3 DE DICIEMBRE – JUEVES –
1ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –
San Francisco Javier
Lectura del libro de Isaías (26,1-6):
Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que, entre un
pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del
oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios
Salmo: 117,1.8-9.19-21.25-27a
R/. Bendito el que viene en nombre del
Señor
O bien:
R/. Aleluya
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.
Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mí salvación. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (7,21.24-27):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor,
Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y
las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa
sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y
descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre
roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se
parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se
desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se
derrumbó. Y su ruina fue grande».
Palabra del Señor
1. Estas palabras de
Jesús están, según el evangelio de Mateo, al final del sermón del
monte. Lo primero, que advierte aquí Jesús, es que tengamos cuidado
con las piedades, las devociones y los muchos rezos. Es un consejo importante
para personas religiosas. Porque la religiosidad puede engañar.
Lo que importa no es la mucha piedad, sino la conducta que es
fiel al cumplimiento de lo que dijo Jesús en el sermón del monte, que concluye
aquí.
2. Más aún. Jesús no
enseñó solamente mediante sus palabras. La vida entera de Jesús fue su
enseñanza. Jesús no fue un hombre de ritos y ceremonias sagradas.
Jesús puso su religiosidad en su conducta, sobre todo en su forma de tratar a
la gente. En el respeto, la bondad, la tolerancia, la delicadeza, que tuvo
siempre y con todos.
Para llevar esta vida, Jesús
necesitaba orar. Lo necesitamos todos. Si es que queremos ser siempre buenos
con todos.
3. Esta bondad no es
"buenismo". Es "edificar sobre roca", es construir sobre la
consistencia que da seguridad. Edificar "sobre arena" es construir
sobre la inconsistencia
que da miedo. Es lo que estamos viviendo ahora con el cambio de cultura, que
estamos viviendo. Hemos construido una economía mundial sobre
la inconsistencia del deseo de poseer y acumular, que lleva derecho a la
codicia. Y el edificio entero se nos hunde. Porque los más fuertes y poderosos
se han devorado a los débiles e indefensos. Todo el sermón del monte es la
denuncia dura de los peligros que entraña el deseo que lleva a la codicia.
"Construir sobre roca", en
este momento, es buscar y organizar un sistema económico controlado. Y no
dejado a la ingenuidad de la "mano invisible" del mercado, centrada
en una "armonía natural" que no existe. (Adam Smith).
Lo que manda es el deseo y la
codicia. Así, el Evangelio queda marginado.
SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero
San Francisco Javier
Nació en el
castillo de Javier (Navarra) en 1506. Cuando estudiaba en París, se unió al
grupo de san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma en el año 1537, y se
dedicó a obras de caridad. En 1541 marchó al Oriente.
Evangelizó incansablemente la India y el
Japón durante diez años, y convirtió a muchos a la fe.
Murió en el año 1552 en la isla de
Sanchón Sancián, a las puertas de China.
(Francisco de Jasso
y Azpilicueta; Castillo de Javier, Navarra, 1506 - Isla de Sancián, China,
1552) Misionero español. Mientras estudiaba filosofía y teología en París
conoció a Ignacio de Loyola, quien le reclutó para su proyecto de fundar una
nueva orden: Francisco hizo sus primeros votos en París (1534), se ordenó
sacerdote en Venecia (1537) y participó en la fundación de la Compañía de Jesús
en Roma (1539). Desde entonces se consagró a la actividad misionera: en 1541
fue enviado a la India como legado pontificio, con la misión de evangelizar las
tierras situadas al este del cabo de Buena Esperanza, respondiendo a una
petición de Juan III de Portugal. Instalado en 1542 en Goa (capital de la India
portuguesa), desplegó una intensa actividad cuidando enfermos, visitando
presos, predicando el cristianismo, convirtiendo nativos, negociando con las
autoridades locales y defendiendo la justicia frente a los abusos de los
colonos. Su apostolado se extendió por el sur de la India, Ceilán, Malaca, las
Islas Molucas y Japón. Cuando se disponía a entrar en China para continuar su
labor, murió de pulmonía a las puertas de Cantón. Fue canonizado en 1622 y
declarado patrono de las misiones de la Iglesia católica.
Francisco de Jasso
era el hijo menor de Juan de Jasso y Atondo, presidente del Real Consejo de
Navarra, y de María de Azpilicueta y Aznárez, titular del señorío de Javier,
defensores de la causa de Juan de Albret frente a Fernando el Católico en la
guerra que determinó la anexión de Navarra a la Corona de Castilla (1512-1515).
Tras la muerte de su padre (1515) y la demolición de las torres y murallas del
castillo de Javier por orden del Cardenal Cisneros (1516) como consecuencia del
apoyo prestado por sus hermanos Juan y Miguel a la sublevación en favor del rey
navarro destronado, Francisco Javier se orientó hacia la carrera eclesiástica y
el cultivo de las humanidades, que estudió en Leyre y Pamplona.
En 1525,
probablemente ya adquirida la tonsura, se trasladó a París para completar su
formación; ingresó como interno en el Colegio de Santa Bárbara, donde trabó
amistad con Pedro Fabro e Ignacio de Loyola. En 1530 se graduó como maestro en
artes y pasó a ejercer la enseñanza de la filosofía con el cargo de catedrático
regente en el Colegio Dormans-Beauvais, a la vez que cursaba estudios de
teología. Con el propósito de adquirir prebendas eclesiásticas, solicitó en
1531 del cabildo de Pamplona la concesión de una canonjía, alegando su
condición de clérigo navarro y su titulación en artes.
Sin embargo, su relación
con Ignacio de Loyola, quien pretendía atraerle para el proyecto de fundación
de una nueva orden religiosa, así como su desagrado por el ambiente
universitario y la impresión que le causó la muerte de su madre y de su
hermana, acaecida por aquellas fechas, determinaron a Francisco Javier a
abandonar sus pretensiones de promoción dentro del estamento eclesiástico.
Junto con Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros, reunidos en la capilla
parisina de Montmartre, el 15 de agosto de 1534 hizo votos de castidad y
pobreza, de vida consagrada al apostolado y de peregrinar a Tierra Santa, o
bien, en el caso de que esto último no fuese posible, de ponerse a disposición
del papa.
En 1537 se
trasladó a Venecia, donde se reunió con sus compañeros con el objeto de viajar
a Roma para obtener la bendición papal antes de iniciar su peregrinación;
durante su estancia en Venecia recibió noticia de la concesión de la canonjía
solicitada, a la que renunció, y del inicio de la guerra entre Constantinopla y
Venecia, lo que significaba el retraso indefinido del viaje a Tierra Santa.
Ordenado sacerdote el 24 de junio de ese año, se dedicó a la predicación en
Bolonia hasta su marcha a Roma (1538), donde Francisco Javier y sus compañeros
se entrevistaron con Paulo III y abandonaron definitivamente sus propósitos de
peregrinación.
Durante su estancia en la Santa Sede gestionaron la fundación de una nueva
orden religiosa, la Compañía de Jesús, a la que el Papa concedió su aprobación
verbal en septiembre de 1539. Ese año Ignacio de Loyola tuvo noticia de que
Juan III de Portugal solicitaba misioneros que marchasen a evangelizar sus
posesiones en las Indias Orientales y encomendó la tarea a Francisco Javier,
quien en marzo de 1540 partió a la corte portuguesa para organizar la expedición,
con el título de legado pontificio para todas las tierras situadas al este del
Cabo de Buena Esperanza.
Iniciado el viaje
en abril de 1541, arribó a Goa, capital de las posesiones portuguesas en la
India, trece meses después. Ejerció en esta ciudad una activa labor
evangelizadora, especialmente a partir de la fundación del colegio-seminario de
Santa Fe para sacerdotes nativos, y de dedicación a los enfermos y presos. En
septiembre de 1542 organizó una expedición misionera a la costa de Pesquería, en
el sureste de la India, para predicar la doctrina cristiana entre los poblados
parabas; estableció una comunidad cristiana y la dotó de un catecismo en lengua
indígena. Tras ello inició la evangelización de Travancor y Ceilán (1544),
Madras y Malaca (1545) y las Islas Molucas (1546-1547). Francisco Javier
administró el bautismo a miles de nativos, superó la oposición de los brahmanes
y estableció una asidua correspondencia con los miembros de la Compañía de
Jesús en Roma, cuyas noticias, a las que se unió su fama de taumaturgo, dieron
origen a numerosas vocaciones misioneras entre sus compañeros.
Tras una nueva
estancia en la India y en Malaca, dedicada a reorganizar las misiones
establecidas y a proveerlas de unas normas de funcionamiento, marchó a evangelizar
a Japón, adonde llegó en 1549; predicó durante dos años en Kagoshima, Hirado,
Yamaguchi y Bungo, estableciendo favorables contactos para su labor con los
daymios o gobernadores feudales japoneses, aunque la oposición de los monjes
budistas dificultó enormemente su actividad. Ante las escasas conversiones
logradas en Japón, se persuadió de que para obtener éxito en su empresa era
necesario evangelizar previamente China, puesto que consideraba que los
japoneses habían asimilado la cultura de este imperio y que, por tanto, el
ejemplo de la cristianización en China ejercería una influencia decisiva sobre
Japón.
Reclamado por las comunidades misioneras de la India, regresó a Goa en
1551, donde inició los trámites necesarios para organizar su pretendido viaje a
China, dificultados por la prohibición existente en este imperio sobre la
entrada de extranjeros en su territorio. Tras su nombramiento como provincial
de la India, que había sido constituida como provincia jesuítica independiente
de Portugal, partió rumbo a China con una embajada portuguesa en abril de 1552,
pero tuvo que detenerse en Malaca, donde permaneció dos meses intentando vencer
la resistencia que el gobernador Álvaro de Ataide opuso al proyecto.
Finalmente
reemprendió el viaje hasta llegar a la isla de Sancián, donde le sobrevino la
muerte antes de que llegara el junco chino que debía transportarlo a Cantón.
Sus restos fueron trasladados a Goa en 1554, donde su culto se extendió
rápidamente. A comienzos del siglo XVII se inició el proceso de su
beatificación, proclamada por Paulo V el 25 de octubre de 1619; nombrado patrón
de Navarra en 1621, el 12 de marzo del año siguiente fue canonizado por
Gregorio XV, juntamente con Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola. Pío X le
declaró patrono de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide en 1904, y Pío XI
patrón de todas las misiones en 1927.
Su fiesta se
celebra el 3 de diciembre.
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