21 DE JUNIO – JUEVES –
XIª – SEMANA DEL T. O. –
B –
Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-15):
Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno
encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el
oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible
eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria?
Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del
Señor; hiciste bajar reyes a la tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes
vengadores y nombraste un profeta como sucesor. Escuchaste en Sinal amenazas y
sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles
de fuego, hacia el cielo. Está escrito que te reservan para el momento de
aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para
restablecer las tribus de Israel. Dichoso quien te vea antes de morir, y más
dichoso tú que vives. Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió
dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios, con
sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no
hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo
maravillas y en muerte obras asombrosas.
Palabra de Dios
Salmo: 96,1-2.3-4.5-6.7
R/. Alegraos, justos, con el Señor
El Señor reina, la tierra goza,
se
alegran las islas innumerables.
Tiniebla
y nube lo rodean,
justicia
y derecho sostienen su trono. R/.
Delante de él avanza fuego,
abrasando
en torno a los enemigos;
sus
relámpagos deslumbran el orbe,
y,
viéndolos, la tierra se estremece. R/.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño
de toda la tierra;
los
cielos pregonan su justicia,
y todos
los pueblos contemplan su gloria. R/.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que
ponen su orgullo en los ídolos;
ante él
se postran todos los dioses. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que
se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues
vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis.
Vosotros rezad así:
"Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga
tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan
nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado
a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos
del Maligno.
" Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también
vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los
demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Palabra del Señor
1. No
rezamos para informar a Dios de lo que
pensamos que nos hace falta. Según la idea comúnmente aceptada, Dios
sabe lo que necesitamos antes de que se
lo digamos. Tampoco rezamos para mover a Dios a que quiera lo que nosotros
queremos.
Rezamos porque es humano acudir a quien pensamos
que nos puede ayudar. Lo cual quiere decir que, cuando rezamos, expresamos
nuestros deseos más sinceros y más
apremiantes.
2. Según
lo dicho, la oración es la mejor expresión de cómo es nuestra religiosidad y
para qué nos moviliza. En esto radica la
importancia singular que tiene la oración que Jesús nos enseñó. En esta oración, Jesús nos dice lo que, ante
todo, nos tiene que interesar en la vida. Es decir, los motivos y los valores
que han de movilizar nuestro comportamiento.
3. El
tema de Dios es decisivo, quizá lo más decisivo, para movilizarnos hacia el
bien o hacia el mal. La creencia en Dios ha hecho santos y ha humanizado
a
mucha gente. Como ha hecho criminales y
ha deshumanizado a tantas personas. Por
eso Jesús dice que, cuando acudimos a Dios, solo tengamos en la cabeza a un
Padre, jamás a un Déspota o un Tirano.
Que le pidamos, es decir, que lo más apremiante
para nosotros sea que nadie le falte al respeto a ese nombre, o sea que no lo
utilice para mandar, en nombre de Dios, lo que nunca se debe mandar: privar a
las personas de su libertad, de su dignidad, de su felicidad.
Y,
menos aún, para conseguir que la gente se sienta mal, se sienta culpable,
amenazada, indigna. Si de Dios pensamos y sentimos así, lo demás que dice el
"Padre nuestro" resulta lógico y es la mejor oración que se puede
hacer.
San Luis Gonzaga
Año 1591
San Luis
Gonzaga (Luis en alemán significa: batallador glorioso).
San Luis Gonzaga nació en Castiglione, Italia, en 1568.
Hijo del marqués de Gonzaga; de pequeño aprendió las artes
militares y el más exquisito trato social. Siendo niño sin saber lo que decía,
empezó a repetir palabras groseras que les había oído a los militares, hasta
que su maestro lo corrigió. También un día por imprudencia juvenil hizo
estallar un cañón con grave peligro de varios soldados. De estos dos pecados
lloró y se arrepintió toda la vida.
La primera comunión se la dio San Carlos Borromeo, Arzobispo de
Milán.
San Luis estuvo como edecán en palacios de altos gobernantes,
pero nunca fijó sus ojos en el rostro de las mujeres. Y así se libró de muchas
tentaciones.
Su
director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el cual le
aconsejó tres medios para llegar a ser santo:
1º.
Frecuente confesión y comunión.
2º. Mucha devoción a la Sma. Virgen.
3º. Leer
vidas de Santos.
Ante una imagen de la Stma. Virgen en Florencia hizo juramento de
permanecer siempre puro. Eso se llama "Voto de castidad".
Cuando iba a hacer o decir algo importante se preguntaba:
"¿De qué sirve esto para la eternidad?" y si no le servía para la
eternidad, ni lo hacía ni lo decía.
Una vez
arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le pareció que
la Stma. Virgen le decía: "¡Debes entrar en la Compañía de mi Hijo!".
Con esto entendió que su vocación era entrar en la Comunidad Compañía de Jesús,
o sea hacerse jesuita.
Le pidió
permiso al papá para hacerse religioso, pero él no lo dejó. Y lo llevó a
grandes fiestas y a palacios y juegos para que se le olvidara su deseo de ser
sacerdote. Después de varios meses le preguntó: "¿Todavía sigue deseando
ser sacerdote?", y el joven le respondió: "En eso pienso noche y
día". Entonces el papá le permitió entrar de jesuita. (En un desfile de orgullosos
jinetes en caballos elegantes, Luis desfiló montado en un burro y mirando hacia
atrás. Lo silbaron, pero con eso dominó su orgullo).
En 1581 el joven Luis Gonzaga, que era seminarista y se preparaba
para ser sacerdote, se dedicó a cuidar a los enfermos de la peste de tifo
negro. Se encontró en la calle a un enfermo gravísimo. Se lo echó al hombro y
lo llevó al hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis
murió el 21 de junio de 1591, a la edad de sólo 23 años. Murió mirando el
crucifijo y diciendo "Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del
Señor".
La mamá logró asistir en 1621 a la beatificación de su hijo.
San Luis Gonzaga tuvo que hacer muchos sacrificios para poder
mantenerse siempre puro, y por eso la Santa Iglesia Católica lo ha nombrado
Patrono de los Jóvenes que quieren conservar la santa pureza. El repetía la
frase de San Pablo: "Domino mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que,
enseñando a otros a salvarse, me condene yo mismo".
Sufría mucho de mal de riñones y esta enfermedad lo obligaba a
quedarse días enteros quieto en su cama. Pero esta quietud le trajo un gran
bien: le permitió dedicarse a leer las Vidas de Santos, y esto lo animó
muchísimo a volverse mejor. (A veces sentía remordimiento porque le parecía que
deseaba demasiado irse al cielo). Su confesor San Roberto, que lo acompañó en
la hora de la muerte, dice que Luis Gonzaga murió sin haber cometido ni un sólo
pecado mortal en su vida.
Apenas el hijo se hizo religioso su padre empezó a volverse mucho
más piadoso de lo que era antes y murió después santamente. Luis renunció a
todas las grandes herencias que le correspondían con tal de poder hacerse
religioso y santo.
Santa Magdalena de Pazzi vio en un éxtasis o visión a San Luis en
el cielo, y decía: "Yo nunca me había imaginado que Luis Gonzaga tuviera
un grado tan alto de gloria en el paraíso".
Un oficio muy importante que hizo San Luis durante su vida fue ir
de ciudad en ciudad poniendo la paz entre familias que estaban peleadas. Cuando
él era enviado a poner paz entre los enemistados, estos ante su gran santidad,
aceptaban hacer las paces y no pelear más. Él era extraordinariamente amable y
bien educado.
Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, y lo curó y
le recomendó que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús.
San Luis fue avisado en sueños que moriría el viernes de la
semana siguiente al Corpus, y en ese día murió. Ese viernes es la fiesta del
Sagrado Corazón de Jesús.
La oración que la Iglesia le dirige a Dios en la fiesta de este
santo le dice: "Señor: ya que no pudimos imitar a San Luis en la
inocencia, que por lo menos lo logremos imitar en la penitencia. Amén".
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