22
de JUNIO – VIERNES –
XIª
– SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura
del segundo libro de los Reyes (11,1-4.9-18.20):
En
aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había
muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del
rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías,
raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio;
así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte.
El niño estuvo escondido con ella en el templo durante
seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a
buscar a los centuriones de los carios y de la escolta; los llamó a su
presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey.
Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno
reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban
libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los
centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el
templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y
el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger
al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las
insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando:
«¡Viva el rey!»
Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la
gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es
costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en
fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
«¡Traición, traición!»
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que
mandaban las fuerzas: «Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis.»
Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron
empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las
caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el
pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió
luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las
imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El
sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y
la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra
de Dios
Salmo:
131,11.12.13-14.17-18
R/. El
Señor ha elegido a Sión,
ha
deseado vivir en ella
El
Señor ha jurado a David
una
promesa que no retractará:
«A
uno de tu linaje
pondré
sobre tu trono.» R/.
«Si
tus hijos guardan mi alianza
y
los mandatos que les enseño,
también
sus hijos, por siempre,
se
sentarán sobre tu trono.» R/.
Porque
el Señor ha elegido a Sión,
ha
deseado vivir en ella:
«Ésta
es mi mansión por siempre,
aquí
viviré porque la deseo.» R/.
«Haré
germinar el vigor de David,
enciendo
una lámpara para mi Ungido.
A
sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre
él brillará mi diadema.» R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,19-23):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y
la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni
carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben.
Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La
lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz;
si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz
que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»
Palabra
del Señor
1. Uno
de los problemas, que más dificultades nos
crean para entender correctamente este texto, es - curiosa y
precisamente- la "religión".
Lo normal y lo frecuente es que una persona,
que se pone a leer los evangelios, suele ser una persona en quien la religión
(y la práctica religiosa) tiene una presencia importante. De ahí que, para una persona, que lee con
interés un evangelio, la religión es importante en su vida. Ahora bien, cuando la religión se interpone
entre nosotros y el Evangelio o cuando pretendemos interpretar el Evangelio
desde la religión, la consecuencia es que, pensando que entendemos el
Evangelio,
en realidad no nos enteramos de lo que dice.
Porque, - ¿cómo va a entender el Evangelio quien lo lee o lo interpreta
desde la religión, que fue la institución que se enfrentó al contenido central
del Evangelio, que fue Jesús, y no paró hasta que lo mató?
2. Por
eso puede ocurrir, quizá en algunos casos, que el rechazo de Jesús al dinero y
a la riqueza se pueda interpretar, por personas religiosas, como un llamamiento
a vivir en la "pobreza ascética", no como la firme decisión de vivir en
la "honradez cívica", que, si es auténtica, se debe traducir en
"sensibilidad social".
Esto es lo que explica que haya religiosos/as,
que hacen voto de pobreza, explican con entusiasmo este evangelio, pero resulta
que, al mismo tiempo, gozan de
una
seguridad económica que pocos ciudadanos pueden disfrutar. Y son personas que no se sienten mal por el
hecho de vivir en semejante contradicción. Todo lo contrario. Por lo que se
sentirían mal es si un buen día se enterasen de que el capital financiero de la
Orden Religiosa o de la Comunidad se ha hundido. Sin darse cuenta de lo que viven y cómo
viven, pueden ser personas que predican contra la riqueza, viviendo profundamente apegados a la riqueza. Y
conste que, como sabemos de sobra, son miles y miles los religiosos y las
religiosas que viven en la más extrema carencia de seguridad y de lo
indispensable para vivir con una razonable comodidad. Y viven así porque ellos así lo han elegido
libremente y por su anhelo de compartir la vida con los últimos de este mundo.
3.
Seguramente, por lo que se acaba de indicar, se comprende la misteriosa sentencia que
pronunció Jesús al hablar de la codicia ante el dinero y la riqueza:
"Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón" (Mt 6, 21).
- ¿De qué tesoro habla aquí Jesús? - ¿Del
tesoro que es el Evangelio? - ¿Del
tesoro que se sabe -aunque no se
conoce- que maneja y protege el
"ecónomo" de la Orden o del convento?
- ¿Por qué será que Jesús, al hablar de todo
este complicado asunto, hizo esta extraña afirmación: "si tu ojo está
enfermo, tu cuerpo entero estará enfermo"? (Mt 6, 23).
- ¿Qué
explicación tiene la ceguera de tantos ricos y de tantos hombres de Iglesia
cuando se empeñan en armonizar el capital con el Evangelio?
- ¿Será verdad que los que somos fieles a la
religión somos, al mismo tiempo, tan ciegos a la hora de ver la contradicción
en que vivimos?
Santo Tomás Moro
(Año 1535)
Este es uno de los dos grandes mártires de la Iglesia de Inglaterra,
cuando un rey impuro quiso acabar con la Religión Católica y ellos se
opusieron. El otro es San Juan Fisher (20 de junio). Tomás significa: "el
gemelo". Y en verdad que fue un verdadero gemelo en santidad y en
cualidades con su compañero de martirio, San Juan Fisher.
Nació Tomás Moro en Cheapside, Inglaterra en 1478. A los 13 años se
fue a trabajar de mensajero en la casa del Arzobispo de Canterbury, y éste al
darse cuenta de la gran inteligencia del joven, lo envió a estudiar al colegio
de la Universidad de Oxford.
Su padre que era juez, le enviaba únicamente el dinero indispensable
para sus gastos más necesarios, y esto le fue muy útil, pues como él mismo
afirmaba después: "Por no tener dinero para salir a divertirme, tenía que
quedarme en casa y en la biblioteca estudiando". Lo cual le fue de gran
provecho para su futuro.
A los 22 años ya es doctor en abogacía, y profesor brillante. Es un
apasionado lector que todos los ratos libres los dedica a la lectura de buenos
libros. Uno de sus compañeros de ese tiempo dio de él este testimonio: "Es
un intelectual muy brillante, y a sus grandes cualidades intelectuales añade
una muy agradable simpatía".
Le llegaron dudas acerca de cuál era la vocación para la cual Dios lo
tenía destinado. Al principio se fue a vivir con los cartujos (esos monjes que
nunca hablan, ni comen carne, y rezan mucho de día y de noche) pero después de
4 años se dio cuenta de que no había nacido para esa heroica vocación. También
intentó irse de franciscano, pero resultó que tampoco era ese su camino.
Entonces se dispuso a optar por la vocación del matrimonio. Se casó, tuvo
cuatro hijos y fue un excelente esposo y un cariñosísimo papá. Su vocación
estaba un poco más allá: su vocación era actuar en el gobierno y escribir
libros.
Para con sus hijos, para con los pobres y para cuantos deseaban
tratar con él, Tomás fue siempre un excelente y simpático amigo. Acostumbraba a
ir personalmente a visitar los barrios de los pobres para conocer sus
necesidades y poder ayudarles mejor. Con frecuencia invitaba a su mesa a gentes
muy pobres, y casi nunca invitaba a almorzar a los ricos. A su casa llegaban
muchas visitas de intelectuales que iban a charlar con él acerca de temas muy
importantes para esos momentos y a comentar los últimos libros que se iban
publicando. Su esposa se admiraba al verlo siempre de buen humor, pasara lo que
pasara. Era difícil encontrar otro de conversación más amena.
Tomás Moro escribió bastantes libros. Muchos de ellos contra los
protestantes, pero el más famoso es el que se llama Utopía. Esta es una palabra
que significa: "Lo que no existe" (U=no. Topos: lugar. Lo que no
tiene lugar). En ese libro describe una nación que en realidad no existe pero
que debería existir. En su escrito ataca fuertemente las injusticias que
cometen los ricos y los altos del gobierno con los pobres y los desprotegidos y
va describiendo cómo debería ser una nación ideal. Esta obra lo hizo muy
conocido en toda Europa.
El joven abogado Tomás Moro fue aceptado como profesor de uno de los
más prestigiosos colegios de Londres. Luego fue elegido secretario del alcalde
de la capital. En 1529 fue nombrado Canciller o Ministro de Relaciones
Exteriores. Pero este altísimo cargo no cambió en nada su sencillez. Siguió
asistiendo a Misa cada día, confesándose con frecuencia y comulgando. Tratable
y amable con todos. Alguien llegó a afirmar: "Parece que lo hubieran
elegido Canciller, solamente para poder favorecer más a los pobres y
desamparados". Otro añadía: "El rey no pudo encontrar otro mejor
consejero que este". Pero Tomás, que conocía bien cómo era Enrique VIII,
declaraba con su fino humor: "El rey es de tal manera que, si le ofrecen
una buena casa por mi cabeza, me la mandará cortar de inmediato".
Ya llevaba dos años como Canciller cuando sucedió en Inglaterra un
hecho terrible contra la religión católica. El impúdico rey Enrique VIII se
divorció de su legítima esposa y se fue a vivir con la concubina Ana Bolena. Y
como el Sumo Pontífice no aceptó este divorcio, el rey se declaró Jefe Supremo
de la religión de la nación, y declaró la persecución contra todo el que no
aceptara su divorcio o no lo aceptara a él como reemplazo del Papa en Roma.
Muchos católicos tendrían que morir por oponerse a todo esto.
Tomás Moro no aceptó ninguno de los terribilísimos errores del
malvado rey: ni el divorcio ni el que tratara de reemplazar al Sumo Pontífice.
Entonces fue destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el rey
lo mandó encerrar como prisionero de la espantosa Torre de Londres. Santo Tomás
y San Juan Fisher fueron los dos principales de todos los altos funcionarios de
la capital que se negaron a aceptar tan grandes infamias del monarca. Y ambos
fueron llevados a la torre fatídica. Allí estuvo Tomás encerrado durante 15
meses.
Verdaderamente hermosas son las cartas que desde la cárcel escribió este
gran sabio a su hija Margarita que estaba muy desconsolada por la prisión de su
padre. En ellas le dice: "Con esta cárcel estoy pagando a Dios por los
pecados que he cometido en mi vida. Los sufrimientos de esta prisión
seguramente me van a disminuir las penas que me esperan en el purgatorio.
Recuerda hija mía, que nada podrá pasar si Dios no permite que me suceda. Y
todo lo permite Dios para bien de los que lo aman. Y lo que el buen Dios
permite que nos suceda es lo mejor, aunque no lo entendamos, ni nos parezca
así".
El día en que Margarita fue a visitar por última vez a su padre,
vieron los dos salir hacia el sitio del martirio a cuatro monjes cartujos que
no habían querido aceptar los errores de Enrique VIII. Tomás dijo a Margarita:
"Mire cómo van de contentos a ofrecer su vida por Jesucristo. Ojalá
también a mí me conceda Dios el valor suficiente para ofrecer mi vida por su
santa religión".
Tomás fue llamado a un último consejo de guerra. Le pidieron que
aceptara lo que el rey le mandaba y él respondió: "Tengo que obedecer a lo
que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho
más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores
del rey". Se le dictó entonces sentencia de muerte. Él se despidió de su
hijo y de su hija y volvió a ser encerrado en la Torre de Londres.
En la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo
llevarían al sitio del martirio, él se colocó su mejor vestido. De buen humor
como siempre, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo,
porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir". Al
llegar al sitio donde lo iban a matar rezó despacio el Salmo 51:
"Misericordia Señor por tu bondad". Luego prometió que rogaría por el
rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a
la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Luego enseguida de un hachazo
le cortaron la cabeza.
Tomás Moro fue declarado santo por el Papa en 1935.
Un sabio decía:
"Este hombre, aunque no hubiera sido mártir,
bien merecía que lo canonizaran, porque su vida fue un admirable ejemplo de lo que debe ser
el
comportamiento de un servidor público: un buen cristiano y un
excelente ciudadano".
No hay comentarios:
Publicar un comentario