lunes, 5 de febrero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 DE FEBRERO – MIERCOLES – 5 – SEMANA T O - B – San Ricardo, mártir y padre de familia

 

 


7 DE FEBRERO – MIERCOLES –

5 – SEMANA T O - B

San Ricardo,

mártir y padre de familia

 

   Lectura del primer libro de los Reyes (10,1-10):

 

En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón y fue a desafiarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de Salomón y le propuso todo lo que pensaba. Salomón resolvió todas sus consultas; no hubo una cuestión tan oscura que el rey no pudiera resolver.

Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, toda la corte sentada a la mesa, los camareros con sus uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey:

«¡Es verdad lo que me contaron en mi país de ti y tu sabiduría! Yo no quería creerlo; pero ahora que he venido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me habían dicho ni la mitad. En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído.

¡Dichosa tu gente, dichosos los cortesanos que están siempre en tu presencia, aprendiendo de tu sabiduría!

¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia!»

La reina regaló al rey cuatro mil quilos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca llegaron tantos perfumes como los que la reina de Saba regaló al rey Salomón.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 36,5-6.30-31.39-40

R/. La boca del justo expone la sabiduría

 

Encomienda tu camino al Señor,

confía en él, y él actuará:

hará tu justicia como el amanecer,

tu derecho, como el mediodía. R/.

 

La boca del justo expone la sabiduría,

su lengua explica el derecho:

porque lleva en el corazón la ley de su Dios,

y sus pasos no vacilan. R/.

 

El Señor es quien salva a los justos,

él es su alcázar en el peligro;

el Señor los protege y los libra,

los libra de los malvados y los salva,

porque se acogen a él. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,14-23):

 

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

«Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.

Él les dijo:

«¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis?

Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.»

Con esto declaraba puros todos los alimentos.

Y siguió:

«Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

 

Palabra del Señor

 

1.  La enseñanza central que Jesús propone en esta declaración, que fue pronunciada con cierta solemnidad, es esta: "Escuchad y entended todos" el ser humano no se acerca a Dios (o se aleja de Él) por lo que es exterior al propio ser humano. Por tanto, ni por los alimentos que come, ni por los lugares que visita, ni por las vestimentas que se pone, ni por el cargo que ocupa, ni por el sitio en que vive..., por nada de eso o por cualquier cosa que no pueda salir corazón, nadie se acerca o se aleja de Dios.

Esto ha sido importante siempre. Pero lo es más ahora. Porque ahora se han súper-desarrollado los medios de propaganda, de publicidad, la cultura de la imagen, el simple hecho de hacer fotografías y enseñarlas a todo el mundo, el interés por el "parecer", sea como sea el "ser"...

 

2.  Esta tesis, tan radical, la completa Jesús diciendo: "Lo que sale del corazón del hombre, eso es lo que mancha, es decir, nos aleja de Dios".

Jesús, por tanto, defiende una religiosidad interior. De forma que solamente los comportamientos que brotan de la interioridad son los que nos acercan o alejan de Dios.

En última instancia, esto equivale a defender una religiosidad laica. Es decir, una religiosidad que se basa en algo que es común a todo el "pueblo" o "población" (Iciós).

Por otra parte, es también una religiosidad que no se basa en nada externo o en la "imagen social" que cada cual proyecta, sino en lo que cada cual lleva en la intimidad de su corazón y se traduce en comportamientos de honradez, bondad, respeto, generosidad, deseo de igualdad, exclusión de todo fanatismo o intolerancia, etc.

 

3.  Este planteamiento de la religiosidad debió ser tan novedoso y difícil de entender que, ya en los evangelios se suaviza: si se compara Mc 7, 21-22 con Mt 15, 19, se advierte que Mt suaviza el problema.

Por otra parte, la idea de que Jesús declaró puros todos los alimentos no fue aceptada ni por Pedro (Hech 10, 14; 11, 8) y fue objeto de serios problemas en la Iglesia primitiva. Es más, todavía hay personas que siguen haciendo problema de si se puede comer carne o pescado en determinados días de cuaresma o de Semana Santa...

Sin duda alguna, somos más religiosos que cristianos.

  

San Ricardo,

mártir y padre de familia

 




Elogio:

En Wrexham, en el País de Gales, san Ricardo Gwyn, mártir, que, siendo padre de familia y maestro de escuela, devoto de la fe católica, le encarcelaron bajo la acusación de animar a otras personas a la conversión, y tras repetidas torturas, manteniéndose en su fe, fue ahorcado y, mientras aun respiraba, descuartizado.

Durante cuarenta años a partir de la disolución de los monasterios, Gales conservó su intenso catolicismo, ya que la mayoría de las principales familias y de la gente del pueblo, permanecieron fieles a la fe. Pero, cuando los misioneros católicos empezaron a pasar del continente europeo a Inglaterra, la reina Isabel y sus ministros se propusieron desarraigar el catolicismo, cortando los canales de la gracia sacramental y silenciando las voces que predicaban la palabra de Dios. En Gales, la primera víctima de esa campaña fue un laico llamado Ricardo Gwyn (alias White). Nació en Llanidlos, en el Montgomeryshire, en 1537, y fue educado en el protestantismo. Después de hacer sus estudios en el Colegio de San Juan, de Oxford, abrió una escuela en Overton, de Flintshire. Poco después se convirtió al catolicismo. Cuando su ausencia de los servicios protestatantes despertó sospechas, Ricardo se transladó a Erbistock con su familia. En 1579, mientras se hallaba en Wrexham, fue reconocido por un apóstata, quien le denunció a las autoridades. Ricardo fue arrestado, pero consiguió escapar.

En junio de 1580, el consejo de la reina ordenó a los obispos protestantes que tratasen más enérgicamente a los católicos que se negaban a prestar el juramento de fidelidad, especialmente a «todos los maestros de escuela, así públicos como privados». De acuerdo con las instrucciones, los obispos mandaron arrestar, un mes después, a Ricardo Gwyn, a quien el juez envió a la prisión de Ruthin. Compareció nuevamente ante el juez alrededor del día de San Miguel, pero, como se negó a prestar el juramento de fidelidad, fue devuelto a la prisión. En mayo del año siguiente, el juez ordenó que se le condujese por fuerza a una iglesia protestante. Ricardo aprovechó la ocasión para interrumpir al predicador con el ruido ensordecedor de sus cadenas. En castigo, se le puso en el cepo desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la noche, «en tanto que una turba de ministros protestantes le molestaba». Uno de ellos afirmaba que él poseía el poder de atar y desatar, exactamente lo mismo que san Pedro. Como aquel ministro tenía la nariz tan colorada como la de un bebedor, Ricardo le respondió exasperado: «La diferencia es que, en tanto que san Pedro recibió las llaves del Reino de los Cielos, vos habéis recibido, según parece, las llaves de la bodega». El juez le condenó a pagar una multa de 800 libras por haber causado desorden en la iglesia. En septiembre, se le impuso una multa de 1680 libras (con el valor de 1960) por no haber asistido a los servicios protestantes en todo el tiempo que llevaba en la prisión. El juez le preguntó cómo iba a pagar esas multas tan elevadas. Ricardo respondió: «Tengo algún dinero». «¿Cuánto?», preguntó el juez: «Seis peniques», replicó el santo sonriendo. Después de ser juzgado otras tres veces, fue enviado con otros tres laicos y el sacerdote jesuita Juan Bennet ante el consejo de las Marcas. Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que revelasen los nombres de otros católicos.

En octubre de 1584, san Ricardo fue juzgado por octava vez, en Wrexham, junto con otros dos católicos, Hughes y Morris. Se le acusaba de haber tratado de reconciliar con la Iglesia de Roma a un tal Luis Gronow y de haber sostenido la soberanía pontificia. Ricardo respondió que jamás había cruzado una palabra con Gronow. Este último declaró más tarde, públicamente, que el vicario de Wrexham y otro fanático le habían pagado a él y a otras dos personas cierta suma para que levantasen falso testimonio. Como los miembros del jurado se negaron a asistir al juicio, el juez formó de improviso otro jurado, cuyos miembros tuvieron la ingenuidad de preguntarle, ¡a quiénes debían absolver y a quiénes debían condenar!, Ricardo Gwyn y Hughes fueron sentenciados a muerte, y Morris recobró la libertad. (Hughes fue después indultado). El juez mandó llamar a la esposa de Ricardo, quien se presentó con su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Ella replicó: «Si lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo. Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediatamente declararán contra mí».

San Ricardo fue ejecutado en Wrexham (que es actualmente la cabecera de la diócesis de Mynwyn), el 15 de octubre de 1584. Era un día lluvioso. La multitud gritó que le dejasen morir antes de desentrañarlo, pero el alcalde, que era un apóstata, se negó a conceder esa gracia. El mártir gritó en la tortura: «¡Dios mío! ¿Qué es esto?» «Una ejecución que se lleva a cabo por orden de Su Majestad», replicó uno de los esbirros. «¡Jesús, ten misericordia de mí!», exclamó el santo. Unos instantes después, su cabeza rodaba por el suelo.

Durante sus cuatro años de prisión, el santo escribió en galés una serie de poemas religiosos, en los que exhortaba a sus compatriotas a permanecer fieles a la Santa Madre Iglesia y describía, con una violencia comprensible en sus circunstancias, a la nueva religión y sus ministros. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1970 por SS Pablo VI.

 

 

 


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