16 DE FEBRERO
–
VIERNES
DESPUES DE CENIZA –
santa Juliana, virgen y mártir
Lectura del libro de Isaías (58,1-9a):
ESTO dice el Señor Dios:
«Grita a
pleno pulmón, no te contengas; alza la voz como una trompeta, denuncia a mi
pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi
oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato
de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios.
“¿Para qué
ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?”
En realidad,
el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a
vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que
se oiga vuestra voz en el cielo.
¿Es ese el
ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco,
acostarse sobre saco y ceniza?
¿A eso
llamáis ayuno, día agradable al Señor?
Este es el
ayuno que yo quiero:
soltar las cadenas injustas, desatar las
correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu
pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves
desnudo y no desentenderte de los tuyos.
Entonces
surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti
marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces
clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá:
“Aquí
estoy”».
Palabra de Dios
Salmo:
50,3-4.5-6a.18-19
R/. Un
corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo
querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(9,14-15):
EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué
nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no
ayunan?».
Jesús les
dijo:
«¿Es que
pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».
Palabra del Señor
1. Para
entender el alcance y la importancia de este breve relato, es necesario
situarlo en su contexto, tal como lo presenta el evangelio de Mateo.
Inmediatamente
antes, Mateo ha relatado el llamamiento que Jesús le hizo al cobrador de
impuestos Leví. Y, a renglón seguido, la comida de Jesús con los publicanos y
pecadores (Mt 9, 9-13).
Queda patente
que Jesús andaba "con malas compañías". Algo tan grave en
la sociedad religiosa de aquel tiempo, que se ha
podido hablar de la "criminalidad de Jesús".
Para las
personas piadosas de entonces, Jesús era un indeseable (Adolf Holl).
2. Jesús
respondió a estas acusaciones recordando el texto del profeta Oseas:
Misericordia quiero y no sacrificios (Os 6, 6). Una sentencia que Mateo repite
dos veces (9, 12; 12, 7). A Jesús, lo que le interesa y le importa es la
bondad, la honradez, el buen corazón, no los rituales religiosos (cf. U. Luz;
D. Hill).
3. En
este contexto de ideas y pautas de conducta, se comprende la clave de lo que el
Evangelio nos quiere decir aquí: Cuando Jesús y sus discípulos comían con
publicanos y pecadores, y les dirigían la palabra a ellos y no a los justos,
los adversarios judíos les echaron en cara su libertad ante el ayuno, como
observancia religiosa. En aquel momento se perfiló la separación y la ruptura
entre Jesús e Israel. Jesús les dio a entender que sus seguidores y discípulos
representan "lo nuevo", son los compañeros del "novio", y
para ellos lo que importa en la vida es quererse. A ellos les motiva lo mismo
que motiva a un buen novio: el cariño de verdad.
santa Juliana, virgen y mártir
Cuando llegó la paz de Constantino, la
matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo de la mártir Juliana con la
intención de llevarlas consigo a Roma. Por una tempestad, tuvo que desembarcar
en Puzoli donde le edificó un templo que luego destruyeron los lombardos. Las
reliquias se vieron peligrar y prudentemente se trasladaron a Nápoles donde
reposan y se veneran con gran devoción.
En Nicomedia tuvieron lugar los hechos, de
mil maneras narrados y con toda clase de matices comentados, en torno a esta
santa que hizo un proyecto de su vida contrapuesto al deseado por su padre. Los
narraré escuetamente adelantando ya que fue por la persecución de Maximiano.
Juliana es hija de una conocida familia
ilustre pero con un padre pagano metido en el ejercicio del Derecho - que
cuando llega el momento llega a convertirse en perseguidor de los cristianos -
y una madre agnóstica. Ella, por la situación del entorno familiar nada
favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho bautizar en secreto. Además,
se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo y no entra el casamiento en
sus planes de futuro. Este es el marco.
La dificultad del caso comienza cuando Eluzo,
que es un senador joven, quiere casarse con Juliana. La cosa se pone aún más
interesante porque, conociendo que Eluzo bebe los vientos por su hija, ya ha
concertado el padre el matrimonio entre el senador y la joven, comprometiendo
su honorabilidad.
La supuesta novia lo recibe amablemente y con
cortesía haciendo gala de su esmerada educación. Pero, al llegar el momento
culminante de los detalles matrimoniales, salta sobre el tapete una condición
al aspirante con la intención de desligarse del compromiso. No lo aceptará -le
dice- mientras no sea juez y prefecto de la ciudad. Claro que eso era como
pedir la luna; pero se vio pillada en sus palabras ya que, en poco tiempo,
gracias a influencias, dinero y valía personal, Eluzo se ha convertido en juez
y prefecto de Nicomedia; además, continúa insistiendo en sus pretensiones
matrimoniales con Juliana. La doncella mantiene la dignidad dándole toda clase
de felicitaciones y parabienes, al tiempo que le asegura no poder aceptar el
matrimonio hasta que se dé otra condición imprescindible para cubrir la sima
que los separa: debe hacerse cristiano.
Ante tamaño disparate es el propio Eluzo
quien pondrá al padre al corriente de lo que está pasando y de la «novedad» que
se presenta. «Si eso es verdad, seremos juez y fiscal para mi hija». Juliana
sólo sabe contestar a su padre furioso que ansía ser la primera dama de la
ciudad, pero que, sin ser cristiano, todo lo demás lo estima en nada.
«Por Apolo y Diana! Más quiero verte muerta que cristiana».
Convertida al cristianismo, se destacó por su
entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por lo que fue encarcelada,
torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo fue trasladado a Cumas,
en Italia, y posteriormente sus reliquias llegaron a España, donde en su honor
los condes de Castilla levantaron el célebre monasterio de Santillana (Santa
Ileana), uno de los mejores monumentos de la Edad Media española
En la conversación tratará a su padre con
respeto y amor de hija, pero... «mi Salvador es Jesucristo en quien tengo
puesta toda mi confianza». Vienen los tormentos esperados cuando las razones no
son escuchadas. Estaño derretido y fuego; además, cárcel para darle tiempo a
pensar y llevarla a un cambio de actitud. Finalmente, con 18 años, se le corta
la cabeza el 16 de febrero del 308.
Alguna vez hay padres «se pasan» al forzar a
sus hijos cuando tienen que elegir estado. Esto tiene más complicaciones si
razones profundas, como la fe práctica, dificulta la comprensión de los motivos
que distancian. ¿No pensaría el padre de Juliana que sin matrimonio y cristiana
su hija sería desgraciada? Quizá con viva fe cristiana llegara a vislumbrar que
Jesucristo llena más que el dinero, el poder, la dignidad y la fama.
Uno de los hechos más característicos de las
«Actas», es la discusión que tuvo la santa con el demonio, el cual, disfrazado
como un ángel de luz, trataba de persuadirla para que accediese a los deseos de
su padre y de su pretendiente. Por ello, el arte medieval representaba
comúnmente a Santa Juliana con una cadena o una cuerda disponiéndose a atar a
un demonio alado.
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