viernes, 15 de junio de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 DE JUNIO - SÁBADO – 10ª - SEMANA DEL T.O.- B – San Juan Francisco Regis



16  DE  JUNIO - SÁBADO –
10ª -  SEMANA DEL  T.O.- B –

Lectura del primer libro de los Reyes (19,19-21):
En aquellos días, Elías se marchó del monte y encontró a Elíseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto.
Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:
«Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.»
Elías le dijo:
«Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?»
Elíseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios

Salmo:15,1-2a.5.7-8.9-10

R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,33-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor." Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Palabra del Señor

1.  Jesús prohíbe de forma terminante el juramento.  Lo prohíbe, ante todo, porque jurar es utilizar el nombre de Dios y su autoridad, lo que, si tenemos en cuenta la falibilidad humana, puede degenerar en una falta de respeto al valor supremo que admiten los creyentes. Sobre todo, cuando el juramento se utiliza para legitimar cosas y causas injustificables, como es el caso de los cargos públicos que juran en nombre de Dios ocupar puestos de mando que normalmente conllevan violencias, injusticias y atrocidades indecibles.

2.  Pero, más allá de lo ya dicho, Jesús exige la veracidad absoluta de la palabra humana.   Jesús "eliminó la distinción entre las palabras que tienen que ser verdaderas y aquellas otras que no necesitan serio" (A. Schlater).
En definitiva, lo que quiere inculcar Jesús es que "el hombre está ligado a Dios en toda su vida cotidiana sin restricción alguna" (U. Luz).

3.  Lo que Jesús quiere dejar claro es que cualquier persona ha de ser siempre "de una pieza". Lo cual se ha de manifestar, ante todo, en la verdad de lo que dice, sin tener que apelar a nada que esté fuera de lo humano. 
En otras palabras, para Jesús, "lo humano" es una realidad de tal categoría, que no debe tener que echar mano de nada distinto a él o que esté fuera de él, ni siquiera de Dios. La palabra de un ser humano, si es un ser humano cabal, merece un crédito y un respeto absoluto.

San Juan Francisco Regis


Nació el 31 de Enero de 1597, en el pueblo de Fontcouverte (departamento de Aude); falleció en la Louvesc, el 30 de Diciembre de 1640.
El Papa Pío XII llegó a exclamar: "Un predicador que merece muy bien ser llamado Patrono de las misiones populares es San Francisco Regis".
Francisco nace en 1597 de familia acaudalada en Narbona, Francia y a los 19 años empieza a no sentirse a gusto en la vida mundana. Siente aversión por los placeres mundanales. Y súbitamente cae en la cuenta de que la santidad no será conseguida por él si sigue viviendo entre las gentes mundanas. Cerca de su ciudad había una abadía de monjes que lo estimaban, pero a él le atraía más la Compañía de Jesús, porque los Jesuitas se dedicaban más al apostolado entre el pueblo. Pidió ser admitido entre los jesuitas y en su noviciado demostraba tal fervor que uno de sus compañeros llegó a declarar: "Juan Francisco se humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio admirable". Siendo estudiante, el compañero de habitación lo acusó ante el superior diciéndole que Regis en vez de dormir lo suficiente pasaba muchas horas rezando en la capilla. El Padre Rector le respondió: "No le impidas sus devociones. No te opongas a sus comunicaciones con Dios. a mi me parece que este joven es un santo y que un día nuestra Comunidad celebrará una fiesta en su honor". Y esta respuesta resultó profética.
A los 33 años fue ordenado de sacerdote y al año siguiente lo destinaron a un trabajo que estaba muy de acuerdo con sus aspiraciones y con su fuerte constitución física: dedicarse a predicar misiones entre el pueblo. Y se dedicó a este trabajo con tal energía que sus compañeros exclamaban: "Juan Francisco hace el oficio de 5 misioneros". En 43 años de vida, 24 como religioso, diez como sacerdote y 9 como misionero popular, logró inmensos éxitos y tuvo el mismo calificativo en todos los sitios donde estuvo predicando: "el santo". A diferencia del estilo muy elegante y rebuscado que se usaba entonces para predicar, el padre Juan Francisco se dedicó a predicar de manera extremadamente sencilla, con estilo directo, a veces hasta rayando en demasiado ordinariote, pero que iba directamente al alma y con una elocuencia y un fervor, que los pecadores no eran capaces de no conmoverse al escucharle. Sus sermones atraían a las multitudes formadas por católicos y herejes, gente buena y gente corrompida, pobres y ricos, sabios e ignorantes. Le encantaba predicar a los pobres, pero decía que con sus sermones había logrado convertir también a muchos ricos. Los oyentes comentaban: "Este padre no dice solamente lo que sabe, sino que parece que lo que está diciendo lo estuviera viendo". Al escucharle se conmovían aun los corazones más indiferentes. Un predicador de fama fue a escucharle, y después decía a sus colegas: "El Padre Juan Francisco predica con extrema sencillez y convierte pecadores por millares y nosotros que predicamos con tanta elegancia, ¿a quién logramos convertir?".
Otro testigo afirmaba: "Lo que a mí me admira es que un hombre de tan pobre presencia, con su sotana llena de remiendos, diciendo lo que todos dicen, sin adornos en su lenguaje, siendo a veces tan duro en su hablar, tiene tan grande inspiración divina que uno no es capaz de escucharle y seguir en paz con sus pecados".
Algunos doctores se dirigieron al superior de los jesuitas diciéndole que el Padre Regis predicaba muy burdamente. Que un modo de predicar así era un deshonrar la altísima dignidad de predicador. Entonces el superior provincial se fue con su secretario a escuchar un sermón del santo, mezclados entre el pueblo. El superior quedó tan profundamente impresionado por su predicación, que les dijo a los acusadores: "Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre".
Un párroco afirmaba: "En mi parroquia, después de una misión predicada por el Padre Juan Francisco, mis parroquianos cambiaron de tal manera, que a mí me parecía que eran otras personas".
El Obispo lo envió a misionar a una región que durante 40 años había sido invadida por los calvinistas, y en la cual la corrupción de costumbres era espantosa y el anticatolicismo era tan feroz que el mismo obispo no podía nunca aparecer por allí. Y el poder de convicción del Padre Regis fue tan arrollador que las conversiones se obraron por montones. Una de las más terribles calvinistas, al oír que el santo sacerdote le preguntaba: "¿Y Ud. cuándo es que se va a convertir?", sintió una fuerza de la gracia de Dios tan avasalladora, que le respondió: "Pues, ¡me quiero convertir ahora mismo!", y en verdad que dejó su mala vida pasada y empezó a vivir como una buena católica. Como con sus predicaciones acababa con muchos vicios, aquellos que vieron afectados con esto sus malos negocios, lo acusaron con calumnias ante el Sr. Obispo y hasta en Roma. El padre sufrió mucho con esto, pero afortunadamente Dios hizo que el secretario del obispo se diera cuenta de las mentiras que le estaban inventando y le defendió ante Monseñor, el cual escribió a Roma, hablando muy bien del gran misionero.
Mientras tanto el santo seguía misionando por las regiones más apartadas y de más difícil acceso. Y las multitudes lo seguían. Los campesinos se encontraban y el saludo que se daban era: "Vamos a escuchar al santo". Y en las ciudades, los templos se llenaban hasta más no poder, y los feligreses repetían: - Vayamos a oír al santo.
A muchísimas mujeres las sacó de la vida corrompida y las encaminó hacia una vida virtuosa. Los vicios que convirtió fueron incontables.
A las tres de la madrugada estaba levantado. Pasaba la mañana confesando y predicando y la tarde consiguiendo ayuda para los pobres. Muchas veces se olvidaba de comer.
A dos ciegos les hizo recobrar la vista. Con la imposición de las manos curó a muchos enfermos. Su despensa daba y daba a los pobres y no se agotaba y el milagro más grande que conseguía era convertir a los pecadores de su mala vida. Se fue a predicar una misión a una región terriblemente fría y apartada. Por el camino lo sorprendió una tempestad de nieve que le impidió continuar el viaje y tuvo que pasar la noche en medio de terrible ventarrón y en plena nieve. Y le sobrevino una pulmonía. Sin embargo, así de enfermo pronunció tres sermones el primer día de la misión y dos el segundo día. Toda la mañana de este día la pasó confesando. En ayunas celebró la misa a las dos de la tarde, y cuando se dirigió a su confesionario para seguir su labor heroica, cayó desmayado.
Lo llevaron a la casa cural y poco antes de morir exclamó: "Veo a Nuestro Señor y a su Santísima Madre que preparan un sitio en el cielo para mí". Y luego exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", y murió. Era el año 1640. Al visitar el sepulcro de San Juan Francisco Regis, se propuso después el joven San Juan María Vianey, ser sacerdote, costara lo que costara. Es que los ejemplos de su vida son admirables.
No hubo atraso en disponer las investigaciones canónicas. El 18 de Mayo de 1716, Clemente XI emitió el decreto de beatificación. El 5 de Abril de 1737, Clemente XII promulgó el decreto de canonización. Benedicto XIV estableció el 16 de Junio como su día festivo. Pero inmediatamente después de su muerte, Regis fue venerado como santo. Los peregrinos llegaron masivamente a su tumba, y desde entonces la afluencia sólo se ha incrementado. Debe mencionarse el hecho de que una visita efectuada en 1804 a los restos del Apóstol de Vivarais fue el comienzo de la vocación del Blessed Curé of Ars, Juan Bautista Vianney, a quien la Iglesia elevó, a su turno, a los altares. "Todo lo bueno que yo haya hecho", dijo mientras agonizaba, "se lo debo a él" (de Curley, op. cit., 371). El lugar donde murió Regis ha sido transformado en una capilla mortuoria. Cerca hay un arroyo de agua fresca, al cual los devotos de San Juan Francisco Regis atribuyen curaciones milagrosas por su intercesión. La antigua iglesia de la Louvesc ha recibido (1888) el título y los privilegios de una basílica. En este lugar sagrado se fundó a comienzos del siglo diecinueve el Instituto de las Hermanas de San Regis, o Hermanas del Retiro, mejor conocidas bajo el nombre de la Religiosas del Cenáculo; y fue la memoria de su celo misericordioso a favor de tantas infortunadas mujeres caídas lo que originó la ahora floreciente obra de San Francisco Regis, cual es apoyar a la gente pobre y trabajadora que desea contraer matrimonio, y que principalmente se centra en lograr que las uniones ilegítimas alcancen la conformidad con las leyes Divinas y humanas.
(Fuente: ewtn.com y enciclopediacatolica.org)


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