6
DE JUNIO – MIERCOLES –
9ª
– SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura de la segunda carta del san Pablo a Timoteo (1,1-3.6-12):
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios,
llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo
querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo
Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia,
como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo,
de noche y de día. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que
recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu
cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de
dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros
trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una
vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios
dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha
manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y
sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio. De este Evangelio me
han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa
situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y
estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último
día el encargo que me dio.
Palabra de Dios
Salmo:122
R/. A ti, Señor, levanto mis ojos
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,18-27):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de
los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito:
"Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con
la viuda y dé descendencia a su hermano."
Pues bien, había siete hermanos: el
primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió
también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último,
murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de
ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les respondió:
«Estáis equivocados, porque no entendéis
la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las
mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los
muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la
zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob”.
No
es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»
Palabra de Dios
1. Este
extraño episodio nos resulta difícil de entender. Entre otras razones, por el
caso que los saduceos le plantean a
Jesús. Este caso se explica por la antiquísima "ley del levirato"
(del latín levir, "cuñado"). Una ley, propia de culturas muy
antiguas, que pretendía perpetuar el
nombre del marido y, sobre todo, asegurar la propiedad familiar, como derecho
del varón y sus descendientes. En la historia bíblica se encuentra el caso de
Tamar (Gen 38) y de Rut (rt 2, 20; 3, 12). Era, por tanto, una "ley
machista", que ponía en evidencia la desigualdad de derechos del hombre y
de la mujer.
2. Pero
el fondo del problema, que plantea este relato, se refiere a la resurrección.
Los saduceos no creían en eso. Pensaban
que con la muerte se acababa la vida definitivamente. Hay que tener en cuenta
que los saduceos eran el partido político de los más ricos. Y también de los
que dominaban el culto y los cargos de mando en el Templo (J. Jeremías).
Las personas y los grupos que tienen un alto
nivel de vida y gozan de riquezas, normalmente, no creen nada más que en esta vida y sus disfrutes.
Con eso se consideran satisfechos.
3. Jesús
les desmonta su argumentación. Y les dice, en su cara, que "están muy
equivocados". Jesús afirma con fuerza la fe y la esperanza en la
resurrección. Con la muerte no se acaba la vida. O sea, lo que debe regir
nuestras vidas es la esperanza en la promesa de Jesús, no la seguridad que nos
da el dinero, las cuentas corrientes bien dotadas, los bienes que posee la
familia, la diócesis o la orden religiosa. Todo eso nos lleva derechos a vivir
en el engaño. Y a perder la verdadera
esperanza.
SAN NORBERTO
Caminante infatigable en constante búsqueda de almas –cada una dentro
de su cuerpo– por las orillas del Rin. Sin descanso y resistente al desaliento.
Norberto nació en un siglo turbio, el XI; vivió en época de
antipapas, de confusión para dar y tomar, y con herejías y cismas, cuando el
Sacro Imperio Romano iniciaba su franca decadencia. Parece que nació en el
1080, en el pequeño pueblo que se llama Santes, perteneciente a Clèves; su
padre, Heriberto, está emparentado con el emperador; su madre, Haduvije, viene
de la Casa de Lorena.
Lo educaron como corresponde a su rango; pero lo malo vino después.
Su tío Federico de Corintia, el arzobispo de Colonia, lo hace clérigo, ese modo
de vivir que en la época significaba honor y prebendas; él no tenía ninguna
gana de llegar al sacerdocio. Su entrada en la clerecía solo era el primer paso
para lograr una capellanía en la iglesia imperial de Santes con los pingües emolumentos
que llevaba consigo y poder dedicarse a los placeres. Pues lo consiguió y más.
Lo hicieron canónigo de la catedral de Colonia con lo que entró de lleno y por
la puerta grande en la Corte. Le llueven las damas, nadando en la frivolidad.
Para colmo, el emperador le hizo su limosnero. Esta escalada fulgurante lo
metió por completo en el lujo del escenario palatino, donde abundan los bailes,
las intrigas y las justas amorosas.
El problema de las investiduras no está ni mucho menos resuelto
todavía. El emperador Enrique V dijo que estaba dispuesto a arreglar el asunto
con el Papa Pascual II durante las conversaciones de Sutri que terminaron en un
preacuerdo, pero a la hora de poner los sellos en San Pedro, con toda la pompa
papal desplegada como la ocasión requería, arremetió alevosamente contra el
papa y los cardenales. Despojó a Pascual II de sus vestiduras y lo metió en
prisión, mientras que en la ciudad de Roma se dieron todas las tropelías
imaginables por parte de la soldadesca imperial que se entrega a la lujuria, al
saqueo y al incendio.
La situación cambió a Norberto, acompañante del emperador. Desaprobó
la conducta de su amo al verlo despojado de toda dignidad, en su salsa, como
era, falso, arrogante y traidor. En Roma, se acercó a reverenciar al Pontífice
a la cárcel y a ponerse a su disposición; a la vuelta, en Alemania, no aceptó
el obispado de Cambray que el emperador le ofrecía.
Un día, cuando cabalgaba acompañado de su escudero camino de Wreten,
cayó del caballo fulminado por un rayo, y dado por muerto. En el mismo momento
de su recuperación decidió su cambio de vida y buscar la santidad; ya le ayudó
el buen abad de Legeberg, haciéndole ver la necesidad de hacer penitencia por
sus pecados.
Ahora sí que se determinó a hacerse sacerdote; al capellán real
culto, brillantísimo, elegante como el primero y mundano de otro tiempo se le
vio ahora descalzo, vestido con piel de oveja, clamando contra la simonía e
invitando a sus compañeros clérigos a un cambio de vida; pero aquellos
canónigos no habían tenido un rayo tan cercano que les motivara, no sentían
muchas ganas de cambiar y ponerse a dar ejemplo; más bien le respondían
echándole en cara sus amoríos anteriores y su vida mundanal. Cuando predicó en
su primera misa, confesó con humildad y públicamente todas sus frivolidades
escandalosas y terminó invitando a la gente de Santes a emprender como él el
camino de la conversión.
Repartió entre los pobres todas sus riquezas; renunció a todos los
cargos eclesiásticos y comenzó a deambular por las dos márgenes del Rin,
predicando e instruyendo a la gente que estaba sumida en la más grande
ignorancia. Vinieron milagros, don de lenguas, maravillas de la gracia. Él no
deja de andar, sin que sea capaz de pararlo la meteorología, busca gente a la
que hablar de Jesucristo; se le llenan los templos hasta abarrotarse y entre
los oyentes abundan los letrados, los clérigos. La envidia –no podía faltar– de
algunos y la maldad acumulada en su antiguo cabildo de Colonia motivaron que se
le acusara con mentiras y calumnias, voceando que predicaba por su cuenta y sin
encargo ni licencia. En 1118, el papa Gelasio II, que residía en Provenza, lo
hizo su legado para predicar por todo el mundo latino, y se le unió el valón
Hugo de Fosses, el capellán de su amigo Buscardo, obispo de Cambray, para
predicar en una buena parte de Bélgica y en Laon donde el obispo quería que
hicieran lo imposible para reformar a su clero, comenzando por el mismo
cabildo. No lo consiguieron.
Después de asistir al concilio de Reims –reunido para intentar por
enésima vez el arreglo del asunto de las investiduras que seguía coleando–, en
1121 y sobre las ruinas de una ermita abandonada, se edificó a costa del obispo
de Laon, don Bartolomé, el primer monasterio en Premontré que Norberto fundó.
¿La regla? La de san Agustín. ¿Monjes? No; solo podrán entrar los clérigos,
serán canónigos regulares, vivirán en común, con una ascética rigurosa en la
que abunda la oración, el estudio, la penitencia y el silencio; no habrá
clausura, ni estarán de por vida vinculados a un monasterio; lo suyo será
caminar sin una moneda en la bolsa mientras aguanten los pies para predicar el
Evangelio, confundir herejes, buscar pecadores e instruir en la fe a los
ignorantes. El hábito de lana blanca comenzó a hacerse pronto familiar; cada
hábito lleva dentro a un premonstratense lleno de celo.
Como Cluny está en crisis en todos los monasterios a los que se
extendía su influencia, porque le han llevado a la decadencia las riquezas
acumuladas, los privilegios que le concedieron los papas y la arrogancia del
poder, se facilita que Francia, Alemania y Bélgica abrieran sus puertas a
aquellos predicadores nuevos que llevaban aire fresco. En cuatro años ya hay
nueve monasterios donde se forman los canónigos, que se reparten luego por los
campos haciendo tanto bien. Y hasta aparece una rama secular y otra de mujeres
a la sombra de las abadías; una anticipación de las futuras terceras órdenes
del Medioevo.
Aclamado por el clero y por el pueblo, terminó Norberto siendo
arzobispo de Magdeburgo, después de dejar a los premonstratenses bajo la guía
de Hugo de Fosses. Su condición arzobispal no le libró de tener enemigos; ¡cómo
andaban las cosas! por dos veces pudo escapar de los intentos criminales de sus
clérigos.
Colaboró en la deposición del antipapa Pedro de León, el llamado
Anacleto II, que se había hecho fuerte en el castillo de Sant’Angelo,
comprometiendo al rey Lotario para que repusiera en su sede romana al verdadero
papa Inocencio II.
Murió el 6 de junio de 1134.
Arrepentidos los quiere Dios.
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