28 de Junio – JUEVES –
XIIª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Lectura
del segundo libro de los Reyes (24,8-17):
Cuando Jeconías subió al
trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se
llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor
reprueba, igual que su padre.
En
aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra
Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén
cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de
Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de
Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del
templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de
Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo
Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y
cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia.
Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus
funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los
herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar
nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.
Palabra
de Dios
Salmo:78,1-2.3-5.8.9
R/.
Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios mío, los gentiles
han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo
templo,
han reducido Jerusalén a
ruinas.
Echaron los cadáveres de
tus siervos
en pasto a las aves del
cielo,
y la carne de tus fieles
a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su sangre como
agua
en torno a Jerusalén, y
nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de
nuestros vecinos,
la irrisión y la burla
de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre
enojado?
¿Arderá como fuego tu
cólera? R/.
No recuerdes contra
nosotros
las culpas de nuestros
padres;
que tu compasión nos
alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios,
salvador nuestro,
por el honor de tu
nombre;
líbranos y perdona
nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (7,21-29):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«No
todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos,
sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel
día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en
tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?"
Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí,
malvados."
El
que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre
prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque
estaba cimentada sobre roca.
El
que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel
hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los
ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al
terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque
les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Palabra
del Señor
1. Al acabar el Sermón del
Monte, como recopilación de todo lo que
ha dicho en este discurso, el evangelio de Mateo pone en boca de Jesús dos
advertencias que
dan mucho que pensar:
1) No te fíes de tu
religiosidad.
2) Solo vale lo que haces.
Estas dos advertencias necesitan su explicación.
2. Hay gente que se siente
bien porque piensa que tiene fe. Y porque además practica la religión con
piedad, con devoción, más aún, no se limita a rezar, sino que además hace
apostolado y hasta consigue algunos
éxitos que llaman la atención. Como es lógico, el que se siente bien con todo
eso, es una persona que da mucha importancia a su religiosidad. Pues bien,
Jesús
advierte;
"No te fíes de todo eso". Al final, puedes encontrarte con la dura
sorpresa de que tu vida ha sido un fracaso.
Las "piedades", las "devociones", los
"apostolados", pueden terminar siendo el mayor engaño de nuestra
vida. - ¿Por qué?
3. Porque lo único que vale
es poner en práctica lo que dice Jesús. De forma que, si no lo haces, por
más devociones, piedades y apostolados
que organices,
todo eso no será
sino la apariencia de una casa sin cimientos, un hundimiento, una ruina. Y es
que la religión es seguramente la cosa que más engaña. Porque su peligro está en que engaña, no a
los demás, sino a uno mismo. En esto consiste la advertencia más seria que hace
Jesús.
San Ireneo de Lyon
San Ireneo, educado en
Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a
su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon
(Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad.
Las obras literarias de San
Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de
la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de
la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los
gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de
contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
Recibió la palma del
martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.
Infancia
y Estudios
Nada se sabe sobre su
familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas
provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el
recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió
una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos
conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la
literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo, además, el inestimable
privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los
Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos,
figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo.
Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo
obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía
describir con lujo de detalles, el aspecto de San Policarpio, las inflexiones
de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus
entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o
para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours
afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo como misionero a las Galias,
pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.
Sacerdocio
Desde tiempos muy remotos,
existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de
Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos
transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad
de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa
occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes
asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes
y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y
fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó San Ireneo para
servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, San Potino,
que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que
tenían sobre él sus hermanos en religión se puso en evidencia el año de 177,
cuando se le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del
estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, al tratar a San Potino,
el 2 de junio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon, se
hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su
interés por los fieles cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y
la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en
inminente peligro de muerte, enviaron al Papa San Eleuterio, por conducto de
Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación
al Pontífice, en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que
tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo,
recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un
celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un amante de la paz, como
lo indicaba su nombre.
Obispado
El cumplimiento de aquel
encargo que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a
compartir el martirio de San Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo
permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede
episcopal que había dejado vacante San Potino. Ya por entonces había terminado
la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz.
Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que,
además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la
evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a
los Santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los
Santos Ferrucio y Ferreolo, a Besancon, Para indicar hasta qué punto se había
identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta
en vez del griego, que era su lengua madre.
Lucha
contra el gnosticismo
La propagación del
gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el
cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de
por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía
sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina.
Afortunadamente, San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en
todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó
aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas,
escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente
las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con
las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Hay un buen ejemplo sobre el
método de combate que siguió. Cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el
mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por
Dios, quien sin participación seguirá eternamente desligado del mundo,
superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su
conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a
demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la
estrecha relación entre Dios y el mundo que El creó los siguientes términos:
"El Padre está por encima de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a
través del Verbo se hicieron todas las cosas y El mismo es el jefe de la
Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es El esa agua
viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman porque saben que hay un
Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las
cosas."
Ireneo escribe con estudiada
moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos.
Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién "iniciados"
dice: "Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de
salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo
que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las
regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante
nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel. Ireneo estaba firmemente
convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el
velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho, había tomado la
determinación de "desenmascarar a la zorra", como él mismo lo dice. Y
por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al
latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe
de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, de entonces en
adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe
católica.
Reconciliador
ante el Pontífice
El hecho de que luchara
contra las herejías no significa que fuese intransigente. Al contrario. Trece o
catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el Papa
Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del
Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a
celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el Papa Víctor III
los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma.
Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al
Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no
eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y
que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto no había impedido que el
Papa Aniceto y San Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de
su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos
partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325,
los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión
por parte de la Santa Sede.
Su
muerte y veneración
Se desconoce la fecha de la
muerte de San Ireneo aunque, por regla general, se estima en el año 202. De
acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado, pero no es
probable ni hay evidencia alguna sobre el particular.
Los restos mortales de San
Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo
el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante,
llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los
calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios
de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de San Ireneo
se celebra desde tiempos muy antiguos en el oriente (el 23 de agosto), sólo a
partir de 1922 se ha observado en la iglesia de occidente.
Su
Escritos
No ha llegado hasta nosotros
nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre San Ireneo, pero hay,
en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como
testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas
Su tratado contra los
gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina.
En 1904 se descubrió la
existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida
al armenio. La obra era hasta entonces conocida como: "Prueba de la
Predicación Apostólica". Se trata, sobre todo de una comparación de las
profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones
nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor.
A pesar de que el resto de sus
obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos
los elementos de un sistema completo de teología cristiana.
San Ireneo, fundamentándose
en San Pablo y en su conocimiento de las enseñanzas apostólicas, enseñaba el
paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María
Bibliografía:
"Vidas de los Santos"
de
Butler, ed. española.
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