3 DE FEBRERO – SÁBADO –
4 – SEMANA T O - B –
SAN BLAS, obispo y mártir
Lectura del primer libro de los Reyes
(3,4-15):
En aquellos días, Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues allí
estaba la ermita principal. En aquel altar ofreció Salomón mil holocaustos.
En Gabaón el
Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
«Pídeme lo
que quieras.»
Respondió
Salomón:
«Tú le
hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre David, porque caminó en tu
presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y le has cumplido esa
gran promesa, dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy.
Pues bien,
Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el
trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra
en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable.
Da a tu
siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del
bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le
agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
«Por haber
pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus
enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo
tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes
ni lo habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y
fama, mayores que las de rey alguno.»
Palabra de Dios
Salmo:
118,9.10.11.12.13.14
R/. Enséñame,
Señor, tus decretos.
¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras. R/.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe
de tus mandamientos. R/.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R/.
Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes. R/.
Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca. R/.
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(6,30-34):
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron
todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo:
«Venid
vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran
tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en
barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los
reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel
sitio y se les adelantaron.
Al
desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban
como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Palabra del Señor
1.- Jesús
quiso para sus discípulos que tuvieran tiempos de descanso, de paz y de
sosiego, alejados del barullo y las angustias de la vida cotidiana, en un sitio
tranquilo que invite al reposo y la paz del espíritu. También aquí, entonces
como ahora. Y ahora más. Porque la vida se ha complicado, la sociedad, el
trabajo, la convivencia, todo se ha puesto más tenso, más agobiante, más
insoportable.
Así las
cosas, Jesús, precisamente porque es ejemplo cabal de humanidad sin fisuras, es
el primero que aprueba y quiere nuestros descansos, donde y como cada cual lo
encuentre mejor y según sus posibilidades. Se trata de una necesidad, no es un
lujo, ni un capricho. Jesús lo quiso también, como cualquier ser humano lo
quiere.
2.- Pero,
para Jesús, había algo mucho más importante. La primacía, en su vida, no la
tenían sus intereses o conveniencias, sino los intereses y conveniencias de los
otros. Y es que, en el fondo, Jesús no soportaba ver a la pobre gente.
Literalmente, "se le conmovían las entrañas", según dice el texto
griego (esplagnísthe).
Porque
aquellas gentes iban por la vida "como ovejas sin pastor",
desamparados de todo y de todos. Y si aquellas gentes acudían a Jesús, hasta no
dejarle ni comer, ni descansar, eso quiere decir que Jesús tenía una fuerza de
atracción irresistible.
3.- Pocas
personas se encuentra uno en la vida con tal fuerza de atracción sobre los
últimos de este mundo. Porque en este mundo hay pocas personas con
la humanidad de Jesús. Hay que decirlo una vez más: solo la
humanidad coherente y sin fisuras es la fuerza que puede dar respuesta al dolor
y el anhelo de quienes buscan y no encuentran.
SAN BLAS, obispo y mártir
Nació en Francia a principios del siglo
IX y fue educado en el monasterio de Corbie. En el año 826 marchó a Dinamarca a
predicar la fe cristiana, pero sin mucho fruto; en Suecia, en cambio, obtuvo
mejores resultados. Fue elegido obispo de Hamburgo, y el papa Gregorio IV,
después de confirmar su nombramiento, lo designó legado pontificio para
Dinamarca y Suecia.
Tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades en su obra evangelizadora,
pero todas las superó su fortaleza de ánimo. Murió en el año 865. l
Blas significa: "arma de la
divinidad". (año 316) San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de
Rusia).
Al principio ejercía la medicina, y
aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico,
para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y
conseguir así muchos adeptos para el cristianismo.
Al conocer su gran santidad, el pueblo lo
eligió obispo.
Cuando estalló la persecución de
Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde
allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a
escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en
las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.
Cuenta la tradición que a la cueva donde
estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las
curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente.
Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno
y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de
la cacería.
Entonces los cazadores, en venganza, se
lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo
triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión,
salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de
todos.
El gobernador le ofreció muchos regalos y
ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la
religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su
santa religión hasta el último momento de su vida.
Entonces fue apaleado brutalmente y le
desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el
santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que
todos los cristianos perseveraran en la fe.
El gobernador, al ver que el santo no
dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando
lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la
inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la
curación de muchos.
Pero hubo una curación que entusiasmó
mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había
atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por
donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se
ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él.
Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo
aclamó entusiasmado.
Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y
después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los
que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos
dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su
martirio.
En la Edad Antigua era invocado como
Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector
contra las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en
honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo:
"Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de
garganta". Cuando los niños se enfermaban de la garganta, las mamás
repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".
A San Blas, tan amable y generoso,
pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de
la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de
la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en
sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor,
Jesucristo.
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