lunes, 14 de diciembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 DE DICIEMBRE – MIERCOLES – 3ª – SEMANA DE ADVIENTO – B – Santa Adela

 

 


16 DE DICIEMBRE – MIERCOLES –

3ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –

Santa Adela

Lectura del libro de Isaías (45,6b-8.18.21b-25):

 

«YO soy el Señor, y no hay otro,

el que forma la luz, y crea las tinieblas;

yo construyo la paz y creo la desgracia.

Yo, el Señor, hago todo esto.

Cielos, destilad desde lo alto la justicia,

las nubes la derramen,

se abra la tierra y brote la salvación,

y con ella germine la justicia.

Yo, el Señor, lo he creado».

Así dice el Señor, creador del cielo

—él es Dios—,

él modeló la tierra,

la fabricó y la afianzó,

no la creó vacía,

sino que la formó habitable:

«Yo soy el Señor, y no hay otro.

—No hay otro Dios fuera de mí—.

Yo soy un Dios justo y salvador,

y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros,

confines de la tierra,

pues yo soy Dios, y no hay otro.

Yo juro por mi nombre,

de mi boca sale una sentencia,

una palabra irrevocable:

Ante mí se doblará toda rodilla,

por mí jurará toda lengua»;

dirán: «Sólo el Señor

tiene la justicia y el poder».

A él vendrán avergonzados

los que se enardecían contra él;

Con el Señor triunfará y se gloriará

la estirpe de Israel».

 

Palabra de Dios.

 

Salmo: 84,9ab-10.11-12.13-14

 

R/. Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen.

 

 

V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor:

«Dios anuncia la paz

a su pueblo y a sus amigos».

La salvación está cerca de los que lo temen,

y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

 

V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo. R/.

 

V/. El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

y sus pasos señalarán el camino. R/.

 

Evangelio según san Lucas 7, 19-23

      En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:

    "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:

'Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?".

Y en aquella ocasión, Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.

 Después contestó a los enviados:

"Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y dichoso el que no se escandalice de mí".

 

1.  Cuando a Jesús le preguntaron si él era "el que tenía que venir", es decir, si él era la solución y si traía esperanza y el cambio deseado para el futuro, su respuesta no fue decir que "sí" o que "no". La respuesta de Jesús fue apelar a lo que hacía, lo que veía todo el mundo, lo que se metía por los ojos de la gente.

El movimiento de religiosidad y espiritualidad que puso en marcha Jesús no fue un movimiento ideológico. Ni consistía en doctrinas o teorías sobre Dios, sobre la religión o sobre la moral.

Por desgracia, con frecuencia ocurre que las religiones ponen su insistencia y el mayor empeño en las "doctrinas" que enseñan, los "dogmas" que imponen, la observancia de los "rituales" que se nos presentan como las mediaciones fundamentales para encontrar a Dios y estar bien situados en el camino de la salvación.

 

2.  Jesús no pretendió "reformar" la religión existente. Porque se dio cuenta de que eso no lleva a ninguna parte. Habría sido lo mismo, pero puesto en práctica de otra manera.

Jesús vio que la solución estaba en "modificar" la religión.

Es decir, se trataba de darle otro sentido a la búsqueda de Dios. Esa búsqueda había que sacarla del templo. Y, por tanto, no dejarla en manos de los sacerdotes y funcionarios del culto.

El encuentro con el Padre del cielo se realiza en el encuentro con el sufrimiento humano. Y en la lucha para remediarlo o, al menos, aliviarlo.

 

3.  Pero Jesús hizo esto de forma que dejó una cosa muy clara: a Dios no se le encuentra en el sufrimiento, sino en la lucha contra el sufrimiento. Por eso Jesús se dedicó principalmente a remediar enfermedades y padecimientos.

       Por supuesto, puede ocurrir (y de hecho ocurre) que una enfermedad o una curación del sufrimiento resulta ser una ocasión propicia para encontrar paz interior y una mejor relación con Dios.

Pero también puede ocurrir (y de hecho ocurre) todo lo contrario. En cualquier caso, lo que es seguro es que Jesús no organizó un movimiento de "sufridores resignados", sino una "comunidad de discípulos", que tuvieron como motivo determinante de su vida el "principio de misericordia" (J. Sobrino).

Es por la misericordia, y no por el aguante, como nos hacemos semejantes a Jesús. La característica distintiva de los cristianos es la misericordia. En todo y con todos.


Santa Adela


 

Nace en el año 931 en la península Itálica, y el destino le lleva a convertirse en emperatriz, casada con el rey Lotario. Ya madre, queda viuda con dieciocho años. En su segundo matrimonio, también regio, sufre la cárcel y el destierro.

Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados.

Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Muere a las puertas del segundo milenio, en el año 999.

 

Vida de Santa Adela

Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.

Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.

Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.

Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta! ¡Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".

Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.

Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.

Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.

Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo, pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.

Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.

Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.

Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.

Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".

Cuando su hijo Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a mue el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad. ¡Que hermoso fuera que esto se hiciera realidad!

 

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