7 DE FEBRERO
– MIERCOLES –
5 – SEMANA T O - B –
San Ricardo,
mártir y padre de familia
Lectura del
primer libro de los Reyes (10,1-10):
En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón y fue a desafiarle
con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de
perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de
Salomón y le propuso todo lo que pensaba. Salomón resolvió todas sus consultas;
no hubo una cuestión tan oscura que el rey no pudiera resolver.
Cuando la
reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los
manjares de su mesa, toda la corte sentada a la mesa, los camareros con sus
uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que ofrecía en el templo del
Señor, se quedó asombrada y dijo al rey:
«¡Es verdad
lo que me contaron en mi país de ti y tu sabiduría! Yo no quería creerlo; pero
ahora que he venido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me habían
dicho ni la mitad. En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído.
¡Dichosa tu
gente, dichosos los cortesanos que están siempre en tu presencia, aprendiendo
de tu sabiduría!
¡Bendito sea
el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido
para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes
con justicia!»
La reina
regaló al rey cuatro mil quilos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras
preciosas; nunca llegaron tantos perfumes como los que la reina de Saba regaló
al rey Salomón.
Palabra de Dios
Salmo:
36,5-6.30-31.39-40
R/. La boca del
justo expone la sabiduría
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho, como el mediodía. R/.
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho:
porque lleva en el corazón la ley de su
Dios,
y sus pasos no vacilan. R/.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (7,14-23):
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y
entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que
sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír,
que oiga.»
Cuando dejó a
la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la
parábola.
Él les dijo:
«¿Tan torpes
sois también vosotros? ¿No comprendéis?
Nada que
entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón,
sino en el vientre, y se echa en la letrina.»
Con esto
declaraba puros todos los alimentos.
Y siguió:
«Lo que sale
de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre,
salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Palabra del Señor
1. La
enseñanza central que Jesús propone en esta declaración, que fue pronunciada
con cierta solemnidad, es esta: "Escuchad y entended todos" el ser
humano no se acerca a Dios (o se aleja de Él) por lo que es exterior al propio
ser humano. Por tanto, ni por los alimentos que come, ni por los lugares que
visita, ni por las vestimentas que se pone, ni por el cargo que ocupa, ni por
el sitio en que vive..., por nada de eso o por cualquier cosa que no pueda
salir corazón, nadie se acerca o se aleja de Dios.
Esto ha sido
importante siempre. Pero lo es más ahora. Porque ahora se han
súper-desarrollado los medios de propaganda, de publicidad, la cultura de la
imagen, el simple hecho de hacer fotografías y enseñarlas a todo el mundo, el
interés por el "parecer", sea como sea el "ser"...
2. Esta
tesis, tan radical, la completa Jesús diciendo: "Lo que sale del corazón
del hombre, eso es lo que mancha, es decir, nos aleja de Dios".
Jesús, por
tanto, defiende una religiosidad interior. De forma que solamente los
comportamientos que brotan de la interioridad son los que nos acercan o alejan
de Dios.
En última
instancia, esto equivale a defender una religiosidad laica. Es decir, una
religiosidad que se basa en algo que es común a todo el "pueblo" o
"población" (Iciós).
Por otra
parte, es también una religiosidad que no se basa en nada externo o en la
"imagen social" que cada cual proyecta, sino en lo que cada cual
lleva en la intimidad de su corazón y se traduce en comportamientos de
honradez, bondad, respeto, generosidad, deseo de igualdad, exclusión de todo
fanatismo o intolerancia, etc.
3. Este
planteamiento de la religiosidad debió ser tan novedoso y difícil de entender
que, ya en los evangelios se suaviza: si se compara Mc 7, 21-22 con Mt 15, 19,
se advierte que Mt suaviza el problema.
Por otra
parte, la idea de que Jesús declaró puros todos los alimentos no fue aceptada
ni por Pedro (Hech 10, 14; 11, 8) y fue objeto de serios problemas en la
Iglesia primitiva. Es más, todavía hay personas que siguen haciendo problema de
si se puede comer carne o pescado en determinados días de cuaresma o de Semana
Santa...
Sin duda
alguna, somos más religiosos que cristianos.
San Ricardo,
mártir y padre de familia
Elogio:
En Wrexham, en el País de
Gales, san Ricardo Gwyn, mártir, que, siendo padre de familia y maestro de
escuela, devoto de la fe católica, le encarcelaron bajo la acusación de animar
a otras personas a la conversión, y tras repetidas torturas, manteniéndose en
su fe, fue ahorcado y, mientras aun respiraba, descuartizado.
Durante cuarenta años a partir de la
disolución de los monasterios, Gales conservó su intenso catolicismo, ya que la
mayoría de las principales familias y de la gente del pueblo, permanecieron
fieles a la fe. Pero, cuando los misioneros católicos empezaron a pasar del
continente europeo a Inglaterra, la reina Isabel y sus ministros se propusieron
desarraigar el catolicismo, cortando los canales de la gracia sacramental y
silenciando las voces que predicaban la palabra de Dios. En Gales, la primera
víctima de esa campaña fue un laico llamado Ricardo Gwyn (alias White). Nació
en Llanidlos, en el Montgomeryshire, en 1537, y fue educado en el
protestantismo. Después de hacer sus estudios en el Colegio de San Juan, de
Oxford, abrió una escuela en Overton, de Flintshire. Poco después se convirtió
al catolicismo. Cuando su ausencia de los servicios protestatantes despertó
sospechas, Ricardo se transladó a Erbistock con su familia. En 1579, mientras
se hallaba en Wrexham, fue reconocido por un apóstata, quien le denunció a las
autoridades. Ricardo fue arrestado, pero consiguió escapar.
En junio de 1580, el consejo de la reina
ordenó a los obispos protestantes que tratasen más enérgicamente a los
católicos que se negaban a prestar el juramento de fidelidad, especialmente a
«todos los maestros de escuela, así públicos como privados». De acuerdo con las
instrucciones, los obispos mandaron arrestar, un mes después, a Ricardo Gwyn, a
quien el juez envió a la prisión de Ruthin. Compareció nuevamente ante el juez
alrededor del día de San Miguel, pero, como se negó a prestar el juramento de
fidelidad, fue devuelto a la prisión. En mayo del año siguiente, el juez ordenó
que se le condujese por fuerza a una iglesia protestante. Ricardo aprovechó la
ocasión para interrumpir al predicador con el ruido ensordecedor de sus
cadenas. En castigo, se le puso en el cepo desde las 10 de la mañana hasta las
8 de la noche, «en tanto que una turba de ministros protestantes le molestaba».
Uno de ellos afirmaba que él poseía el poder de atar y desatar, exactamente lo
mismo que san Pedro. Como aquel ministro tenía la nariz tan colorada como la de
un bebedor, Ricardo le respondió exasperado: «La diferencia es que, en tanto
que san Pedro recibió las llaves del Reino de los Cielos, vos habéis recibido,
según parece, las llaves de la bodega». El juez le condenó a pagar una multa de
800 libras por haber causado desorden en la iglesia. En septiembre, se le
impuso una multa de 1680 libras (con el valor de 1960) por no haber asistido a
los servicios protestantes en todo el tiempo que llevaba en la prisión. El juez
le preguntó cómo iba a pagar esas multas tan elevadas. Ricardo respondió:
«Tengo algún dinero». «¿Cuánto?», preguntó el juez: «Seis peniques», replicó el
santo sonriendo. Después de ser juzgado otras tres veces, fue enviado con otros
tres laicos y el sacerdote jesuita Juan Bennet ante el consejo de las Marcas.
Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que
revelasen los nombres de otros católicos.
En octubre de 1584, san Ricardo fue juzgado
por octava vez, en Wrexham, junto con otros dos católicos, Hughes y Morris. Se
le acusaba de haber tratado de reconciliar con la Iglesia de Roma a un tal Luis
Gronow y de haber sostenido la soberanía pontificia. Ricardo respondió que
jamás había cruzado una palabra con Gronow. Este último declaró más tarde,
públicamente, que el vicario de Wrexham y otro fanático le habían pagado a él y
a otras dos personas cierta suma para que levantasen falso testimonio. Como los
miembros del jurado se negaron a asistir al juicio, el juez formó de improviso
otro jurado, cuyos miembros tuvieron la ingenuidad de preguntarle, ¡a quiénes
debían absolver y a quiénes debían condenar!, Ricardo Gwyn y Hughes fueron
sentenciados a muerte, y Morris recobró la libertad. (Hughes fue después
indultado). El juez mandó llamar a la esposa de Ricardo, quien se presentó con
su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Ella replicó: «Si
lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo.
Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediatamente declararán
contra mí».
San Ricardo fue ejecutado en Wrexham (que es
actualmente la cabecera de la diócesis de Mynwyn), el 15 de octubre de 1584.
Era un día lluvioso. La multitud gritó que le dejasen morir antes de
desentrañarlo, pero el alcalde, que era un apóstata, se negó a conceder esa
gracia. El mártir gritó en la tortura: «¡Dios mío! ¿Qué es esto?» «Una
ejecución que se lleva a cabo por orden de Su Majestad», replicó uno de los
esbirros. «¡Jesús, ten misericordia de mí!», exclamó el santo. Unos instantes
después, su cabeza rodaba por el suelo.
Durante sus cuatro años de prisión, el santo
escribió en galés una serie de poemas religiosos, en los que exhortaba a sus
compatriotas a permanecer fieles a la Santa Madre Iglesia y describía, con una
violencia comprensible en sus circunstancias, a la nueva religión y sus
ministros. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1970 por SS Pablo VI.
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