11 DE DICIEMBRE – VIERNES –
2ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –
San Dámaso I
Lectura
del libro de Isaías (48,17-19):
ESTO dice el Señor, tu libertador,
el Santo de Israel:
«Yo, el Señor, tu Dios,
te instruyo por tu bien,
te marco el camino a seguir.
Si hubieras atendido a mis mandatos,
tu bienestar sería como un río,
tu justicia como las olas del mar,
tu descendencia como la arena,
como sus granos, el fruto de tus
entrañas;
tu nombre no habría sido aniquilado,
ni eliminado de mi presencia».
Palabra de Dios
Salmo:
1,1-2.3.4.6
R/.
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los
cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los
justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
11, 16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “¿A quién se parece esta generación?
Se parece a los niños sentados en la plaza que
gritan a otros:
"Hemos tocado la flauta y no habéis
bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía,
y dicen:
"Tiene un demonio".
Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y
dicen:
"Ahí tenéis a un comilón y borracho,
amigo de publicanos y pecadores”.
Pero los hechos dan razón a la Sabiduría
de Dios".
Palabra del Señor
1. Cuando los evangelios utilizan
la expresión esta generación, con eso hacen un reproche a la gente que oyó a
Juan y que oía también a Jesús. Pero el hecho
es que aquella gente no le hizo caso ni a Juan ni a Jesús. Y buscaron
excusas para justificar el rechazo de Juan, del que dijeron que estaba
endemoniado y el rechazo de Jesús, del que dijeron que era un comilón y un
borracho.
Es frecuente, en la vida de mucha gente,
maquillar nuestros rechazos inconfesables utilizando insultos y ofensas. Cuando
no estamos de acuerdo con alguien,
pero no tenemos argumentos para refutarle, lo que hacemos es insultarle o,
de alguna manera, ofenderlo.
2. El Evangelio explica la diferencia
entre Juan Bautista y Jesús contando el juego que hacían dos grupos de niños en
la plaza de un pueblo.
Uno de los grupos tocaba la flauta,
imitando una boda; el otro grupo cantaba lamentaciones, imitando un entierro.
Pero en el centro de la plaza había otros chiquillos que no querían entrar en
el juego, ni en el de la boda ni en el del entierro.
Es decir, había "una
generación", un grupo perverso, malo, que no quería ni boda ni entierro.
Estos no querían nada más que ser ellos mismos y hacer lo
que a ellos les interesaba. De manera que, como no podían dar explicaciones
de por qué no querían nada con nadie, lo que hacían era insultar y ofender,
tanto a los que jugaban a boda como a los que imitaban un entierro.
¿Por qué contó Jesús esta historia que,
a primera vista, no parece tener importancia?
3. Jesús echó mano de este cuento
para dejar clara la diferencia entre la religión que predicó Juan Bautista y la
que vivió y explicó él mismo.
La boda es la fiesta de la vida. El
entierro es la memoria de la muerte.
La humanidad de Jesús es vida, gozo,
alegría y disfrute de vivir. La figura y la predicación tremenda y dura de
Juan es dolor, lágrimas y muerte. La felicidad y la tristeza se contagian. Y lo
que Jesús quiere es que nuestra forma de ser y de vivir contagiando felicidad y
haciendo dichosos a quienes conviven con nosotros.
La religión de Juan Bautista se centró
en el problema del pecado y los castigos contra los pecadores.
La religión de Jesús se centró en la
felicidad y el gozo de vivir, que contagió siempre Jesús, curando enfermos,
comiendo con toda clase de personas, acogiendo con bondad y cariño a los
marginados y excluidos. Y nunca olvidemos que hacer lo que hizo Jesús es
mucho más duro y costoso que ponerse una vestimenta extraña y comer poco y de
mala manera.
San Dámaso I
De origen
español, nació hacia el año 305. Incardinado en Roma, fue elegido obispo de la
Iglesia de Roma en el año 366 en momentos calamitosos. Hubo de reunir
frecuentes sínodos contra los cismáticos y herejes, fue gran promotor del culto
a los mártires, cuyos sepulcros decoró con sus versos. Murió en el año 384.
Breve
Biografía
San Dámaso, de
origen español, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año
366 al 384. Fue diácono de la Iglesia de Roma durante el pontificado del Papa
Liberio.
Su elevación a la
cátedra de Pedro no se vio exenta de contrastes debido a los enfrentamientos de
los dos partidos contrapuestos. Pero los frutos de su pontificado no se dejaron
esperar. Ignorando las amenazas imperiales, depuso a los obispos que se habían
adherido al arrianismo y condujo a la Iglesia a la unidad de la doctrina. Estableció
el principio de que la comunión con el obispo de Roma es signo de
reconocimiento de un católico y de un obispo legítimo.
Durante su
pontificado hubo una explosión de ritos, de oraciones, de predicaciones, con
nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida
cristiana. A la iniciativa de este Papa se deben los estudios para la revisión
del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha
por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado.
En estos años la
Iglesia había logrado una nueva dimensión religioso-social, convirtiéndose en
un componente de la vida pública. Los obispos escribían, catequizaban,
amonestaban y condenaban pública y libremente.
En el año 380, con
ocasión del sínodo de Roma, el Papa Dámaso expresó su agradecimiento a los
jefes del imperio que habían devuelto a la Iglesia la libertad de administrarse
por sí misma. Con esta libertad conquistada, los antiguos lugares de oración
como las catacumbas se habrían arruinado si este extraordinario hombre de
gobierno no hubiera sido al mismo tiempo un poeta sensible a los antiguos
recuerdos y a las gloriosas huellas dejadas por los mártires. Efectivamente, no
sólo exaltó a los mártires en sus famosos “títulos” (epigramas grabados en
lápidas por el calígrafo Dionisio Filocalo), sino que los honró dedicándose
personalmente a la identificación de sus tumbas y a la consolidación de las
criptas en donde se guardaban sus reliquias.
En la cripta de
los Papas de las catacumbas de San Calixto, él añadió: “Aquí, yo, Dámaso,
desearía fueran enterrados mis restos, pero temo turbar las piadosas cenizas de
los mártires”. San Jerónimo sostiene que el Papa Dámaso murió casi a los
ochenta años. Fue enterrado en la tumba que él mismo se había preparado,
humildemente alejada de las gloriosas cenizas de los mártires, sobre la vía
Ardeatina. Más tarde sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San
Lorenzo.
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