20 DE JUNIO – MIERCOLES
–
XI – SEMANA DEL T. O. –
B – 20
Lectura del segundo libro de los Reyes (2,1.6-14):
Cuando el
Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Elíseo se
marcharon de Guilgal.
Llegaron
a Jericó, y Elías dijo a Elíseo:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán.»
Eliseo respondió:
«¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.»
Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta
hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta
distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo
enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a
pie enjuto.
Mientras pasaban el río, dijo Elías a Elíseo:
«Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.»
Eliseo pidió:
«Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.»
Elías comentó:
«¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado,
lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.»
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un
carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Eliseo lo miraba y gritaba:
«¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!»
Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos;
luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a
la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo:
«¿Dónde está el Dios de
Elías? ¿dónde?»
Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó.
Palabra de Dios
Salmo: 30,20.21.24
R/. Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor
Qué bondad
tan grande,
Señor, reservas
para tus fieles,
y
concedes a los que a ti se acogen
a la
vista de todos. R/.
En el
asilo de tu presencia los escondes
de las
conjuras humanas;
los
ocultas en tu tabernáculo,
frente a
las lenguas pendencieras. R/.
Amad al
Señor, fieles suyos;
el Señor
guarda a sus leales,
y a los
soberbios les paga con creces. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro
Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta
por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con
el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu
Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta
rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea
la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta
y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo
escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que
desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han
recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la
cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo
escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Palabra del Señor
1. Jesús
plantea aquí cómo se ha de poner en práctica la religiosidad. Jesús se refiere
a eso, de entrada, hablando de la "justicia" (dikaiosyne), que
traduce el hebreo sedeq, un término central en el judaísmo, que expresa
"la recta conducta".
Para explicar cómo ha de ser tal religiosidad,
Jesús se refiere a tres prácticas frecuentes en la piedad judía de aquel
tiempo: la limosna, la oración y el ayuno. Aquí ya hay algo que llama
poderosamente la atención: Jesús no toca el tema del culto religioso en el
templo o en la sinagoga, ni de la asistencia a la comunidad judía. Jesús aquí
no tiene en cuenta nada más que la religiosidad del individuo.
2. Pero
lo más sorprendente es que, a juicio de Jesús, la religiosidad se ha de practicar
de forma que nadie se entere. Todo ha de hacerse "en secreto", sin
llamar
la atención para nada, "en lo escondido". Porque, según dice Jesús, lo secreto y lo escondido,
lo que nadie nota, es lo único que ve el Padre del Cielo.
3. Al
decir estas cosas, Jesús no se limita a recomendar la humildad. El asunto es
mucho más serio. Jesús quiere que la religiosidad se practique "totalmente
al
margen del control social" (G. Theissen).
Jesús es consecuente: al ser "la Palabra
encarnada" (Jn 1, 14), se despojó de todo poder y gloria y "se hizo
como
uno de tantos" (Fil 2, 7). Si esto se toma en serio, ¿no apunta a un
cristianismo laico en una sociedad laica?
Beato Francisco Pacheco y
ocho compañeros
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos mártires
Francisco Pacheco, presbítero, junto con ocho compañeros de la Orden de la
Compañía de Jesús, que fueron quemados vivos por quienes odiaban la fe
cristiana († 1626).
Estos son
los nombres: Baltasar de Torres y Juan Bautista Zola, presbíteros; Pedro
Rinsei, Vicente Kaun, Juan Kinsako, Pablo Kinsuke, Miguel Tozo y Gaspar
Sadamatsu, religiosos.
Fecha de beatificación: 7 de julio de 1867, junto a otros 196
mártires de Japón, por el beato Pío IX
Breves Biografías
Francisco Pacheco, nació en Ponte de Lima, Portugal, en el seno de una noble
familia Llevado de su gran espiritualidad, muy joven hizo el voto de ser mártir
y cuando era estudiante en Lisboa y vio a cuatro japoneses que volvían de Roma
de visitar al Papa, porque eran católicos, decidió dedicarse a las misiones del
Japón. Con ese deseo entró en la Compañía de Jesús el 1 de enero de 1586.
Hechos los votos religiosos y los estudios, fue enviado a Macao (1592) donde
fue ordenado sacerdote; la superioridad accedió a su deseo y lo envió a Japón,
donde llegó en 1604 y allí fue rector, provincial, vicario general y
administrador de la diócesis.
Conoció
primero la libertad religiosa y en su ámbito hizo un fecundo apostolado y luego
pasó por numerosos avatares cuando se desató la persecución. Tuvo que pasar más
de un año en un escondite, del que salía sólo por las noches.
Baltasar De Torres, nació en
Granada, España, en el seno de una noble familia. Pasó de niño a Ocaña, de
donde su padre fue gobernador, y estudió en el colegio que la Compañía de Jesús
tenía en aquella población, donde le llega su vocación religiosa. Ingresó a los
16 años en el noviciado de Navalcarnero. Hechos los votos, estudió Filosofía en
el colegio de Huete y fue destinado al de Cuenca como maestro de gramática.
Luego pasó a Alcalá para estudiar Teología y le fue aceptado su ofrecimiento de
ir a las misiones. Ordenado ya de diácono, con los tres japoneses que volvían
de Roma, marchó a Oriente y ordenado sacerdote entró por fin en Japón el año
1600.
Trabajó en
Meaco, Osaka, Ganga, Noto y Zu con mucho fruto espiritual. Cuando llegó la
persecución de 1614 se quedó clandestinamente en el Japón hasta que fue
arrestado y sometido a juicio para pasar de ahí al martirio.
Juan Bautista Zola, nació
en Brescia, Italia. Ingresó en su juventud en la Compañía de Jesús y,
habiéndose ofrecido para las misiones, pasó primero a la India en 1602 y dos
años más tarde al Japón. Se estableció
en Tacacu, pero en el 1614 fue exiliado a China donde continuó su trabajo
apostólico. Pidió a dos compañeros jesuitas, que fueron martirizados antes que
él, que intercedieran ante Dios para que le fuera concedida la gracia del
martirio, y ellos se lo prometieron por carta.
Gaspar Sadamatsu, natural
de Omura (Japón); era un hombre culto y versado en la religión del país. En el
1582 ingresó en la Compañía de Jesús en Bungo; fue secretario de varios
provinciales; el último de los cuales fue el beato Francisco Pacheco, con quién
murió quemado vivo en Nagasaki.
Fuente: hagiopedia.blogspot.com
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