12 DE DICIEMBRE – SÁBADO –
2ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –
Nuestra
Señora de Guadalupe
Lectura
del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):
EN aquellos días, surgió el profeta Elías
como un fuego,
sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los
cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los
tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que
estallara,
para reconciliar a los padres con los
hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.
Palabra de Dios
Salmo:79,2ac.3b.15-16.18-19
R/.
Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
V/. Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines,
resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
V/. Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has
fortalecido. R/.
V/. Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu
nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
17, 10-13
Al bajar del monte le preguntaron a Jesús sus discípulos:
"¿Por qué dicen los letrados que
primero tiene que venir Elías?".
Él les contestó:
"Elías vendrá y lo renovará todo.
Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron
a su antojo. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de
ellos".
Los discípulos comprendieron entonces
que se refería a Juan Bautista.
Palabra del Señor
1. Siguen los evangelios de
Adviento recordando a los cristianos lo que hoy nos puede enseñar la figura de
Juan Bautista. El monte del que bajan los discípulos es el monte de la
Transfiguración. Allí han tenido una visión: Jesús junto al profeta Elías
(además de Moisés).
Los judíos de aquel tiempo creían que,
antes de la venida del Mesías, tenía que volver Elías a este mundo.
Lo que seguramente, para algunos, era
una dificultad contra Jesús. Porque, si Elías no había venido a la tierra,
Jesús no podía ser el verdadero Mesías y sería, por tanto, una gran mentira lo
que se decía sobre el mesianismo del mismo Jesús.
2. Jesús responde a los discípulos
diciendo que el profeta Elías ya había venido, representado en la figura del
gran profeta que fue Juan Bautista. La frase de Jesús está en futuro porque
cita literalmente un texto de Malaquías (3, 23). Y Jesús da a entender que Juan
fue "tratado a su antojo" (lo que a la gente mala de este mundo
se le antoja), es decir, terminó asesinado.
Y esa misma muerte era la que le
esperaba a él, al mismo Jesús.
3. El Evangelio destacaba ayer la
diferencia entre Juan y Jesús. Hoy los iguala a los dos; y los iguala en que
ambos terminaron su vida asesinados.
Juan porque denunció los escándalos de
Herodes.
Jesús porque denunció los escándalos del
Templo, de los sacerdotes y de los letrados.
La libertad ante los grandes de este
mundo se paga muy cara. De ahí, el miedo que le tenemos a la libertad. Nos lo
dice el Evangelio. Y en tiempos más recientes nos han recordado lo mismo
algunos autores bien conocidos: Erich Fromm y, antes que él, Fedor Dostoyevski,
en el discurso del "Gran Inquisidor": "No hay para el
hombre deseo más acuciante que el deseo de encontrar a un ser en quien
delegar el don de la libertad que, por desgracia, se adquiere por el
nacimiento".
Por eso nos buscamos confesores,
directores espirituales, superiores, gobernantes, políticos, que nos manden con
poder y autoridad. Para quitarnos de encima el inaguantable peso de la
libertad.
"¡A mí, que me digan lo que tengo
que hacer!". Es el grito de los esclavos. Y bien sabemos que los esclavos son
los que han mantenido la economía de la desigualdad. Porque ellos han mantenido
la abundancia y la prepotencia de los grandes de este mundo.
El aguante y la paciencia de los esclavos es lo que ha hecho posible la brecha y la distancia entre los más ricos (unos pocos) y los más pobres (la espantosa mayoría de oprimidos).
Nuestra Señora de
Guadalupe
El año 1531,
la Virgen María se apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el monte
Tepeyac, en la ciudad de México.
En la capa de Juan Diego se grabó
milagrosamente la imagen de la Virgen, a que los fieles cristianos veneran
sin interrupción hasta hoy. Por medio de este santo de fe limpísima, la Madre
de Dios y de la Iglesia llama a todos los pueblos al amor a Cristo
Nuestra Señora de
Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene
su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la
ciudad de México.
De acuerdo a la
tradición oral mexicana, y los múltiples documentos históricos encontrados
alrededor del mundo en distintos archivos, la Virgen María se apareció en
cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, y
una quinta ocasión en el pueblo de Santa María, Tulpetlac en el Estado de
México en la cual curó a Juan Bernardino, tío de san Juan Diego. El relato
guadalupano conocido como Nican mopohua, tras la primera aparición, la Virgen
ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de
Zumárraga. Juan Diego en la última aparición de la Virgen llevó en su ayate
unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la
aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen.
Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al
descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos.
Las mariofanías
tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo
año. La fuente más importante que las relata fue el mismo Juan Diego que habría
contado todo lo que había acontecido.
Posteriormente
esta tradición oral fue recogida en un escrito con sonido náhuatl pero con
caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y que solo muy rara
vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el Nican mopohua, y es
atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605). Posteriormente en 1648 es
publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe por el
presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar todo lo que los indígenas
sabían acerca de la devoción guadalupana.
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