No. Jesús hizo el
llamamiento dirigiéndose "a todos" (prós pántas). Esto nos viene
a decir que, para Jesús, ser cristiano es seguirle, seas discípulo, apóstol,
clérigo, monje o laico. Ser cristiano es aceptar el destino de Jesús. Incluso
cuando nos damos cuenta de que destino nos puede llevar a un conflicto
mortal. Esto supone tener una libertad que supera todos los miedos.
3. Lo
más duro de todo es lo de "negarse a sí mismo" (arnesástho eautón)
(Lc 9, 23). Y además "cargando con la cruz". Aquí no interesan las
erudiciones de lingüistas y exegetas. Lo que importa es caer en la cuenta de
que hacer en la vida lo que aquí pide Jesús supone y
necesita una experiencia "afectiva" tan profunda, que solo la puede
explicar el que la vive. Es la experiencia de "pasividad" y de
"totalidad", que lleva y compromete la vida entera la forma de ver y
vivir la vida tal como lo hizo Jesús.
SAN CLAUDIO DE LA
COLUMBIERE
(año 1641 -1682)
En la Iglesia Católica hay 12 santos que se
llaman Claudio, y éste es el más moderno. Tiene el honor de haber sido el
director espiritual de la propagadora de la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, Santa Margarita María Alacoque.
Nació cerca de Lyon, en Francia, en 1641. De familia muy piadosa y acomodada, al principio sentía mucho temor a
entrar a una comunidad religiosa. Pero llevado a estudiar a un colegio de los
Padres Jesuitas, adquirió un enorme entusiasmo por esta Comunidad y pidió ser
admitido como religioso jesuita. Fue admitido y en la ciudad de Avignon hizo su
noviciado y en esa misma ciudad dio clases por bastantes años.
El año en que fue declarado santo San
Francisco de Sales (1665) los superiores encomendaron a Claudio de la
Colombiere que hiciera el sermón del nuevo santo ante las religiosas Salesas o
de la Visitación. Y en aquella ocasión brillaron impresionantemente las
cualidades de orador de este joven jesuita, y las religiosas quedaron muy
entusiasmadas por seguir escuchando sus palabras.
El Padre Claudio preparaba con mucho esmero
cada uno de sus sermones, y los escribía antes de pronunciarlos. No los leía al
público, porque la lectura de un sermón le quita muchísima de su vitalidad,
pero antes de proclamarlos se esmeraba por ponerlos por escrito. En Avignon, en
Inglaterra, y en París impresionó muy provechosamente a los que lo escuchaban
predicar.
Uno de los más provechosos descubrimientos de
su vida fue el de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, tomado de las
revelaciones que recibió Santa Margarita. Cuando Claudio cumplió los 33 años se
propuso, después de hacer un mes de Retiros Espirituales, morir al mundo y a
sus vanidades y dedicarse totalmente a la oración, a la vida interior, a la
predicación y a la enseñanza del catecismo, y a dirigir cuantas más almas
pudiera, por el camino de la santificación.
En 1675 el Padre Claudio fue nombrado
superior del colegio de los jesuitas en Paray le Monial, la ciudad donde vivía
Santa Margarita. Esta santa se encontraba en un mar de dudas, y no hallaba un
director espiritual que lograra comprenderla. Le había contado a un sacerdote
las revelaciones y apariciones que le había hecho el Sagrado Corazón de Jesús,
pero aquel sacerdote, que sabía poco de mística, le dijo que todo eso eran
engaños del demonio. Entonces ella se dedicó a pedirle a Nuestro Señor que le
enviara un santo y sabio sacerdote que la comprendiera, y su oración fue
escuchada.
Escribe así Santa Margarita: "El Padre
Claudio vino a predicarnos un sermón, y mientras él hablaba oí en mi corazón
que Jesucristo me decía: ‘He aquí al sacerdote que te he enviado’. Después del
sermón fui a confesarme con él, y me trató como si ya estuviera enterado e
informado de lo que me estaba sucediendo. En la segunda confesión que hice con
él le informé que yo sentía una gran aversión y repugnancia a confesarme, y me
dijo que me felicitaba por esto, pues con vencer la tal aversión podía cumplir
aquel mandato de Jesús que dice: ‘El que quiera seguirme, que se niegue a sí
mismo’. Este piadoso sacerdote me fue guiando con gran sabiduría, y demostrando
un gran respeto por mi alma me fue diciendo todo lo bueno y lo malo que había
en mi corazón, y con sus consejos me consoló muchísimo. Me insistía
continuamente que aceptara cada día el que se cumpliera en mí todo lo que la
Santa Voluntad de Dios permitiera que me sucediera, y me enseñó a apreciar los
dones de Dios y a recibir las comunicaciones divinas con fe y humildad".
Claudio no sólo dirigió espiritualmente a la
santa que el Sagrado Corazón escogió para hacerle sus revelaciones, sino que
dedicó toda su vida restante y sus muchas energías en propagar por todas partes
la devoción del Corazón de Jesús.
Fue enviado el santo sacerdote a Inglaterra,
y allí, como predicador de los altos empleados del gobierno, logró muchas
conversiones de protestantes hacia el catolicismo. Su tema favorito era la
devoción al Sagrado Corazón. Pero los protestantes, que eran muy poderosos en
aquel país, le inventaron toda clase de calumnias y obtuvieron que fuera puesto
preso y condenado a muerte. Sólo la intervención del rey Luis XIV de Francia
logró que no lo mataran. Pero los meses pasados en la prisión le destruyeron
casi por completo su salud.
Fue expulsado de Inglaterra a Paray le
Monial, la ciudad desde donde se propagó a todo el mundo la devoción al Corazón
de Jesús. Santa Margarita le anunció que él moriría en aquella ciudad, y así
sucedió el 15 de febrero del año 1682. Santa Margarita recibió una revelación
en la cual se le decía que el Padre Claudio estaba ya en el cielo.
El Papa Juan Pablo II lo declaró santo en
1992.
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