miércoles, 21 de febrero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 DE FEBRERO – VIERNES – 1ª – SEMANA DE CUARESMA - B San Policarpo

 


 

23 DE FEBRERO – VIERNES –

1ª – SEMANA DE CUARESMA - B

San Policarpo

 

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):

 

ESTO dice el Señor Dios:

«Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se tendrán en cuenta los delitos cometidos; por la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva?

Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá.

Insistís: No es justo el proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto?

Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8

R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

 

    Desde lo hondo a ti grito, Señor;

Señor, escucha mi voz;

estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica. R/.

 Si llevas cuenta de los delitos, Señor,

¿quién podrá resistir?

Pero de ti procede el perdón,

y así infundes temor. R/.

 Mi alma espera en el Señor,

espera en su palabra;

mi alma aguarda al Señor,

más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,

como el centinela la aurora. R/.

   Porque del Señor viene la misericordia,

la redención copiosa;

y el redimirá a Israel

de todos sus delitos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

 

  EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

  «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

  Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.

      Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

  Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

 

Palabra del Señor

 

1.  Los escribas y fariseos eran los hombres más religiosos y observantes que había en Israel, en tiempos de Jesús. Se puede asegurar que, si nos atenemos al "hecho religioso" en sí, nadie estaba (ni podía estar) por encima de estos dos grupos de observantes, que, en su fidelidad a la religión, llegaban al "fanatismo". Y, por supuesto, a la intolerancia.  Sin embargo, Jesús afirma que los discípulos del Evangelio tienen que superar a los escribas y fariseos.

   - ¿En qué?      - ¿Cómo? 

  Jesús va a presentar una superación, que no es "cuantitativa", sino "cualitativa". Jesús no pide "más observancia", sino que insiste en "otra observancia".

  El Evangelio no pide fidelidad a los "ritos", sino amor y bondad con las "personas". Este es el cambio que Jesús le dio a la religión. Así, el Evangelio supera al hecho religioso.

 

2.  Por eso, es decir, porque el centro del "Proyecto de vida" de Jesús, ya no está en las observancias religiosas (ritos, ceremonias, lo sagrado), sino en el amor a las personas, por eso, Jesús plantea un problema, que nos tendría que hacer temblar.  Se trata de esto: si estás en el templo, y vas hacia el altar, para presentar tu ofrenda al Señor (esto es un hombre religioso), pero en ese momento te acuerdas de que alguien tiene algo contra ti (no si tú tienes algo contra tu hermano), mira, lo que tienes que hacer es dar media vuelta y no te acerques al altar. Vete, ante todo, y arreglas con tu hermano lo que él tenga contra ti. Y cuando eso esté resuelto, entonces vete a misa, vete al rezo, a la cofradía, al acto religioso, en definitiva.

 

3.  Lo primero, las personas. Después, las ceremonias religiosas. Por eso, yo no me explico cómo nos han (o nos hemos) organizado la conciencia, de forma que vamos a actos religiosos, con una conciencia tan deforme, que -a juicio de Jesús- hacemos una monstruosidad detrás de otra. Y nos quedamos con la conciencia tranquila.

 Empresarios que les roban a sus trabajadores, políticos que se hacen millonarios a costa del hambre de las clases bajas, obispos que viven en palacios sabiendo que hay criaturas durmiendo en la calle, etc. Y luego, esa gente (los culpables de que las cosas estén así), el domingo, a misa, o sea al altar.

Somos cristianos deformes.

 

San Policarpo


 

San Policarpo obispo y mártir (año 155)

Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).

 

Policarpo significa: el que produce muchos frutos de buenas obras. (poli = mucho, carpo = fruto).

San Policarpo tuvo el inmenso honor de ser discípulo del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios varones importantes más.

En una carta a un cristiano que había dejado la verdadera fe y se dedicaba a enseñar errores, le dice así San Ireneo: "Esto no era lo que enseñaba nuestro venerable maestro San Policarpo. Ah, yo te puedo mostrar el sitio en el que este gran santo acostumbraba a sentarse a predicar. Todavía recuerdo la venerabilidad de su comportamiento, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y las santas enseñanzas con que nos instruía. Todavía me parece estarle oyendo contar que él había conversado con San Juan y con muchos otros que habían conocido a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos. Y yo te puedo jurar que, si San Policarpo oyera las herejías que ahora están diciendo algunos, se taparía los oídos y repetiría aquella frase que acostumbraba a decir: Dios mío, ¿por qué me has hecho vivir hasta hoy para oír semejantes horrores? Y se habría alejado inmediatamente de los que afirman tales cosas".

San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y andando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco! ¡Tú eres un hijo de Satanás!

Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que, según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.

Los cristianos de Esmirna escribieron una bellísima carta poco después del martirio de este gran santo, y en ella nos cuentan datos muy interesantes, por ejemplo, los siguientes:

"Cuando estalló la persecución, Policarpo no se presentó voluntariamente a las autoridades para que lo mataran, porque él tenía temor de que su voluntad no fuera lo suficientemente fuerte para ser capaz de enfrentarse al martirio, y porque sus fuerzas no eran ya tan grandes pues era muy anciano. Él se escondió, pero un esclavo fue y contó dónde estaba escondido y el gobierno envió un piquete de soldados a llevarlo preso. Era de noche cuando llegaron. Él se levantó de la cama y exclamó: "Hágase la santa voluntad de Dios". Luego mandó que les dieran una buena cena a los que lo iban a llevar preso y les pidió que le permitieran rezar un rato. Pasó bastantes minutos rezando y varios de los soldados, al verlo tan piadoso y santo, se arrepintieron de haber ido a llevarlo preso.

El populacho estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo:

"Declare que el César es el Señor".

Policarpo respondió:

"Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios".

Añadió el gobernador:

¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida.

A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así:

"Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y Él nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a Él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo".

El gobernador le grita:

"Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",.

Y el santo responde:

"Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".

En ese momento el populacho empezó a gritar:

¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses! ¡Que lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas, pero él les dijo:

"Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valor para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.

Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz:

"Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Celestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, en seguida la hoguera se apagó".

"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar".

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155.

Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.

 

ORACIÓN

Concédanos el Dios Todopoderoso poder también nosotros como San Policarpo ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo hasta el último momento de nuestra vida.

 

 

www.ewtn.com/spanish/saints/Policarpo.htm

 

 

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